36: Superar todo
El sonido de pequeñas campanitas azotando con la pared a un lado de la puerta me despierta de mi distracción. Hace unos minutos Tania me envió a la farmacia para comprarle más pintura y le hice el favor porque ella estaba echa un desastre. Tenía el cabello desordenado, ropa manchada de pintura y ojeras bajo sus ojos. Desde hacía bastante tiempo que no la veía de ese modo. Sin embargo, no quería decirme lo que le ocurría.
Yo podía ser paciente y si tan solo tenía que hacerle compañía o favores, lo haría porque éramos amigas. Me lo había demostrado muchas veces cuando fuí a su habitación a llorar sobre sus sábanas también manchadas de pintura. Ella solo me escuchaba mientras me hacía compañía. Nunca escuché de su parte un comentario negativo o un regaño.
Cuatro días pasaron desde mi última conversación con Taeyang. Kimi se había marchado el martes en la tarde, ví lágrimas en sus ojos y no miró al coreano en ningún momento. Sospeché que había ocurrido algo entre los dos, pero no pregunté. Me despedí de ella frente a la puerta y cuando por fin desapareció dentro del taxi, me giré para mirar a Taeyang.
Él dio media vuelta y se marchó. Sacudí el rostro. No iba a pedirle explicaciones porque no éramos nada, ni siquiera debería sentirme preocupada después de lo que me había hecho. Pero esa pequeña parte de empatía en mí me decía que fuera a su habitación.
Pero, ¿para qué?
Nuestra amistad se había arruinado y me sentí peor al darme cuenta de eso. Si tan solo no me hubiese enamorado de él. Si tan solo no me hubiese acostado con él, todo sería mucho más fácil. Yo no me sentiría así y Kimi no estaría con el corazón destrozado sospechando que el amor de su vida la engañaba con una perra.
Pero lo hecho, hecho estaba y me recriminaba todos los días por ser de esa manera. Por ser una romántica, por ilusionarme tan rápido y por el estúpido hecho de que me guste mucho Taeyang.
Porque era mi maldita debilidad.
Es que, el simple echo de imaginar mi propia historia de amor con un coreano me estremecía y el que fuera mitad latino, lo hacia mucho más atrayente.
<<Pero el otro coreano te prometió una historia erótica con sexo desenfrenado y tríos. ¿Y si termina gustándote más que lloriquear en cada esquina por el traidor?>>
Pateé ese pensamiento intrusivo al fondo de mi mente. No debía pensar en Jin de esa manera. Era mi amigo.
En fin, cuando compré todas las pinturas que creí que Tania necesitaría, regresé a la casa caminando, tan solo quedaba a unas cuadras. Solté mis zapatos y los metí en un cajón que Nirvana había colocado para mantener la entrada organizada.
Ella también actuaba extraño y no sabía qué rayos le ocurría. Quise preguntarle varias veces, pero decidió que sería mejor fingir una sonrisa frente a mí. Y como siempre hacía, desvió toda la atención a otros temas. Me había percatado que así era ella, nunca demostraba sus emociones y cuando lo hacía, se ponía muy histérica e insoportable. No habíamos vuelto a discutir, no quería eso, sobretodo con lo que había pasado antes de que me fuera a Puerto Rico con su hermano.
Por otro lado, Ander, estaba más pendiente de mí. Me llevaba cómics o se sentaba a mi lado en las noches para ver películas en la sala. Además, me había buscado muchas veces a la puerta de cada clase y volvíamos juntos a la casa. Me había confesado que estaba interesado en una chica de su clase, Erica Finn. La había conocido un día en el que fuimos a la cafetería del lugar. Era bajita, con el cuerpo proporcionado, cabello rojo y algunas pecas adornando su bonito rostro. Lo más que me llamaba la atención eran sus ojos azules, parecidos al color del cielo en un día soleado.
Teníamos pocas cosas en común pero me pareció que mi amigo se estaba enamorando de ella. Y me sentí feliz y nostálgica al mismo tiempo, al menos se correspondían y por lo que parecía, no habían secretos entre ellos. Al menos por parte de Ander, que era tan transparente, tan bueno, tan gentil y amable. Tenia todas las cualidades de alguien que sería un buen novio y que se convertiría en un excelente enfermero. Alguien al que podía recurrir si necesitabas hablar o para que te curara alguna dolencia con sus remedios caseros. Obvio, también aplicaba sus conocimientos en enfermería.
