Capítulo 46
Capítulo 46
Eric
Me aferré a eso que estaba abrazando, sentir su calor allí conmigo era inexplicable. En un principio odiaba acostumbrarme a esto, temía acostumbrarme a ella pero aquí estoy. No pienso dejarla ir y no pienso soltarla en ningún momento. Abrí los ojos encontrándome en mi habitación, Aurora dormía profundamente. Su rostro estaba relajado sin ninguna expresión, sus labios rojos estaban un poco entreabiertos, aparté unos débiles mechones de su mejilla adorándola unos minutos más.
Unos toques fuertes a la puerta interrumpieron el momento. Me levanté con cuidado de no despertarla, la noche comenzaba a caer, podía ver el sol ocultándose por el balcón, detuve mi mano en el pomo de la puerta.
—Es muy tarde para lamentarse, puedes irte, ya no te necesito—era Max. Su voz me colocó alerta, todo mi cuerpo se tensó.
—Prometiste que no le harías daño.
¿Darío? ¿Qué demonios hacía ese idiota con él? ¡Maldición!
Retrocedí lentamente consiguiendo la respuesta en segundos. Me agaché mirando por debajo de la puerta, había muchos pies juntos, Max no venía a hablar conmigo. Me incorporé mirando alrededor, debía buscar la forma de escapar, ¿Cómo...?
— ¿Eric?
—Shh—la callé de inmediato. Aurora tenía un aspecto somnoliento aún, tardó en descubrir lo que sucedía—Debemos irnos—fui a ella tomando su mano.
— ¿A dónde?
Volví a inspeccionar el lugar. Mi vista se fijó en el balcón, la llevé conmigo encontrando una gran altura, mi idea no era saltar, mi idea era aguantar hasta que se fueran. Pasé el barandal que rodeaba el balcón haciendo que mi cuerpo sobresaliera, me sostuve con fuerza soportando mi peso mientras los pies colgaban en el aire. Aurora me veía como si estuviera loco pero no puso excusas, la ayudé a imitarme sosteniendo su cintura, me aseguré de que nuestras manos no se vieran lo suficiente.
Escuché el crujir de la puerta, la habían forcejeado, pude sentir que el cuerpo de Aurora temblaba, no dejaría que se la llevaran. Escuché las voces a lo lejos, no podía entender lo que decían, respiré profundo varias veces contando mentalmente. Para nuestra suerte no duró mucho, Max no consiguió nada en la habitación, antes de irse pude escuchar que le ordenaba a los demás que buscaran donde fuera necesario.
Volví a pasar la baranda, primero una pierna y luego la otra, ayudé a Aurora notando un suspiro de alivio de su parte.
— ¿Estás bien?
— ¿Cómo supieron de mí?
—Darío—resumí—Creo que ha estado observándote, quizás nos escuchó y no nos dimos cuenta.
—Oh, Dios—llevó una de sus manos a su frente—Él no dijo nada, sólo intentaba convencerme de no tener al bebé...
— ¿Le contaste?—intenté no molestarme.
—Me desmayé y él me llevó a enfermería, terminó enterándose, no fue mi culpa, yo...
—De acuerdo, tranquila—la abracé acariciando su espalda—Te sacaré de aquí. No dejaré que los lastimen—miré la puerta abierta—Debemos movernos—tomé su mano armando un plan. El objetivo principal era salir del edificio, debía salir de la sede y tomar el tren. Intenté ser positivo, debía sacar a Aurora de aquí o Max la tomaría como rebelde.
Los pasillos estaban algo vacíos, caminaba con calma cuando algún osado pasaba junto a nosotros. No podíamos llamar la atención, volví a retomar el paso rápido sin soltar la mano de la chica, miraba a todos lados asegurándome de que nadie nos seguía. Podía sentir mi corazón latir con fuerza, podía sentir el temor de Aurora, sabía que confiaba en mí y también sabía que en este tipo de ocasiones las emociones podían ser peligrosas.
— ¡Alto!—un hombre levantó su arma apuntándonos. No perdí el tiempo y fui a él aturdiéndolo con un golpe en la cabeza, lo empujé contra la pared varias veces dejándolo inconsciente. Recogí el arma girándome para tomar la mano de Aurora y seguir. No me había dado cuenta de que otro hombre había aparecido intentando tomar a la chica, Aurora reaccionó a tiempo arrebatándole la pistola en segundos disparándole en el pecho. El cuerpo cayó al suelo sin vida.
Los ojos oscuros de la chica me miraron bien abiertos. Su respiración era agitada, podía imaginar lo que pasaba por su mente, fui a ella tomando su barbilla.
—Quería asesinarte, se lo merecía, ¿Estás bien?
—Sí, sí—asintió energéticamente. Escuché más pasos, el disparo había llamado la atención de todos. Comencé a correr con Aurora entre los pasillos, la salida estaba cerca, hubiéramos llegado en segundos pero entre esquivar y luchar sólo nos atrasábamos. Intentaba que Aurora no hiciera nada pero era imposible, había olvidado que odiaba quedarse de brazos cruzados. Si ella resultaba herida, el bebé también lo estaría.
