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18: A solas

Estaba buscando algo de comer cuando el ruido de la puerta me obligó a enderezarme. Ander acababa de entrar y se me quedó mirando.

Me giré rápidamente.

—¿También me vas a ignorar a mí? —soltó de manera dramática—. Nos has estado ignorando a todos desde el viernes pasado.

No dije nada.

—Y ya pasó una semana.

—No es asunto tuyo–dije de mala gana.

—Pues es mi asunto porque ya me cansé que actúes de esta manera. Más que tus compañeros de casa, somos tus amigos. Jin y Nirvana no paran de hablarme de lo preocupados que están por ti porque no estas comiendo. Tania está de mal humor todo el tiempo y Taeyang está más aislado de lo normal, lo que equivale a que también se preocupan por ti.

Escuché sus pasos acercarse lentamente. Me abrace a mí misma para intentar desaparecer y mi cuerpo comenzó a temblar.

Todo lo que acababa de decir era cierto, yo me había comportado como una completa idiota. Pero en mi defensa acababa de enterarme de algo que no había logrado procesar bien. Sentía que si alguno de ellos se acercaba más de lo normal me derrumbaría y no me sentía preparada para hacerlo. Prefería huir y no enfrentar que quedarme y sufrir. O eso creía.

Estaba huyéndole a la inminente catástrofe que se formaría en mi interior en cuanto hablara de lo que había pasado.

Lo entendía, sabía que lo estaba haciendo mal y ellos no tenían la culpa, pero desde pequeña me crié de esa manera. Mantenía en mi interior el dolor, la indecisión y todo lo que me hacía sentir incómoda o triste. Nunca me consideré ser así de abierta, de expresar mis sentimientos tan cómodamente. Aún se me dificultaba esto de tener amigos porque a pesar de que en Puerto Rico estaba rodeada de personas jamás fueron tan cercanos como lo eran ellos.

—Todos estamos aquí para ti Zuliney, —Ander se detuvo frente a mí y con una mano sujeto mi mentón y lo levanto–. Mírame, estoy aquí para ti.

Mis ojos se llenaron de lágrimas.

Con Taeyang tenía que fingir que no me estaba enamorando de él. Con Tania tenía que fingir que no tenía sentimientos por alguien del que me advirtió que no sintiera nada. Con Jin tenía que pretender que era la chica dulce, lista y comprensiva. Y con Nirvana tenía que fingir ser la chica divertida que ocultaba sentir cosas por su hermano.

Sin embargo, con Ander no tenía que fingir.

Sus brazos me rodearon en un fuerte y cálido abrazo y mis piernas se debilitaron. Comencé a llorar como si todo lo que reprimí durante toda esta semana estuviera esperando por él para salir. No sabía cuánto tiempo había pasado, pero poco a poco mi llanto se volvió silencioso y se me dificultaba respirar. Ander no me había soltado en ningún momento y ambos estábamos sentados en el suelo.

Después de un rato nos separamos y levante la mirada.

—Gracias por estar aquí.

—Y voy a estarlo siempre. Desde que te conocí te has convertido en una de mis mejores amigas. Jamás conocí a nadie como tú—comenzó a limpiar mis lágrimas y me miro a los ojos de manera muy tierna—. Eres especial Zuliney. Sea lo que te esté doliendo quiero que sepas que nunca le diré a nadie si decides contarme.

Si Ander fuera un dulce, probablemente sería un malvavisco.

Ambos subimos a mi habitación y allí le conté todo lo que estaba reprimiendo en mi interior. Incluso, le conté más allá de lo que pensé que le diría.

Esa tarde Ander supo más de mí que cualquier persona en todo el mundo. Y por primera vez, se sintió bien.

No me había dado cuenta de que me quedé dormida hasta que unos golpecitos en la puerta me hicieron abrir los ojos con dificultad, estaban hinchados por el llanto y me ardían.

A mi lado, Ander que estaba entretenido leyendo uno de mis mangas, se levantó y avanzo hasta la puerta, yo me iba a incorporar hasta que vi por el hueco que hacia el cuerpo de Ander y el marco la puerta a Taeyang.

—¿Qué ocurre? —susurró Ander, disimulé estar dormida porque no quería enfrentarme al chico del que me estaba enamorando.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Taeyang de mala gana. Ander que siempre estaba de lo más relajado se puso a la defensiva.

—Es mi amiga y también puedo estar aquí.

