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38: Ataque improvisado

Para cuando quise darme cuenta las cosas habían tomado un giro tan inesperado en mi vida que apenas noté que había pasado un mes. Todo el mes de octubre había pasado volando. Taeyang y yo no nos hablabamos. Solo nos veíamos en la casa y huíamos como si fuéramos dos imanes con polos iguales que no podían atraerse jamás. 

Obviamente, continuabamos haciendo fiestas en la casa pero Taeyang y Tania nunca participaban. 

Y que en paz descanze mi móvil que nunca apareció. Le pregunté a Daliana si lo habia visto o si Jomar lo había encontrado por casualidad pero me aconsejó que lo diera por perdido. Así que, tuve que conformarme con el que me había dado Jin. 

Por otro lado, Ander había comenzado a salir con Erica y pasaba menos tiempo en la casa. Pero me alegré por él.

Jin, estaba más intenso que de costumbre. Me lanzaba indirectas todo el tiempo. Se me acercaba de forma provocadora y yo huía de él. Discutíamos mucho por esa situación y ya lo tenía como un saco de boxeo. Sin embargo, no lo tomaba en serio porque siempre se reía con diversión cuando me proponía ir a su habitación y porque simplemente era así. Esto era como un juego para él. 

Me concentré demasiado en mis estudios y en los exámenes que apenas me percaté que Tania no salía de su habitación si no era para lo necesario. Intenté interceptarla muchas veces pero me aseguró que estaba todo bien, pero yo sospechaba que no. Estaba demasiado rara,  más callada y con unas ojeras casi rojas bajo sus ojos. Sospeché que Nirvana le quitaba el sueño. 

Nirvana estaba concentrada en un nuevo proyecto en la Universidad y pasaba menos tiempo con nosotros. Pero sí me había invitado varias veces a hacer un video con ella pero me negué porque me aterraba la idea de estar a solas con ella. No tanto por lo que había descubierto en la habitación de Tania, porque ella me hizo jurar que jamás le reclamaría por algo, sino porque le estaba ocultando lo que había echo con su hermano y entendía que estaba mal. Y Nirvana me intimidaba un poco. Bueno, me intimidaba mucho y le tenía miedo. 

Sin embargo, la encontré en la cocina preparando algo de comida y me pidió sentarme frente a ella. Me asusté, pero comenzó a hablar:

—He visto que...ya no estas con Ander—dijo de pronto y me dio una mirada de entendimiento—. Lo siento mucho. 

Asentí un poco confusa, pero después recordé lo que había pasado. Ella creyó que yo salía con Ander. Había pasado tanto tiempo que lo olvidé. 

—No importa, de todos modos no era nada serio. 

—Y...¿estás bien?

Por la puerta entró Jin, acompañado de Ander y Taeyang, quienes cargaban unas bolsas de compra. Y al parecer Jin, escuchó eso último. 

—Claro que lo está, ayer pasó la mejor noche de su vida—me guiñó un ojo y me tensé. 

¿Por qué me pasaban estas cosas a mi? 

—¿Qué?—solté confundida. 

—¿Mejor noche de su vida?—quiso saber Taeyang con una expresión de pánico en el rostro. 

—Ayer pasamos una noche increíble —me recordó Jin, adentrándose a la cocina—. Mis sábanas todavía tienen tu olor.

Soltó un suspiro como si de verdad estuviera recordando algo que por supuesto, nunca pasó.  

—¿Sí?—pregunté todavía confundida. 

Jin negó divertido y dejó un sonoro beso en mi mejilla. Su hermano se había quedado congelado en la sala viendo la escena con horror.  

—No sabía que ustedes—nos señaló su hermana. Y se me hizo extraño porque no se enojó o algo por el estilo—. Tenían algo... 

Entrecerré los ojos. ¿Por qué se había enojado por lo de Taeyang la vez que fui a Puerto Rico con él pero no con Jin? 

—Sí—Jin me pasó el brazo por los hombros—. Gritó tanto mi nombre que hasta el vecino que siempre se queja por el ruido en general, vino a ver si estabámos bien. Y gracias a Dios que no había nadie en la casa porque esta preciosura no es nada tímida en la cama. 

Quise golpearlo en el estómago. 

—Pues que bueno—soltó Ander de la nada, apoyando esta estúpida idea de Jin—. Zuli merece que le borren hasta los traumas del pasado. Y si conmigo no lo logró, pues espero que contigo sí. 

Y la mirada disimulada que le lanzó a Taeyang, me obligó a fruncir el ceño. 

¡Oh por Dios! Esto era un ataque contra Taeyang. 

Era la guerra. Y no sabía si estaba preparada para esto. 

—Chicos no—me interrumpió Jin mirando de forma maliciosa a Taeyang. 

—Conmigo se le ha olvidado hasta su número de seguro social. 

