Capítulo 15
Capítulo 15
Aurora
La pantalla del computador me indicaba sus latidos, la reacción de su cerebro y se aseguraba de que cualquier otra cosa estuviera en orden. Miré la inyectadora ahora vacía, no sabía porque Eric me mostraba esto, era algo íntimo para él. ¿Tenía que molestarme con él para lograr este tipo de cosas? Respiré profundo regresando la vista a la pantalla intentando despejar mi mente unos minutos.
Un niño de cabello rubio y ojos azules se encontraba de pie en medio de la oscuridad. Estaba temblando, no estaba solo, un hombre parecía reprocharle algo que no podía escuchar. Creí que era Eric pero no, aquel hombre era su padre, Eric era el niño que parecía no soportar por más tiempo el frío.
—Te quedarás aquí lo que queda de la noche—señaló el hombre—Por tu bien será mejor que obedezcas.
—Oh, Dios—susurré preocupándome por Eric. Se veía tan indefenso y vulnerable allí, calculaba como unos seis años más o menos— ¡No! ¿Enserio lo va a dejar allí?—acerqué la silla que tenía cerca tomando asiento. Debía controlarme, nada de eso era real, ¿Dónde estaba el momento feliz?
Los latidos de Eric se hicieron más lentos y menos constantes, por impulso tomé su mano sin poder evitar el preocuparme. Miré la pantalla donde una mujer de cabello rubio aparecía, bajaba las escaleras con una manta entre sus brazos, Eric levantó la mirada y sonrió de lado, de sus hermosos ojos azules comenzaron a caer lágrimas.
—Shh, tranquilo—la mujer se acercó cubriéndolo con la manta y lo cargó en sus brazos mientras éste se aferraba a ella como si temiera que fuera a desaparecer. Suponía que era su madre, sonreí un poco al hacer cierta comparación con Iliza—Mírame, no llores, los niños especiales no lloran—limpió sus mejillas.
—No soy especial, soy un monstruo—volvió a sollozar. Su voz infantil me enterneció el corazón.
—Claro que no, para tu padre todo el mundo es una monstruosidad—le sonrió con dulzura. Se acercó a uno de los escalones del sótano, tomó asiento con el niño en sus piernas, lo acurrucó en su pecho mientras lo mantenía cubierto por la manta—Eres mi bebé hermoso.
—No soy un bebé—se quejó Eric. Incluso de niño era testarudo—Iliza si lo es, ella es niña.
—Eric—su madre acomodó su cabello—No permitas que tu padre te coloque ideas locas en tu cabecita—besó su frente—No seas como él y no veas el mundo como él lo hace.
Hasta ese momento no había notado los moretones que el niño tenía en sus brazos. Quería entrar al computador y asesinar a su padre. ¿Cómo podía hacerle algo así a su propio hijo?
—Va a castigarme de nuevo si no lo hago—recostó su cabeza en el pecho de su madre mientras cerraba sus ojos—No quiero más castigos, mami.
—Lo sé, cariño—lo rodeó con sus brazos mientras comenzaba a cantarle una dulce canción de cuna.
La imagen cambió mostrándome a dos niños, Eric tendría unos trece años, junto a él estaba Iliza. Habían otros chicos a su alrededor y alguien frente a un pizarrón. Claro, estaban en clase. Los hermanos Coulter vestían de azul como todo erudito suele hacer.
— ¿Qué te parece al profesor?—susurró Iliza con una sonrisita traviesa.
—Hecho. Al mismo tiempo—advirtió Eric. Tomó una hoja de su cuaderno doblándola hasta formar algo parecido a un fino palillo. Iliza hizo lo mismo creando algunas bolas muy pequeñas para que pasaran a través de este—A la cuenta de tres—habló bajo.
—Uno...dos...tres.
Ambos hermanos soplaron a través del palillo arrojándole bolas de papel al profesor. Cuando éste se giró algo molesto por la travesura, Eric junto a Iliza fingieron estar escribiendo mientras intentaban no reír. Negué con la cabeza mirando esa escena, a fin de cuentas eran hermanos, los hermanos hacían eso, se cubrían el uno a otro y normalmente eran cómplices en las travesuras.
— ¿Crees que nos vio?—susurró la chica mientras escribía en su cuaderno.
—No. No lo creo—empujó suavemente a su hermana— ¿Desde cuándo eres tan traviesa?
—Puedo ser tan problemática como tú—se defendió.
—Sea como sea tienes suerte de ser mi hermana.
—Admite que me quieres—le sacó la lengua y Eric rodeó sus ojos.
—Sí, te quiero.
La pantalla se volvió oscura, solté la mano de Eric creyendo que despertaría pero no. El sol caía a través del techo de cristal de la Fosa, algunos osados jugaban, luchaban o simplemente bailaban ebrios. Eric estaba en compañía de Max, éste le decía algo sobre los nuevos iniciados y sobre la posibilidad de ascender a algunos debido a sus increíbles resultados.
Mis ojos se abrieron como platos al verme a mí en la pantalla, era una versión de mí pero más joven, tenía dieciséis, mi cabello caía completamente liso, tenía un flequillo sobre las cejas que me daba un aspecto más dulce que osado. Muchas veces Nadia se había burlado de mi "estilo".
