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CAPÍTULO 2: A NUESTRO RITMO

 BEAUTIFUL FEAR

CAPÍTULO 2: A NUESTRO RITMO

Después de haber rogado un par de días, mamá me dio permiso de asistir a la convocatoria de un centro de danza cercano a la casa, la cual tenía el propósito de reclutar a jóvenes aspirantes a bailarines profesionales y de apoyo para artistas en crecimiento mediante audiciones. No era como si le molestara el hecho de verme bailar en un escenario, ¡al contrario, lo amaba!, pero no quería que me exigiera demasiado entre las responsabilidades de la universidad y el baile, además de querer conseguirme un trabajo de medio tiempo para pagar mis salidas por la ciudad.

Mi abuela me ayudó, además, a convencerla con una tarta de manzanas y canela tradicional de la familia Park desde hacía más de cuatro generaciones. Un secreto familiar, sin duda.

Siempre me agradó pasar tiempo de calidad con ellas de esa forma, en especial por haberme distanciado considerablemente de casi todos para protegerme a mí mismo en mi último semestre de preparatoria. Una historia larga, pese a no haber durado demasiado tiempo. Aún me revolvía el estómago con solo recordar todo.

—No olvides mandarme un mensaje cuando llegues a la academia... —En lo que terminaba de abrochar mis agujetas, produje un sonido afirmativo desde la sala —. Y cuando acabes, si estás muy cansado para regresar en transporte o caminando, puedo ir por ti.

—No lo malacostumbres —la regañó la otra mujer, su vivo retrato dentro de algunos años, cuando fuese más mayor. Mi progenitora se quejó, aunque no agregó nada más y se dedicó a secar un par de platos húmedos que le eran pasados—. Tú volverás a la oficina ahora, así que vendrás acabada también. Sirve que así conoce las calles.

Gracias a ellas, me di cuenta de mi interés por el baile.

Fue cuando cumplí los seis años. Me llevaron junto al abuelo a ver un show nocturno de Disney en el que un montón de personas bailaron y cantaron, disfrazadas de los personajes principales de la película que les tocó representar. Me pareció maravilloso, ¡mágico!, porque tuvo fuegos artificiales, comida callejera deliciosa y recuerditos adorables en los tantos puestos que se pusieron a las afueras del lugar donde se realizó la presentación.

Les dije que quería hacer lo mismo y, como era de esperarse, no pudieron negarse a la carita de cachorro que aprendí a usar desde los cuatro. Me llamaron chantajista entre risas y, si bien desconocía su significado en ese entonces, me alivié al ver mi nombre anotado en la lista de alumnos de las clases de ballet que daban todos los veranos en un local cercano a mi antigua casa. Con el tiempo, fuimos buscando colegios en los que ofrecieran clubes de baile o clases de diferentes géneros musicales durante las tardes.

Ahora, con a poco más de un mes de los dieciocho, podía llamarme conocedor de diferentes estilos y poseedor de algunos diplomas que me ofrecieron mis antiguos estudios. Según mi familia, el Señor me dio un don con el cual poder expresarme y transmitir al público un mensaje especial con mi cuerpo y mis "finos" rasgos faciales. A decir verdad, yo también digo lo mismo, muy en mi interior.

—Suerte con tu audición, cariño —la abuela se despidió por ambas cuando oyó el sonido de mis llaves. Le agradecí y estuve a nada de salir, cuando volvió a hablar—. Nos saludas al sobrino del padre Jeon —eso fue todo.

Cerré la puerta con llave y me detuve a procesar sus palabras en el porche. Miré la mesita de madera, las sillas de jardín acolchonadas y las macetitas llenas de flores, hasta que pude conectar conmigo de nuevo. Una emoción indescriptible cosquilleó en mi interior y me alentó a caminar con una sonrisita cuando procesé las palabras de mi abuelita.

Olvidé por completo que, días atrás, cuando descubrí la convocatoria, estuve tan entusiasmado que le conté a JungKook apenas lo vi en la facultad y él, tal y como yo lo hice, no dudó en pedir permiso para intentarlo. Nos veríamos en la parada del transporte antes de la academia y rezaríamos para que no nos tocara en el mismo grupo para evitar eliminarnos mutuamente.

