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Capítulo 43

Capítulo 43

— ¿Qué harás si alguien viene?

—Nadie vendrá—preparó el líquido en la jeringa.

Mi corazón latía un poco rápido, en la pantalla Eric lo notó. Sonrió de lado mientras se levantaba acercándose a mí, apartó el cabello de mi cuello mirándome.

—Jamás te vi nerviosa ni asustada por esto.

—Jamás estuviste aquí para verlo.

—Quizás por eso no pude verte—esta vez fue mi turno de sonreír un poco—Estarás bien—quise mirarlo pero no lo hice— ¿Recuerdas lo que te he dicho?

—No tomar la primera opción, escoger la segunda. No pensar como me han dicho, hacer lo que yo haría—asentí jugando con mis manos. No sabía que hacer con ellas—Lo sé—esperé a sentir la aguja en el cuello pero no pasó. Tuve que acabar mirándolo, sus ojos se veían un poco oscuros con la luz de la habitación.

—Puedes con todo, eres fuerte y valiente.

A mi mente vinieron todos los momentos que me llevaron a esto. Mejor dicho, lo que nos llevó a esto. Si hubiera escogido otra facción no hubiera conocido su historia, jamás hubiera conocido a Iliza, incluso sabiendo que podía encajar en cualquier lugar sabía que el mío no era Cordialidad. Ninguno se asemejaba a Osadía. Nadia tenía razón, ¿Ir a Abnegación cuando no soy altruista? ¿Ir a Verdad cuando la mentira puede salvarnos en ocasiones? Me gustaban los animales, recordé el caballo que había visto cuando fui a ver a su hermana.

Eric acercó la jeringa y tuve que detenerlo. El chico esperó a que diera una explicación. Quería decirle muchas cosas pero no era el momento. No podía borrar lo que hizo pero quiera o no era el único que podía ayudarme realmente. Tori tenía razón, hiciera lo que hiciera seguiría amándolo.

—No quiero entrar sola.

— ¿Tienes miedo de tus propios miedos?—noté cierto tono burlón en su voz.

—Tengo miedo de lo que pueda encontrar—contesté—Hace tres años sabía lo que temía y ahora...—sentí algo de ardor en mis ojos. Malditas lágrimas—Ni siquiera puedo conocerme porque todo fue una mentira.

Eric suspiró alejándose. Me ayudó a levantarme quitándome los electrodos, por su rostro tuve dudas. ¿Ya no quería ayudarme? Al colocarme de pie, fue él quien se recostó en la silla. Sonreí para mis adentros conectando todo de nuevo, preparé otra inyección sintiendo algo de curiosidad.

— ¿Cómo fue tu primera vez?—el chico levantó una de sus cejas para luego mirarme con incredulidad— ¿Qué?

—Tienes que ser más específica con las preguntas—coloqué en su mano la jeringa que era para mí. Me acomodé en la misma silla que se encontraba, al recostarme caería en su regazo—Nunca dejes de ser tú.

— ¿Ahora es bueno ser rebelde?—inyecté el suero en su cuello dejando la jeringa de lado. Apartó el cabello nuevamente aplicándolo en mí, hice una mueca de dolor aunque más bien era de molestia. Sentí la respiración de Eric en mi cuello, sus brazos me rodearon y cerré mis ojos sintiéndome más segura con él allí.


El techo de cristal que estaba sobre la Fosa dejaba ver un cielo oscuro. Algunos faros de luz iluminaban el lugar donde estaba, escuché el agua golpear con fuerza las rocas, fruncí el ceño mirando alrededor. No había nadie en ese lugar, no se escuchaba absolutamente nada, sólo el agua. No era común ver la Fosa sin osados jugando por allí.

— ¿Hola?—mi voz hizo eco en el lugar— ¿Hola?—lo intenté un poco más alto.

El frío me recorrió, subí la cremallera de mi chaqueta escondiendo mis manos en los bolsillos. Comencé a caminar pasando por los pasillos vacíos y solitarios, no me gustaba esto. No me gustaba esta clase de soledad, algo lejano llegó a mis oídos. ¿Eran voces? ¡Sí! Lo eran. No estaba sola. Sonreí con alivio guiándome por el sonido de esas voces, mientras más cerca estaba, con mayor nitidez escuché lo que decían.

—Eres un asesino y lo sabes—ese era Darío. ¿Qué estaba haciendo?—Jamás cambiarás eso, por esa misma razón la obligaste a dispararle.

