9: No eres lo que imaginé
Me detuve frente a su escritorio, tenia varias cosas y herramientas pequeñas. La caja enorme en donde va el cerebro del ordenador estaba sobre la mesa. Tenía varias piezas por separado. Todo parecía un rompecabeza.
—Sí.
Toqué algunas piezas para mirarlas, Taeyang estaba observando mis manos. Estaba algo tenso, lo noté en la forma en que sus músculos se marcaban en sus brazos. Después recordé que no le gusta que toquen sus cosas.
—Honestamente sería una carga menos lograr entender esa clase. Me serviría mucho tu ayuda. Gracias— por primera vez me dedicó una sonrisa de agradecimiento. Me quedé embobada en la forma en que sus ojos se entrecerraron. Parecía que brillaban. Era algo difícil de explicar.
Sentí un cosquilleo de emoción.
—No hay de qué—observé su escritorio y el desorden que había—. ¿Tú arreglas estas cosas?
—Sí, puedo armar un ordenador desde cero.
Su voz era algo baja y ronca.
—Eso es impresionante—le dije, volviendo a colocar la pieza en su lugar—. Parece difícil.
Se llevó una mano detrás del cuello y lamió sus labios. Me fijé en el tatuaje del cuello, parecía un dragón.
—Consume mucho tiempo, pero así me gano la vida.
—¿La gente te paga por armar sus ordenadores?—parpadeé emocionada—. Eso es tener mucho talento, Taeyang.
—Lo hago desde los trece años.
—Vaya—susurré mirándolo asombrada. Llevé mis manos detrás de mi espalda y me balanceé sobre mis pies. Observé el techo de su habitación, también habían posters de algunas series animes o películas clásicas por todo el lugar.
El poster de Tony Montana me llamó la atención, tenía un arma y había una frase en inglés: «Say hello to my little friend». Sonreí.
—Si mi padre ve esto se va a emocionar, —le dije. El medio coreano soltó una risita. ¡Qué lindo se ríe!
—Tu padre tiene buenos gustos.
Ambos nos quedamos en silencio por unos minutos. No me sentía incómoda con él pero sí un poco nerviosa, después de un tiempo pensando mal de él por fin lograba entender que solo éramos dos extraños que habíamos comenzado mal.
—¿Y qué me dices de ti? ¿Te gusta lo que estás estudiando? Jin me dijo que quieres ser contable.
Así que, ¿ha estado preguntando?
—La verdad es que desde pequeña he sentido una atracción por los números, siento que en donde obtienes una respuesta directa y correcta es por medio de las matemáticas—suspiro abrazándome a mí misma.
—No podría estar más de acuerdo—murmuró. Aún no podía acostumbrarme a la sensualidad en su voz a pesar de que lo que decía no tenía nada que ver con el tema. Pero debía admitirlo, me ponía mucho escucharlo hablar. Podría estar hablando de cucarachas voladoras o mocos y yo aún seguiría pensando en lo sexy que era.
El silencio volvió a inundar la habitación.
—Bueno, gracias por las gomitas—dije antes de voltearme para salir de su habitación. No quería seguir incomodándolo o algo por el estilo. No deseaba discutir con él. Ya sabes, estaba huyendo por si acaso su humor cambiaba.
Pero no me esperé lo que salió de su boca.
—¿Te gustaría ver una película conmigo?
Me detuve y volteé a verlo. Él estaba detrás de mi, mirándome como un perrito abandonado. No podía decirle que no.
—¿Tú quieres que yo vea una película contigo?
Se rascó una parte del cabello y arregló sus gafas. Sus labios se abrieron y, como si hubiera pensado algo los volvió a cerrar. Era muy tierno.
—O si no quieres, no hay problema.
Dejó caer sus brazos, mientras jugaba con el piercing de los labios.
—Sí quiero.
Levantó la mirada y soltó un suspiro.
—Pensé que dirías que no.
—¿Por qué crees eso?
Se sentó en la cama y me observó desde abajo.
—No lo sé, nunca me hablas.
Abrí la boca indignada. ¿Acaso olvidaba el asunto de la cocina o la terraza?
—¿Perdón? Tú nunca me hablas a mí—lo señalé para darle más drama al asunto—. Entro a la sala o la cocina y tú sales corriendo como si yo tuviera pulgas o piojos.
Soltó una carcajada y escuchar ese sonido hizo que mis piernas temblaran. Estar frente a este hombre tan guapo se sentía como un castigo. Repito, jamás imaginé que fuera así. Me comenzaba a gustar su personalidad. Al principio lo veía callado y antipático, pero realmente era muy caballeroso, educado y hasta divertido.
—Además, cuando hablamos fuiste grosero.
—Pero es que eres muy seria y pensé que yo te caía mal—respondió sin más.
Comencé a negar incrédula.
—¿Me estás diciendo que eras así conmigo porque pensabas que no me caías bien?
Asintió mirándome fugazmente y luego al televisor que quedaba frente a nosotros.
—Exacto.
Yo era seria pero no recuerdo haberlo mirado mal. Tal vez malinterpretó todo y solo se estaba defendiendo, no lo sé.
