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EXTRA 5

(Capítulo 57)

Dawson Blake

Una vez llegamos a The House of Rock, le hago un asentimiento con el rostro a Amauri que se encuentra limpiando unos vasos en la barra. Es de las pocas personas que puedo decir que me caen bien. Andrés y Janne vienen detrás de mí. Me quito la chaqueta y la dejo sobre una silla. Al ser tan temprano, el lugar está vacío. Hace tiempo que no pisaba este lugar, dejé de venir porque me habían dado más turnos en el otro trabajo, pero este es mi lugar favorito a pesar de que la paga es una vergüenza.

Janne que venía conmigo en la motocicleta, se detiene antes de seguir avanzando.

—Ustedes tienen mucho de qué hablar, voy a casa. Hablamos luego...si quieres—continúa caminando. Le agarro el brazo para detenerla. La estrello contra mi cuerpo y le doy un beso brusco, ella me sigue el beso, pero luego me empuja —. Deja de hacer eso.

—Te fuiste corriendo como gallina la última vez.

Ella rueda los ojos y se cruza de brazos.

—Después de estar contigo y con Max, cualquiera se iría corriendo, sobretodo, por lo que dijiste después de—se interrumpe soltando un resoplido.

Andrés se aleja de nosotros. Me acerco a Janne nuevamente.

—Solo te quería ver con otra chica. ¿Qué tiene de malo eso?

—Yo no hago esas cosas —suelta sacudiendo el rostro y caminando hasta la barra, le observo el trasero. Las latinas me derriten.

—Solo haces tríos con dos hombres, nada del otro mundo —digo solo para molestarla. Se sienta en la barra y se inclina hasta Amauri.

—Dame lo más fuerte que tengas, hace rato que estoy escuchando moscas y me altera el sonido.

Me recuesto al lado de ella observándola con seriedad.

—Eres como una pantera negra.

—Deja de compararme con animales —suelta un bufido.

—De acuerdo —le sujeto el mentón y le robo un beso —. Espero volver a verte. Quiero volver a follarte, pero esta vez, yo solo. Te voy a hacer tantas cosas que no vas a poder caminar por un mes.

—Hay que ver para creer —dice divertida.

Me alejo del lugar y observo la persona que fue mi mejor amigo. Está sentado demasiado apartado de todos. Observa sus manos que tiemblan por alguna razón. Tomo asiento frente a él. No queda rastro del chico que creció conmigo en el orfanato.

—Esto es algo que no esperé jamás —comienzo a decir —. Ver que estas vivo...

—Yo no esperaba tampoco encontrarte en estas circunstancias.

—¿Cómo es que acabaste relacionándote con psicópatas? —le pregunto.

Hace un silencio para ordenar sus ideas. A él lo conocí en un orfanato como ya mencioné. Mi madre fue asesinada por mi padrastro cuando yo tenía cinco y él, vivía con su hermana que fue asesinada por el esposo cuando tenía cuatro. Ambos con historia tan similares que se formó un vínculo entre nosotros.

El orfanato era dirigido por un enfermo que abusaba de las chicas jóvenes que había allí y nos obligaba a hacer trabajo forzado. Un día, una de las chicas entró a la habitación que yo compartía con Andrés para pedirnos que la ayudáramos a escapar. Me alteró verla tan mal herida que acepté. Después de ejecutar el plan al pie de la letra, una de las chicas que también escaparía con nosotros, se echó para atrás y le fue con el chisme al director. Esa traición nos costó muy cara porque me tocó forcejear con el director y en medio de todo, agarré su pistola y lo maté.

Eso provocó que la gente del edifico se enterara de lo que estaba pasando y llamaron a la policía. Todos intentamos salir por la parte trasera, pero las chicas lograron escapar y Andrés y yo nos quedamos atrás. Fuimos interceptados por los oficiales. Nos amenazaron, pero Andrés estaba tan deseoso de escapar que dio un paso adelante y recibió un disparo en el brazo. Gracias a una de las chicas que creó una distracción, logramos escapar. Pudimos salvarle a Andrés.

El tiempo siguió pasando y nos metimos a la mala vida, robar para sobrevivir. Hasta que me enamoré de una chica que era abusada por su ex novio y a pesar de que me pedía que no interviniera, un día en el que estaba de mal humor me lo encontré de frente y sin pensarlo dos veces, lo maté. Obviamente, ella me acusó con la policía y me dejó.

Me atraparon un día en el que yo salía de una licorería. Poco después escuché rumores de que Andrés había muerto en una balacera y luego de ahí, no supe más.

—El día de la balacera yo estaba vendiendo drogas y la pandilla de los enemigos, se dio cuenta que estábamos quitándole territorio y dispararon a todo aquel que estaba allí. Había gente inocente, niños...fue horrible ver todo eso. Yo recibí un disparo en el abdomen —dice bajando la cabeza —. Desperté en un hospital horas más tarde. Dijeron que morí por unos segundos pero el equipo médico me trajo de vuelta. Cuando me recuperé, supe que vendrían por mi para meterme a la cárcel, pero en cuanto se descuidaron me escapé. Desde ahí me he dedicado a hacer trabajos que nadie más haría.

—¿Has matado? —la pregunta me sale con brusquedad. Su ceño se frunce, pero niega.

—Esa chica me pagó bastante para que yo me encargara del coreano, pero yo...ni siquiera sabía si sería capaz de apretar el gatillo.

—Me alegra que no lo hayas echo. No sabes lo que es vivir con el remordimiento.

—Lamento que las cosas acabaran así —dice cubriéndose el rostro —. Sin embargo, no sabes lo feliz que estoy de volver a ver a mi hermano.

Apoyo una mano en su hombro.

—No te vuelvas a separar de mí. Aunque no es como deben ser las cosas, voy a borrar tu pasado, cambiarás tu nombre y empezarás de nuevo. ¿Estás de acuerdo?

—¿Cómo es que sabes tanto sobre eso?

—Aprendí en la cárcel —le digo con una sonrisa —. Dio la casualidad de que protegí a una persona que metieron presa por robar un centavo a muchas personas, haciéndose millonario en el proceso. A cambio de mi protección, me enseñó todo lo que sabe y gracias a eso, me dieron un trabajo honesto.

—Yo debería entregarme a la policía —susurra cruzándose de brazos —. Tú pagaste por tu pasado, no es justo que yo no pague por las cosas que hice.

—No mataste a nadie, Andrés. Ya eso es un alivio para mí. Quiero ayudarte, no quiero volver a perder a mi único hermano.

Las puertas del lugar se abren de golpe y por ella entra Max, acompañado de su hermana, Diana, ella casi no visita este lugar. Se podría decir que Diana es como un gatito, tierna por fuera, pero arisca cuando se enoja.

—Me quedo —suelta Andrés viéndola dirigirse a Amauri. Este la saluda con un choque de puños y ella salta de emoción. Los ojos de Andrés brillan y ladeo una sonrisa. Mi hermano ha encontrado otro motivo para creer en las segundas oportunidades —. Quiero venir aquí todo el tiempo, —me pide sin apartar la mirada de Diana.

—De acuerdo.  


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