Era la primera vez que hacía algo así con un amigo. Antes, no eran más que compañeros... Buenos y agradables compañeros, sí. Eran fascinantes y nunca hubo ocasión en la que no tuviéramos competencias sanas, en particular las muchachas y yo. Ellas y yo teníamos una linda conexión en la que, fácil, pasábamos más de dos horas bailando coreografías de grupos femeninos después del club.

Sujeté mi pequeña mochila deportiva contra mis piernas apenas tomé asiento en el camión que me llevaría al lugar acordado con Jeon y esperé con ansias el momento en que lo vería. Desde que lo conocí aquel domingo en la iglesia, consideré que tuvimos cierta chispa... Algo eterno solo entre nosotros. Podían pasar las horas y los días sin que nos cansáramos de hablar o hacer cosas con el otro.

Me enseñó los distritos más cercanos, las tiendas con la ropa más cómoda y bonita (a su parecer), las cafeterías con "el mejor café" (con mejor trato a universitarios, en realidad) y algunos negocios, como los viveros y la linda biblioteca escondida en un callejón a la que tanto le gustaba ir a pasar el tiempo.

Mamá y la abuela estaban encantadas con él también porque nos regalaba frutas recién cosechadas del pequeñito sembradío que tenía en su jardín y galletas veganas. Nosotros, a cambio, le dábamos de nuestros deliciosos postres familiares y lo invitábamos a cenar cuando me llevaba a casa, aunque casi siempre rechazaba la oferta con las mejillas rojas.

No era común que yo pensara cosas así, mucho menos de un hombre, pero él era lindo en todos los sentidos. Cálido, más bien. Si nuestras manos llegaban a rozar, se ponía nervioso; si lo felicitaba por una tarea, tartamudeaba; si hacía un chiste tonto y me hacía reír, me veía con un brillo inexplicable en sus ojos. En esos momentos, me sentía como el centro de su universo.

Cuando el autobús se detuvo en mi parada y vi a la gente subirse o bajarse, me asusté al descubrirme sonriendo por los recuerdos y me apuré a bajar.

Oh.

Mi corazón había comenzado a latir con fuerza y eso no me pareció muy bueno; antes, me llevó por un mal camino y al distanciamiento con mamá y los demás. ¿Cómo podía curarme de la enfermedad llamada romance? No, mejor, ¿cómo podía deshacerme del síntoma de tener pánico por creer que hago algo mal? ¿Cómo hacer que mi consciencia esté tranquila?

Ese hermoso miedo acabaría por cavar mi tumba.

—Hola —me estaba esperando, tal y como prometió, con una sonrisa amigable. Su ropa de práctica era mucho más ancha que la mía; sus camisetas me quedarían por debajo del trasero y las mías le ajustarían demasiado en los hombros—. Creí que llegarías un poco más tarde, qué bueno que llegué antes.

—¿Querías darme una buena impresión llegando más temprano para esperarme? —Su sonrojo me calentó las orejas y tuve que desviar la mirada. No supe por qué dije algo así de la nada. Fue vergonzoso. Mi boca se abrió antes de que pudiera medir mis palabras.

Los dos comenzamos a caminar rumbo al edificio en el que se llevaría a cabo la audición, el más vistoso de la cuadra debido a su gran y moderna infraestructura. Nuestros brazos se rozaban de vez en cuando y podía sentir su fragancia con aroma a cítricos y frutos rojos.

Desde el día en que descubrí ese último detalle en él, comencé a indagar en algún perfume que no fuera de los típicos para hombres con aromas fuertes o amaderados; mamá me ayudó a escoger una combinación de lavanda y toronja. Me dijo que era suave y fresco, como mis abrazos, y, pese a que su descripción fue demasiado cursi, el primer día que lo usé, JungKook me expresó que "olía muy lindo".

—Las audiciones se dividirán en dos —me explicó—. Para la primera parte, nos separarán en dos grupos y a cada uno nos darán una coreografía con la cual nos evaluarán. De esa forma escogerán a los mejores de esa ronda y serán los que pasen a la siguiente —le pregunté qué pasaría después y sonrió—. Nos permitirán formar parejas para inventar una coreografía de un minuto, la presentaremos para medir la química entre los compañeros, la presencia, la dominación de estilos musicales y la improvisación

—¡¿Inventarnos un número en ese rato?! —Vaya que la gente estaba loca.

