Capítulo 37
Capítulo 37
El sonido de la puerta al cerrarse hizo que tanto Sheila como yo diéramos un brinco del susto. ¡Mierda! Cerré todo en el computador, lo apagué y corrí al armario colocándolo en su sitio. Al girarme, Eric nos veía con confusión. ¿Desde cuándo salía tan temprano? Sheila controló su nerviosismo o al menos así parecía. Sus mejillas estaban rojas mientras que mi corazón latía con fuerza.
— ¡Hola!—dejé salir el aire que contenía. Sonreí un poco, quizás más de lo normal— ¿Qué haces aquí?
—Es mi habitación—Eric entrecerró sus ojos mirándonos por minutos. No era estúpido, lo sabía— ¿Qué haces tú aquí?—señaló a mi amiga.
—Vine a verla—se apresuró a decir. Sheila se levantó sonriendo un poco—Aurora me dejó algo preocupada y...
La actitud del chico cambió.
— ¿Pasó algo?
—No.
—Sí.
Intercambiamos miradas unos segundos.
—Quiero una explicación ahora—exigió usando ese tono de líder que todos acostumbraban a escuchar.
—No hay nada que explicar—me molestó su forma de hablar—Las chicas no sabían sobre mi salida, no les dije nada...
— ¿Por qué?
—Lo pasé por alto, por eso Sheila vino y estábamos conversando...
— ¡Sí! Así es—asintió—Debo irme. Hablamos luego, Auro.
—De acuerdo—esperé a estar solos para luego preguntar— ¿Qué haces aquí?
Se acercó a mí lentamente. Me tensé sin ninguna razón. Entrelacé mis manos por detrás de mi espalda.
—Estoy comenzando a creer que estás ocultándome algo—tomó mi rostro entre sus manos acariciando mis mejillas. Ante mi silencio, besó mi frente—Vine porque también estaba preocupado por ti.
— ¿Por qué?
—No tenías buen aspecto anoche—miré sus ojos con incredulidad.
— ¿Jeanine te dejó salir por eso?
—Jeanine no debe darme permiso para nada...
—No digas eso, no lo creo.
Eric rodeó los ojos. Respiró profundo antes de volver a mirarme.
— ¿Comiste algo?
—No—antes de que me reprochara hablé rápidamente—No he tenido hambre, enserio—sin previo aviso me cargó sobre su hombro como un costal de papas— ¡Eric!
—Comerás ahora, quieras o no.
Reí divertida apoyando mis manos en su espalda, esa que tantas veces acariciaba por las noches. Mordí mi labio cuando me dejó junto al comedor, me obligó a tomar asiento mientras se encargaba de cocinar, más que cocinar, el chico preparó dos sándwiches nada mal pero era gracioso viniendo de Eric.
—Acabas de cocinarle a alguien—fingí un poco de sorpresa.
—Come.
— ¿Crees que pueda envenenarme con esto?
—Come—ordenó.
— ¿Sabes que me encanta verte molesto?
—Aurora.
Tuve que darle un mordisco para calmarlo. Mientras masticaba levanté mis cejas mirándolo pero de repente mi estómago rugió y terminé devorando todo. Eric quedó satisfecho llevándose el plato vacío. Me levanté siguiéndolo, llegué a él abrazándolo por detrás. Apoyé mi frente en su espalda. Suspiré su perfume perdiéndome en él. Hubo un agradable silencio, perdí la noción del tiempo olvidando donde estaba.
—Te amo—susurré— ¿Alguna vez te lo he dicho?
Se giró mirándome fijamente, sus ojos azules brillaron y sabía lo que significaba. Jalé de su chaqueta atrayéndolo a mí, besé sus labios con dulzura pero el chico quería más que eso. El besó de dulce pasó a ser intenso, apasionado y casi necesitado.
Los brazos de Eric me cargaron y mis piernas se enredaron al instante en su cintura. Cuando sentí caer en algo blando, sus manos subieron el suéter que tenía hasta quitármelo y dejarlo en el suelo, sus labios volvieron a apoderarse de los míos y fue mi momento de bajar la cremallera de su chaqueta, seguido de eso me deshice de su camisa, inicié un viaje por su pecho, su abdomen marcado, sus fuertes brazos, sus hombros... ¡Dios! Era perfecto. Mi monstruo perfecto.
Eric bajó a mi cuello permitiéndome respirar aunque sólo escuché jadeos de mi parte. Enredé mis manos en su cabello cuando llegó a mi abdomen, miré lo que hacía sintiendo un cosquilleo agradable en esa parte, sonreí de lado obligándolo a subir y volví a tomar control sobre sus labios.
Jadeé de nuevo con sus manos y las mías encargándose de la poca ropa de ambos. Las corrientes de placer que estaba acostumbrada a sentir hicieron que mis uñas se introdujeran en la espalda de Eric, escuché un gemido de su parte que provocó la misma respuesta en mí.
Incliné la cabeza hacia atrás deseando mantenerme todo el tiempo en esas sensaciones.
—Por favor, quédate.
—Debo regresar al trabajo—sonrió divertido—Seguiremos en la noche.
—Cuando regreses estaré durmiendo—señalé. Besé sus labios teniendo mi mano en su pecho—Por favor, no vayas, Max podrá encargarse de todo pero no me dejes.
—Es la segunda vez que dices eso—acarició mi brazo desnudo—No me iré a menos que tú lo quieras.
—No. Ni siquiera así, no lo hagas.
Hubo unos minutos de silencio entre ambos. Se estaba volviendo costumbre mirarlo fijamente por tanto tiempo, Eric frunció el ceño un poco, abrió la boca para decir algo pero pareció pensarlo mejor antes de hablar.