Cuando veía a Ander con Erica, que todavía eran amigos no podía evitar pensar en los momentos que yo había compartido con Taeyang.
En cierto modo extrañaba su amistad. Los momentos de quedarnos dormidos en su cama y cuando me despertaba acariciando mi cabello para que me fuera a mi habitación porque si Nirvana nos pillaba podría malinterpretarlo. O cuando teníamos discusiones tontas cuando le intentaba dar tutorías y él recostaba su cabeza sobre los libros y me decía que era un caso perdido. También recordé una vez que fuimos a una fiesta, casi obligados por Jin y en ese lugar bebimos tanto que cuando regresamos nos quedamos dormimos en las escaleras.
De vez en cuando pensaba en los momentos en los que paseábamos por la ciudad en su auto, cuando nos llenabamos tanto de dulces que acababamos con dolor de estómago o simplemente, cuando intentaba explicarme cómo jugar a la consola. Incluso, pensaba los momentos en los que nos encontrábamos en la cocina y él prefería sentarse a mi lado para mirarme en silencio mientras yo devoraba mi comida o le hablaba sobre un cotilleo de pasillo.
Nunca le dije lo que sentía por él y cada cosa que hacía, por más inocente que fuera me obligaban a enamorarme de él. ¿Cómo evitarlo? No podía, era demasiado perfecto. Hasta que pasó:
<<"—Pero los amigos no se besan.">>
<<"—Pero nosotros sí vamos a besarnos.">>
Y cuando me besó supe que nada volvería a ser igual...hasta que la burbuja de la magia alrededor de mi cuerpo se reventó y vi con una expresión de horror, cómo había sido engañada.
Sentí un pinchazo en mi pecho.
Sacudí el rostro alejando el pensamiento y detecté un movimiento en la cocina. Jin.
En la encimera reposaba ese batido raro verde y tenía las manos apoyadas sobre la isla de la cocina mientras miraba su móvil. El móvil vibraba encima del mármol y eso provocaba un ruido de zumbido y al mismo tiempo, lo movía ligeramente.
Respiraba agitadamente y tenía una expresión de confusión. Me acerqué a él, no me hizo caso, eché un vistazo a su móvil. ¿Qué podría tenerlo así de alterado?
La pantalla se iluminaba con un nombre: Hanna.
—¿Vas a —me interrumpió.
—¿Por qué me está llamando? —preguntó vulnerable y detecté un brillo diferente en sus ojos —. ¿Debería preocuparme? ¿Debería responder? ¡¿Qué mierda hago?!
Estaba sumido en el montón de pensamientos.
Apretó los puños todavía encima de la isla de la cocina. Se veía demasiado afectado. Su exnovia todavia lo inquietaba y me dió algo de molestia que ella lo llamara después de cortar con él sin explicaciones. Solté las bolsas al suelo y me posicioné a su lado. Llevé una mano a su espalda y acaricié esa zona en un gesto de apoyo.
—¿Qué quieres hacer? —pregunté ladeando el rostro.
—Quiero responderle, salir corriendo a donde sea que ella esté. Olvidar todo lo malo que pasó entre los dos.
Respiró por la boca y mordió su labio inferior. Ver ese gesto me hizo pensar en Taeyang y bajé la mirada. No la habia superado y yo, tampoco había superado a su hermano. Era demasiado pronto.
Extrañaba tanto a mi medio coreano que dolía. No sabía si lo último que me había dicho había sido una promesa, pero como no había echo nada supuse que había mentido, de nuevo. Ya no sabía qué pensar. Recordé su carita hermosa haciéndome ese gesto de corazón con los dedos. ¡Ay, mi hermoso y prohibido Taeyang!
<<¡Que no es tuyo, loca! >>
—Pero... —intenté animarlo a contarme porque detrás de su expresión y de todo eso, había un 'pero'.
—No puedo volver a eso.
Se quedó un momento en silencio, el móvil había dejado de vibrar, sin embargo, volvimos a escuchar el zumbido. Jin hizo una mueca.
Una de tristeza.
Jamás la había visto. Jin era como el payaso de la casa, siempre alegre, idiota, animado, con una sonrisa que derrite hasta la chica más dura y su porte de chico coqueto. Pero esta vez vi más. Ni siquiera pensé que lo vería de esta manera después de su propuesta. De la que supuse que seria como una venganza hacia Kimi y Taeyang.
