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3: Tuyo

—¿Jin? —solté entrando a la cocina. Jin como siempre llevaba ropa de gimnasio y un batido verde reposaba en la encimera. Nadie quería saber el contenido de ese batido porque se veía raro y asqueroso.

El gemelo que me caía super bien tenía una banda en la cabeza que le movía el cabello hacia atrás y estaba inclinado sobre una de las gavetas. Así que lo primero que vi en cuando llegué fue su trasero muy bien formado. Después me percaté del desorden que había en la isla de la cocina.

—Intento hacer desayuno-soltó una risita y no pude evitar acompañarlo.

¡Joder qué guapo era!

Sus músculos se tensaban al acomodar las cosas en la encimera. No estaba segura, pero supongo que me pilló mirándolo porque me dio una guiñada, lo que me hizo ruborizarme.

Desde hacía casi tres semanas que ya me había establecido en esta casa y por el momento, me llevaba muy bien con Nirvana, Ander y Jin. Con Tania había un poco de evolución porque desde hace una semana y media se sentaba a mi lado en el sofá a mirar los comics. En ocasiones ella hacía comentarios relacionados a lo que estaba leyendo y yo le hablaba sobre mis teorías. No se lo había dicho aún, pero me gustaba nuestra pequeña interacción, me hacía pensar que podíamos en convertirnos en grandes amigas.

Sin embargo, con el otro hermano gemelo no tenía avance. Lo único que hacia Taeyang Kang era evadirme. Cada vez que yo entraba a la sala o a la cocina, él se iba o cuando todos nos reuníamos en la terraza él hacia lo contrario a lo que nosotros hacíamos. Por ejemplo, si estábamos haciendo una parrillada, él estaba en la piscina o si nosotros estábamos en la piscina él estaba fuera sentado en uno de los asientos con auriculares puestos.

A veces notaba que me miraba, pero estaba serio. Así que, no tenía idea de qué pensar.

Parecía inalcanzable, frío, con cara de pocos amigos y solitario. Era como si lo único que le gustara fuera la soledad. Me tenía bastante intrigada, pues no podía evitar seguirlo con la mirada cuando caminaba desde la entrada a las escaleras. Y su porte al caminar era tan seguro y único. Yo a veces babeaba mirándolo.

No sabía si era culpa mía el hecho de que no me hablara porque nuestra primera interacción no había sido del todo espectacular, pero pienso que tampoco había sido desastrosa. Es decir, yo había entrado a su habitación sin avisar, lo interrumpí en lo que sea que haya estado haciendo, pero al final me disculpé.

—Si necesitas ayuda solo pídela-mencioné mientras me subía las mangas para lavarme las manos. Estábamos demasiado cerca y mi cuerpo estaba reaccionando a nuestra cercanía, aunque no era a propósito, creo.

—Es que no encuentro el batidor. Le he dicho mil veces a Nirvana que deje de mover las cosas y aun así lo hace.

Mientras decía eso, su cuerpo se acercó al mío, apresándome contra la encimera mientras buscaba en el cajón a un lado de mi cabeza. Me paralicé. Soltó una risita y bajó la mirada.

—No está aquí—dice en un susurro. Dios mío, nuestros rostros estaban cerca y podía sentir su olor a jabón de afeitar. Su cuello se veía apetecible y sus labios se elevaban en una sonrisa malévola.

¿Qué clase de demonio es él?

No podía creer lo que estaba pasando.

Nunca me había dado un indicio de que le atraía o algo por el estilo. Quizás estaba jugando conmigo. Pero...joder, mi corazoncito se me iba a salir del pecho con tal adonis pegado a mi cuerpo. Y no hablo de pegado tipo: a pulgadas de distancia, hablo de que estaba pegado a mí con toda su parte frontal unida a la mía. Y por si no lo había mencionado, traía ropa para hacer ejercicio, por lo que, pude sentir algo duro entre sus piernas cerca de mi cintura.

Oh. Por. Dios.

Ambos nos quedamos mirándonos fijamente hasta que logré escabullirme debajo de su brazo para tomar distancia. Así tipo Bella, cuando Gastón le pide que se casen, la diferencia es que no lo tire por las escaleras. No había ninguna, jé.

—Vamos a buscarlo—dije sin mirarlo y abrí el primer cajón al otro lado de donde él estaba. Ahí estaba la batidora.

—¿Cómo lo encontraste tan rápido?

—Ni idea.

Agarré la máquina para hacer café y la encendí.

—Me dijo Nirvana que ayer fueron de compras. ¿Se te hizo fácil encontrar todo?

Me encojo de hombros mientras le doy la espalda para llenar la tasa de agua. Sentía que mis mejillas ardían, pero culpé al buen clima que hacía. Afuera el sol estaba en su máximo esplendor y a lo lejos se escuchaba el claxón de autos.

—Sí, gracias—llevé la taza hasta la cafetera y la vertí dentro, decidí hacer una segunda taza por si Ander se despertaba.

Ander casi nunca estaba en la casa, pero las veces que decidía acompañarnos la pasaba muy bien. Me sentía demasiado cómoda con él y ya nos habíamos contado algunas cosas personales. Esos momentos con él eran divertido porque siempre hacía chistes y le gustaba verle al lado positivo o gracioso a las cosas. Hace unos días me confesó que probó el café que dejé en la máquina y le encantó.

