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«When The Spring Comes»

Sakura fairy.
[Équinoxe de printemps]

Reproducir la música para mejor experiencia.

Primavera.

Tibias teclas se deslizaban bajo las yemas de sus audaces dedos. Tibias por el tiempo que pasaba conversando con ese piano.

Seguía la partitura con los ojos, repasando aquellas notas que no quedaban apasionadas en su memoria. Para sus oídos y dedos todo iba bien, la melodía fluía sin problemas... Pero al mismo tiempo se escuchaba tan hueca.

Y no podía entenderlo, ¿Qué es lo que estaba mal? ¿Era él o... La pieza no lograba conectarse con él?

No. La música no tenía que conectar con él.

Él tenía que entregarse a la música.

Ya conocía aquella sensación, dónde no piensas, dónde sólo sientes, dónde te dejas llevar. Una sensación tan conocida y tan inexplicable.

La música se volvía su voz y él se convertía en el cuerpo de la melodía, una conexión mágica en la que tu alma se mezcla y diluye en cada nota. Y cada movimiento, cada suspiro, se vuelven uno con la música.

Dónde la música se transformaba en un color y lo puedes ver con claridad, dónde se transforma en un aroma y te envuelve, dónde se convierte en tu cuerpo y te guía con su magia.

Pero no sentía presente esa chispa.

Tal vez se equivocaba al pensar que sucedería lo mismo con una melodía clásica a piano como lo era "Haru yo, koi".

Primavera.

Las flores coloridas formaban un manto sobre París, en sus jardines y en las viviendas, entre flor y flor no hacía falta mirar al arcoíris para ver un estallido de colores.

Pero aquel ambiente no le era suficiente.

Y temía fallar en el Festival de Primavera del colegio Françoise Dupont.

No sentía que fuera un gran pianista, de hecho le sorprendió el hecho de que le fuera encargado tocar la pieza para el recital de apertura del club de danza.

No tocaba frecuentemente el piano, conocía lo básico y un poco más. Tal vez fue uno de esos momentos en la vida que la suerte no estaba de su lado.

El director le había explicado de última hora que el chico que tocaría en vivo en el recital no se presentaría y que no habían tenido tiempo para contemplar un sustituto. Y la suerte lo llevó a la mente del director en esos momentos desesperados.

Era un buen tecladista, porque en varias ocasiones le tocaba ocupar ese rol en su pequeña banda, pero no se creía capaz de realizar una presentación como un pianista.

Interpretaba bien la música en los ensayos, los nervios invadiéndolo en las partes más altas de la melodía. Quería ser un gran guitarrista en el mundo del rock, tocando de letra en letra, viendo como pertenecía al mundo de la música, pero no había considerado el gran reto de convertirse en pianista.

Salió de sus pensamientos al escuchar la última llamada para empezar la apertura del festival, siendo esa su señal para preparase. Escuchaba como los bailarines daban pasos apresurados para acomodarse en sus posiciones detrás de el telón, siendo enmascarados por el discurso del director para dar la bienvenida a los visitantes.

Una vez que las palabras del señor se dirigían a su despedida, la pequeña orquesta que se preparo tomaba sus instrumentos correspondientes sólo para empezar a tocar a la señal.

Soltó un suspiro, mirando como el hombre descendía sobre los pequeños escalones y las cortinas rojas se abrían de par en par.

Dándole la señal, empezó a tocar.

La melodía que avanzaba con los golpes de las teclas cada vez le invitaba más a sentirla, cada vez se sentía más cómodo con la pieza.

Flores rosas venían a su mente, tomaban forma lentamente a la flor de cerezo.

Flor de cerezo.

Era más que evidente que la pieza era japonesa.

Rosa, es un hermoso color.

La música misma guiaba su mente a través de sus notas, soltaba sus dedos rígidos y les dejaba hacer su trabajo, como si hubieran nacido tocando aquella música de piano.

La melodía flotaba entre sus recuerdos, trayendo a él todos los momentos en los que el color rosa podía salir y hacerse uno con la música.

Marinette.

Un sonrojo apareció en sus mejillas, y saltó un poco cuando ése pensamiento surgió en su mente.
Pero no lo negaba, no iba a negar el hecho de que un color como el rosa le recordaba a Marinette.

Sin notarlo, cada vez tocaba con más emoción el piano, y la audiencia se sentía la pasión en la danza y en la melodía.

Y más adentro en el público, una chica de orbes celestes miraba asombrada como aquel chico inesperado tocaba con tanta entrega aquella pieza. Podía verlo en su rostro y su expresión.

Fue como una reunión inesperada.

En su mente podía imaginar como a su alrededor era bañado en pétalos rosas de primavera, que la melodía que emitía el piano encarnaba la presencia de la chica de sus pensamientos.

Y que bailaba sobre el manto rosado que se desbordaba en cada tecla, le sonreía y utilizaba cada parte de su cuerpo como si la música tomara su cuerpo para llenar una sensación humana más, viendo como entregaba su cuerpo a la melodía haciendo a su corazón latir.

Por un momento en la presentación, había olvidado que estaba ante un público y algunas notas ni siquiera sus dedos recordaban. Había olvidado que era un primerizo y disfrutaba de aquella conexión que tanto anhelaba encontrar.

Ella era el único motor que necesitaba, para hacer nacer una primavera con sus manos, una primavera en ése piano.

Pensar en ella le hacía olvidar un momento esos miedos, dejaba de pensar en quedar bien con el resto en esos instantes, la música lo guiaba a tocar con el corazón, imaginar que toca para ella.

Para Marinette.

El tema de la cadencia era la llegada de la majestuosa primavera, a través de su viaje por la partitura podía imaginar a un hada que traía consigo la llegada de la primavera.
La danza que acompañaba la melodía lo expresaba.

Pero para él, sólo existía una única y hermosa hada, Marinette.

[Marzo]
Equinoccio de primavera.

1015 palabras.

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