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EXTRA 3

Narra Tania

(Capítulo 41)

Cuando Tania le dice a Zuliney que un día Taeyang fue a su habitación. 

Paso el pincel por el lienzo, mi creatividad fluyendo junto con mis emociones. Estoy demasiado confundida. Nirvana me ha besado, se supone que éramos amigas pero su beso me ha dejado hecha un lío. Mis mejillas se encienden al pensar en sus labios y sacudo el rostro. Yo estoy bien así, no necesito enamorarme de nadie. No ahora.

Habían pasado varios meses, Elena se había marchado, Enzo también. Yo me sentía muy triste porque sentí que era mi culpa. Aunque todavía no entendía bien por qué.

Cada día las cosas en la casa estaban más tensas y el aspecto físico de Taeyang estaba cambiando. Parecía tener algún problema alimenticio pero no quise entrometerme. Hace un mes Nirvana habia encontrado a Taeyang en el suelo de su habitación. La ambulancia vino a llevarselo y nos turneamos para quedarnos con él en el hospital. Agradecía que me dieran el turno de la noche, Taeyang pasaba toda la noche dormido y ni se enteraba que yo lo cuidaba.  Eso duró tres semanas y luego, los padres de ellos llegaron a la casa.

No sé muy bien qué ocurrió pero sé que se fueron muy preocupados.  

Termino el lienzo, odiando el resultado y lo coloco al lado de una pila de lienzos cerca de mi escritorio. Tengo la habitación hecha un desastre, nunca fui organizada. 

De pronto, escucho unos golpecitos en la puerta. Las únicas personas que vienen a mi habitación son Nirvana o Jin, pero ella tenía algo que hacer y  él habia salido a una fiesta. 

Camino hasta la puerta y mis ojos se abren al ver lo que hay al otro lado.

El rostro de Taeyang esta empapado de sudor y lágrimas, tiene un aspecto demacrado, ojeras bajo los ojos, labios cortados como si estuviera deshidratado. Su mano sujeta una pequeña navaja. Y de golpe entiendo lo que ha pasado. 

 Sus manos tiemblan, sus ojos me miran con horror y por sus mejillas caen gruesas lágrimas.

—Ayúdame—me pide con la voz débil. 

Mi corazón se comprime ante las palabras y  mis ojos se cristalizan. 

—He tocado fondo, Tania, estuve a punto de quitarme la vida—le arrebato la navaja con brusquedad, mi puño se aferra a su camisa y lo estrello contra mi.

Mi corazón se rompe al sentir que sus piernas se debilitan y ambos caemos de rodillas. Su respiración es un desastre mientras pequeños lamentos salen de sus labios. No puedo verlo así. Mi corazón no puede soportarlo. Ver a una persona tocar fondo y que estuvo a punto de hacer algo en contra de su vida me da un mal sabor en la boca. 

Sin embargo, un tema tan delicado como este se podia ver de muchas formas, habian personas que hablaban sobre la idea y otras llevaban a cabo la acción. Mi hermano había mencionado en tres ocasiones que ya no quería seguir viviendo, y al final se suicidó. Mi tío Yahir regaló todas sus pertenencias y un día despues se suicidó.  Una amiga mía pidió ayuda despues de haberlo intentado, pero la vida le habia dado una segunda oportunidad al ser encontrada por su novio y se salvó.  Ella se pudo rehabilitar y siguió su vida. 

Y Taeyang... alguien que no parecía capaz de pensar algo así y antes de intentarlo, pidió ayuda. Y me alegré de estar aquí. 

—No puedo seguir luchando—mi garganta se cierra al escucharlo—. Estoy atrapado, Tania.  

Su cuerpo se contrae y parece adoptar una posición fetal. Y llora como un niño asustado. Se ve tan indefenso, tan solo y tan triste. Suena resignado. Mis ojos se llenan de lágrimas, quedo impactada por todo lo que estoy viendo y escuchando. Y el recuerdo de mi hermano llega a mi mente. 

—Haz que pare—me pide llorando y temblando—. Haz que se detenga..., Tania. 

Le acaricio la espalda, mis manos tambien tiemblan porque estoy asustada por él. A pesar de que no nos llevamos bien no quiero que le pase algo malo. Taeyang no es de las personas que se vienen abajo y verlo tan vulnerable me hace recordar que es solo un humano. Taeyang solo ocultaba en su interior todo esto. Toda esa actitud estaba ante sus verdaderos sentimientos y no lo tuve claro hasta ese momento.  

Todos nos ocultamos detrás de un disfraz porque no queremos ser dañados, o tal vez porque no confiamos o porque no queremos que nos vean vulnerable. 

—Háblame, Taeyang, dime lo que ocurre. 

Sigue llorando con potencia, jamas vi un hombre, a parte de mi hermano, llorar de esta forma. 

—Haz que pare el dolor en mi interior—me suplica soltando un grito de dolor. 

