14: Alien haciendo yoga
Unos toquecitos en la puerta me traeron de vuelta a la realidad. Me había metido tanto en el proyecto, que perdí la noción del tiempo. Dejé de observar la computadora para mirar la puerta.
—Adelante —dije en voz alta. La puerta se abrió y la carita de Taeyang se asomó por ella.
— ¿Se puede? —preguntó muy serio.
Hice un gesto con la cabeza para que entrara y seguí escribiendo. Desde mi cumpleaños nos hemos vuelto más cercanos. Y pensar que al principio parecíamos odiarnos. Bueno, no era que su actitud asocial o fría hubiese cambiado mucho pero ahora parecía estar más cómodo conmigo.
Tae recorrió mi habitación en completo silencio, como lo hacía todo el tiempo.
—¿A qué vienes? —pregunté distraída—. Pensé que estabas en la piscina.
—Me aburría sin ti —soltó con desánimo caminando por mi habitación. Me reí. No podía creer que se aburriera con Ander y Jin, las personas con mejor humor en la casa.
—Nunca voy a entender tu concepto de diversión —le respondí, ojeando unos papeles.
—Dormir, comer dulces, ver películas, palomitas, helado, música, soledad, dormir... —contestó algo incrédulo, como si yo no entendiera nada.
—Vale, te gusta mucho dormir.
Sentí el flash del móvil y me giré para encararlo.
—¿Qué se supone que haces?
Su móvil apuntaba en mi dirección.
—Te tomo una foto —respondió casual.
—Tú con tus rarezas—giré los ojos.
—A lo mejor mi móvil detecte un fantasma en la habitación, uno nunca sabe—murmuró y siguió explorando mi habitación.
Lo vi detenerse frente al estante donde había flores artificiales, muñecos de lana, figuritas de astronautas, maquillaje, algunos perfumes y esmalte de uñas. Agarró la figurita del alien y le sacó una fotografía, el sonido del click sumándose a la habitación.
—Es una figura bastante peculiar —lo sacudió en el aire.
—Es un alien haciendo yoga —respondí, volvió a dejar la figura donde estaba.
—Se parece a ti—susurró.
Lo escuche toqueteando algunas cosas.
—Este huele bien, ¿es el que usas todo el tiempo? —en su mano tenía un perfume con olor a frutas—. Huele delicioso.
—Es mi favorito —le respondí.
Soltó un suspiro extenso y se posicionó detrás de mí. Se sentó en la cama y apoyó su barbilla en mi hombro. La distancia entre mi escritorio y la cama no era mucha, por eso lo sentí demasiado cerca.
—¿Qué haces? —su pregunta erizó mi piel. No podía entender cómo no era consciente del efecto que tenía en mí.
Su rostro se movió a un lado y practicamente descansó su mejilla con la mía.
Yo me tensé, pero logré responder:—Estadísticas sobre las ganancias y pérdidas de todo el año de una farmacia X. Debo leer todos estos informes y pasar estos números —señalé la computadora —. A otro programa para llegar al total.
—Suena complicado—respondió en voz baja.
Nos quedamos por un rato en la misma posición, yo siendo consciente de la cercanía y él, tarareando tranquilo.
¡¿Cómo es que no está tan alterado como yo?! Intenté respirar con tranquilidad, pero mi rostro entero estaba enrojecido.
—Seguro tienes estrés —susurró. Se alejó acariciar mi cabello. Le he dicho que no haga eso, aunque no le he explicado la razón.
Le pasé una cinta para que mejor lo recogiera en una coleta. Hizo el intento, pero sus dedos se enredaron. Tuve que explicarle nuevamente cómo hacer una coleta.
—Se me enredan los dedos, es tan complicado —se quejó volviendo a intentarlo. Solté una risa desganada.
—"Todo es complicado, no entiendo, esto es tan difícil, Zuli" —imité su voz, pero me salió raro.
Me jaló el cabello con algo de fuerza, pero no tan brusco, sino que, lo hizo para molestarme. Me quejé dándole un manotazo.
—Pues no te burles, hago el intento, ¿ok? —me respondió con un tono duro, solté una carcajada.
—¿Me acabas de jalar el cabello a propósito? —cuestioné soltando un jadeo —. ¿Quieres pelear? —le mostré mi puño —. Esto es lo que va a impactar tu rostro si me vuelves a jalar el cabello.
—Ahora relájate, Dios, ni hacerte un masaje puedo, eres muy arisca, como un gato—me dijo frustrado.
Me parece tierno que me compare con un gatito y suelto una risita tímida.
—Callejero —volvió a decir en voz baja —. Y rabioso.
Mi boca se abre.
Me intenté girar para reclamarle, pero colocó sus manos en mis hombros. Me tensé, pero cada movimiento hizo me ayudó a relajarme. Elevé el rostro. Me mostró una sonrisa con los labios pegados mientras me masajeaba. A medida que me seguía apretando, sentí un cosquilleo en mi entrepierna.
Mis piernas se apretaron entre sí.
Así no se suponía que tenía que relajarme.
—Tae... —susurré.
—¿Hmm?
—Gracias —me mordí los labios. Solté un suspiro a medida y apoyé mi cabeza en su abdomen firme —. Serás mi masajeador personal.
Sus ojos se entrecerraron ligeramente, mostrando una expresión que no había visto hace tiempo; una de picardía: —Vale.
«¿Por qué eres tan guapo». Quise preguntar, pero solo lo observé en silencio.
—Vamos por un helado, llevas todo el día aquí. Necesitas relajarte —su gruesa voz causó estragos en mi interior. Es solo una invitación, pero no puedo evitar pensar en lo peligroso que es seguir pasando tiempo juntos.
Y me hago consciente de mis sentimientos y en mis deseos porque estoy sintiendo algo en medio de mis piernas que no debería sentir por un amigo.
Intento la vieja confiable que es excusarme.
—Tengo que terminar esto.
—Yo te ayudo, pero primero vamos a por un helado de vainilla con caramelo, como te gusta —se inclinó para dejar un beso en mi frente, algo que jamás ha hecho y que nos sorprende a ambos. Se incorpora rápidamente y camina hasta la puerta, tal vez evadiendo mi mirada.
Bueno, creo que ya no iremos por esos helados.
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