Las vías del tren estaban a escasos centímetros de nosotros, no podíamos esperar más. Los disparos comenzaron a escucharse seguido cuando el tren se acercaba, si nos quedábamos allí de pie sólo conseguiría que nos dispararan.
— ¡Corre!—grité a la chica. El tren nos alcanzaría en minutos. Intenté disparar a los primeros que veía para darnos tiempo. Sostuve a Aurora en dos ocasiones cuando estuvo cerca de caerse, algo no estaba bien, la chica disparaba sin tener una puntería exacta, Aurora jamás fallaba. La había visto en su entrenamiento y era buena, no perfecta pero si buena.
En cuanto el tren estuvo junto a nosotros no tardé en subir, solté el arma girándome para ayudarla, tomó mi mano y con el impulso pudo subir. Pude ver a Max furioso, no le había dado tiempo de subir al tren, entre todos no encontré a Darío. Si volvía a verlo, lo mataría, esta vez nada me detendría.
En mi pecho mi corazón latía con fuerza, me había arriesgado demasiado pero lo logramos. ¡Lo logramos! Estamos fuera. Una persona vino a mi mente, Iliza. Ella podría recibirnos. Cordialidad debía recibirnos, quizás no me aceptarían a mí pero si Aurora y mi hijo tenían un lugar seguro para quedarse, estaría bien.
—Salimos—sonreí de lado girando mi cabeza. Aurora tenía un aspecto terrible, estaba más pálida de lo normal y no podía mantenerse de pie— ¿Aurora?—antes de que cayera al suelo la sostuve—Oye, tranquila, estamos bien—una de sus manos estaba llena de sangre. Me tomó segundos en encontrar de donde venía. Las dos veces que la chica estuvo cerca de caerse fueron las dos balas que se introdujeron en su abdomen, en cuanto comenzó a toser la desesperación casi me invade—Estarás bien, tranquila.
Una pequeña sonrisa apareció en sus labios que estaban algo manchados de sangre, sus ojos estaban más brillosos de lo normal. Mi vista comenzó a arder, ¿Qué me estaba pasando?
—Lo...siento.
—No, no—acaricié su mejilla—No digas eso. Logramos salir, Max no te hará daño, estarás bien.
—Eric...
Respiré profundo sin poder llenar mis pulmones de oxígeno, algo impedía que se llenaran por completo. Miré el vagón donde estábamos, estaba en el suelo con ella en mis brazos. Nada de esto tenía buen aspecto, negué con la cabeza sin poder ver con claridad. Al parpadear sentí algo húmedo resbalar por mi mejilla, Aurora sonrió dulcemente levantando su mano hacia eso que caía de mis ojos.
—No me dejes, por favor—mi voz se quebró.
—Estás llorando—sus ojos contuvieron las lágrimas. Volvió a toser casi ahogándose, la aferré a mí negando con la cabeza.
—Quédate conmigo, aguanta, eres fuerte—besé su frente respirando con dificultad—No me dejes, por favor. No pueden dejarme.
—Mírame—acarició mi mejilla. Sus labios estaban pálidos a pesar del labial rojo, ella en sí estaba más pálida cada vez, no podría levantarse, me obligué a pensar que ella resistiría—No te dejaremos, estoy contigo.
Quise decir algo pero sólo conseguí decir...
—Te amo—la estreché entre mis brazos. Cerré mis ojos sintiendo como mi cuerpo temblaba, por primera vez lloraba, ¿Esto se sentía? ¿Era normal sentir el corazón destrozado? ¿Era normal sentir que todo estaba desmoronándose? ¿Era normal que no pudiera hacer nada? El nudo en mi garganta me causó más dolor cortándome la respiración. Aurora colocó su mano en mi pecho, justo en mi corazón.
—Estoy contigo—susurró con dulzura. Su voz me acarició entero. Recordé el momento desde que la conocí hasta ahora, era ella la que quería en mi vida, la necesitaba para seguir cambiando, la necesitaba para seguir aprendiendo, sólo ella podía calmarme, sólo ella lograba hacerme sentir que no era un monstruo, sólo ella se quedó conmigo. Aurora me demostró que si merecía algo de amor en mi vida, ella fue diferente y no por el hecho de ser divergente.
El silencio en el vagón ya no era tenso, podía sentir la brisa entrar por la puerta abierta, mis brazos seguían aferrándose a la chica, la pesadez cayó sobre mis hombros, mis mejillas estaban pegajosas y húmedas, el nudo en la garganta perdió un poco de fuerza. Los temblores disminuyeron un poco, la calma estaba regresando, abrí los ojos con lentitud como si hubiera dormido y estuviera despertando recién. Respiré profundo un par de veces antes de mirar a Aurora.
Su mano estaba sobre mi pecho, sus ojos estaban cerrados, estaba demasiado quieta.
