8: Romper todas las normas
Hoy mi día en la universidad había sido todo un caos. Primero, mi itinerario estaba mal, el horario de las clases y el salón habitual de las misma había sido movidas. Por lo que, estuve perdida la mitad de la mañana. Un chico que ahora no recuerdo el nombre me orientó un poco y se tomó la molestia de llevarme hasta las oficinas. Allí hice que alguien me ayudara y después de la una y media ya estaba en el aula que me tocaba.
Las clases pasaron normales. Tenía dos en la mañana, que lamentablemente, había perdido, y las siguientes dos, en la tarde que habían sido mis favoritas. Cuando tocó mi turno de presentarme, todos se sorprendieron de que tenía diecisiete años, hasta el momento era la más joven de mi clase.
En la clase de matemáticas, el profesor Antonio se había presentado como un filósofo amante del cine y por supuesto, las matemáticas. Pude escuchar a varias chicas suspirar porque ese hombre tenía un porte, así como Robert Downey Jr., combinado con Johnny Depp cuando estaban en sus treinta. Lo que tenia de carismático y juguetón, lo tenía de coqueto. No soy tonta, podía notar cómo repasaba con la mirada a una de mis compañeras.
Parecía un bendito dios griego y yo estaba más que encantada que su clase fuera la última del día.
En cuanto llegué a la casa, el olor que emanaba era delicioso. Nirvana y Jin estaban en la cocina junto a Tania que estaba sentada en el taburete con una libreta frente a ella. Solté mi mochila en una esquina de la entrada y quité mis zapatos. Ya me había acostumbrado a caminar por la casa en calcetín. Se me hacía lógico porque así no se tenía que limpiar todo el tiempo.
En la sala estaba Taeyang y mi instinto de torpeza hizo acto de presencia al tropezar y casi caer de bruces. Sus palabras llegan a mi mente y me tenso. La única persona en notarlo fue Tania que comenzó a reírse en mi cara. Y eso que ella siempre estaba toda seria. Su personalidad se parecía un poco a la de Taeyang. Ambos siempre estaban serios, casi ni hablaban y eran algo misteriosos.
—Zuli, deja los zapatos en el cajón—mencionó Nirvana al verme en la entrada.
—Sí, sí, lo siento.
—Anda, ven acompáñanos a cenar.
Miré brevemente a Taeyang que estaba observando el televisor fijamente ignorando mi presencia y la de los demás. Según lo que me había dicho Nirvana es que él era así. No le gustaba demasiado las conversaciones y que cuando se trata de extraños es muy reservado. Yo pensaba que era un grosero, desinteresado, solitario y algo apático.
Y me había tratado mal.
Me senté al lado de Tania y vi que hacía algunos garabatos en la libreta. Garabatos de un chico que extrañamente se me hacía parecido a uno de los gemelos. Pregunté por Ander a lo que Nirvana respondió que saldría un poco más tarde porque sus prácticas en el hospital serían en la tarde. Jin me guiñó un ojo, pero no me dijo nada.
Cuando la comida estuvo lista todos nos sentamos alrededor de la isla de la cocina. Nirvana y Jin estaban a mi derecha y Tania a mi izquierda, frente a mí al otro lado, estaba Taeyang con su mirada fija en el plato mientras los demás hablábamos de nuestro primer día.
El medio coreano tenia puesto un auricular. Intenté no mirarlo demasiado pero no podía evitarlo. ¿Por qué era así? Él era tan silencioso, ni siquiera notabas que estaba ahí. Era como una sombra o como una figura de mármol. Le miré los labios en el mismo instante que pasaba la lengua para jugar con el piercing que tenía allí.
No podía evitar admirarlo, era demasiado lindo. Uno de sus dedos golpeaba de forma distraída la mesa, mientras jugaba con el tenedor. Luego, se llevó el tenedor a los labios y masticó la comida con pereza. Toda su aura era un enigma. Pero era un antipático, hostil y cruel, no podía olvidar ese detalle.
—Mi profesor de precálculo está como quiere—le mencioné a Nirvana intentando hacer conversación y ella dió varios saltitos en su asiento.
—Oh, es cierto, tengo una amiga que tuvo una clase con él y casi reprueba por estar soñando tanto con él.
Soltó un suspiro.
—¿Es verdad que se acuesta con sus estudiantes? —preguntó Jin desinteresado, removiendo la comida sin mucho ánimo.
—La verdad no lo sé.
—Hace dos años, se filtró una conversación en la que una estudiante lo invitaba a su casa y él la rechazaba olímpicamente. Dicen que después de eso, la estudiante se suicidó. La vergüenza fue demasiado para ella.
Se hizo un silencio y todos volteamos a ver a Tania quien se encogió de hombros después de soltar algo tan impactante y siguió comiendo. No era como si ella fuera muy comunicativa.
—Claro que no se suicidó, solo se transfirió de universidad—dijo Nirvana rodando los ojos.
