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EXTRA 2

Narra Tania

Parte 1

(Antes de conocer a Zuliney)

Mis piernas se debilitan y caigo sobre mis rodillas. Las lágrimas se me acumulan pero no logro derramar ni una sola gota. El vacío que siento en mi pecho es tan profundo que temo no volver a sentir jamás.  Observo la lápida frente a mi: Sahid Fath, 1998-2019. 

Tan solo tenía veintiún años.  Mi hermano mayor había muerto. Lo peor de todo aquello es que mi familia no hablaba de eso, ni siquiera lo visitaban al cementerio.

 Sahid estaba atravesando por una fuerte depresión, y luchó demasiado para salir de ese fondo. En muchas ocasiones pidió ayuda a mis padres, pero la respuesta que recibía era que debía ser un hombre y olvidarse de niñerías. Mi madre decía que agradeciéramos a Alah que habíamos nacido en Londres y no en Yemen, península de Arabia donde caen bombas y muere gente todos los días. 

 Esto lo llevó a suicidarse en su propia habitación. 

Y eso... me cambió. Semanas más tarde, busqué la manera para escapar de casa. Terminé viviendo con Fatma García, una chica con mala fama. Nos dedicábamos a robar para sobrevivir y la primera vez que me encerraron en una celda reflexioné sobre todas mis decisiones. 

Este no era mi camino. 

Mi hermano mayor no querría verme así. 

Sé buena siempre, hermanita, nunca le des la espalda a quien busque tu ayuda—siempre recordaba el tono dulce en su voz y su sonrisa traviesa. Tenia el cabello rojo algo desordenado, utilizaba una pulsera de muchos colores y siempre escribía poemas. Era mi persona favorita en el mundo...pero ya no estaba.  

Sufrí en silencio y después de un tiempo, volví a la casa. Dejé que me metieran en una Academia de Corrección de Actitudes, que no era otra cosa que una academia para ser verbalmente maltratada y donde los ejercicios eran exagerados. 

En ese lugar, descubrí mi pasión por la pintura en lienzo, lo que me permitió obtener una beca en una universidad en Florida.  

(...)

Ya era mi primer año viviendo en la casa, y tenía una simple regla: yo no me meto en la vida de nadie, ellos no se meten conmigo.  

Coloco el cigarrillo en mis labios y lo intento encender pero el encendedor resbala por mis dedos y cae lejos de mi alcance. Recuesto mis codos de la barandilla y dejo que el aire frío del otoño enfrie mis mejillas. 

—Dedos de mantequilla—escucho lo que parece ser un insulto. Ignoro por completo la persona observando los edificios. Aún tengo el cigarrillo en los labios. Unos dedos con un encendedor se acercan a mi rostro y permito que el fuego encienda el cigarrillo. Doy una larga calada. 

Ambos permanecemos en silencio y termino mi cigarrillo antes de lanzarlo. 

—¿Por qué eres tan silencioso?—es lo único que sale de mis labios en un tono aburrido. Entonces, volteo a verlo.  Tiene un gorrito de lana, algunos mechones negros se escapan, su mandíbula esta tensa y las cejas fruncidas. Siempre tiene esa cara. 

Es uno de los coreanos, ya los tengo identificados: El parlanchin y el Don silencio. Y sé que Don Silencio es el que me hace compañía. Ya se habían instalado en la casa hace cuatro semanas y solo había hablado con Nirvana que era demasiado intensa y muy molesta y me obligaba a hablarle a pesar de que yo no quería. 

—Me aburre hablar—es lo que responde en un tono ronco. Sus ojos se cierran un momento. 

—A mi me cansa hablar—respondo soltando un suspiro. Abre los ojos mirando el cielo y despues, me observa unos segundos antes de apartar la mirada. Pienso que me va a decir algo pero voltea sobre sus piernas para caminar hasta la salida de la terraza. Hago una mueca. 

—Fumar puede matarte—me dice mirandome sobre su hombro. 

—Lo dice quien encendió mi cigarrillo—respondo desganada y volteo a verlo—. Ya estoy muerta, no hay nada que me pueda matar ya—digo, antes de que baje las escaleras. Ignorándome completamente y dando fin a la conversación. 

Conversar no era su fuerte. 

Al poco tiempo de conocerlo, me di cuenta que éramos más parecidos de lo que íbamos a admitir jamás. Siempre me encontraba en la terraza y se paraba con los antebrazos apoyados para mirar el horizonte en completo silencio. Siempre tan alejado, tan frío y tan inaccesible. 

Estaba a mi lado, pero perdido en sus pensamientos y no pude evitar pensar que todo lo que él representa me refleja a mi. Era como verme a mí misma.

El tiempo siguió pasando. 

Me encontraba sentada en un asiento en la terraza, con un abrigo enorme, mi cabello estaba revuelto y tenía el cigarrillo en los labios. Di unas cuantas caladas antes de ver su silueta. Me dio una rápida mirada antes de avanzar hasta el barandal. Sacó un porro del bolsillo para encenderlo. 

—Fumar puede matarte—dije con un tono monotono. 

Dio una calada antes de responder. 

—Si vas a fastidiar, vete—respondió en un tono duro. Giré los ojos. Había notado el cambio en su actitud cuando vi a la chica de cabello azul que llegó de repente hace tres días. Parecía ser su novia o algo por el estilo. 

—El mal humor puede matarte—volví a decirle levantando mis piernas del suelo y cruzándolas como indio. 