Nirvana soltó una carcajada divertida. Yo no sabía si golpear a Ander o a Jin. 

La mirada que me lanzó el medio coreano me dolió y aparté la mirada. 

—Es cierto—soltó Tania desde las escaleras, era tan silenciosa que ni siquiera la habíamos notado—. Pero, yo estaba intentando pintar, los escuché y cuando fui a tocar la puerta me quedé asombrada por los gritos de pasión. Nunca había escuchado a Zuli gemir tanto el nombre de Jin.

¿Ella tambien se unía a este ataque improvisado? 

Carajo, adoraba a mis amigos. 

—Hicimos un trío—volvió a decir Jin encogiéndose de hombros—pero Zuli se avergüenza de admitirlo por sus principios y todo eso. 

—Es cierto—lo secundó Tania sonriendo ampliamente como nunca lo hacía—. Bonito trasero, por cierto. 

Y a la que se le borró la sonrisa fue a Nirvana que hizo una mueca mirándome de arriba abajo y después volteó a ver a Tania.  

Y no sabía cómo sentirme porque sospeché que ella y Taeyang se lo creyeron. 

(...) 

La casa cada vez se sentía más y más vacía y solo quedábamos el silencio, Taeyang y yo. 

Era un poco raro estar en la cocina y verlo entrar con su cara de pocos amigos. O verlo sentarse frente al sofá con las piernas cruzadas como indio mientras miraba alguna serie anime. Habia notado que era su momento favorito del día. Siempre llevaba una bebida energética en la mano, una pera, un tazón de palomitas, cereal o dulces.  Su expresión era de pura concentración y se me erizaba la piel al notar lo hermoso que se ponía con el tiempo. Su cabello estaba un poco mas largo, casi no utilizaba sus espejuelos.

 Estuve tentada a sentarme muchas veces con él, pero mi orgullo no me lo iba a permitir jamás. Nuestras miradas eran nerviosas cuando lo encontraba en el pasillo, o cuando ambos salíamos al mismo tiempo de nuestra habitación o cuando yo iba de salida y él entraba a la casa. Lo extrañaba. Independientemente de mi dolor, extrañaba a mi mejor amigo. ¿También me extrañaba? 

Pasamos de ser los mejores amigos a ser unos desconocidos y eso dolía mucho. Además, sospeché que estaba enojado, celoso y hastiado por lo que habia pasado la última vez con Ander, Jin y Tania en la cocina. ¿Lo creyó? 

Volví a encontrármelo en la terraza. Ya esto se estaba volviendo costumbre. 

Era mi lugar favorito de la casa. A veces pasaba la tarde entera cuando no habia nadie a mi alrededor, flotaba en la piscina, leía algun cómic, hacía pendientes y hasta chismoseaba con Daliana por mensaje de texto. 

La brisa de la tarde movía mi cabello de un lado a otro, yo estaba fumando, de nuevo y él, que tenía un porro en los labios se acercó a mi. Le dió una calada reposando los antebrazos en la barandilla a mi lado. No me moví, disfruté por un momento el silencio. Nunca, en el tiempo que llevaba aquí lo vi fumando, al parecer, lo hacia cuando nadie mas estaba cerca. 

—Me dijiste que no te gustaba que fumara y tú fumas eso— solté desganada. 

—¡Que hipocrita soy!—dijo con fastidio,—que me lleven preso, pues. 

Fruncí el ceño. ¿Qué le pasaba?  

—Eso quema las neuronas—señalé su boca con mi cigarrillo, separó los labios, mostrándome una agilidad impresionante para hablar con el porro entre sus dientes. 

—Y eso da cáncer—respondió con pereza. 

—Pues eso te vuelve tonto—rebatí. 

—Y eso te deja un olor insoportable—una rivalidad chispeó entre nosotros y volví a mirar el horizonte, ignorando su figura a mi lado. 

—Al menos sé que este olor te hará alejarte—murmuré. 

—Puedes poner un muro con quinientos kilómetros de ancho y seguiría molestándome ese olor. Así que, tendría que derrumbar ese muro para dejártelo saber. 

No podía rebatir algo ante eso, así que, rodeé los ojos. 

—Ah, ¡Qué insoportable eres!—solté pasando los dedos por mi cabeza mientras sostenía el cigarrillo con los labios. 

—Y tú insufrible. 

—Te detesto tanto—solté con molestia.  

—Pero yo te amo, —dijo de pronto, encogiéndose de hombros. Me tensé ante eso último y volteé a mirarlo asustada—. Pero, ¿que le vamos hacer? 

—No hablas en serio. 

Dió una calada a su porro y lo observó fijamente. Sus ojos adquirieron un tinte triste. 

—Es lo mas real que he dicho en diesinueve años. 

Eso me dejó con mucha duda. 

—Entonces, ¿todo lo demas fue mentira? 

Me miró tipo: ¿Ya vas a empezar con lo mismo? 