Mi corazón se aceleró mientras mi conciencia sabía a qué se refería. Me detuve estando junto a la pared, asomé mi cabeza un poco encontrando a Darío con el rostro molesto, sus cejas estaban casi juntas y sus manos estaban cerradas convirtiéndose en puños. Lucía más alto de lo normal, estaba en el Abismo con otro más, éste estaba de espaldas a mí pero no me costó identificarlo. Antes de que pudiera hablar sabía quién era.

— ¿Crees que yo la obligué?—su risa me revolvió el estómago—Eres tan gracioso pero también tan idiota, muchacho—su tono fue frío—Aurora hizo lo que debía, no tengo culpa de eso. ¿Quieres que niegue que soy un asesino? Lamento decepcionarte pero no todos somos como tú, negaste haber intentado arrojarla de aquí—mi corazón se aceleró más. Esto no terminaría bien—Negaste lo que hiciste, negaste ser cobarde y preferiste deshacerte de ella—Eric llevó una de sus manos a su espalda introduciéndola debajo de su chaqueta—Sí, soy un asesino, estoy orgulloso de eso—el movimiento fue tan rápido que tardé en identificar la pistola con la que apuntaba al chico.

— ¡No!—salí del escondite muy tarde. El sonido del disparo me hizo dar un respingo, el mismo sonido que hubo en la muerte de Sheila. Llevé mis manos a mi boca mirando horrorizada como el cuerpo de Darío caía al vacío. Le había disparado, el hombre que amaba le había disparado. No quise cerrar los ojos, la imagen me torturaría. Respiré con dificultad temiendo caerme, mis piernas soportaban mi peso con esfuerzo— ¿Qué hiciste?—Eric no se giró para verme— ¡¿Qué hiciste?! ¡Lo asesinaste!

El silencio me alteraba más. Darío estaba muerto. Eric le había disparado y yo había visto todo. ¿Dónde estaban los demás? Caí de rodillas sobre el puente llevando mis manos a mi cabeza, comencé a mecerme hacia adelante y atrás, no podía respirar, mi pecho estaba siendo presionado por algo invisible, tal vez no era invisible, tal vez era la culpa. Otro más había muerto.

"Los rebeldes son conscientes durante la simulación, saben que lo que hacen no tiene sentido porque nada es real"

Eric.

Levanté mi rostro estando en el mismo lugar aún. Esa voz era diferente a la que había oído antes del disparo, esa voz no era de este hombre y ese hombre no era mi Eric. Ese hombre no era real. Un sollozo casi infantil me hizo girar el rostro, detrás de mí, a pocos metros había un niño. Su cabello rubio era liso y corto, sus ojos azules me hicieron recordar a la simulación de Eric. Las lágrimas aparecieron al saber quién era, al menos lo suponía.

Me acerqué con cuidado mientras el Eric falso seguía de pie. Veía al vacío, como si esperara encontrar algo allí. El pequeño de seis años negó con la cabeza retrocediendo, sus ojos me veían con terror, mi pecho dolió más. No quería que tuviera temor de mí.

No quería que mi propio hijo temiera a su madre. No imaginaba como sería nuestro hijo en un futuro pero tal vez así aparezca en mi subconsciente. Igual a Eric, igual a su padre.

—Lo asesinaste.

Su tierna voz sólo me lastimó más.

—No, claro que no—seguí avanzando con cuidado.

—Él lo hizo y tú no hiciste nada.

Un nuevo temor creció en mí. El niño no podía odiarlo, no podía odiar a Eric aunque lo quisiera.

—No, no—me agaché quedando a su altura—Escúchame, ese hombre no lo conozco, él es malo, ¿Me entiendes?

—Papi es malo y tú también.

— ¡No!—tomé sus brazos. Estaba al borde de la crisis de nuevo, la voz del Eric real llegó a mí de nuevo. Nada de esto es real, debo calmarme o no saldré de aquí. Respiré profundo mirando con fijeza los ojos del niño quien seguía aterrado. Nada de esto era real, ese niño no es mi hijo, ese hombre que le disparó a Darío no es Eric, nada de esto tiene sentido. Puedo mentirle si quiero, puedo hacer lo que quiera porque todo está en mi mente, es difícil pero puedo hacerlo—Tu padre hizo lo correcto—mi voz fue más calmada. Mi corazón fue calmándose, eso era bueno—Y tú no dirás nada porque los niños deben guardar secretos. ¿Me entiendes?