—Entrometerte en asuntos que no tienen que ver contigo, también—contraatacó. 

—Pensé que hablar te aburría—dio una larga calada y me recosté del asiento mirando el cielo gris. 

—Y yo pensé que te cansaba hablar—me dijo tajante—. Cállate ya.

Me puse de pie mirando su espalda. 

—Pienso que eres un imbécil e insoportable.

 —Me importa una mierda lo que pienses, lárgate—soltó con brusquedad. Levanté una ceja, yo tenía una actitud parecida. Por esa razón no me alteraba su insulto, gire los ojos mientras comenzaba a caminar fuera de la terraza y  levantaba el dedo del medio a su espalda. 

—Me voy pero es porque me aburres—murmuré. 

Me ignoró. 

(...) 

Lo odio. 

Mi cuerpo entero se tensa al verlo entrar  a la casa. Tenía esa misma expresión, la que tenia todo el tiempo, la de ser inalcanzable, serio, odioso. Si yo era solitaria, ese chico me había ganado. Al menos, yo hablaba ocasionalmente con alguno de ellos. Taeyang no hablaba con nadie. 

Al principio tuvimos una conversación normal pero después de ahí cada conversación era un ataque y la verdad, odiaba hablar con él. Por su culpa, Mary se había ido de la casa pues no soportó su actitud, y en ese momento, comencé a odiarlo más. Insultaba a todos y decía cosas espantosas, yo no podía entender la razón detrás de esa actitud. Tal vez era una mierda de persona. Tan simple como eso. 

Me encontraba comiendo algo raro que Nirvana y Jin habían preparado. Enzo ya había llegado de sus clases y estaba sentado viendo un programa sobre energía positiva.  Elena estaba sentada a mi lado, hablando sobre la importancia de reciclar y utilizar materiales biodegradables.  Jin esta absorto en algo en su teléfono. Nirvana tiene unos audífonos puestos mientras mira una tablet. 

De pronto, Elena se percata de la llegada de Taeyang. Y por ser demasiado observadora, sé que siente algo por él. El medio coreano, como siempre, ignora a todo el mundo. Camina de forma despreocupada hasta la nevera y saca una fruta. La mete en el grifo para lavarla y luego, le da un mordisco de forma distraída. Elena se pone de pie. 

 Ruedo los ojos al ver que la escena de la semana anterior, está a punto de repetirse, otra vez.  

Me dan ganas de encerrar a Elena en una habitación, golpearla dos o tres veces para que despierte. <<A Taeyang no le interesas, ríndete.>>

 Taeyang se recuesta de la encimera dándonos la espalda y observa por la pequeña ventana que hay frente al grifo. Me tenso al notar que Elena camina con decisión hasta el coreano. Le coloca una mano en el hombro, acto que produce que Taeyang mueva el rostro hacia un lado, mire de su mano a su rostro con seriedad.  

—No me toques—escupe con demasiado enojo. Elena quita la mano rápidamente y retorciendo sus dedos de forma incomoda habla en voz baja:

—Lamento mucho tomar de tu bebida energética, voy a comprar más en cuanto—él la interrumpe. ¡Ay, Elena, ya basta no te hagas esto! No puedo mirarla. 

—No vuelvas a tocar mis cosas—lanza la fruta a la basura con brusquedad. Ver la escena me da pena ajena por Elena.

—Taeyang,—ella vuelve a decir en voz baja—. Yo... lo siento. Te he preparado una ensalada. Es que me di cuenta que no te gustó lo que prepararon Jin y Nirvana para la cena y lo hice...como modo de disculpa.  

Se hace un silencio en la habitación. Entonces, respiro profundo porque sé lo que va a pasar. Lo que ha pasado desde que ella mostró interés por él. 

—¿Y quién mierda te ha pedido que hagas algo para mí?—suelta brusco elevando el tono de voz. No ha gritado, pero igual lo dice con actitud de pocos amigos. 

—Yo...—Elena da unos pasos hacia atrás parpadeando sorprendida porque es la primera vez que Taeyang alza la voz. Bueno, al menos a ella. Con Mary la casa era un campo de batalla. 

—Taeyang, —Enzo se pone de pie al ver que los ojos de Elena se cristalizan—. No la trates así, solo quiere hacer un buen gesto contigo. 

—Tae, relájate un poco, hombre—lo riñe Jin, todavía mirando su móvil. 

Mi cuerpo entero se eriza al escuchar una risa falsa escapar de los labios del odioso. Elena ha comenzado a llorar. 

—¿Cuántas veces vas a humillarte a tí misma?—le pregunta directamente a Elena quien se encoge en el mismo lugar—. Tú me das asco, todo en tí me repugna. Eres molesta, hablas demasiado y haces cosas que no te he pedido. Nunca podría interesarme nada de lo que tengas para darme, no eres mi amiga. Aléjate de mi. 

Camina fuera de la cocina y sube las escaleras.  

—Así es él, no le hagas caso—murmura Enzo intentando reconfortar a Elena. Ella llora desconzoladamente y me lanza una mirada de reproche. 

—Dejaste que me dijera todas esas cosas. 

Me ofendo. 

—Pero si fuiste tú la que se puso en ridículo. 

Enzo hace una mueca. 

—Mejor no digas nada, Tania, no ayudas en nada. 

Nota: De nuevo, un extra que nadie pidió pero lo sentí necesario. Tania tiene mucho para contar. El siguiente capítulo tambien lo narra ella. :")

Pregunta: 

¿Que piensan de este Taeyang? 

:')

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