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05 ❧ Cookies

La perilla dorada yacía inmóvil en el mismo lugar de siempre, aquella a la que te rehusabas a girar.

Retorcerte en el borde de una extremidad contagiosa que secaba la boca, o frenarse luego de su primera provada experimental. Se oía casi imposible. Sin embargo, aquel porcentaje negativo comenzó a crecer. Suspiraste. Seguías oyendo tormenta, explociones de sonido en tus oídos. Julia seguía allí, gimiendo elevadamente, reteniendo como si fuese poco a Jungkook también. Eso dolía. Dolor. Te creías de aquellos quienes jamás sufrían: pues claramente habías de hacerlo, sin embargo, te pusiste dispuesta en no revivirlo nunca. ¿Qué sucedería ahora?
El dolor quemaba, ardía en llamas, fundía la piel hasta carne viva. Producía un dolor inmenso, inigualable, único. Entonces y nuevamente, caminaste a ciegas sobre el bermejo tapiz, paulatina hasta la habitación, infeliz llegando a la cama. En donde te amortiguaste por dentro, y sangrabas por fuera. En donde te acostaste de cuchillas, soltando pequeños llantos, sosteniendo tu oreja izquierda, mojando la almohada. Pidiéndole a gritos desaparecer del exterior aquel que consumía cada vez más con cuerpo y alma. Fue un miedo, y viste la soledad. Querías que todo acabara.

Ya se hacía rutina el aparecer repentino y constante de Julia. Pues, ella ya no venía por ti, sino por Jungkook.
Por quien te arrebataron, dejando espinas en la calidez del corazón. Atormentando la tormenta.


La perilla de la puerta doradilla, la cual te cautivaba girar.
Pues, Julia no estaba presente. Y deseaste tomar ese riesgo. Te adentraste con nerviosismo. Tu mente deseaba huir, y tu corazón crear unión.
Lo observaste de espaldas, semidesnudo, con su cabeza inclinada. Tus ojos reflejaban luminosidad a tal perfecto aparecer. Emocionante. Sientías extraño el hecho de que no hubiera volteado ante el sonido de la apertura de puerta. Aún con sentimientos encontrados, ansiabas de él. Habían de pasar dos meses en los que, no lo habías de observar ni en fotografía. Habías dejado a JungKook entre las garras de Julia. Al igual que tu corazón.

__ ¿Todo en orden?__ te atreviste a preguntar. Dudaste. Pues, en tu mente deseaste que haya sonado de forma autoritaria. Sin embargo, se oyó tan suave cual melodía triste.

Observaste a un Jungkook sorprendido, de ojos hinchados y rojos. Probablemente lloraba. Sus labios se curvaron y notaste cómo la desesperación comenzó a consumir su cuerpo.
Se levantó con prisa. Acomodó su camisa desarreglada, que ya empezaba a tomar color de la agitada respiración de él. Vida. Poseías inmensas ganas de besarle. Y tus manos tomaron provecho temblando. Dolor.

__ Noona...__ susurró.

En su intento impactante de correr hacia ti la cadena ocasionó su caída al suelo. Un pequeño raspón en su mejilla se apoderó de una inmensa preocupación y perturbadora nostalgia.
Decían que el cielo tomaba un único color cuando el sol brillaba. Aunque cuando amenazaba a tormenta, se vuelvía indescriptible, e igualmente siguía siendo azul. Sólo había que esperar.
Sin pensarlo dos veces, corriste a levantarlo.
Y luego, ambos se encontraron sentados, mientras de a poco curaste la herida de su mejilla, con un pañuelo bordó, y alcohol. Su mirada se dirigía curiosa y atenta a tus dedos maquinando hacia la generosidad, con un simple motivo por deshacer un insignificante raspón, lo cual no fue comparado con aquellas atrocidades ocurrendes día a día, o por lo menos, esto creyó Jungkook. Que él era un inválido para ti, y no tenía motivos para ser observado de otra forma.
Al finalizar, dejaste el pañuelo nuevamente en la mesita. Tus ojos se envolvieron en el color de la habitación. Un rojo fuerte.

