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27: Mintió

Cuando abrí los ojos, Taeyang estaba frente a la computadora jugando a un juego.  Se veía que habia caído la tarde cuando mire la ventana.  

Sus dedos se movían de manera experta por encima del control, los audífonos le cubrían los oídos y estaba tan concentrado que mordia su labio inferior, el cual se escondía detrás de sus dientes superiories, en un gesto inocente. Era tan apuesto. Se veia ligeramente inclinado, con los codos apoyados en las rodillas. Una posición incómoda.  No se había percatado que, desde hacía ya unos minutos, su teléfono no dejaba de sonar. Me tomó al menos unos minutos, recordar todo lo que había pasado, porque todo me llego tan de golpe que las náuseas se afincaron en mi estómago. Recordaba mi salida con Jin, el alcohol, Taeyang hablándome y al siguiente segundo, desnudos.

¡Santa cachucha!

¿Qué era lo que había hecho?

Me incorporé sintiéndome de repente asustada con miedo a que todos se enteraran de lo que yo había hecho. ¡Era una pecadora!  Ni siquiera podía entender el sentimiento que me abordó en aquel momento. Sentía como si mi pecho estuviese siendo comprimido y de repente, el aire en esta habitación se sintiera toxico.

Una sensación de culpabilidad se instaló en mi pecho y por más que intenté quitarlo de mi mente, no lo pude hacer.

Sentía que el haber cruzado la línea entre Taeyang y yo, había estropeado todo. El celular seguía sonando con la entrada de notificaciones. Eche un vistazo, ponía el nombre de Nirvana pero solo salia su nombre muchas veces. Ya sabes como cuando le pones la opción de ocultar notificaciones aunque te salga quién lo envía. Sospechoso, Taeyang, muy sospechoso. 

 Y con algo de dificultad me puse de pie, intentando al mismo tiempo cubrir mi cuerpo o buscar mi teléfono, el coreano volteo su rostro. Algunos mechones desordenados, rostro impecable, espejuelos de plata y solo un pantalón corto de esos que se utilizan para hacer ejercicios.

—Zuli.

Me congelé cuando lo escuché.

Ni siquiera sabía que decirle.

—¿Estas bien?—insistió, esta vez quitándose los audífonos y dejándolos en el escritorio. Se puso de pie y ver su figura, tan alta, tan demandante e imponente, logró hacer que mis sentimientos por él se afincaran como las espinas de una rosa que se incrustan en la piel. O cuando tocas un captus con espinas; sabes que te va a doler y aun así lo haces.

¿En qué momento me había enamorado de él? ¿En qué momento me había lanzado por el precipicio sin nada más que mi corazón? Sin casco, sin protección, sin paracaídas.

—Hemos cometido un error—dije asustada.  

El solo hecho de pensar que ya era tarde para cualquier negación a mis sentimientos, me daba dolor en el pecho. 

—No se ha sentido así para mi—llego hasta mi y sujetó mi mano. La llevó hasta su pecho y la dejó encima para que yo sintiera lo rápido que latía su corazón. Una de sus manos alcanzó mi mentón y lo acarició—. No ha sido un error y lo sabemos. 

—Taeyang—pude decir, intentando retroceder. Lo impidieron sus agiles manos al rodearme por la cintura y pegarme a él. Se inclinó un poco para tener su rostro a mi altura. 

—No huyas por favor—volvió a decir con un tono de súplica. Ni siquiera se veía su actitud de siempre que era seriedad, cara de pocos amigos e indiferencia hacia todo. Esta vez vi más que eso. Al verdadero, Taeyang. O eso pensé. 

—No podemos, esta mal, tu hermana—volvi a decir. Sus ojos seguian en los mios, y su rostro se contrajo en una mueca. 

—Ella no puede decirme de quien enamorarme. 

Me quedé congelada, incrédula. ¿Habia dicho eso? ¿De verdad eso habia dejado sus labios? 

—¿Estas enamorado?—la sorpresa adornando mi cara. Eso cambiaba muchas cosas. 

—Estoy irremediablemente enamorado de ti, Zuliney Zayas.  Mi pequeño tornado, siempre tan torpe, tierna, hermosa y algo mandona. 

Solte una risita. 

—Despues de lo que ayer, ya no quiero estar lejos de ti. Quiero tenerte conmigo todo el tiempo.  Acabar la universidad juntos, y largarnos de este país a donde tú quieras. 

Despues de decir eso, acercó su boca a la mia y jugo un rato, antes de abrirse paso dentro de mi boca. Su lengua hizo contacto con la mía y sentí fuegos artificiales recorrerme todo el cuerpo. Era un condenado experto en hacerme olvidar todas mis inseguridades. En algun momento me había arrebatado la sábana y volvía a estar desnuda. Sus manos apretando esta vez mis nalgas. Pude sentir el bulto que comenzaba a formarse entre sus piernas. Su olor a jabón de afeitar y su piel blanca y limpia me obligaron a soltar un suspiro. 

—Nunca voy a cansarme de ti, eres mi debilidad. 