El niño asintió y la imagen se desvaneció. Ya no estaba en el Abismo, estaba en la Fosa de nuevo, me levanté y en cuanto algo tocó mi hombro di un respingo.

—Tranquila, soy yo, soy el Eric real.

—Eric—lo abracé con fuerza. Había olvidado que estaba conmigo— ¿Dónde estabas?

—Mirando—levanté mi rostro sin soltarlo—Quería verte actuar por ti sola y lo hiciste, fue difícil pero lo hiciste, ahora debemos seguir la simulación.

— ¿Seguimos dentro?—me tensé.

—Todos tienen más miedos que otros, ¿Recuerdas?

Sí, si lo recuerdo. Antes de sentirme ansiosa por terminar tuve que respirar profundo de nuevo. Si dejaba que el terror y el pánico pudieran conmigo todo sería peor. Retrocedí soltando a Eric recuperándome, había olvidado lo real que podían ser las simulaciones.

— ¡Auro!

Esa voz. Me giré encontrándola allí frente a mí, respiraba con dificultad, había estado corriendo, su cabello corto se encontraba algo despeinado y sus ojos tenían el mismo brillo de picardía de hace tres años. El sentimiento de culpa regresó a mí combinado con algo más.

—Sheila—fui a ella abrazándola con fuerza. Las lágrimas no tardaron en salir—Lo siento tanto.

—Tranquila—acarició mi espalda—Tuviste que hacerlo, debías hacerlo.

—No, no debía.

—Y esta vez escogerás de nuevo—Nadia había aparecido. Al instante la abracé también—Eres mi hermana, pase lo que pase—por un instante deseé haber estado con ella. Quizás hubiese tenido un ligero consuelo al saber que intenté salvarla. Nadia se liberó de mis brazos, secó mis lágrimas y Sheila colocó en mi mano algo de metal. Era la misma pistola que había usado para dispararle o al menos eso me parecía—No somos el enemigo, nunca lo olvides.

—No—negué con la cabeza—Nadia, no...—en un abrir y cerrar de ojos ellas no eran las únicas que esperaban. Mis padres estaban allí, a una corta distancia se encontraba el Eric falso.

—Hazlo—ordenó.

—No puedo...—susurré mirando el arma en mi mano. Se sentía caliente, como si hubiera sido usada hace poco.

—No podremos avanzar si no escoges—el Eric real estaba de pie junto a mí. Lo miré esperando que pudiera ayudarme pero esto no era su simulación, era la mía—Tienes la respuesta frente a ti, Aurora.

Mis manos temblaron, mi corazón estaba aumentando su ritmo y mi cabeza palpitaba. Quise vomitar pero las náuseas no aparecían. Mi primer miedo había sido que mi propio hijo nos viera como asesinos, que viera lo que sus padres eran capaces de hacer, este miedo era diferente y más complicado, ser la responsable de la muerte de uno de ellos.

En la realidad ya era responsable de tres muertes: Vivian, Sheila y Nadia.

—Hazlo—insistió Sheila.

Todos tenían una razón por la cual podía dispararles. Mis padres eran culpables en parte de lo que pasó con Nadia, mamá confió en Eric para salvarme pero... ¿Quién pensaba en mi hermana? Sheila y Nadia representaban un peligro para la facción, no estaba en total acuerdo con eso de "Facción antes que sangre" pero ellas me habían mentido, incluso desconociendo lo que eran mintieron. Luego estaba Eric, con él todo era distinto. Ya lo sabía.

Levanté el arma apuntando hacia él. No sabía si el Eric real que estaba junto a mí estaba de acuerdo, quité el seguro del arma sosteniéndola con ambas manos. ¿Enserio iba a dispararle? ¿Si era capaz de hacerlo? El nudo en la garganta me costó el respirar.

"Nada es real, Aurora, nada es real"

Si podía salvarlos en una simulación lo haría. Miré el cañón del arma, sólo así avanzaría. Si no eran ellos terminaría siendo yo. Cerré mis ojos, la llevé a mi cabeza y jalé el gatillo escuchando el estruendo que tanto odiaba, que tanto temía.

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Estuve leyendo Divergente como les había dicho pero retomé la lectura en donde quedé y al leer sobre los miedos de Tris cuando ella los enfrentó en su última prueba me inspiró un poco en este capítulo.

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