Capítulo 45
Capítulo 45
Cuando desperté identifiqué la enfermería, gruñí un poco al recordar lo que había pasado. Darío acariciaba mi cabello con delicadeza, sonrió de lado al verme despierta. Una parte de mí prefería que fuera él que estuviera allí conmigo y no Eric. Respiré profundo atreviéndome a mirarlo.
—Gracias por no avisar a nadie.
— ¿Enserio?—se mostró algo sorprendido y confuso.
—Sí.
No quería darle tantas explicaciones. Cerré mis ojos dejando salir otro suspiro, Darío detuvo su caricia estando callado mucho tiempo. No era común en el chico, antes de poder preguntar lo que sucedía, se adelantó.
— ¿Cuánto tiempo tienes?—sus ojos grises tenían una chispa de tristeza—La chica que te revisó cuando te traje dijo que era lo malo de estar en tu estado—pensé que se enfadaría pero parecía sentir todo menos enojo— ¿Realmente lo quieres?—asentí sin pensarlo. Acarició mi mejilla inclinándose un poco hacia mí— ¿Él lo sabe?
—Sí.
— ¿Está de acuerdo con esto?
— ¿Por qué te interesa saberlo?—intenté no ser dura con él.
—Estamos hablando de Eric, no es cualquier hombre, Aurora—en otro momento hubiera discutido eso pero me limité a escucharlo—Vas a tener un hijo con un hombre peligroso, esto es demasiado arriesgado, eres joven aún, no puedes ser madre ahora.
— ¿Quieres que me deshaga de él?—por su rostro supe que eso había querido decir—Este bebé no tiene la culpa de lo que somos, no sabe nada de lo que está pasando porque aún no nace y no voy a negarle ese derecho. ¿Estás loco? ¿Quieres que lo asesine? No puedo permitir que otra vida se pierda por mi culpa.
Darío apartó algunos mechones de mi cuello.
—Vivian no murió por tu culpa.
—Todos dicen eso—bufé. No era eso a lo que me refería—Es mi cuerpo, yo decido por él.
— ¿Ahora eres maternal?—levantó una de sus cejas.
— ¿Crees que planeé esto?—imité su tono irónico— ¿Crees que mi plan desde un principio fue estar con Eric para ser madre?
—No lo sé, dímelo tú.
—No quiero discutir contigo, no puedes juzgarme.
Me levanté quedando sentada. Pasé mi mano por el cabello sintiéndome presionada de nuevo, no sabía qué hacer ni en que terminaría todo esto. Estaba cansándome de lo mismo. El recuerdo de la simulación se hizo presente entre mis pensamientos, tenía miedo que mi propio hijo supiera lo que su padre hacía y lo que yo había hecho. Darío no estaba tan lejos de la realidad.
—Sólo digo que lo pienses bien—lo miré—Tampoco puedes tenerlo porque sea lo correcto. ¿Acaso es lo que deseas?
—Creo que deberías irte.
—Aurora...
—Enserio, debes irte—me limité a decir. Noté un suspiro pesado de su parte mientras se levantaba, volví a recostarme en la cama, si me quedaba allí estaría mejor que en mi habitación—Gracias por traerme—no esperaba una respuesta suya. Mantuve mis ojos en su espalda hasta que desapareció.
No recuerdo el momento en que me quedé dormida pero cuando abrí los ojos no estaba sola. Una pareja estaba allí preocupándose por mí, mi padre acariciaba mi cabello mientras mi madre veía con atención el tatuaje en mi muñeca. El brazalete que Eric me había dado hace días, ni siquiera recordaba que lo tenía puesto, el águila que tenía sus alas abiertas en el dorso de mi mano me hizo pensar en el chico.
— ¿Cómo te sientes?—mi madre levantó su vista en cuanto escuchó al hombre interrogarme.
— ¿Qué hacen aquí?
