Capítulo 20
Capítulo 20
Abrí los ojos respirando con dificultad encontrándome algo exaltada. Tardé un par de minutos en darme cuenta de donde y con quien estaba. Eric seguía de espaldas a mí, mis brazos se aferraban a él como si mi vida dependiera de ello. Su respiración era calmada y algo lenta, seguía dormido, eso era bueno. No quería que me alejara de él en este momento, apoyé mi frente en su espalda ancha y suspiré aquel olor masculino que sólo él sabía llevar.
Sonreí de lado encontrando gracioso ese gesto. Cerré mis ojos sintiendo como la calma regresaba a mí, ante el silencio de la habitación recordé el sueño. Más bien pesadilla.
Darío estaba discutiendo conmigo en el puente que tanto conocía y que tanto comenzaba a temer, volvía a tomarme de los brazos ordenándome a decir que seguía amándolo pero las palabras no salían de mi boca. Eric apareció en el momento justo separándolo de mí y advirtiéndole que no volviera acercarse a mí. El chico furioso y negándose a obedecer comenzó a luchar.
Por alguna estúpida razón todo mi cuerpo estaba inmóvil, gritaba para mis adentros e intentaba ayudar a Eric pero nada en mí respondía, luego, en un abrir y cerrar de ojos, ambos se habían ido hacia el vacío provocando mi despertar brusco.
Mis pensamientos se vieron interrumpidos cuando Eric comenzó a moverse, fingí estar dormida sólo para saber su reacción, sentí que una parte de mí faltaba cuando aquel olor desapareció, me sorprendió cuando fue cuidadoso a la hora de levantarse, apartó mis brazos intentando no "despertarme" Recordé la escena de anoche, él había dicho que dormiría en el sofá y que nada me pasaría estando cerca. ¿Por qué decidió dormir conmigo?
Una pequeña sonrisa apareció en mi mente, Eric no era tan frío como aparentaba, había alguien dulce debajo de todo eso. Mientras mi mente trabajaba, sentí una caricia en mi mejilla por segundos, luego de eso una puerta se cerró. Abrí los ojos encontrando la puerta que daba al baño cerrada, me giré quedando boca arriba con la vista fija en el techo.
Subí la manga de mi suéter encontrando el tatuaje que Nadia había hecho ayer. Con cuidado aparté el papel que lo protegía y lo miré con atención por un rato, el mismo rato que Eric tardó en salir del baño.
— ¿Hace cuánto despertaste?—se acercó. Su rostro mientras dormía era como el de un niño pequeño que tiene los mejores sueños de su vida. ¿Eric soñaría conmigo?
—Hace poco—mentí. Volvió a meterse en la cama apoyando su espalda del respaldar de la cama, sus ojos fueron a mi muñeca, acercó su mano tomándola con cuidado observando el tatuaje— ¿Te gusta?
— ¿Quieres una mentira o la verdad?—ambos sonreímos un poco por eso—Creí que te daba temor hacértelos...
—Fue más sencillo de lo que creí—admití—Lo hice yo, Nadia se encargó de dibujarlo en mi piel—me levanté quedando sentada junto a él.
—Entonces, estuviste toda la mañana con tu hermana.
—Sí—cubrí el tatuaje de nuevo.
— ¿Recuerdas cuando dijiste ayer que podía confiar en ti?—asentí mirándolo mientras me cruzaba de brazos—Quiero que tú también confíes en mí. ¿Por qué viniste a buscarme?
—Tuve una pesadilla.
—Pudiste ir donde tu hermana, donde Sheila o quizás con Tori...
—Nadia me echaría de su cuarto, a Sheila no la despierta nada y con Tori no tengo la suficiente confianza para hacer eso—expliqué. Esta vez fue mi turno de preguntar— ¿Por qué terminaste durmiendo conmigo?
Eric rodeó los ojos negando con la cabeza.
—Sabía que harías esa pregunta.
— ¿Preparaste una respuesta?—suspiró—Recuerda que estamos confiando en el otro.
—No me gustó dejarte sola en ese estado—se encogió de hombros. Por primera vez lo noté algo nervioso y casi incómodo pero eso lo hacía ver tierno—No dejabas de temblar, lucías muy asustada—señaló.
Hubo unos minutos de silencio, noté algunos rayos del sol entrar por una de las ventanas. Recosté mi cabeza hacia atrás notando lo estúpido que había sido salir de mi habitación sin ninguna explicación y aparecer en la de Eric. Había actuado como una tonta niña asustada.
—Lo siento—susurré sin mirarlo—Tenías razón, sólo fue un mal sueño y no pude controlarme. Fui impulsiva.
— ¿Quieres contarme de que trataba ese sueño?
—Sólo debes saber que no tenía un final bonito—me limité a decir.
— ¿Siempre reaccionas así?
—Desde niña me ha costado dormir, solía tener pesadillas y la mayor parte del tiempo mi hermana se molestaba conmigo—sonreí de lado al recordarlo—Cuando la iniciación comenzó, intenté acostumbrarme a dormir sola pero todavía tengo problemas para lograrlo.