El color más oscuro e intenso del rojo representaba pasión. Un rojo tan preponderante como admirante. Un rojo que simplemente podía exhibirse o notarse a través de los sentimientos encontrados entre las personas. Entre sus demostraciones de amor. En una en particular. Un rojo tan seductor y vil. Empalagaba. Y expandía chispas. Uno que logró crear lágrimas de dolor, conmover tu corazón, crear desastres en tu pecho. Tormentas. Y pesadillas. Uno que dio insomnio. No permitía pensar ni concluir. Se sentía tan repleto como una mismísima alma. Algo que comenzaste a detestar. Tan fuerte como para acabar con todo. Todo a su paso. Todo con Jungkook. Un rojo como Julia. O mejor dicho, un rojo como ambos. Pues, el rojo pasión para ti no ocacionaba más que sufrimiento. Y odio. Y ya comenzó a fastidiar.

__ Noona...

La voz suave encontró un espacio reducido por dónde tomar paso y arrebatar tus malos pensamientos.
Volteaste de mala gana. Sólo con tus ojos lo invitaste a tomar la palabra.

__ Yo... te extraño. ¿Por qué te fuiste?__ sus palabras cayeron al vacío. Todo parecía mentira. Pues, él sólo deseaba a Julia. ¿Por qué querría preferir a quien lo mantuvo encadenado mientras que la otra lo dejó ser libre?__ Te necesito.

Cada parte, cada una de esas palabras conjugadas en presente y primera persona simplemente partían más lo que estaba roto. Amargaban y nublaban. En la garganta recorría ácido, y parpadear ya no fue una opción, aunque sí fue inevitable. Como Jungkook.
Lloraste.

Apaciguado por la calma, una mano suya se dirigió a tu mejilla. Rozando a pocas el mojar de tus ojos. Limpiando heridas. Como tú habías de hacerle. De nuevo y sin plan alguno, te acercaste más hasta abrazar su gran cintura envuelta de músculos. Lloraste desconsoladamente sobre su hombro, tomando refugio de tus absurdos miedos. Descargando furias y maldiciones.
Su mano derecha carició el cabello, y sus brazos te estrecharon más.
Entonces percibiste un alivio creciente en tu pecho. Como soltar un aire guardado en un olvido que intentaste aquella vez.
Sonreíste alejándote.

__ Gracias Kookie...__ agradeciste con palabras que ni tú comprendías. Sin embargo, palabras con cariño fueron mejores que halagos.

__ ¿Me... llamaste Kookie?

Comenzaste a reír y él se sumó a ello. Limpiaste tu mejilla.

__ ¿Acaso no puedo?__ preguntaste divertida. Tus ojos centelleaban de manera peculiar. Hacía tiempo que desconocías tu propia risa.

__ Yo jamás dije eso.

Tomaste una almohada y se la aventaste en el rostro. Reíste nuevamente fuerte.
Él se arrojó encima tuyo, y sus manos hacieron cosquillas en tu estómago. Tus risas podrían haberse oído en todo el mundo. Pues, aquella felicidad tuya incomparable resonó en toda la habitación como la mismísima Diosa creando el amor.

__ Ya... Basta... ¡Kookie!__ sostuviste la risa incondicionalmente. Pues, de pronto se detuvo.

En su mirada observaste centenares de estrellas en un cielo tornado azul oscuro por la noche. Una luna que resplandecía e iluminaba su rostro. Y sentiste que correspondía tanto él, más que cualquier otra cosa.

Sus labios se acercaron a los tuyos, con una sonrisa. Ambas manos se posaron en tus mejillas, un acto cariñoso, el contacto con la piel te causó escalofríos y quizá cierto sentimiento conmovedor que solías sentir. Maravilloso. Nervios habrías de sentir. Creaste sonrisas inocentes, como la insegura adolescente que alguna vez fuiste. Tan sensible frente al amor, tan rebelde y soñadora. Acababas de revivir una personalidad que hacía tiempo guardabas.
Observaste de nuevo la constelación frente a ti, como una especie de entrega.
Y luego sus labios con los tuyos, tan intenso y tan distante de la realidad y la pasión, porque consistía en una demostración de amor diferente de tu sexualidad. Un amor que pudo notarse por más de distancia que existiera. Amor eterno. Amor sincero. Amor de verdad.

Si existía.

El dolor que sucumbió al verlo con alguien más, el odio hacia Julia, tu fuerte sentir por él, ¿de qué se trataba?
En tus brazos te sentías llena, única, como si todo aquello que rodeaba no importase. Como si el amor fuese lo indispensable. Algo cautivante, tan asombroso y terrible al mismo tiempo.

Fue apenas un roce de labios. Sonreíste cual primera vez.
Entonces dejaste caer una primera lágrima.