—No, —soltó rápidamente—estás malinterpretando todo, como siempre. 

Y aquí vamos de nuevo. 

—Ah, entonces, fue cierto—dije soltando todo el humo por la nariz en una risa nasal—. Bien, te creo, ahora llama a tu ex novia o lo que sea que sea ella de ti y dile que nos acostamos mientras estabas con ella, a ver qué te dice—le sonreí de forma falsa. 

—Te dije que no estábamos juntos. 

Miré el cielo.  

—Es cierto, eres tan idiota que crees que estoy ciega por ti y voy a creerte. 

—Nunca he dicho eso. 

Pero eso era lo que estaba pasando. Estaba muy dolida. Ni siquiera me importaba que la palabra "Te amo" haya salido de sus labios. No podía creerle. Estaba tan herida, tan ciega de dolor que no pude. 

—Nunca vas a perdonarme, ¿verdad?—quiso saber mirándome de medio lado con un brillo de tristeza en los ojos. Asentí. 

—Lo que hiciste no tiene perdón—solté de mala gana—. Todo lo que sale de tus labios son muchas mentiras. Eres como un saco de mentiras. 

Volvió a dar una calada a su porro y permaneció en silencio. 

—Admito que perderte fue lo peor que me ha pasado en la vida. Tanto como amiga y como una posible...

<<Novia>> dijo mi cruel mente.  

—Pero, ¿qué le vamos hacer?—Me encogí de hombros adoptando una actitud relajada.

—Por favor—lo escuché susurrar. Volví a mirarlo. Había apagado el porro, su mano alcanzó mi cigarrillo y de nuevo, lo vi quitarlo de mis labios, lo apagó y lo lanzó al vacío—. Perdóname, Zuli...

—¿Sabes que me duele más que el hecho de que me hayas mentido?—decidí por una vez ser completamente honesta con él. Lo vi negar—. Que incluso preguntandote dos veces, decidiste que mejor te lo guardarías para verme la cara de estúpida. 

Entendió a lo que me refería. 

—¿Por qué estás tan obsecionada con eso?—preguntó incrédulo. Como si su cerebro no pudiera entender algo extraño frente a él. Ni siquiera con un maldito mapa o con palabras especifícas lograría entender.

—Porque algo los une, y ese algo me molesta demasiado. Como una piedrita que jode todo lo demás.  

—Que no tengo nada con ella, ¿vas a seguir con lo mismo? 

—Sí, voy a seguir con lo mismo, porque ella te besó—exploté como pensé que no volvería a hacerlo—. Ella te besó un minuto después de salir de tu habitación. Y no la alejaste. Eso fue lo más bajo que pudiste haber echo. Incluso, si me lo hubieras explicado en la habitación tal vez yo habría entendido, pero dejaste que me enterara así, que me sintiera humillada porque todos notaron lo que pasó entre nosotros. Todos me vieron hundirme en la miseria por ti. Y tú solo permaneciste allí con sus labios unidos a los tuyos. 

—Zuli...me tomó por sorpresa. 

—Nunca, durante las siguientes dos semanas se te ocurrió disculparte—dije con un tono ronco. 

—Lo intenté, —soltó mas enojado—. No me dejaste hablar, no me escuchaste. Estabas tan ciega en tu molestia, que no me diste la oportunidad...

—Te la di. ¡Maldita sea!—levanté dos dedos—. Dos malditas veces. 

Se llevó las manos a la cabeza contrariado y comenzó a caminar de un lado a otro. 

—Esto es absurdo—dije yo separando las manos de la barandilla, —no somos una mierda para seguir discutiendo. — Comencé a caminar fuera de allí. 

—Claro, es absurdo porque al parecer, importa lo que tú sientas y lo que crees. Estas tan ciega que no vez que quiero poder resolver todo ese conflicto.

—Un conflicto que no se va a resolver jamás porque no me dirás lo que te ata a ella. 

—Joder, que ya lo hemos dejado, ya no hay nada entre nosotros. Todo terminó. Terminé con esa relación para siempre.  

—Pues muchas felicitaciones—levanté los pulgares con burla—que todo te salga bien. 

No le gustó eso porque dio varios pasos en mi dirección. Me quedé allí mismo y apreté la mandíbula. 

—Estas tan ciega, Zuliney—volvió a decir sacudiendo el rostro—. No puedo creerlo. No de ti. 

—Lamento, nuevamente no ser la sumisa que esperaste que fuera. Lamento no ser la ciega que se quedó contigo apesar de tu engaño. 

De nuevo se quedó en silencio. Y se fue de la azotea dejandome allí con la impotencia y el dolor asentuandose en mi pecho. 

Me dolía mucho pero tenía que superarlo. Lloraría por las noches y en la mañana, despertaría con más fuerza. Esa era mi idea de sanar, pero claro...

 A mi cuerpo como que a veces se le olvida. 

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