Era su segundo intento.

Nayeon estaba a su lado para acompañarla, poniendo como excusa que era para darle seguridad. Lo cierto es que Nayeon quería decirle un par de cositas a la idiota que había hecho que su novia se lastimase tanto.

El lugar estaba tal cual lo recordaba hace ya más de un año y meses, tan imponente como esa vez.

La recepcionista ya no era rubia, sino peliroja.

— ¿Vienes por la entrevista?

— Sí, quisiera hablar con la directora Park.

— Oh. — ella carraspeó. — La directora Park ya no está aquí, fue arrestada por causar la muerte de dos alumnos por anorexia. En su lugar, está la directora Seo.

Mina miró a Nayeon, ambas sin saber qué decir exactamente. Siguieron a la mujer quien las guió por el mismo camino que una vez siguió la japonesa.

— Ella... recibió su merecido. — susurró Mina.

— Sí, amor. — asintió Nayeon. — No te preocupes por eso.

— Yo...

— ¡Tú debes ser la bailarina Mina! — oyeron a una voz femenina venir a ellas. Se voltearon encontrándose con una mujer que tenía una enorme sonrisa en el rostro. — Es un placer conocerte.

— Hola, señorita Seo. — saludó nerviosa.

— Un gusto. En serio, eres increíblemente bella. ¿Te lo han dicho? Tienes el cuerpo perfecto de bailarina, ya veo que serás famosa por aquí.

Mina se ruborizó, no esperaba ese trato. Miró a Nayeon, quien estaba sonriente y le asintió. Pronto la directora Seo y Mina estaban dentro del despacho.

— Tu currículum es increíble, Mina. No esperaba menos de ti, ¿estás lista para esto?

— Por supuesto, esto es algo que siempre he querido.

Y por primera vez en mucho tiempo, Mina se sintió hermosa.