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"Solo una mirada tuya ¡Una sola! Es todo lo que pido antes de cerrar mis ojos para siempre... Mirame hasta mi último minuto, odiame hasta que la vida se acabe."







Lunes 6:30 am. Aparece en la biblioteca llevando tras su hombro una mochila con estampado de animal print, en su mano un gran vaso de malteada que acaba tirando antes de entrar a leer, libros referentes a la danza, nada que ver con lo que él escogería para pasar una hora entera leyendo entre el agradable olor a libros viejos y la magnífica paz que solo una biblioteca de tal magnitud te podía dar.

Martes 7:00 am. Recorre el campus con calma escondiendo su cabello bajo la capucha de su holgado suéter. Sus clases están por empezar mas se desvia hacia un aula que no esta en su horario tener en por lo menos medio año mas. La puerta dice "Nikiforov Viktor" y la abre sin tocar antes, la confianza se siente, a Yuri parecía relajarle parar con su ex tutor de no ser por escuchar los gritos de un felino defensivo. La visita no dura mas de diez minutos y termina con una melosa despedida de la voz del peli plata y un portazo del rubio.

Miércoles y jueves, 7:30 am. Los días mas agridulces.
Lo ve llegar en ropa deportiva como siempre con un par de audífonos colgando en sus oídos, las manos resguardadas en los bolsillos de su chamarra y una paleta de caramelo en la boca. Sus aulas quedan una frente a la otra, tienen la misma duración y salen al mismo tiempo hacia otro edificio, hacia otra clase.
Entre la multitud se pierde o eso cree al ver que espera a que toda la avalancha de personas se vaya, aguarda a que todos abandonen en salón y entonces sale.

Viernes, 7:15. Se atrasa un cuarto de hora, o eso le dicen y lo corrobora después al verlo caminar con prisa. Lleva entre los brazos un par de libros, demasiados para que alguien pudiese necesitarlos ese día y parece protegerlos contra su pecho cuidándolos de la interperie. Por alguna razón le pareció tierno.

...

10:35 am. No hay rastros de él.

Internamente se debatió entre entrar a la boca del lobo -literal- o dejar que su amado bolígrafo sufriera los estragos de un Jean entrado en su estado de reflexión, pero, podía hacerlo sin masticar su amado objeto, uno que le obsequió Michele antes de partir a Italia.

--Hermano, vas a romperlo si sigues --Emil se preocupó tanto por su bolígrafo como por su mejor amigo y este último pareció romperse antes, metafóricamente hablando...

--Te compraré otro --por ahora no podía parar de mordisquearlo cada tanto esperanzado de ver al causante de su pensar pasar por el campus. Y no es que estuviese ansioso sino que, desde su pubertad en la que sus caninos comenzaron a brotar con mas énfasis la necesidad de morder cualquier cosa se hizo presente, calmaba el constante temblor de sus dientes, su alfa se relajaba y su incomodidad se iba. Ahora pasada esa etapa la costumbre permaneció usando lo que estuviese a su alcance para mantener sus colmillos ocupados del deseo de clavarlos en el cuello de Yuri Plisetsky.

--¿Por qué no hablas con él? Es más, lo haré yo cuando lo vea --porque para eso estaban los amigos ¿no? Los mejores amigos.

--Fue él quien casi me deja sin herencia, sabes

--Wow, es rudo entonces --lo que daria por haber pospuesto sus vacaciones solo para ver tal espectáculo.

--Rayos... --como si fuese alguna clase de invocación al hablar de él apareció. Llevaba una gran chaqueta con grandes letras en el frente con la leyenda Rusia y con los colores de la bandera de ese país, pantalones holgados y su típica mochila en el hombro.