Sin embargo, lo entendí. Él buscaba de alguna manera olvidarla a ella, a Hanna. Y en el proceso, quería ayudarme. No obstante, era incorrecto, no podíamos nunca hacer algo así. Estaba mal. El mundo entero lo vería mal. Mi familia lo vería mal. No podía simplemente hacer todo aquello con el hermano de Taeyang. Y apesar de lo que me habia echo, yo no era capaz de herirlo así.
Vi uno de sus muros derrumbarse. Cada uno de nosotros lucha contra algo que los demás no vemos. Cada uno, a su manera busca, continuar con su vida, pero a veces las circunstancias nos hacen detenernos, retroceder o avanzar. Todo depende de la fuerza de voluntad.
Jin era una persona que a simple vista dirías que su vida es perfecta, que no hay nada que lo altere, lo ponga triste, o lo haga enojar. En la superficie de todo aquello, Jin no era más que un chico con unos buenos genes y actitud divertida ante el mundo. Coqueto y libre para expresar sus gustos por el sexo. Porque sí, lo había notado. Pero en lo más profundo, habia una tormenta de sentimientos arremolinandose en su interior. Y quise llorar por él. Jin ocultaba todo eso bajo una sonrisa ladeada.
—¿Quieres...decirme lo que significa? —le pregunté aún acariciando su espalda. Quería demostrarle que yo tambien podía escucharlo y que podía confiar en mi.
—La impotencia, debilidad, tristeza —dijo simple con los dientes apretados. Volvió a tensar sus músculos—. No lo demuestro pero siempre he sido un chico sensible. Uno que se conforma con mirar desde la distancia la felicidad de alguien mas. De los chicos a los que llamas y dejan todo lo que está haciendo para ir corriendo donde ti. Un chico que pone de lado todos sus sentimientos y objetivos para complacer. Un chico al que, si le pides el cielo te lo baja. Si le pides una estrella, te la compra.
Me derritió y me puso triste en partes iguales.
—Y... ¿Qué harás? —esta vez levantó el rostro y me miró.
—No puedo responder.
—No lo hagas entonces, si eso que pasó entre ustedes todavía te duele y no quieres volver a sentir la impotencia, debilidad y tristeza; bloquéala.
Asintió y elevó la barbilla.
—Tienes razón —soltó un suspiro y agarró el móvil y lo vi teclear cosas—. Si quiero superar todo esto, tengo que poner de mi parte.
Supuse que la estaba bloqueando. Me giré para llevarle sus pinturas a Tania. Antes de alejarme por completo escuché a Jin:—¿Me abrazas?
Volví a girarme y me acerqué a él para rodearlo con mis brazos. Me apretó fuerte contra su pecho y sentí que dejaba su barbilla en mi cabeza. Estuvimos en silencio por unos minutos.
—Gracias Zuli, ojalá, mi hermano se dé cuenta de lo increíble que eres. Y no siga estropeando todo.
Solo pude asentir. Después soltó algo que me dejó impactada.
—Ojalá te hubiera conocido antes. Así te habrías fijado en mí porque de una cosa estoy seguro—al separarnos, me levantó la barbilla, escaneó mi rostro y se detuvo en mis ojos—. Yo habría luchado por ti, yo sí te habría echo feliz y jamás en la vida te habría fallado como él lo hizo.
Le di una mirada triste. Sus palabras eran hermosas pero no quería escuchar eso de él. No era Taeyang.
—Gracias por esas palabras, Jin Kang.
Dejó un beso en mi mejilla y asintió. Volví a girarme y comencé a subir las escaleras.
—¡Mi propuesta sigue en pie!—me gritó desde la cocina, solté una carcajada. Idiota.
Cuando llego a la puerta de Tania supongo que esta tirada en el suelo con una crisis porque no tiene musa o lo que sea que deben tener los pintores para crear algo nuevo y original. Entonces, empujo la puerta lentamente y lo que veo me deja asombrada.
Tania estaba recostada en la cama con un cuerpo encima de ella. Es una chica y la conozco muy bien. Ambas compartiendo un beso tan apasionado que inmediatamente me siento fuera de lugar e intento retroceder.
Pero claro, yo tenía que ser torpe y mi amiga tenía que tener un desorden en su habitación porque el montón de cuadros a un lado de la puerta, comienzan a caer al suelo. El ruido las separa y ambas me observan asustadas.
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