Su cuerpo entero tiembla y sus hombros se sacuden con brusquedad.  Se encoge en su posición apretando su abdomen, su frente toca el suelo. Me inclino y recuesto mi rostro en su espalda. Su corazón late desbocadamente, y respira con dificultad. 

—No estás solo Taeyang—repito en voz baja cerca de su oido—. Vales la pena, eres increíble, te quiero, eres importante—susurro con lentitud intentando traerlo de vuelta a la realidad. Parece no escucharme, su rostro se mueve de un lado a otro negando. No quiere escuchar mis palabras, sin embargo, las sigo repitiendo—. Eres un hombre maravilloso, vales la pena, ocupas un lugar importante en este mundo, eres importante para mí. 

—No—suelta con dificultad. 

—Quédate conmigo Taeyang, salgamos de esto, vamos, quiero ayudarte. 

—No...puedo—susurra todavía llorando. Acaricio su brazo, está helado. 

Continúo repitiendo las palabras para hacerlo volver a la realidad y parece funcionar porque su llanto comienza a detenerse. Cuando estamos en un estado de llanto tan profundo como en el que él está, las palabras lo pueden traer de vuelta. En ese estado no somos nosotros, nos sumimos en el entumecimiento y no podemos sentir nada más que no sea el dolor. Y con regresarlo a la realidad, me referia a que entendiera que no esta solo. 

—Somos Taeyang y Tania contra el mundo. No voy a soltar tu mano, amigo, yo voy a cuidarte y a protegerte. 

—No puedo con esto—susurra hipando. Sus músculos estan tensos, paso mis dedos por su cabello. 

—Claro que puedes luchar—le respondo—. Voy a ayudarte, Taeyang. Háblame, dime todo lo que sientes.  

Comienzo a preguntarle lo que le ocurre y me lo cuenta en voz baja, pero sospecho que todavia faltan cosas por decir, pero no lo hace. Me habla sobre su novia y las cosas horribles que le ha echo hasta el momento. Taeyang era una víctima. 

—Soy un cobarde, he permitido que esto llegue tan lejos—murmura. 

—Alejate de ella, Taeyang, no te hace bien. Es una horrible mujer y no mereces ser tratado de esa forma. Mereces mucho más que eso. 

—Todo es muy complicado. 

Levanto su rostro. 

—Yo lo veo muy sencillo—comienzo a decir—. Cuando ella regrese; cierra la puerta en su cara. Cuando ella llame; cuelga la llamada. Cuando se acerque; aléjate. Demuestrale que puedes seguir sin ella. Nadie merece ser maltratado, Tae. 

Me observa con los ojos cristalizados por un minuto y baja la mirada. 

—Muchas gracias.  

—Gracias a ti por venir a mi—le digo en voz baja, acariciando su mano. Cuando se da cuenta de mi toque, aleja la mano. Entonces, me doy cuenta que repudia el contacto físico y sabiendo todo lo que le ha pasado, es entendible.  

Entonces, suelta un largo suspiro.

—Tania...—susurra con la voz quebrada—. ¿Que va ser de mi? Nunca conoceré la verdadera felicidad. Nada de esto tiene sentido. Soy insignificante... no valgo la pena.

—La felicidad comienza contigo mismo. 

—¿Como sentir eso si ni siquiera sé lo que es? 

Hago silencio. No puedo creer que él haya pasado por todo esto. No puedo ni siquiera entender cómo es que no conoce la felicidad. Se me parte el corazón de tan solo pensar que un chico como él tenga tantas inseguridades, tantos traumas, tantos miedos. Apenas tiene dieciocho. 

—La felicidad comienza cuando enciendes el televisor a ver tu serie favorita, cuando comes tu fruta favorita, cuando haces algo que te llena aquí—intento explicarle señalando la parte donde esta el corazón—. La felicidad son esas pequeñas cosas que te gustan mucho, Taeyang. 

Se relame los labios y pasa una mano para alborotar su cabello. 

—Tu eres lo mejor que ha llegado a esta casa—intento volver a hablar. Soy malísima dando consejos. 

—No mientas, tampoco te agrado—menciona entrecerrando los ojos. 

Mis manos se apoyan en sus hombros. Sus ojos miran el techo, estan hinchados de tanto llorar. Parece tener problemas para mantener la mirada. Se remueve y quito mis manos de sus hombros, olvido que no le gusta que lo toquen.  

—No me agradas Taeyang, pero no quiero que te vayas de este mundo. Haces mis días mas interesantes, nunca sé por qué vamos a discutir y la expectativa me emociona un poco.

—¿Por qué?—pregunta de pronto. 

—Quiero que seamos amigos, me interesa conocerte—soy honesta. Ladea el rostro.  

—No tengo nada interesante, Tania. Solo un montón de problemas, desconfianza, una mierda de autoestima y muchos miedos. 

Me pongo de pie extendiendo la mano en su dirección. La agarra y lo ayudo a levantarse. 

—Vamos a sanar juntos entonces, nos ayudaremos. 