__ ¿Por qué lloras, noona?__ sus dedos cariciaban las mejillas, un acto que continuaba sorprendiéndote.

__ Creo que... ¿Por qué haces esto? ¿Por qué... eres tan bueno conmigo?

Honesto. La primera vez que alguien demostraba realmente cariño y preocupación hacia ti. Quien te hacía reír. Quien revolvía la tormenta y despejaba el cielo azul, el mismo que el de la noche, con las constelaciones iluminando en la oscuridad.

__ Es que yo...

__ ¿Tanto cuesta pedir cariño? Para mi sí. Y sin embargo, tú estás ahí. Atendiéndome. Te preocupas y no eres quien con razones para hacerlo. ¿Por qué?

__ Siento que debo hacerlo. No lo sé... Siento que eres especial. Que debo estar allí para ti. Que quizá, sólo quizá... Tú y yo...

Oíste atenta sus palabras.
Y no comprendiste a qué deseaba referirse.
Se dejó oír el timbre antes de que pudiese continuar. Sabías de quién se trataba, y al parecer él igual.

__ Noona... No me dejes...__ susurró mientras te levantaste. Arribaba el odio de nuevo, el pecho volvió a arder en llamas impulsivas.__ No me dejes... Por favor...

Dolía. Sentiste que tu corazón se debilitaba y comprimía con cada paso hacia la puerta ignorando cualquier llanto de Jungkook. Dolía. Dolía como las espinas que se encarnaban impidiendo latir. Dolía dejar atrás lo que podía solucionarse.
Sin embargo, ¿cómo solucionar algo sin saber dónde se encuentra el error? Sin admitir que aquel error fue el tuyo.

Ya no quedaba más por hacer. Dejaste a Julia pasar. Ya no quedaba nada más por hacer. Y sangraba. Sufrías y caían lágrimas. Al igual que en la adolescente que alguna vez fuiste. Al igual que la inseguridad que sentías y por defecto sucedía de nuevo.
Quizá la amenaza volvía a tu corazón en contra, o el impulso. Mientras caminabas sonreíste irónicamente.

__ ¡Qué estupidez la mía!

Habías de repetirte ello una y otra vez. Tu mente generaba incertidumbre retractando cualquier posibilidad de confesar la verdad. Sin embargo, los impulsos que los sentimientos crearon fueron irrefutables.

__ Me enamoré de Jungkook__ murmurabas, tantas veces como un disco rayado.

El nerviosismo que ofrecía la llegada de Julia con la única intención intrigante hacia ti comenzó a generarte incertidumbre. Aquel antiguo bloque construido con el pase de los años, veíase ahora obligado a quebrarse.
Sólo habías de limitarte un par de palabras.

__ ¿Qué es lo que deseas?__ nunca ella había oído ser llamada en ese tono que tus labios ociaban pronunciar.

Sin embargo, no perdió la cordura.

__ Escucha. Sé que hemos estado distanciadas bastante tiempo y lo lamento. Pues, permítememe explicarte que yo y Jung...

__ ¡Basta!__ liberaste abruptamente ante sus explicaciones que ya justificaban impaciencia.__ ¿A qué viniste?

Sabías perfectamente que ella no se habría tomado un largo rato en arribar a tu empresa por unas palabras.
Como deducías, sucedió como respuesta.

__ Quiero... Quiero a Jungkook.

__ ¿Cómo?__ preguntaste atónita.

Deseaste haber oído mal, pues, a estas alturas, cualquier insignificante acto de su parte te causaba náuseas. Con respecto a Jungkook, sobre todo.

__ Deseo comprar a Jungkook.

Ahora sí, y completa de tu seguridad, dispondrías en ocacionar un alboroto, crear una escena, o simplemente ubicarla en su posición correspondiente.

__ ¿Cómo?__ reiteraste con las mejillas incendiadas.__ Eso jamás lo permitiré bajo ninguna circunstancia. Jungkook es de mi propiedad. Y no aceptaré ningún otro argumento válido cuando se trata de él. ¿Me has oído?

Su semblante evaluativo especulaba.

__ Estás enamorada__ sonrió.__ No me respondas. Si así lo deseas, por mí está bien. Ten cuidado. Te otorgaré dos meses. Un lapso en el que debes entregármelo__ advirtieron aquellas palabras sus labios finos y rojos.

__ Eres una perra olímpica si crees que cedería ante ti__ desafiaste.

__ Te enterarás por tu cuenta si no lo haces. No te conviene meterte conmigo. Dicho esto, me retiro.

Su cabellera se revolvía sobre la espalda.

__ Hija de puta.

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