—Darío fue a buscarme—rodeé los ojos. El chico había guardado más silencio de lo normal— ¿Entiendes que nos preocupamos por ti, Aurora?
— ¿Se preocupan por mí porque soy la única hija que les queda?
—No digas eso—mi madre apretó mi muñeca atrapando mi atención—Intenté salvar a tu hermana, le advertí de esto...
— ¿Le advertiste?—bufé. Alejé mi mano incorporándome—Nadia no sabía de esto, ni siquiera sabía lo que era...
—Nosotros tampoco supimos lo que tú eras—señaló. Respiró profundo intentando calmarse—Max mintió, dijo que mi familia estaría a salvo, ninguna de ustedes recibiría el suero.
—Trabajas con ellos, ¿Cómo puedes creerle?
—Aurora—mi padre usó un tono dulce—Tu madre intentó protegernos, todos sufrimos por Nadia, todos lamentamos su muerte—sus ojos brillaron. Estaba conteniendo las lágrimas. Jamás había visto al hombre llorar—Era nuestra hija, era mi hija—susurró—La amaba con mi alma, la amaba tanto como te amo a ti. ¿Cómo crees que nos sentimos con esto?
—No queremos perderte también—la voz de mi madre se quebró. Las lágrimas aparecieron por sus mejillas y me sentí como la peor hija del mundo. ¿Cómo podía juzgarlos si en unos meses más yo también estaría en su situación? Yo también haría lo que fuera por proteger a mi hijo, mi madre dejó que su preocupación por nosotras la cegara, su intento de protegernos no le permitió ver que Max era un hombre peligroso, incluso mucho más que Eric. Todos estaban tomando un rostro distinto.
Todos estuvimos viviendo una mentira y sólo la persona que se atrevía a admitirlo terminaba muerta.
La abracé con fuerza uniéndome a sus lágrimas. Los brazos de mi padre nos rodearon, el dolor ya no era sólo mío, era de los tres pero también pude sentir algo más, algo que pocas veces sentí. La importancia de una familia.
Esa noche dormí donde mis padres. Esa noche pude dormir, algo extraño y sorprendente. Por la mañana pude escuchar una pequeña conversación, mi padre volvía a consolar a mamá, ésta tenía miedo de perderme, se odiaba por ser una pésima madre y se odiaba por no conocernos completamente. ¿Acaso era posible que pudiera fijarse en lo que Nadia era? Eric tenía razón, ser divergente implicaba eso. Encajábamos en cualquier lugar y podíamos ser quienes quisiéramos.
La llovizna caía desde el cielo gris. Mis piernas colgaban del borde de la azotea, el viento era algo fuerte, revolvía mi cabello despeinándolo una y otra vez, estuve un largo rato allí mirando la red al fondo. Llevé mis manos a mi vientre, ¿Cómo podré caminar cuando tenga un abdomen abultado? ¿Y si resulta ser una niña? ¿Sería más como yo o más parecida a su padre? Sonreí tontamente jugando con la imaginación. En un futuro ese bebé también tendrá que escoger a los dieciséis, deberá pasar por la Prueba de Aptitud, su Ceremonia de Elección, su iniciación...
Cerré mis ojos imaginándolo. Por alguna razón deseaba que fuera un niño, lo veía creciendo en la facción, sería tan guapo como su padre y tan travieso como su madre. Podía verme contándole la historia de nosotros, el comienzo que tuvimos, lo mucho que un monstruo puede cambiar por alguien. Le diría que nada de lo que dicen es cierto, que ser diferente no significa estar mal, el día de su Ceremonia de Elección tomaría sus manos, miraría sus ojos y le recordaría que escogiera lo que su corazón le ordenara.
Alguien más se unió a mi silencio. Podía sentir su presencia, abrí los ojos mirándolo.
—No creo que este clima te haga bien.
—Estamos bien—asentí.
— ¿Podemos hablar un momento?
