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Capítulo 35

Capítulo 35

Desperté encontrando un olor a tierra y...algo parecido al olor que sólo las plantas poseían. Abrí los ojos tomando mi tiempo, lo primero que vi fue a Iliza con una pequeña sonrisa.

— ¿Qué...?—mi voz parecía lejana, como si mis oídos captaran el sonido con dificultad.

—Estás en la enfermería de Cordialidad, te traje con ayuda de otros chicos—explicó. Sonreía demasiado y en sus ojos había aparecido un nuevo brillo— ¿Primera vez que te desmayas, Aurora?

Ni siquiera durante mi iniciación había pasado. Jamás me había desmayado, lo que había experimentado hasta ahora no se comparaba a esto. Era como si cada uno de mis sentidos se fuera apagando de a poco hasta hacerme perder el conocimiento.

La enfermería no era como la de Osadía, esta tenía más luz, más plantas, más camas, más...calidez. Las camas tenían sábanas blancas, las almohadas eran mucho más suaves y no se sentía tanto frío como en el edificio. Sí, era mucho más cordial todo. Algunas plantas colgaban del techo. Me levanté lentamente teniendo en mente regresar.

—Creo que sí—respondí. Las náuseas se habían ido al menos. Eso era bueno.

—No has comido nada—no era una pregunta— ¿Has vomitado?—asentí— ¿Hace cuánto estás así?

—Desde hoy.

— ¿Comiste ayer?

—Sí, de hecho, quizás más de lo debido, tal vez por eso esté así—me encogí de hombros—Debo irme ya...

—Escucha, sé que no me incumbe si mi hermano y tú son...activos en la intimidad pero...—hizo una mueca dulce arrugando la nariz—es un poco obvio, Aurora.

—No entiendo—fui honesta.

—Vamos—usó un tono obvio tomando asiento junto a mí—Cuando mi madre tuvo a Eric pasó por lo mismo. Los síntomas pueden cambiar con los meses.

Tardé unos minutos en entender el mensaje oculto. Reí negando con la cabeza.

—No estoy embarazada—me miró sin creerlo—Es enserio, de ser así lo sabría.

—Te lo dice alguien que sabe sobre esto—sus ojos azules se volvieron dulces. La amabilidad que se respiraba en su facción podía ser insoportable para algunos, lo hubiera sido para mí pero en este momento era como si deseara que fueran así conmigo—Estás muy pálida, desde que llegaste supe que algo estaba pasando. ¿Cómo están tus estados de ánimo?

Suspiré sin saber que decir. ¿Realmente había algo que decir? Abrí mi boca sin ser capaz de hablar. ¡Madre mía! ¿Y si Iliza tenía razón? ¿Y si realmente estaba...en estado? Mi alimentación había aumentado un poco, incluso Sheila había hecho un comentario sarcástico pero lo ignoré. Mordí mi labio siguiendo metida en mis pensamientos, las náuseas habían aparecido hoy, eso era nuevo, mis sueños habían desaparecido por completo, creí que se debía a los brazos de Eric y al calor de su cuerpo pero...tal vez esté equivocada.

No estaba asustada tampoco estaba emocionada. Más bien, estaba imaginando mi futuro como madre y el de Eric como padre. ¿Qué dirán todos? Lo más importante, ¿Qué dirá él? Bajé la vista llevando mis manos a mi vientre. Iliza sonrió acariciando mi cabello.

—Estará contento cuando lo sepa, confía en mí.

¿Qué sabía sobre bebés y embarazos? Muy poco. La maternidad no era algo común en Osadía y siendo honesta, jamás me imaginé con un niño o niña en brazos, jamás me imaginé casada, ni siquiera con Eric me imaginaba así.

— ¿Qué dijiste sobre los síntomas?

—Cambian con los meses, al menos así ocurrió con mi madre.


Cuando regresé a la sede de Osadía, la noche comenzaba a caer. Dejé que mis pies se dirigieran a la habitación. Estaba muy agotada y lo único que quería era descansar. Había pasado toda la tarde con Iliza, era graciosa su emoción, por minutos se dejaba llevar por su lado cordial y por otros segundos dejaba salir a flote su lado erudito explicando lo que necesitaba saber.

Unos niños pasaron corriendo junto a mí, me detuve a mitad del pasillo mirando por donde se habían ido. De pequeña me había preguntado lo que se sentiría cargar a una pequeña vida en el vientre, mis padres no habían hablado de eso conmigo pero si sabía lo que pasaba cuando llegara a estar con un hombre. Regresé mi atención al camino. ¿Debería contarle a Eric o esperar a que fuera seguro?

"Esperaré dos días más. Si las náuseas continúan, le contaré"

Iliza había dicho que por unas semanas cualquier cosa que comiera terminaría vomitándola. Había pensado que lo ideal era no comer para evitar las náuseas pero la chica negó con la cabeza diciendo que ahora más que nunca necesitaba comer bien. El bebé creaba la ansiedad de comer y no podía negarle nada. Los desmayos también se harían más constantes, el sueño sería más profundo y mi cuerpo comenzaría a cambiar.

"Debemos esperar para estar seguras de que sea posible"

Al girar el pomo de la puerta, la conversación que sostenían los dos hombres se vio interrumpida por mí. Max y Eric se veían con enojo, casi con odio. La tensión se respiraba, sentí un nudo en la garganta temiendo que algo hubiera pasado.

— ¿Interrumpo algo?

—No, claro que no—Max sonrió con amargura—Estábamos hablando de ti.