La Aurora de dieciséis años reía con otros iniciados, claro, era una de esas tardes que teníamos libre y aprovechábamos el descanso del entrenamiento. Sheila estaba conmigo, su cabello en ese momento caía en ondas sobre sus hombros y tenía un color parecido a la miel.
— ¿Es una iniciada interesante, cierto?—la voz de Max me sorprendió. Eric lo miró igual aunque disimulándolo.
—Le falta mucho para ser una verdadera osada.
—Oh, vamos, era la única que hacía las cosas bien—me quejé sabiendo que nadie me escucharía.
— ¿Lo dices porque te ha colocado en apuros en ocasiones?—sonrió Max.
—Sólo es una niña consentida, su padre no le ha colocado seriedad a sus acciones—se cruzó de brazos estando serio—Tal vez sea igual de problemática que su hermana.
— ¿Enserio dijiste eso?—susurré entre dientes.
—Pareciera que te gustara, Eric.
— ¿Qué estás diciendo? No somos niños, entrenamos osados...
—He escuchado eso un millón de veces y la mayoría termina tragándose sus palabras—advirtió dando palmaditas a su hombro antes de irse. Eric estaba enfurruñado pero lo noté mirándome por un largo rato hasta que su cuerpo despertó. Me alejé fingiendo desinterés pero no pude hacerlo por mucho tiempo. Se deshizo de los electrodos mirándome, abrió la boca para decir algo pero levanté mi mano callándolo.
— ¿Se suponía que eran momentos felices?
—Aurora...
— ¿Soy tan problemática como mi hermana? ¿Enserio quisiste decir que era tan zorra como Nadia?—regresé a mi estado de humor negro.
—Nunca dije eso, estás colocando palabras en mi boca que jamás he dicho—acusó— ¿No entendiste nada? Sólo aparecieron tres personas que realmente me hacen feliz o que en algún momento me han hecho sentir de esa forma—acercó mi silla a él—No seas testaruda.
—No sé si golpearte hasta dejarte inconsciente o tomarlo como un comentario lindo—dije frustrada. Eric sonrió negando con la cabeza hasta reírse, ignoré la sorpresa de esa reacción y sólo me molesté más— ¿Enserio estás burlándote en mi cara?
—Estoy tan sorprendido como tú de qué aparezcas allí—sus ojos azules se fijaron en mí. Por alguna estúpida razón mis mejillas ardieron—Había olvidado que usabas un flequillo.
— ¿Te burlarás de mi peinado ahora?
—Aurora, vamos, estoy bromeando.
Esta vez fue mi turno de reír con ironía. ¿Estaba hablándome enserio? ¡¿Estaba diciéndolo enserio?!
—Llevo días intentando acercarme a ti, tú eres el que me aleja, eres el hombre serio, el hombre que todos temen—apunté notando que no le gustaba aquello— ¿Ahora te dedicas a decirme que soy hermosa, que Darío jamás me ha dicho que me ama enserio y a hacer bromas? ¿Enserio estás causándome tantas emociones que por eso estoy incómoda contigo?—la voz de mi cabeza me decía que debía callar antes de decir algo más—Pues déjame decirte algo, eres el primer hombre que me hace sentir algo así. ¿Qué te parece?—levanté una de mis cejas.
"¿Sabes que acabas de decir tonterías, cierto? ¡Golpéate a ti misma por ser tan estúpida e impulsiva!"
— ¿Acabaste con el drama?
—Te odio.
—Me odias pero soy el primero que te hace sentir así—repitió mis palabras—No hace falta estar ebrio para decirte lo hermosa que eres, lo idiota que fuiste al creer tanto en Darío, ese chico no te amaba enserio, ¿Has notado como miraba a las demás? Lamento si estoy causándote muchas emociones pero tú también lo estás haciendo en mí y eso me hace temer porque pienso en todo lo que mi madre ha dicho hasta ahora y tenía razón. Todo monstruo tiene una debilidad que coloca su mundo patas arriba, desde que te conocí Aurora lo has hecho. Desde ese estúpido momento en la azotea del edificio que te ordené a saltar y lo hiciste sin reprochar—quise moverme pero añadió tomando mi rostro entre sus manos—Eres la primera que ha llegado tan lejos.
Mi cuerpo se tensó mientras no podía apartar la vista de sus ojos, las imágenes del computador se añadieron a la película que mi mente estaba haciendo con todo lo sucedido desde que me aseguré de saber la razón de porque Eric era así.
—Tienes una rara forma de mostrar la felicidad en tus recuerdos—susurré colocando mis manos en sus muñecas queriendo alejarlo— ¿Por qué no me contaste la verdad? No me hubiera burlado si decías que te fuiste de Erudición por tu padre.
—Estoy acostumbrado a mostrar algo que no soy.
—Pues entonces pierde esa costumbre conmigo—señalé—Puedes confiar en mí, Eric. No tengo tanta disciplina como tú ni causo temor pero sé guardar secretos. ¿Tu madre no hizo nada para impedir que él te castigara?
—Lo hacía, discutió con mi padre muchas veces pero odiaba escucharlos así, por eso aceptaba mi castigo. Me sentía más culpable aún—esta vez fue mi momento de sonreír de lado acariciando sus muñecas— ¿Qué?
—Eres un monstruo, tenías razón—alejó sus manos. Levanté su mirada tomando su barbilla—Un hermoso monstruo.
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