—Me alegra mucho.

Se detuvo frente a mí y dejé de hacer lo que estaba haciendo para mirarlo con incomodidad. No había notado que llevaba una barba disimulada de dos días. De hecho, no había notado nada más que la cercanía que ambos habíamos tenido hace unos minutos. Sus ojos me dejaban muy claro lo nervioso que estaba. Levanté una ceja. ¿Por qué un chico tan apuesto estaría nervioso por mí? No es que me considerara la más fea del barrio, pero tampoco era Kim Kardashian.

—¿Qué vas a hacer esta noche?

Esa pregunta me tomó, definitivamente por sorpresa.

—¿Yo? —Me señalé como una tonta mientras la cocina abordaba el delicioso olor a café.

Soltó una risita y apartó la mirada. No sé por qué, pero se me hizo tierno. Aun no me había acostumbrado a su rostro todo hermoso. Pero cada vez que lo miraba a él, pensaba en su hermano. No estaba muy acostumbrada a interactuar con gemelos.

—Sí, tú Zuliney. Me gustaría que fueras al teatro conmigo.

Me sentí muy alagada.

—¿Entonces?

—Claro, vamos—y en cuanto dije eso, Ander, Nirvana y Tania entraron de repente a la cocina.

—¿A dónde vamos? —preguntó Nirvana mientras buscaba tres platos hondos y los dejaba en la isla de la cocina.

Tania me pasó por un lado y sin decir nada abrió cajones y sacó cereal y cucharas. Ander se estiraba y bostezaba mientras agarraba una taza de café y se servía de la cafetera. Era un caos en las mañanas porque todos tropezábamos cuando pasábamos por la nevera porque la distancia no era tan amplia entre esta y la isla de la cocina.

—Iremos al teatro—dijo Jin antes de que yo pudiera decir algo.

Nirvana masticó con la boca abierta y soltó: —Perfecto, no tengo nada que hacer esta tarde-miró a Ander—. ¿Vienes Ander?

Ander que todavía no sabía en qué planeta estaba, bebió lentamente el café y se rascó el pecho y luego el pelo, al final respondió: —Claro.

Mire a Ander con ternura, aún tenía pasta dental seca en la mejilla y su cabello casi rubio estaba todo desordenado. Cuando probó el café soltó un suspiro, dijo algo sobre lo delicioso que me había quedado esa mañana. Luego, me dio un beso a un lado de la cabeza y después me desordenó el cabello de forma cariñosa. Casi lo golpeo.

—¿Y tú Tania?—preguntó Nirvana después de girar los ojos al darse cuenta de que su hermano Jin que ahora estaba al otro lado de la isla de la cocina, la fulminaba con la mirada.

—A mí ni me miren, yo no salgo a esas cosas—respondió sin más.

—No me entendiste, Vana—Jin se dirigió a su hermana y nos señaló—. Voy con Zuliney. Ella y yo, solos. Como en una cita.

—Pero yo quiero ir—hizo pucheros.

—Pues otro día será—dijo tajante. Jin se hizo una coleta porque tenía el cabello de ese largo y acomodó sus espejuelos.

—Ander quiere ir, míralo, está agotado porque tuvo doble turno—Ander masticó una galleta que encontró en uno de los cajones y asintió lentamente pero confundido.

—Pues que duerma—volvió a soltar Jin Kang en un tono cansado.

—Pero Zuliney quiere que yo vaya con ella, me lo dijo esta mañana.

Levanté ambas manos cuando Jin volteó a mirarme buscando apoyo.

—Me avisan lo que vayan a hacer.

Dije saliendo de la cocina.

Hoy no teníamos tareas en la casa, pero me apetecía lavar mi ropa. Llegué hasta mi habitación y busqué toda mi ropa sucia y la dejé en la canasta. Mi padre me había llamado así que le devolví la llamada y hablamos al menos media hora. Nuestras conversaciones nunca iban más allá que solo cosas básicas.

Después de un rato, salí con mis auriculares bailando al ritmo de la música y justo en el momento en que lo estaba dejando todo en la pista de baile. La puerta de Taeyang Kang se abrió.

Nuestras miradas se encontraron. Yo ya había dejado de bailar, el calor subió a mis mejillas y giré la cabeza. Él no se había molestado en hablarme. ¿Para qué rayos yo me molestaría en saludarlo? Así que, ignorándolo como un culo seguí caminando con mi canasta llena de ropa hasta arriba. La lavandería estaba a una cuadra cerca de la casa. Así aprovecharía y tomaría el sol de la mañana.

—¡Ey! —dijo desde atrás. No me quería detener por que llevaba prisa y, además, que yo sepa no teníamos nada de qué hablar.

Lo ignoré.

—Zuliney—volvió a llamarme.

¿Cómo sabia mi nombre? Ah, cierto, se lo dije hace tres semanas.

—¿Qué quieres?

—¿Esto es tuyo? —y mi boca casi traspasa el suelo. Taeyang Kang, el chico antipático que me hacía sentir vergüenza de mi propia existencia venia por el pasillo con una braga mía en su mano.

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