Se despidió del checho y salió tras él ¡Era su oportunidad! Debía serla después de nueve intentos fallidos de hablar con el rubio de felina mirada. Tenía que disculparse en nombre de Isabella, decirle que no fue su intención insultarlo y que debían comenzar con el pie derecho como si el incidente de la cafetería no hubiese pasado. Sin embargo, la lengua del canadiense se desconectaba de su cerebro y hablaba por si sola. Decirle "gatito" en su primera conversación arruinó más las cosas y se llevó de paso un odio mayor de omega.

--¡Yuri! ¡Gatito! --y claro, su estupidez prevalecía. De pensarlo mas detenidamente sabría porque el ruso le lanzó un libro de historia a la cara, se crispó diciéndole las mil maneras en las que moriría si no lo dejaba en paz e intentará asfixiarlo con sus audífonos durante la última semana.

--Pierdete Leroy --Yuri siseó sin detener su paso y en cambio su velocidad aumentó, faltaban demasiados metros para llegar a su aula y supo desde el primer día en el que recibió clase de Lilia que esa vieja bruja con cara de limón agrio metido en el culo iba a representar un gran reto, la anciana enseñaba de maravilla no lo podía negar pero era tan estricta y disciplinada que un misero minuto de retraso hacia su clase te hacia merecedor a las practicas mas severas que te hacían desear no tener tendones para desgarrarte. Y él llevaba quince minutos tarde. Así que, lo que menos quería era un estúpido alce siguiéndolo.

Inconscientemente giró la vista situándose en Jean que pareció seguirle el paso y por un momento creyó que aventajaba su caminar mas esta idea era ridícula, nadie le ganaba a él.

--¿Te gusta lo que ves? --inquirió con media sonrisa plasmada en sus labios al darse cuenta de la mirada de Yuri. En cambio el ruso chasqueo la lengua dispuesto a lanzarle una patada al irritante imbécil a su lado.


Pero toda acción se quedó en el olvido.

--¿Yuri...?

Detuvo sus pasos al igual que el rubio confundido por el abrupto parar. Y Yuri no contestaba, sus pupilas se contrajeron y sus finos colmillos salieron a relucir ante un gesto defensivo que señalaba amenaza ¿Pero a qué?

--Yuri-chan --volvió a insistir con un timbre de voz más relajado intentando apaciguar el cambio de chico, sin embargo al captar la pesadez de la atmósfera comprendió el porqué. Su alfa entró en estado de alerta en automático mientras veía pasar a toda prisa a un omega huyendo, herido y apestando a otro alfa, un alfa en celo.

--Bastardos... --el tigre en su interior gruño de ira, se paseaba en lo profundo esperando sacar las garras y atacar al infeliz alfa en cuanto lo viera,  y al hacerlo Jean se interpuso entre ellos e interrumpió el primero de sus pasos.

Era alto, alrededor de un metro noventa, de torso ancho y piel pálida, azabache y de bonitos ojos miel que seguirían igual de hermosos de no ser por la opacidad en ellos debido a su estado. El omega no perdió detalle y por instantes pensó que encontrarlo en otros medios no le hubiese parecido un alfa de temer. Ahora, verlo con el mentón manchado de sangre que no le pertenecía le hacia recordar no estar cerca de seres tan viles.

El instinto te domina, saca lo peor de ti, lo mas salvaje. Te hunde en una espiral de sensaciones.

--Markus, amigo ¿Sabes quien soy? --Jean trató de razonar con él con gesto calmo y todo fue en vano, menudo idiota, él mas que nadie debía entender su instinto y dejar que las cosas pasaran ¿No? Era parte de su naturaleza y en vez de ello, al no encontrar raciocinio en su amigo esparció su propio aroma alrededor marcando territorio propio, uno en el que Plisetsky se encontraba.

Pareció protegerlo como su fuese su omega...

La sola idea le dio comezón en el cuello, quemó de incomodidad y un nuevo chasquido se hizo presente.

--Bro, no me hagas hacer esto --esta vez su modo alfa creo un tono mas grave en su voz haciendo estremecer a su tigre que se encogió en un pequeño minino y ronroneó. La amenaza no le afectó al alfa, sus ojos permanecieron fijos sobre el cubierto cuello de Yuri creando un golpeteo de sus colmillos que anunciaban su deseo de marcarlo como propiedad, tal y como hizo con aquel omega.