—¿Ya te contó lo que le ocurre? —no escuché nada de parte de Ander—. ¿Qué fue lo que pasó?

—No voy a decirte, cuando ella quiera hablará contigo.

—¿En serio ya te dijo? —podía escuchar el dolor en la voz de Taeyang, me sentí mal por él. Me odié en ese momento.

—¿Qué pasa? —me incorporé de la cama pretendiendo que me había despertado. Ander lo observó fijamente y Taeyang me miró con tristeza.

—Quería saber cómo estabas.

—Estoy bien.

—¿Estás segura? —volteó a ver a Ander y a mí.

—Sí.

—¿Podemos hablar? —asentí.

Ander aún nos miraba. Por un momento me arrepentí de contarle lo que sentía por Taeyang.

—A solas—volvió a decir Taeyang mirando a Ander seriamente. El chico solo levantó ambas manos en señal de rendición y retrocedió.

—Vale, me iré pero si quieres pasar el rato y seguir hablando conmigo ven a mi habitación—dijo mirándonos a ambos.

—Está bien.

Taeyang lo miró de una manera extraña como si estuviera enojado con él por alguna razón.

—Dime—fue lo que dije acurrucándome en mi cama. Mi ropa se componía de un abrigo que él me había regalado y unos pantalones cortos. Sentí su mirada.

Taeyang se veía incómodo, estaba en medio de la habitación con las manos metida en sus bolsillos. Tenía una camisilla que dejaba ver un pequeño tatuaje situado en la línea de la clavícula y un pantalón corto. Iba descalzo, como siempre.

—¿Por qué te quedas ahí parado? —pregunté finalmente—. ¿Eres un palo ahora?

El medio coreano sonrió de medio lado y cerró la puerta.

—Todavía tienes sentido del humor, supongo que ya no estas enojada conmigo.

Cuando se sentó a mi lado aplastando las sábanas con su trasero dije: —¿Y por qué iba a estar enojada contigo?

—¿No estabas enojada conmigo por impulsarte a reunirte con tu mamá?

Comenzó a jugar con ese piercing que yo tanto quería probar.

—No, Taeyang. ¿Te dí esa impresión? —agarré su mano y me sorprendió que quisiera entrelazar nuestras manos y se quedó mirándome.

Diosito, ¿haló? Soy yo de nuevo.

—Lo siento tanto, no fue tu culpa. Nada de lo que pasó en esa reunión fue tu culpa—murmuré y solté un suspiro. No, no quería decirle. Ya Ander lo sabía. Con eso bastaba.

—No quiero perderte.

Y en cuanto dijo eso volteé a mirarlo fijamente. Ambos no estábamos demasiado lejos el uno del otro, pero me asustaba la manera en que la distancia iba desapareciendo.

—Yo tampoco quiero perderte.

Nuestras manos aún estaban entrelazadas. Mi corazón aun palpitaba con fuerza y en mi estómago revoloteaba mariposas. Su rostro seguía acercándose lentamente mientras sus ojos se concentraban en mis labios.

—Por favor, no. —Dije soltándolo y alejándome rápidamente.

¡Taeyang iba a besarme!

—¿Por qué no puedo besarte? —dijo de pronto. Directo y sin tacto.

Yo que me había puesto de pie me le quedé viendo.

¿Hablaba en serio?

—¿Tú quieres besarme? —me señalé.

—¿Por qué eso es tan difícil de creer? —preguntó poniéndose de pie.

—No lo sé, ¿tal vez porque nunca me has dado algún indicativo de que quieres besarme?

Me crucé de brazos mientras lo veía acercarse. Luego, sin darme tiempo para procesar, me agarró por la cintura. La parte coqueta de Taeyang me asustaba, pero me emocionaba mucho. No era propio de él coquetear tanto pero había notado de que conmigo todo le salía tan natural.

—Yo quiero besarte todo el tiempo—me dijo acercando su rostro al mío. Había una sonrisa que casi nunca mostraba. Esa de cuando estas pensando en algo que te gusta mucho. 

—Pero los amigos no se besan—intenté hacerlo entrar en razón a pesar de que yo también quería besarlo.

—Pero nosotros sí vamos a besarnos—me respondió y acto seguido, unió nuestros labios en un cálido y delicado beso.

Lo que sentí en el estómago era algo inexplicable. Temblaba por la emoción y nerviosismo y sentía cómo las mariposas revoloteaban por todo mi cuerpo.  Casi me desmayo por todas las sensaciones. 



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