—Eso fue lo que me dijo el amigo de mi hermano que entró el año antepasado —se encogió de hombros, divertido por mi reacción tan ruidosa. Hubieron un poco de personas que se me quedaron viendo cuando mi rostro formó una expresión de inquietud—. Si pasamos a la siguiente fase, tal vez podamos estar juntos. No te dejaré todo el trabajo a ti, si es lo que te preocupa —eso me calmó al instante. Confiaba en él.

Entramos separados para no llamar la atención, no sin antes desearnos suerte con un empujoncito cómplice que acabó poniéndome más apenado de lo que imaginé. Casi me tropiezo con mis propios pies por intentar esquivar su mirada de cervatillo.

El edificio me pareció magnífico desde dentro. Tenía un piso reluciente de mármol, un par de recepcionistas muy agradables en un escritorio muy alto y una máquina muy moderna para hacer café, con galletitas de vainilla y coco; todo olía a flores y a cuero sintético por los muebles de la salita de espera. Mis escuelas de baile anteriores no eran así, estaban lejos de serlo. Eso me dio aún más ganas de intentar entrar.

Pasamos al número de estudio que nos indicaron junto a otro grupito de muchachos que llegaron a la par que nosotros. Uno de ellos me sonrió con amabilidad, con una curiosa forma de corazón cuando lo hizo, y luego se fue directo hacia donde estaba un moreno que lo recibió con un beso en la mejilla. Yo desvié la mirada al instante y me dediqué a esperar las indicaciones, ignorando un poco a JungKook también.

Éramos más de cien jóvenes distribuidos en las dos salas más grandes de la academia, dedicadas a las grabaciones de vídeos para los canales de YouTube de esta y de algunos artistas que iban para pedir ayuda con la creación de una coreografía o, en el mejor de los casos (y en la minoría), simplemente colaborar con todos y divertirse en los ensayos y grabaciones.

Los profesores encargados nos pidieron que fuéramos calentando en lo que formaban los grupos antes de salir al pasillo principal. Tras casi veinte minutos, regresaron con las listas y nos anunciaron que, tal y como deseamos Jeon y yo, quedamos en diferentes sectores: él en el 1, yo en el 2.

Kookie y yo nos regalamos una última mirada antes de irnos cada uno con su clase, echándonos ánimos en silencio. Mis piernas temblaron de nuevo cuando lo vi sonreírme antes de girarse al frente y llegué a la conclusión de que no estaba jugando muy limpio, sin darse cuenta. Si yo supiera coquetear y él no fuera un hombre tan encantador, quizá también habría aprovechado mis encantos para distraerlo y burlarme un poquito.

—Muchos de nuestros alumnos egresados son bailarines independientes con canales de YouTube e instituciones de danza propias, o forman parte del equipo de apoyo u oficial de algún artista —nos explicó la maestra Kim cuando llegamos a nuestro salón. Era bajita, morena y con cabello larguísimo—; no obstante, también tenemos equipos élite y selectos para competencias. Como sabrán —eso me hizo reír un poco en mi interior, pues yo ni siquiera me informé de ese campo a profundidad—, el tiempo es esencial para esta última rama que ofrecemos. El que se puedan aprender la siguiente pieza en pocas horas nos demostrará su dedicación y presencia, así que espero con ansias ver su mayor esfuerzo.

Me dio curiosidad verme en un escenario durante concursos de ese estilo y no con recitales aburridos o como bailarín de apoyo, en realidad. Nunca me lo planteé antes, así que fue interesante. Imaginarme con solos y números grupales casi cada semana, ganar premios e ir construyendo mi propia carrera a base de esos triunfos me pareció un reto que valía la pena intentar.

La coreografía que le tocó a mi equipo fue con una canción hip-hop con toques pop y electro, en inglés. A decir verdad, no era del todo bueno en ese idioma, así que no supe lo que decía hasta que llegué a casa y tuve que rezar tres padres nuestros para despejar mis pensamientos; sin embargo, no sé qué esperaba de la letra, si la gran mayoría de sus pasos eran un juego de movimientos de caderas que nos llevaron hasta el suelo y, tal vez a palabras de mi abuelo, a "revolcarnos como gusanos".