Yuri dejó caer su mochila hacía el suelo esperando el primer ataque, fiándose de su agilidad felina para esquivarlo y contraatacar. La diferencia de estatura y fuerza era aplastante mas no se dejaría vencer, no seria el juguete desechable de nadie... Ningún otro alfa tendría en derecho de tocarlo como lo hacia Él.

Por desgracia, el pequeño omega obvio lo que literalmente se encontraba enfrente suyo y en cuando Markus dio un paso mas hacia él Jean no dudo ni un segundo en atacarlo.








--Mnm... --repasó con la vista la docena de golosinas frente a él esperando tomar la correcta, la que llenaría su sistema del azúcar que tanto ansiaba desde hacia tres días. Si no comía un misero chocolate o alguna galleta moriría, y debía hacerlo antes que él llegara.

--Te perdiste de pasillo, este no es el de frutas y verduras --la voz de Otabek detrás suyo le hizo parar cada acción de su cuerpo justo en el momento en que sus manos acapararon una gran bolsa de malvaviscos cubiertos de chocolate.

--Tsk --a pesar de ello el omega se negó a soltarla y en cambio la aferró a su pecho como si se tratara de un gran tesoro a resguardar y giró sobre sus talones encarando a su alfa.

--Dame eso, bebé, no es parte de tu dieta --debió hablarle bonito mas no pasó desapercibido el puchero que sus labios creaban al fruncirse y levantarse. Ah, quería besarlo

--Me importa un demonio la dieta, esa vieja puede irse al carajo y meterse sus reglas por el...--por fortuna el kazajo lo cayó con un beso a tiempo antes que de esa linda boca salieran mas improperios. En cambio, Yuri fue soltando las golosinas para enredar ambos brazos alrededor del cuello de Otabek.

--Eso te pasa por llevar pirozhkis al ensayo de ballet, esas bailarinas no tienen el mismo metabolismo que tu, engordaste a sus alumnas

--Ellas ya estaban gordas antes que llegara --se excusó sin éxito, llegó a un punto mas alto en la escala de adorabilidad que el alfa tenia de él y fue suficiente para repartir un millón de besos sobre su rostro en pleno pasillo del supermercado. Y sólo paró ante la alerta de sus sentidos.

No fue a causa del peligro sino la sensación de ser observado y así fue, a pocos metros de ellos otro omega apareció simulando hacer sus compras habituales de no ser porque su atención en vez de fijarse en él lo hacia en Yuri. La mirada reflejada no daba a entender nada mas allá del odio y lo comprendió después de ver el collar sobre su cuello como clara señal de propiedad de algún otro alfa.

Yuri siguió la mirada del Otabek y también lo encontró. Fueron pocos los segundos en los que sus miradas se cruzaron, sin embargo su omega interno sollozó en una agonía compartida con el otro, la envidia lo golpeó y la tristeza acabó matándolo. Inconscientemente sus manos se empuñaron alrededor de la chaqueta de su alfa antes de hundir el rostro contra su pecho en busca de refugio.

--Odio esto... --olía a miedo, la desesperación inundó sus fosas nasales y aunque no fuesen para él sino para Beka de igual forma quiso ayudarlo. Pero todo acabó con el marchar del omega.

--No podemos hacer nada por él --Yuri juró escuchar el gruñido de su alfa en el interior por la impotencia. La injusticia sobre los omegas era cosa de todos los días, un acto tan normal que casi nadie reaccionaba mal a ello ni se inmutaba--. Sabes que yo jamas haría algo que te denigrara así

--Lo sé... Tuve suerte de tenerte, pero quiero irme de aquí... No soportó ver esto --el confort llegó en una caricia firme recorriendo su espalda.

--Nos iremos, te llevaré lejos, lo prometo...





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