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Preludio ❧ El esclavo

El expediente infringía una verdad tan abrupta como la vida de JungKook ante la tormenta de nieve y arena.

Comenzó en el vuelo hacia Portland, en donde sus padres fueron juzgados y víctimas de una corriente de muerte, que se determinó como "fallas" del avión en el que viajaron.

No existen coincidencias cuando la mayoría de la tripulación era extranjera y, algunos sospechosos dogmas, apuntaban al terrorismo.

JungKook padeció el infierno en primera persona. Huérfano, angustiado y melancólico se divisó en un mundo en el cual ya no cabía. A veces preguntaba por qué merecía vivir de aquella forma, anhelando a que la Muerte lo persiguiera.

Aquella situación traumática lo ayudó a reinventarse y conseguir alguna salida posible. No soportaba ni resistía otro segundo más, rodeado de personas insignificantes para sí mismo.

Huyó, tan joven y prematuro, en donde estaría destinado al fracaso que lo arrasaría al abismo; fue secuestrado por integrantes de mafia, que a grandes rasgos se dedicaba a la trata de personas.
Fue criado para obedecer, respetar, ser influido. Era provechoso por ser virgen y maleable.
Se había convertido en un títere absurdo y sensacional.

La idea era convertirlo en un seguimiento tan caro y fascinante dentro de la subasta del mercado negro.

Largaste el expediente psicoanalítico que te había convencido hasta la última palabra. Sin embargo, no cuadraban los años, pero no hiciste caso. Observaste las fotos.

JungKook era magnífico.
¿Cómo no pujarlo?
JungKook era sensual.
¿Cómo no contraerlo?
JungKook era virgen.
¿Cómo abstenerse?

Estabas convencida que él sería tu nuevo entretenimiento en el mojón de oro. Una nueva constancia de valores y presas. Él sería el nuevo fruto de tu excitación.

Tu vivías en la alta sociedad. Eras superficial por herencia y una desgracia matutina. Conocías muy bien el dolor y los ecos en tu corazón oscuro.

La firmeza de tu andar ocasionó la resonancia de tus osguros tacones aguja que hacían su efecto en el pasillo. Tus caderas se ondulaban en cada paso enfatizando un contorno anatómico sensual.
Apresuraste tu corrida, mientras un guardia te perseguía a una distancia prudente.

Frente tuyo, la mujer levantó la vista.

─ ¿Qué desea, señorita?

─ Revivirme con mi nuevo esclavo─ sonreíste, ensayando tus labios carmesí.

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