Cerré detrás de mí frunciendo el ceño. Me crucé de brazos acercándome un poco. Los ojos oscuros de Eric brillaban, ¿Qué sucedía ahora?

— ¿Hice algo?

—Jeanine cree que sería buena idea tenerte en la sala de control—levanté una de mis cejas ante sus palabras. ¿Desde cuándo daba órdenes en este lugar?—Eres mi primera opción.

—Pero es imposible—Eric intervino hablando entre dientes—Ya le dije que estás considerando trabajar con Nadia o con Sheila.

Arrugué mi nariz sintiendo náuseas. No por mi salud, sino por su mentira. Esos dos trabajos no llamaban para nada mi atención, habría aceptado si Max no hubiera nombrado a Jeanine. Todos acostumbran a decirle que sí, ¿Por qué tendría que hacer lo mismo? Mucho menos ahora que se dedican a cazar divergentes. De la noche a la mañana le están dando mucha importancia a ese tema. ¿Realmente era eso lo que estaban cazando o buscaban algo más?

—No dije que iba a considerarlo, estoy...pensándolo, es todo—me encogí de hombros. Eric se acercó hasta llegar junto a mí.

—Este trabajo es más importante que cualquier cosa, Aurora—insistió Max mirándome—Ese es tu lugar.

—Mi lugar es donde yo crea que deba estar—corregí. Me molestaba un poco lo que había dicho— ¿Acaso no eres uno de los líderes de la facción? ¿Qué haces obedeciendo a Jeanine? ¿Aparece para una alianza y todos deben seguirla como buenos soldados?—sentí la mano de Eric tocar mi espalda. No iba a calmarme. Él había comenzado.

Max estaba atónito con mi respuesta. Sus ojos estaban muy abiertos, creí que se saldrían de sus órbitas.

—Creo que has tenido un mal día, acepto tus palabras...

—Incluso si hubiera tenido un buen día, estoy segura que no aceptaría un trabajo para Jeanine.

—No trabajarás para ella...

—Pero me quieres allí porque ella lo requiere—lo interrumpí de nuevo—Soy joven, sí, pero no soy tonta. Si quieres una respuesta ya la tienes.

Max no tuvo más que decir pero en sus ojos apareció un brillo malicioso. ¿Qué estaba pensando? Asintió dejándonos solos al irse. Me giré encontrándome con la mirada de Eric, abrió su boca para decir algo pero levanté mi mano.

—Si vas a reprocharme por mi actitud, no digas nada, por favor.

—No iba a reprocharte nada—dijo sonriendo un poco—Aunque debo admitir que me sorprendiste—rodeé los ojos pasando mis manos por mi cabello. Lo recogí en una coleta alta sintiéndome acalorada de repente— ¿Dónde estuviste?

—Con tu hermana.

Esta vez fue el momento de Eric de estar serio. Frunció el ceño esperando una explicación.

— ¿Qué hacías en Cordialidad?

—Estuvimos hablando sobre nosotras, quiso saber cómo estaba todo entre ambos—le resté importancia—Nada importante—se acercó acariciando mi mejilla. Su mano estaba demasiado caliente o quizás yo estaba muy fría.

— ¿Te sientes bien, Aurora?

—Sólo quiero dormir. Estoy cansada.

— ¿Qué hiciste además de ver a Iliza?

— ¿Por qué no dejas de interrogarme? Mis padres jamás me hicieron tantas preguntas como lo haces ahora—retrocedí dirigiéndome a la cama. Al dejarme caer, el malestar regresó. Gruñí entre dientes con mis ojos cerrados, suspiré intentando calmarme.

— ¿Darío te molestó de nuevo?—la voz de Eric no se escuchó tan alta como antes— ¿Miriam te hizo algo?

Me deshice de la chaqueta sintiendo que todo se movía. ¿Qué más podía sacar de mi estómago? No había comido nada. Rechacé el plato de frutas que Iliza me había ofrecido, me levanté, entré al baño y dejé salir lo mínimo que quedaba de mí. Pude notar algo parecido al agua, sólo eso había en mi estómago. Mis piernas perdieron fuerza tal como en Cordialidad, Eric se apresuró a recogerme en sus brazos y de nuevo quedé inconsciente.


Abrí los ojos sintiendo una caricia en mi mejilla. Eric me veía casi con adoración y dulzura, era uno de esos pocos momentos donde dejaba salir un lado distinto suyo. Me alegraba saber que tenía la dicha de conocerlo de esa manera. Sonreí de lado buscando su mano, al conseguirla entrelazó nuestros dedos, su rostro cambió de repente a uno de preocupación y seriedad.

— ¿Comiste algo en el día?—susurró. Su voz ronca y la oscuridad de la habitación era una buena combinación. Negué con la cabeza, dio un suave apretón a mi mano llamando mi atención—Por eso te desmayaste. Te prepararé algo ahora mismo.

—Eric, no...

—No vuelvas a pasar un día entero sin comer—ordenó.

—No te vayas, por favor—pedí casi en sollozos. La dulzura volvió a él, se acomodó junto a mí y me atrajo a su pecho. Lo abracé acomodándome en su regazo—Lo siento, enserio, lo siento...

—Tranquila—besó mi frente acariciando mi brazo—Sólo no vuelvas a hacerlo, por favor.

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¡No puedo creer que ya estemos cerca de las 12k lecturas! Muchísimas gracias por tomarse el tiempo de leer, de comentar y de votar n.n Cosas como esas me hacen saber que voy bien. ¡Gracias!

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