El concepto era sexy, en pocas palabras, y femenino. Incluso me inventé un personaje en mi cabeza para interpretar de mejor forma los pasos (cabe mencionar que no me sentí del todo orgulloso, ¡lo hice en honor al baile!): un joven enamorado de una persona llena de vicios y que no sabe cómo romper el círculo repetitivo de ir hacia su amor cada que ésta lo llama, sabiendo que lo quiere para una sola cosa... O si realmente quiere romper el círculo.

A lo mejor, me proyecté un poco.

A lo mejor, por eso fui el que calificó sin problema en mi subgrupo cuando, tiempo después, nos encontramos de nuevo con el equipo de JungKook y sus compañeros. El reto era dividir nuestros grandes grupos en pequeños, presentarnos frente a otros y recibir el veredicto en el que nos informaran si pasábamos o no.

—Tienes lindas caderas —el murmuro avergonzado de mi amigo me hizo casi ahogarme con el agua que le "pedí prestada" de su botella. Mis mejillas se sonrojaron, como si fuera lo único que supieran hacer ese día, y asentí como agradecimiento—. Lo siento. Creo que no debí decir eso en voz alta... Es que, bueno, lo hiciste muy bien y tu baile era así. No pude evitarlo.

Lo tranquilicé con una palmadita en su pierna cubierta por el chándal gris que usó para ir esa tarde. Él también pasó con facilidad, puesto que le presentaron una con ritmos latinos y urbanos, su fuerte. Verlo presentarse era un gozo, en especial porque sus pasos eran bien marcados y oía el exquisito sonido de la suela de sus tenis chocar con firmeza contra el suelo.

—Tú también —dije para que se sintiera mejor y arriesgando la poca cordura que me quedó después de todo eso—. Ese paso que hiciste... —Ni siquiera pude describirlo porque no era mi estilo. Era violento, varonil y sensual, un movimiento pélvico lleno de energía que me dejó sin aire—. ¡Y cuando estabas en el suelo e hiciste eso con tu cabello! —Eso sí pude imitarlo, pues fue un movimiento sencillo en el que sacudió la cabeza de lado a lado al ritmo de la música, pero todos notamos que fue un paso que él agregó, a diferencia del resto que no hizo nada para impresionar.

Tal y como pensé, pareció divertido por mi falta de palabras para darme a explicar, puesto que lo vi dibujar una sonrisita.

Ambos nos encontrábamos en el pasillo, esperando a que el resto terminara, descansando y comiendo los pequeños tentempiés que preparé para los dos. Le gustaron mucho. Eso me hizo feliz.

—¡Debía asegurarme de que no se olvidaran de mí, en caso de no quedar!

En ese momento, quise decirle que no había forma en la cual alguien podría olvidarlo, si siempre bailaba de esa forma.

(...)

—¡Vamos, Mimi! —Él inventó ese apodo cuando le expliqué que no me sentía cómodo con "Minnie" después de un par de cosas que me pasaron en la preparatoria. Siempre lo decía rápido y con un tono acaramelado, como un niño pequeño. Y es que todo en él era tan lindo—. Estuve pensando en la canción durante el descanso. ¿Te gusta Justin Bieber? Porque tengo una idea muy buena para la coreografía que nos pidieron, ¡verán que no se arrepentirán de habernos dejado estar juntos! —Porque rogamos para que nos pusieran con el otro, sin exagerar.

Elegimos una de sus canciones favoritas del álbum Believe, en la cual Nicki Minaj fue la artista invitada. Era de los géneros EDM y pop, así que fue muy fácil acoplar los pasos que tenía pensados y los cambios que yo ofrecí para mejorarla y ofrecer mayor rapidez. A los dos nos gustó mucho el trabajo (estar juntos y tontear con el otro, más bien) porque agregamos muchos saltos y movimientos más alegres, a comparación de los anteriores que nos pusieron.

—¡Tú serás la Bella y yo seré el ritmo! —Anunció antes de nuestro turno, llamando la atención del resto personas. Tuve que pedirles disculpas por el ruido, aunque a ellas les pareció lo contrario de molesto, pues no dudaron en corear la canción durante nuestro pequeño momento y de soltar un par de exclamaciones por la emoción.

Lo más seguro es que fue gracias al entusiasmo de nuestros compañeros por lo que Kookie y yo fuimos admitidos sin tener que pasar por los nervios del veredicto. Nos emocionamos tanto que no temí en gritar con él por la alegría; mi voz se oyó más como chillido de ratón a un lado suyo.