— ¿Sucede algo, Aurora?
— ¿Algo como qué?
—Te siento extraña, siento que...hay algo diferente en ti—intenté no alertarme—No me digas que estoy inventando cosas porque es cierto—aparté la vista recostando mi cabeza de la almohada. Tragué con dificultad pensando en Iliza— ¿Debo preocuparme?
Quise tocar el tema de los archivos en el computador para desviar el tema pero sería estúpido. Sólo le indicaría a Eric que revisé su trabajo, aún no entendía que hacía exactamente. Antes de que comenzara a buscarle sentido a los archivos tenía que buscar una respuesta o excusa para él.
—Estoy bien—me limité a decir.
—Enfrentaste a Max—recordó. No parecía molesto por eso—No te enfadaste cuando intenté ayudarte con el trabajo en la sala de control...
—Lo hice—lo interrumpí—Sólo no te lo dije.
—Has estado durmiendo más tiempo de lo normal, ¿Qué tanto haces que te agota?
—Nada—lo miré. Lo abracé de nuevo—Deja de hablar, sólo quiero estar contigo.
Abrí los ojos de golpe, me incorporé en segundos corriendo al baño. El almuerzo que Eric me había preparado ya no se encontraba en mi estómago, al terminar tenía las manos sudorosas y la frente igual, apoyé mis manos del lavabo notando que no estaba sola. Estaba tan concentrada en el malestar que no me fijé en la presencia del chico, su cabello estaba mojado y una toalla abrazaba su cintura. Maldije mentalmente mirándome al pequeño espejo.
El blanco comenzaba a formar parte de mi rostro. De nuevo maldije para mis adentros.
—Aurora...
—No quiero hablar—suspiré bajando la vista hacia mis manos que se aferraban con fuerza al lavabo. Negué lentamente con la cabeza, no mentía, no quería hablar de eso.
—Te llevaré a enfermería.
— ¡No!—pude ver mi rostro de horror en el espejo. Ir a enfermería sería peor, si supieran del supuesto bebé en segundos toda Osadía lo sabría. Todos hablarían sobre el hijo del líder más temido y cruel de la facción. No quería eso. No quería a mi hijo en murmullos y chismes.
Eric me veía con total seriedad a través del espejo. Estaba a unos pocos metros detrás de mí, el color azul de su mirada se oscurecía un poco siempre que algo le molestaba, como ahora por ejemplo. Avanzó dos pasos a mí levantando una de sus cejas.
—Lo haré si no me dices lo que te pasa.
—Estoy...un poco enferma—no era mentira... ¿O sí? Los tatuajes en su piel resaltaban con las gotas de agua cayendo sobre las líneas. Miré aquello como si fuera lo más interesante del mundo, no me avergonzaba contarle que seríamos padres pero tampoco me resultaba sencillo decirlo. ¿Por qué?—Iliza supo lo que era.
— ¿Es grave?
¿Y si él sabía lo que ocurría pero no decía nada porque necesitaba escucharlo de mí? Eric no era idiota, jamás lo ha sido. Algo de enojo me hizo aferrarme al lavabo al pensar en esa teoría. Odiaba terminar siendo la tonta que se da cuenta de las cosas cuando era muy tarde.
—Dímelo tú—me giré enfrentándolo. Me crucé de brazos sólo porque no sabía qué hacer con mis manos—No creo que no lo sepas.
—Te juro que no lo sé—avanzó de nuevo— ¿Podrías explicármelo?
—He tenido cambios de humor, he comido más de lo debido, me he desmayado, he vomitado y mis horas de sueño han cambiado también—me encogí de hombros. Eric se mantuvo en silencio. Quise golpearlo por primera vez—No eres estúpido, Iliza pudo adivinarlo, tú también puedes, dijo que tu madre tenía los mismos síntomas.
— ¿Mi madre?—frunció el ceño—Espera, no tengo ni la más mínima idea de lo que estás hablando, Aurora.
—Creo que en unos meses seremos tres—mordí mi labio. Ahora si estaba nerviosa—Iliza cree que hay algo en mi vientre, dijo que sabe lo que dice, tu madre pasó por lo mismo cuando estaba esperándote.
Esta vez no era la única que estaba pálida. Eric cambió de color en un minuto y no supe si era bueno o malo. Se acercó acabando con la poca distancia, en sus ojos no había nada que me demostrara sus emociones. Eso me preocupó más.
— ¿Crees?
—No—admití—Estoy segura.
— ¿Por qué no fuiste a enfermería?
—Si fui pero no aquí—expliqué—Cuando estuve en Cordialidad me desmayé, Iliza me llevó a enfermería y sólo ella lo sabe—sonreí con algo de nerviosismo—Iba a decírtelo pero quería estar completamente segura, yo...tampoco...creí que...
—Aurora, debo llevarte a enfermería.
—No quiero ir. ¿No lo entiendes? ¿Qué crees que dirá Max cuando lo sepa?
— ¡No me importa él!—tomó mis brazos—No me importa lo que dirán los demás porque me importas tú—contuve la respiración—Si es cierto que estás embarazada quiero saberlo. Si hay algo creciendo dentro de ti merezco saberlo porque también es mío—contuve las lágrimas provocadas por sus palabras.
— ¿No estás molesto conmigo?
Eric frunció el ceño de nuevo.
— ¿Por qué estaría molesto? ¿Creíste que te culparía de esto?—no respondí. Se apresuró a secar mis mejillas para luego abrazarme—Jamás he tenido en mente ser padre pero no quiere decir que te dejaré. No cometeré los errores de mi padre, no con ustedes—besó mi frente aferrándome a él—Te amo, Aurora.
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