—¿Y que hay con la tregua que te ofrecí?—cuestioné todavía incrédula.
—Creí que mentías—sacudí el rostro.
—Ay Dios, ¿vez por qué nunca hay que suponer nada? Yo pensando que tú me odiabas y tú pensando que me caes mal. Empezamos con el pie izquierdo—intenté bromear.
—Soy zurdo—susurró. Solté una carcajada y él me observó con una media sonrisa.
Agarré una gomita. Taeyang se movió a un lado de la cama y le dio unas palmaditas para que yo me sentara a su lado.
—Al menos ya sabemos lo que pensamos el uno del otro.
—Ni tanto—murmuré sentándome a su lado.
—¿Y qué es lo que no me has dicho?
Taeyang Kang se echó hacia atrás y se apoyó de sus codos mientras me miraba de una forma juguetona.
Por todos los cielos, no me mires así.
—¿Por qué eres tan serio? —tuve que preguntarle.
—¿A qué te refieres?
—Siempre estabas tan serio y nunca sonreías. Es decir, ahora que estoy hablando contigo pienso que no eres tan malo como pensé que eras, pero cuando te conocí pensé que tal vez eras así de odioso. Además, me dijiste que tenia poco sentido común y otras cosas que no recuerdo.
Hizo una mueca.
—Estaba muy estresado, te pido perdón—solté un suspiro—. Cuando no tengo confianza con alguien intento mantenerme alejado. Es algo que estoy acostumbrado.
—Bueno, tiene sentido—le dije—. Acepto tus disculpas. Y en cuanto a cómo soy, bueno, siempre intento buscar encajar para al menos ser parte de la conversación, odio los silencios incómodos.
—Yo también odio los silencios incómodos, me dan estrés—soltó con un fastidio divertido.
—Honestamente creí que cuando habláramos por primera vez nuestra interacción seria forzada y embarazosa.
Taeyang se encogió de hombros.
—Creo que la línea que mantenía lo raro de lo normal se rompió en cuanto vi el tipo de ropa interior que usas y cuando bebiste de mi bebida energética.
Me reí abiertamente.
—¿Qué? —preguntó.
—No eres nada a lo que imaginé que serías.
Tenía que ser honesta con él. Todo lo que me había mostrado cuando lo vi por primera vez no era más que una capa o una pequeña versión de él. <<La versión seria, fría y antipática de él>>, pensé.
Taeyang volvió a incorporarse y me pasó otro paquete de gomitas. Pegó su rodilla con la mía de forma juguetona.
¿Son ideas mías o está coqueteando?
—¿Y qué fue lo que imaginaste?
Me encogí de hombros y abrí la boca para meter la gomita.
—Pensé que serías el típico chico que sale en novelas: Misterioso, gruñón y asocial.
—¿Y no lo soy? —volví a reírme y un mechón de cabello se movió para tapar mi vista.
Ni siquiera pude reaccionar cuando los dedos de Taeyang acariciaron desde mi mentón hasta mi oreja llevándose consigo el mechón para dejarlo detrás de mi oreja. Un gesto extremadamente íntimo.
Sentí calor en las mejillas.
—¿Y qué soy? —volvió a preguntar. Él ni se había dado cuenta del efecto que causó su toque en mi.
Bajé la mirada apretando mis manos.
—Eres...eh—dije con la voz casi cortada.
Taeyang ladeó el rostro como si estuviera confundido.
—¿Te incomodé?
—No, es que yo...—me quedé muda. ¿Qué iba a decirle? ¿Qué yo era así? ¿Un manojo de nervios que se avergüenza del más mínimo contacto? O ¿será que desde que entré a su habitación lo que nos hemos dicho me hizo darme cuenta de que me gusta estar cerca de él?
Noté que se puso de pie poniendo distancia entre los dos.
—Siento mucho haberte incomodado, no me había dado cuenta de lo que había hecho hasta que lo hice. Lo siento no vuelvo a tocarte—y se inclinó como si estuviera haciendo una reverencia y eso me hizo sentir más avergonzada y culpable.
Me levanté de la cama alarmada y lo obligué a enderezarse. El contacto de su piel envió chispas a la punta de mis dedos y tuve que contenerme porque estaba toda confundida. ¿Qué era todo esto que estaba sintiendo?
—No por favor, no sientas que me has incomodado, es que yo...—volví a quedarme muda. ¿Qué mierda iba a decirle?
—Yo...debería irme—mencionó con voz entrecortada. Al parecer estaba tan avergonzado que estuvo a punto de irse de su propia habitación. Agarré su mano y se giró para mirarme. Parecía algo desesperado por alejarse de mi.
—Por favor, no te vayas de tu habitación. Será mejor que yo me vaya, hablamos luego. ¿Está bien?
No dijo nada, solo volteó la mirada. Me sentí muy mal por la estupidez que acababa de ocurrir, pero yo no sabía cómo actuar. Me sentía como una idiota. Salí de su habitación y me encerré en la mía.
Quería que la cama me tragara y me escupiera al otro lado del continente.
¿Qué mierda acaba de pasar?
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