—¡Mimi! —Me llamó cuando estuvimos afuera, después de dar nuestros datos necesarios para que nos contactaran como era debido—, ¿puedo abrazarte? Estoy feliz. Me gusta abrazar cuando estoy feliz.

Su justificación tan pobre no me importó, y me lancé a sus brazos sin dudarlo con una enorme sonrisa en mi rostro.

Jeon JungKook era perfecto con todas sus torpezas y palabras de más.

Mi pobre alma (nuestras pobres almas) estaría condenada a vagar por lugares oscuros cuando dejara el mundo terrenal, pero si eso era mi consecuencia por permitirme abrir mi corazón a alguien que valía la pena, entonces era un precio pequeño que pagar por mi felicidad.

—Si te llevo de regreso a casa, ¿crees que hoy sí pueda quedarme a cenar para festejar? —Reí contra su pecho porque no creía que necesitara invitación para visitarnos. Mi pequeña familia lo amaba.

Jeon JungKook.

Jeon JungKook.

Simplemente, Jeon JungKook.

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Min descubrió mi amor por el baile casi a finales de su tercera semana en el colegio, cuando me vio caminando hacia el club. Ahí, me esperaban el resto de los chicos que me nombraron su líder con apoyo del profesor que nos representaba en las juntas escolares en las que nos informaban, la mayoría del tiempo, que actuaríamos en algún evento escolar.

—¿Qué debo hacer para entrar aquí? —A ninguno nos gustó escuchar su voz y se notó en nuestros rostros y murmullos. Por supuesto, se hizo de oídos sordos y nos ignoró, entrando como si hubiera sido invitado y sentándose contra la pared en la que dejábamos nuestras cosas—. No pensé verte aquí, Minnie. Creí que dirías que el baile es cosa de chicas y algo así...

No le respondí como hubiera querido porque, uno, habría sido en contra de los principios que me enseñó mi madre, y dos, nuestro coreógrafo llegó. Era un hombre de, mínimo, treinta años, jovial y divertido. Siempre nos apoyó y nosotros a él, en particular cuando lo dejó su novia que tuvo desde la universidad por otro hombre con más dinero.

Si yo era inocente en ese entonces, él era un bebé a mi lado. Le veía lo bueno a todos y era muy humilde, así que no pudo ver las malas intenciones del "muchacho nuevo que se interesó en nuestro amigable club". El resto y yo entornamos los ojos cuando lo vimos sonreír y mantuvimos distancia.

—¿Por qué no le muestran las coreografías que hicimos el semestre anterior, corazones? —Sí, en verdad era cariñoso. Su ex era una tonta por dejarlo ir, aunque tampoco la juzgué; Corea era un país muy competitivo. Hasta cierto punto, consideré normal lo que hizo—. JiMin es nuestra estrella, ¿sabes? —El corriente me miró y yo lo ignoré, encerrado en mis calentamientos—. Al menos desde que yo me uní para apoyarlos, me ha ayudado mucho agregando o quitando pasos. ¡Creo que es la principal promesa de este club, aunque sus compañeros no están nada lejos! Deberías verlos a todos en las presentaciones grupales.

Le agradecimos sin dudarlo y él sonrió. Parecía un dumpling recién hecho, paliducho, con mejillas brillantes y una sonrisita chistosa.

Los números en cuestión fueron los que presentamos en la fiesta de inicio de año escolar que hicimos en compañía del resto de clubes. Éramos veinte, así que hicimos cinco coreografías; en mi caso, me tocó con tres "amigas". Nos presentamos con una canción de Meghan Trainor porque nos pareció cargada de secuencias divertidas, un significado lindo y una excelente combinación con el aspecto que teníamos los cuatro juntos.

—Pensé que era broma que eras el bailarín central —confesó JiSeong cuando nos tomamos un descanso, tanto del entrenamiento diario como de nuestras presentaciones improvisadas. Yo me mantuve lejos, rellenando mi botella de agua al final del pasillo y calculando un aproximado de cuántos metros nos separaban, en caso de necesitar huir de su forma "extravagante" de ser—. No sabía que tuvieras tan bonito cuerpo, escondido en nuestro uniforme. ¿Te han dicho que tienes caderas muy lindas? Las sabes mover muy bien.

En el momento en que caminó hacia mí, aún hablando, no dudé en lanzarle un chorro de agua de mi botella para que se mantuviera a una distancia prudente.