Y la manera en que lo dijo me hizo estar segura de una cosa.  De verdad se había enamorado de mi, al igual que yo de él. Pero la maldita piedrita en el pie seguia recordándome que me estaba ocultando algo. Pero, ¿sería algo que yo pudiera manejar? ¿Era malo su secreto? ¿Era algo que no debia darle importancia? 

Tenía que salir, respirar, pensar.  Rompí el contacto de nuestros labios y dando un paso atrás volví a cubrirme con su sábana. Ladeó el rostro como si no entendiera nada. 

—Eh, —sujetó mi brazo al intentar pasarle por un lado. Me sentí como un chihuahua asustado—. ¿Me vas a decir por qué huyes? ¿Hay algo mal? ¿Sucedió algo?

Me negué zafándome de su agarre. Su rostro reflejaba algo de desconcierto, y sus cejas se hundían.

—Debo irme—dije con seriedad.

¿Por qué carajo estaba huyendo? No sabía, pero tenía que salir. 

—Dime, ¿que está mal?

Volví a negar. 

—¿Te lastimé o algo?—la preocupación adornando su rostro. Me sentí muy mal por él. 

Continué negando intentando retroceder, pero el agarre, no disminuyo, más bien aumento donde esta vez tuvo éxito al jalarme contra su pecho. Otra vez. Mis piernas temblaron ante la cercanía. Mis manos continuaban agarrando la sábana con fuerza y apretando mi móvil. Como si el simple gesto evitara que mi corazón palpitara desbocadamente y saliera a su encuentro. Pero Taeyang me volvía un Bambi recién nacido. Me temblaba hasta el alma de tan solo respirar su aroma. 

—Por favor, hermosa—me lo dijo en un tono que derretiría a un océano de chicas—. Zuli—elevó mi mentón y acarició mis labios con un pulgar—, ¿que tienes? 

El ocultaba algo. Algo importante.

—¿Qué es lo que me estas ocultando? —pregunté casi en un susurro. Hizo una mueca ante mi pregunta y jugó con el piercing en el labio —. ¿Por qué la gente me dice que me aleje de ti?

Se quedó un momento en silencio. Luego, su boca se abrio. 

—¿Cómo?

—¿Estas ocultándome algo?

Esta vez, su agarre perdió fuerza. Y con ojos entornados me observó.

—No oculto nada—dijo de golpe, con molestia. 

Mintió.

Y me dolió darme cuenta de que las palabras de Tania eran ciertas. Taeyang jamas me diría lo que ocultaba. Jamas escucharía de su boca la verdad. 

—¿Estás seguro? —pregunté dando un paso en su dirección. Volvió a retroceder, mirando a todas las direcciones, menos a mi—. Mientes. ¿Por qué estas mientiéndome? 

—¿Quién te ha metido cosas en la cabeza?—ignoró mi anterior pregunta. 

—Entonces ocultas algo.

—Responde.

No respondí un carajo. 

—El día que decidas ser honesto espero que no sea tarde.

Sali casi corriendo de su habitación, y la persona que vi en el pasillo, me hizo tensarme. 

¿Por qué seguía olvidando que en esta casa vivía más gente?

Ander me observó con los ojos bien abiertos. Su habitación quedaba a un lado de la mía y apenas iba saliendo. Ninguno dijo nada por unos segundos. El casi rubio solo me repasó discretamente con la mirada y sus cejas se elevaron en una clara expresión de que entendía lo que había hecho.

Me sentí avergonzada de que me pillaran en un momento así.

De repente escuchamos la voz tan animada de Nirvana que quizás venía subiendo las escaleras, y entré en pánico.  Ander terminó por salir de su habitación aún mirándome con curiosidad y....corrí a mi puerta, por alguna estúpida razón no abría. Moví el mango de la puerta con desesperación.  Entonces recordé que la había cerrado con llave antes de irme a la discoteca o el lugar ese al que fui con Jin Kang.

Me rendí. No sabía donde estaba la llave. Ambos volteamos en dirección a las voces. 

Nirvana venia acompañada de alguien más. No la reconocí porque no la había visto, pero ambas se quedaron pasmadas al verme. 

—¿Zuli? —dijo con los ojos bien abiertos, y después vio a Ander que seguía en el mismo lugar, congelado por la situación. Quizás sabia cómo se ponía Nirvana así que solo se quedó allí, quieto. Muy quieto. Tan quieto que quise acercarme y tocarle el pecho para confirmar si respiraba—. Ander, te lo tenías bien calladito, ¿eh? —volvió a decir Nirvana en un tono jugueton. 

Ander y yo nos tensamos, yo seguía con la maldita sábana de Taeyang y estaba rezando internamente para que no se diera cuenta que tal tela le pertenecía a la cama de su hermano.

La imagine dándose cuenta y pateándome como en la película de los Espartanos. Solo que en vez de caer por ese agujero bajaría directamente al infierno porque acababa de dormir con su hermano. Y ella era mi amiga, y eso estaba mal en el maldito código de amigas que me acabo de inventar.

—¿Qué? —dijimos el futuro enfermero y yo.  

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