— ¿Desde cuándo necesitas mi permiso para hablar?
Eric sonrió de lado por esa pregunta. Acercó su mano a la mía, dejó su palma hacia arriba ofreciéndomela. Suspiré aceptándola, ninguno de los dos quería estar lejos del otro. Nuestros dedos se entrelazaron en un suave apretón.
—Lo siento—volví a mirarlo aunque sus ojos estaban fijos en nuestras manos—Tienes razón, no debí dejarte usar esa arma, debí encerrarte en la habitación, debí hacer todo lo que creía correcto. Debí pensar en el bebé.
El silencio era muy cómodo entre nosotros. La llovizna y el ambiente fresco quizás relajaban el momento. Asentí lentamente comprendiéndolo, recosté mi cabeza en su hombro mirando el tatuaje que tenía en el antebrazo, sonreí de lado por la imagen, era un laberinto junto a una flor abierta de par en par. Su tatuaje y el mío se unían por unos segundos. Eric besó mi frente abrazándome luego.
— ¿Por qué no huimos?
—En este momento no sería lo correcto—me apretó contra él. Cerré mis ojos suspirando su aroma.
— ¿Crees que todo terminará pronto?—hubo silencio. Supe que no me había entendido—Tengo la sensación de que el fin llegará pronto.
—No digas eso.
—Es lo que siento.
—No dejaré que te lastimen—susurró—Haré lo que sea para mantenerlos a salvo. Si algo me enseñó mi madre fue que a la familia se debe proteger sea como sea.
La imagen de mis padres en la enfermería vino a mi mente. Ellos hicieron lo que pudieron, Eric y yo estamos intentando hacer lo mismo. Me separé encontrándome con sus ojos. La paz regresó a mí, era increíble lo segura que podía hacerme sentir, no importara cuanto discutiéramos, cuanto nos enojáramos con el otro, él siempre me hacía sentir segura.
Acaricié su mejilla unos segundos. ¿Qué sería de mí si lo perdiera?
—Creí que ibas a dispararme en la simulación—casi lo había olvidado. Quise disculparme pero no lo hice, basta de disculpas, basta de discusiones, basta de darle el gusto a Max de colocarnos así—Lucías muy segura.
—También lo creí—admití—Pero si lo hacía estaría mintiéndome.
—Nada era real, podías hacerlo.
Sus ojos azules tenían un aspecto más dulce, era el Eric indefenso, frágil y protector que había conocido al conocer su historia.
—El problema es que te amo, cuando se ama a alguien haces lo imposible para protegerlo, no dudarías en saltar hacia el vacío—me encogí de hombros—Tú lo dijiste, no era real, ¿Qué mejor forma de hacerlo que salvando a todos en un segundo?
—Entonces... ¿Quieres morir?—hubo algo de preocupación y miedo en su voz. Pude imaginar lo que pasaba por su mente. Besé sus labios lento, pausado y suave. Sentí su mano tibia en mi cuello, el sonido de la llovizna cayendo fue perfecto, el viento nos envolvía a ambos, sentía frío y calor al mismo tiempo. Nuestros labios habían creado la danza perfecta, encajaban perfectamente, recordé la primera vez que me había besado. Fue en el Abismo, aquel lugar estaba significando mucho para mí.
Ese lugar había sido testigo de mucho. Fue allí donde Eric me salvó, yo lo salvé también, él fue víctima de mi ira, yo también lo fui de la suya, si comenzaba a pensar en todo lo que hemos pasado se sentía como si fueran años. Era mucho para un mes. Era demasiado para un mes.
Interrumpí el beso separándome. Sonreí un poco respondiendo a su pregunta.
—No me iré a ningún lado, es difícil deshacerse de mí—el chico sonrió con esa forma típica suya y volvió a besarme.
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El próximo capítulo tendrá un toque drástico y quizás algo violento. Estoy segura de que les gustará. ¡Saludos!
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