—¿Qué tienes con aventarme cosas? —Se quejó, ahora algo mojado. Aún usaba el uniforme, o al menos un intento dé.

—¿Qué tienes con decirme cosas así? Eres un pervertido. Ni siquiera te conozco y creo que es muy obvio que, viniendo de ti, ese tipo de cosas no las considero un halago —puntualicé.

—Tampoco es mi culpa. Es decir, verte bailar hoy fue... —Se retiró los pocos mechones de cabello que alcancé a humedecer con mi "increíble táctica contra el hostigamiento"—. Bueno, sabes a lo que me refiero. Cuando alzaste la pierna e hiciste eso... Y luego eso...

Ingenuo, creí que fue su intento de halagarme, de decirme que le gustó mi trabajo y que se sorprendió al no haber estado esperando mucho de un club escolar; no obstante, descubrí muy tarde que no era así. Tardé días, semanas... Un par de meses, más bien.

—No creí que alguien tan... Tú, hiciera este tipo de cosas, creo —su patético comentario me hizo suspirar.

—En el mundo profesional —comencé, cerrando mi botella después de haberle dado un buen trago. Hacía mucho que no me daba tanta sed, debían de ser los nervios de tener ese par de ojos encima de mí todo el tiempo, sin duda— no hay, o no debería de haber, distinción por cosas como la religión. Si me ponen un baile en el que tenga que interpretar el pecado de la lujuria lo haré porque es el reto que se me está imponiendo... Si me gusta o no, es otra cosa —expliqué—. Y el arte es abierto, aparte. Por eso uno mismo debe de estar dispuesto a dejar de lado sus ideologías, a veces.

—Quiero seguir viéndolos... Viéndote —arrastró la última palabra con dificultad.

—En ese caso —algo en mí creyó que había algo bueno en él—, eres bienvenido cuando quieras venir, siempre y cuando colabores, si es que no te quieres inscribir. Nos ayudarás con utilería, ropa y a rellenar botellas... Como un asistente de mánager.

Se me quedó viendo en silencio, como si intentara descubrir la razón de mi repentina fe en él (yo habría hecho lo mismo) y lo vi cómo pareció estar a nada de negarse e irse, pero que recordó algo que lo hizo quedarse. O tuvo el valor de decir algo más.

—¿Quién es el mánager? —Sonreí y me señalé a mí mismo. Eso lo hizo achicar los ojos, dudando de nuevo—. Bien, lo haré, con una condición también... Incluyo un buen comportamiento, no puedes quejarte —se apuró a agregar cuando estuve a nada de desertar y marcharme con los demás—. Cuando acabes tu siguiente evento, tendremos una cita.

—No soy gay.

Vaya. Nunca creí responder tan rápido algo, ni que mi primera invitación a una cita haya sido de un hombre que me caía mal, ni que mi corazón pareciera haber sufrido un repentino y corto paro cardiaco por la sorpresa.

—Cita de amigos —intentó convencerme. Mi forma de mirarlo tuvo que haberle dejado en claro que no lo consideraba ni eso, puesto que se corrigió—. Cita de compañeros de salón.

—Bien.

Su sonrisa triunfante me hizo preguntarme qué diablos acababa de hacer.

Suspiré cuando supe que no habría marcha atrás y tendría que pasar a su lado para poder llegar al pequeño estudio de danza y culminar con las actividades del día. Caminé solo un par de pasos al mismo tiempo que él, dirigiéndose a la dirección contraria para poder irse (y confirmar mi teoría de que fue a molestar, nada más), hasta que me vi en la necesidad de detenerme cuando sentí el impacto de algo firme y pesado chocar en uno de mis glúteos.

Con el ceño fruncido y con visible molestia, me giré para gritarle que era un corriente y un pervertido, igual que la última vez. Él únicamente se rio, sin verme y siguiendo su camino.

Los hombres eran nefastos. 


JiMin bailó esta coreografía:

https://youtu.be/8pk1ETqoynw

JungKook bailó esta coreografía:

https://youtu.be/5wS2rGcaQJs

JiMin y JungKook bailaron esta coreografía: 

https://youtu.be/NhWDnXkubjA

JiMin y sus compañeras bailaron esta coreografía: 

https://youtu.be/XD9wUcedbxc

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