—Entiendo—giré mi cabeza sorprendida por eso—Iliza y yo dormíamos en habitaciones separadas, durante un tiempo tenía pesadillas de monstruos que mi cabeza inventaba sólo para prohibirme un buen sueño—lo miré con atención—La primera noche fui donde mis padres, mi madre terminó durmiendo conmigo, al día siguiente mi padre me castigó por ser tan cobarde.
— ¿Cuántos años tenías?
—No lo recuerdo, creo que unos cuatro años.
— ¿Te golpeó por tener pesadillas?—alcé un poco la voz— ¿Qué demonios le pasaba? ¿No hubo alguien que pudiera colocarlo en su sitio?—Eric sonrió de lado—Jamás debió tener hijos.
—Él no pero mi madre sí, ella merecía ser madre y fue algo que siempre quiso.
— ¿Merecía? ¿Ella...?—asintió regresando a su semblante serio. Aunque noté un poco de tristeza en su mirada— ¿Puedo preguntar cómo murió?—tardó en responder respirando profundo varias veces. Tomé su mano acariciando el dorso de ésta—No debes decirme si no quieres.
—Era Divergente—entrelazó nuestros dedos dando un suave apretón—Mi padre la descubrió, al parecer hubo una reacción distinta que la expuso por completo.
—Pero...—recordé la imagen de aquella mujer dulce que abrazaba a un pequeño Eric. Iliza era casi el reflejo de ella pero más joven. La dulzura la había heredado de su madre, de eso no había duda— ¿Cómo pudo mantenerlo oculto por tanto tiempo? ¿No se supone que en la Prueba de Aptitud...?
—Algunas personas protegen a los rebeldes—explicó—Otras personas como mi padre, no piensan dos veces en acabar con ellos.
— ¿Cómo supieron Iliza y tú que...?
—Fue el día que murió—me interrumpió de nuevo sin soltar mi mano—Teníamos catorce años, nos abrazó a ambos, dijo lo mucho que nos quería y...—suspiró con la vista en otro lado manteniendo sus ojos bien abiertos—dijo que no juzgáramos a nuestro padre, que ella sabía el peligro que estaba corriendo y antes de que sus hijos pagaran el precio, ella prefería sacrificarse por nosotros.
Guardé silencio sin ser capaz de hablar. Recosté mi cabeza en su hombro sólo para que supiera que no estaba solo.
—Iliza no fue capaz de ver, se quedó en su habitación—siguió hablando con tono diferente. Estaba perdido en sus recuerdos—Recuerdo bajar las escaleras del sótano, ese lugar que tanto conocía, mi padre estaba de pie frente a ella, ambos sufrían, fue la primera vez que realmente vi la tristeza en sus ojos—susurró. Una parte de mí ya no quería seguir escuchando—Lo último que mi madre pidió fue que nos cuidara, después de eso sólo escuché el disparo de un arma que jamás en mi vida había visto—volví a mirarlo y parpadeó varias veces fijando su vista en mí—Ese día también entendí que mi padre era de Osadía.
— ¿Cómo llegaste a esa conclusión?—pregunté con un hilo de voz.
—Las veces que decía lo que era ser valiente según su concepto, su forma de demostrar cariño, su insistencia por cubrir sus brazos y parte de su cuello—contestó—Su ira hacia todo, su forma de solucionar los problemas, la forma de criarme como alguien valiente...no lo sé—acarició mi mejilla con su otra mano—Todo vino a mi cabeza y todo tomó sentido.
—Sobre la muerte de tu madre... ¿Qué dijeron en su trabajo? ¿Qué dijeron los de Erudición?
—A nadie le importó. Sólo Iliza y yo sufrimos durante dos años—sus ojos azules brillaron causando un cosquilleo en mi estómago—Ella escogió Cordialidad y yo decidí Osadía. Era el verdadero hogar de ambos. Era lo que habíamos tenido en mente desde hace mucho, dejar atrás Erudición, dejar atrás a nuestro padre mentiroso y peligroso.
Sentí un nudo en la garganta. Eric no había tenido una vida fácil, nadie la tiene pero la suya me parecía la más triste y terrible de todas. Corté la distancia besándolo, había escuchado suficiente. El día recién comenzaba y ya tenía información que procesar.
Sentí caer en algo suave, me encontré con el chico sobre mí acariciando mi cintura, la respiración comenzó a acelerarse al igual que mi corazón. Los labios de Eric eran dulces pero sus manos eran mi preocupación, se tomó el atrevimiento de besar mi cuello mientras se deshacía de mi suéter, miré el techo pensando en todo lo que tuvo que pasar sólo para llegar aquí. ¿Por qué no siento el deseo de salir corriendo y alejarme? Quizás después de todo si merecía estar a su lado.
Cuando quise tomar la iniciativa de subir su camisa, jadeé de dolor. Eric se alejó mirando lo que había intentado cubrir inútilmente.
— ¿Qué es eso?—frunció el ceño notando la marca de unos dedos en mi brazo, al ver el otro terminó por separarse— ¿Quieres explicarme qué demonios pasó, Aurora?
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¡Capítulo 20! No pensé que la historia llegara a veinte capítulos. Tenía en mente menos pero hay cosas que no se pueden explicar n.n
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