—Ahora me siento incómodo porque sabes demasiado de mi. 

Me encojo de hombros. 

—¿Que quieres saber?—camino hasta la cama y me siento. 

—Un secreto, el que sea. 

Lo observo por unos minutos en silencio. 

—Tengo tres para ti, soy considerada. 

Por primera vez, creo ver que se le forma una media sonrisa y explora mi habitación con la mirada, mete las manos en el bolsillo. 

—Genial, un tres por uno—suelta con sarcasmo. Le regalo una media sonrisa. 

—Soy bisexual, mi hermano falleció hace tres años y llegué a cortarme la piel. 

La habitación se suma en un silencio intenso, su cuerpo entero se ha tensado y me observa fijamente. 

—Ya lo he superado. 

—Tania. 

—No—digo rápidamente—. No vamos a mirarnos con pena. Vamos a seguir sanando, ¿okey? Taeyang y Tania contra el mundo. 

Asiente con sus ojos fijos en los mios. 

—¿Puedo ver?—pregunta con incomodidad señalando mis brazos. Siempre utilizo manga larga pero no es ahí donde me cortaba.  Me pongo de pie frente a él. 

Me desabrocho los botones del pantalón y lo bajo completamente. El medio coreano parpadea algo incómodo y su mirada se enfoca en mis muslos interno. Hay muchas líneas desde la parte baja de mi ropa interior hasta mis rodillas. Todas las marcas con un grosor diferente en ambos muslos. Lo rosado y rojo de las marcas contrasta con mi pálida piel. 

—Dicen que una amistad no está completa hasta que uno de los dos le ve las pantaletas a otro—intento bromear. Sin embargo, el medio coreano frente a mi endurece la mirada. 

—¿Duele?

—¿Cuando lo hacía?—pregunto, volviendo a subir mis pantalones—. Prefería el corte al dolor en mi corazón—le explico. Comienza a caminar en mi dirección y se arrodilla frente a mí. 

—Pero... Dios Tania, eso es mucho más delicado que lo que te he contado.

—No por eso, mi problema le quita peso al tuyo—murmuro apoyando la cabeza en la pared—.  Todos hemos tocado fondo, Taeyang. Yo no pedí ayuda y terminé así. Con unas marcas que me van a perseguir el resto de mi vida. 

—Tania, eso es...

—Esta bien, de verdad—me inclino para estar a su altura—. Ahora podemos ser amigos. Ya sabes mis más oscuros secretos y yo los tuyos. 

Hace un silencio. Miles de pensamientos comprimiendo mi corazón. Los recuerdos me abruman demasiado pero logro fingir que todo esta bien. 

—Tu hermano—comienza a decir. Observo el techo parpadeando y suelto un suspiro. 

—Sahid era el mejor hermano. Creía en la libertad de expresión, en que la gente feliz existe, que los abrazos devuelven la energía y que el tomate es la fruta más asquerosa que ha existido. 

Taeyang parpadea en silencio absorto en sus pensamientos. 

—Escribía poemas. La mayoría de ellos eran poemas tristes, otros, burlandose de mi cabello. Quería salvar el mundo con sus inventos, quería ser científico. Estaba enamorado de la música y amaba los lienzos. Era un ser humano extraordinario y dejó este mundo. Aún no entiendo demasiado la razón de su depresión y me siento muy culpable porque no pude salvarlo—señalo mi muslo—. Por esa razón me cortaba. 

Me encojo un poco en mi posición. El recuerdo duele, quema, lastima. Sus abrazos, revolviendome el cabello, agitando la mano antes de irse de la casa, usando mi ropa para hacerle bromas a nuestros padres, nuestras aventuras juntos. Más que hermanos, éramos mejores amigos. 

Suelto un suspiro tembloroso. 

—No te hagas eso—me susurra buscando mi mano, me sorprende porque sé que no le agrada el contacto físico. Observa nuestras manos con mucha atención como si fuera algo extraño para él—. No te culpes, Tania. 

—Es que no puedo evitarlo. 

—Te entiendo, pero no te culpes.

Ambos permanecemos en silencio entendiendo que han sido demasiadas emociones por un día. 

—¿Puedes prometerme algo?—me pregunta alejando su mano rápidamente—. Jamás, por más enojada que estes conmigo, le cuentes esto a nadie. Tienes que prometerlo. 

—Te pido lo mismo—le respondo en un tono algo débil. 

Se queda en silencio unos minutos. 

—Odio el contacto físico—confiesa de pronto. 

—Odio los abrazos—le respondo. 

—Me gustan mucho los dulces. 

—A mi me gustan los chismes. 

—A veces canto en la ducha—me dice con media sonrisa. 

—Yo sé tocar la guitarra. 

—Me gusta el rock—vuelve a decir. 

—A mi también.

Extiende su puño en mi dirección. 

—¿Amigos?—pregunta ladeando el rostro. 

—Amigos—golpeo su puño de forma amistosa. 

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