— ¿Aurora?—acaricié su mano. Estaba muy fría— ¿Aurora?—la moví. No obtuve respuesta. La desesperación regresó a mí, la sacudí un poco más fuerte— ¿Auro? Por favor, responde, abre los ojos—la sangre seguía saliendo de la herida en su abdomen. Sollocé sin contenerme, dejé que todo saliera en ese momento— ¡Abre los malditos ojos! ¡Aurora!—intenté conseguir su pulso sin tener resultado. Lo que había en mis brazos era un cuerpo vacío, un cuerpo sin vida—No, no, por favor, no me dejes—coloqué mi frente con la suya. La abracé como si mi vida dependiera de eso.
"Estoy contigo"
Su voz se repitió en mi cabeza pero no era lo mismo. Jamás creí pasar por el mismo dolor de perder a alguien, perdí a mi madre y su pérdida sólo me causó odio hacia todo. ¿Acaso éste era mi destino? ¿Terminar solo? Debí haber hecho las cosas diferentes, debí haber actuado diferente, ¿Por qué me pasa esto? No era una buena persona, incluso cuando lo intenté fallé, por mi culpa Aurora se fue, por mi culpa mi hijo jamás nacerá. Sollocé de nuevo, dos vidas se habían ido por mí. Cerré con fuerza los ojos, había perdido a la mujer que amaba y al hijo que ansiaba conocer.
—Vamos, Eric, debes levantarte.
Mis ojos tardaron en acostumbrarse a la luz que entraba por la ventana. Parpadeé varias veces encontrando a Iliza en mi cama, tenía su pijama puesta aún. Fruncí el ceño algo adormilado intentando ver la hora de mi despertador. Era muy temprano aún, la habitación era algo pequeña, había libros por todos lados y algo de desorden también. Caí en cuenta de algo, tomé con fuerza los brazos de Iliza y ésta me miró asustada.
— ¿Dónde está Aurora?
— ¿Qué?—sonrió con gracia—Oh, sí, eso iba a preguntarte. ¿Quién es Aurora?
Me incorporé rápidamente, ¿Qué hacía en mi habitación? Era exactamente la misma que tenía en Erudición. Eché un vistazo rápido alrededor, ¿Acaso era lo que creía?
— ¿Qué...?
—Estuviste soñando, cariño—Iliza revolvió mi cabello— ¿Era interesante la chica? ¿Acaso está con nosotros en clase?
Pasé mi mano por mi cabello, fui de inmediato al espejo que había en una esquina. Revisé mi cuello y mis brazos, no había ningún tatuaje, no había nada. El Eric que estaba frente a mí era un chico de dieciséis años, no había piercing ni tatuajes en mí. Era el Eric erudito que jamás encajó en ningún lugar. Mi cuerpo era delgado comparado al hombre que había visto en mis sueños. Mi entrenamiento no había iniciado, ¿Acaso todo volvería a repetirse? Me giré observando a mi hermana quien seguía sin entender mi extraña actitud.
Si había sido un sueño significaba que esa chica seguía viva.
"¿Ella será real o sólo mi mente lo inventó?"
— ¿Qué día es hoy?
—El día que todos los jóvenes esperan y odian al mismo tiempo—estiró sus brazos dejándose caer sobre mi cama—No sé que ponerme para la Ceremonia de Elección. Estaba pensando en usar uno de los vestidos de mamá...
— ¡No!
— ¡¿Qué?!—dio un respingo mirándome. En el sueño le había contado a la tal Aurora sobre mi día, se suponía que hoy le dispararía a mi padre, Iliza se iría antes, ella se vestía como normalmente lo hacía mi madre. ¿Eso quiere decir que todo puede repetirse si tomo las decisiones incorrectas? Debo calmarme, estoy siendo paranoico—Oye, si no quieres que use los vestidos de mamá no hay problema...
—No, no es eso—me apresuré a decir. Intenté mostrarme tranquilo pero la última imagen del sueño me lo impedía—Sólo estoy nervioso, es todo.
—Yo también lo estoy—se levantó acercándose a mí. Me abrazó unos minutos—Pero después de hoy estaremos bien.
Después de hoy ella escogería Cordialidad, después de hoy yo escogería Osadía. Nos separaríamos para ser libres, mi padre merecía morir, era un ser cruel, podría lastimar a alguien más pero...asesinarlo sólo sería una tortura para mí. Él le disparó a mamá y sigue sufriendo aunque no lo diga, ¿Qué mejor forma de torturarlo que dejarlo solo? Sonreí con algo de malicia, cerré mis ojos correspondiendo el abrazo de mi hermana. Todo fue un sueño, nada fue real, quizás los nervios del día estaban afectándome sin darme cuenta. Tal vez no era tan inmune a las emociones después de todo.
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Si los sorprendí esa era la idea, el final principal hubiera sido más triste. El próximo capítulo será el antepenúltimo, de aquí en adelante, Eric narrará los capítulos.
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