—Es lo mismo—murmuró ella—. Fue como un suicidio social.
Jin soltó una risita mirándola y después me observó.
—No le hagas caso, a Tania le gusta exagerar todo.
—Oh, ya veo—dije volviendo a mi plato.
—¿Y cómo te fue?—preguntó Nirvana masticando. Evité hacer una mueca porque la gente que hablaba mientras comía me hacían pensar en una cabra y no quería reír. Comencé a relatar la odisea que tuve al llegar a la biblioteca y Jin soltó una carcajada.
—Zuli, pero por qué no lees los avisos—me cuestionó muy divertido. Yo me encogí de hombros.
—No tenía idea de que era una salida de emergencia—le dije. Fue muy vergonzoso porque me había perdido dentro de la biblioteca y abrí una puerta que no debía ser abierta. Fue una locura cuando sonó la alarma de incendios y la gente comenzó a correr fuera del lugar. Al parecer al empujar la puerta también se activaba la alarma.
Todos reían con mis desgracias. Mis ojos detectaron un movimiento. Taeyang Kang había apoyado el rostro en su mano mientras me observaba fijamente. No tenía esa expresión seria, o de molestia de verdad se veía interesado en lo que yo decía. Comencé a tartamudear como imbécil. Nunca me ha mirado así.
—A este paso van a correrte de la Universidad por romper todas las normas—dijo Nirvana negando.
—Es que soy muy distraída—le dije con algo de culpa. No sé por qué, pero volví a mirar a Taeyang, creí ver que se formaba una sonrisa en sus labios, pero aparté la mirada.
—Y ciega—soltó Tania de la nada, la miré con una mueca.
La conversación siguió fluyendo y tocamos temas como el clima, las compras, la economía y las noticias de última hora. Después de un rato, Nirvana encendió el televisor y puso el canal de noticias. A lo que nadie prestó atención porque ahora Nirvana estaba hablando sobre el nuevo romance de una chica de su clase y uno de los compañeros de Ander.
—En otras noticias, la empresaria Sonia Méndez ha tenido un accidente esta mañana. Las autoridades reportaron un accidente en la ruta estatal carretera 215 en dirección norte. Afortunadamente, tenemos la exclusiva del esposo de la señora...
Mi corazón dio un vuelco y mi garganta se cerró. Afortunadamente nadie se había percatado de que mi tenedor se había quedado a medio camino y toda la comida que tenía cayó sobre mi plato. En la televisión estaban pasando la foto de mi mamá. La mujer que se había ido un día de casa y jamás regresó.
Moví mi rostro para confirmar que los demás estuvieran entretenidos hablando. Sin embargo, Taeyang había visto todo y ahora tenía una mirada de confusión, mientras me veía a mí y luego al televisor.
Decidí ignorarlo y enfocarme en lo que el nuevo marido de mi madre estaba diciendo.
—Solo fue un susto, ella está bien y ahora está en reposo junto a su familia.
No podía creer lo que estaba escuchando. Sonia Méndez o, como yo la conocía, Antonia Hernandez Cruz, había hecho aparición. Después de haberla buscado por tantos años, nunca se me ocurrió que tal vez había cambiado su nombre y apellido. Lo único que tenia de ella era esa fotografía de dos extraños con ella al fondo. Lágrimas se acumularon en mis ojos y volví a mirar a Taeyang que ahora se había puesto de pie, como...no lo sé, ¿preocupado?
Antes de llorar frente a todos, me excusé con que tenía que ir al baño y salí corriendo hacia las escaleras. Mi corazón se sentía tan pesado y mi estómago se había revuelto. No podía creerlo. No era posible que después de tantos años ella aparezca así.
Quería vomitar. No me había percatado que estaba en la terraza con las manos apoyadas en la barandilla. Mi mirada estaba perdida en el paisaje mientras gruesas lágrimas caían desde mi mentón. Mis manos no dejaban de temblar.
Me dolía mucho el pecho. Nunca imaginé que una persona que se supone debería protegerte, te abandone sin más. Ella se había marchado un día, con la excusa de que tenía que comprar pan y jamás regresó.
Estuvimos un tiempo buscándola porque a los cinco años yo lo único que quería era a mi mamá. Mi padre, por otro lado, sabía lo que estaba pasando, pero no quería destrozarnos el corazón explicándonos que ella quería tener una vida y con nosotros, no podía tenerla. Estaba furiosa con ella, pero realmente necesitaba escuchar de sus labios la razón por la que me abandonó.
Estaba perdida en mis pensamientos cuando noté una figura alta de cabello oscuro a mi lado.
No había dicho nada, solo estaba allí de pie en silencio mientras los minutos pasaban. En todo ese tiempo no hizo ninguna pregunta, pero mis labios se abrieron de repente.
—Ella es la razón por la que hice mi internado aquí—confesé sin voltear a verlo. Por alguna razón quería hablarlo con alguien.
—¿Es pariente? —reconocí la voz de Taeyang, porque la de él y Jin sonaban muy diferentes. Hasta me sorprendió que estuviera interesado.
—Mi mamá.
—Entiendo—apoyó sus brazos en la barandilla y se inclinó, me estaba observando desde abajo y me sentí nerviosa—. ¿Deseas hablar sobre el motivo de tus lágrimas? Te prometo que soy buen oyente.
—No sé si quiera hablar de ella—fui honesta.
—Puedes hablarme de lo que sea—dijo con suavidad. Me sorprendí mucho, no sonaba al mismo Taeyang que conocí la primera vez.
—Gracias.
Se quedó unos segundos mirándome fijamente hasta que de la nada dijo:—Tengo gomitas. ¿Quieres?
Por alguna razón escuchar eso salir de sus labios me hizo sonreír. Fue algo tan espontáneo. No sé por qué sentía un cosquilleo de emoción al darme cuenta de que él quería compartir algo conmigo. A pesar de que hace poco me dijo que no tocara sus cosas. Me hizo sentir feliz.
—¿De cuáles? —pregunté después de limpiar mis lágrimas.
—Goldbears.
—Nunca he dicho que no a los dulces. Podrías ser un extraño frente a una van blanca invitándome a coger un dulce e iría detrás de ti.
Taeyang abrió los ojos con preocupación.
—Espero que estes bromeando.
—Lo estoy.
—Entonces, ven conmigo—extendió su mano. No tuve más opción que sujetar su mano.
Mentiría si dijera que su mano no me hizo sentir como la chica más hermosa y afortunada.
Bajamos las escaleras y escuchamos el parloteo en la cocina. Me condujo hasta su habitación y soltó mi mano para buscar algo en los cajones. Me quedé de pie porque no sabía muy bien qué hacer. Olvidé mi nerviosismo cuando lo vi girarse con una canasta repleta de dulces.
—No sabes lo feliz que me acabas de hacer—dije agarrando un paquete de las gomitas y abriéndolo desesperadamente. Cerré los ojos para deleitarme con el sabor y cuando los volví a abrir, Taeyang estaba mirándome divertido.
Tragué con dificultad. No había visto esa expresión desde la vez que se burló de mis bragas.
—Lo siento, fue la emoción del momento.
—No, no tranquila, continúa manifestándote.
Volví a reírme porque no sabía qué decir. Taeyang comenzó a moverse por su habitación abriendo y cerrando cajones hasta que se acercó a mí con una botella de agua y servilleta.
—Ten, estos dulces dan mucha sed—entrecerré los ojos. Sabía que la servilleta era para que me secara la cara, aún tenía lágrimas en mis mejillas.
Él permaneció frente a mí, observando cada movimiento de mis manos. ¿Por qué me miraba tanto?
—¿Qué dices? Si solo me he comido uno—respondí a su comentario.
Alzó las cejas de forma juguetona.
—Si eres adicta como dices seguramente te comerás tres o cinco...paquetes.
—Claro que no—volví a decir esta vez con la boca llena porque acababa de meterme tres gomitas de osito a la boca.
Taeyang me señaló—¿Ves?
Moví mis manos restándole importancia y me paseé por su habitación.
Así aprovechaba e intentaba apaciguar mi nerviosismo de estar a solas con él. Su habitación olía a perfume de hombre y algo de yerba. No tenía pinta de fumar. Vi posters de algunas bandas como System of a Down y Linking Park, me gustó eso. También había enciclopedias y libros con números y cosas extrañas. Agarré uno de esos libros para ojearlo.
—Lenguaje de programación—la voz seductora de Taeyang se escuchó detrás de mí. Lo miré sobre mi hombro. Tenía ambas manos en los bolsillos y se mordía los labios de forma distraída.
¿Había algo más perfecto en este mundo? Lo dudé mucho en ese momento.
—Cosa más rara.
—Es bastante difícil, hay que tenerle ganas—murmuró encogiendo sus hombros.
—Nirvana me dijo que tu concentración es en ciencias en computadoras.
Asintió.
—¿Te gusta? ¿Sientes que tomaste la decisión correcta?
Quería saber más de él.
Se detuvo a mi lado y agarró el libro. —A veces no tengo ni idea de lo que estoy haciendo. Me inscribí en varios cursos antes de comenzar la carrera, pero realmente ha sido todo un fastidio. Apenas llevo un año y mis calificaciones dan pena—murmuró desanimado.
—Siento mucho oír eso, pero, si deseas puedo intentar ayudarte.
—¿Sabes algo de algebra?—me preguntó confuso.
—Soy una experta en la materia. Si quieres puedo ayudarte en las tardes luego de clases.
Taeyang dejó el libro donde estaba. Yo seguí curioseando por su habitación.
—¿De verdad? —parecía un cachorrito. Se me encogió el corazón.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro