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Isabella Yang había notado cierto brillo en su rostro, brillo que no debería estar ahí por ningún motivo y que debía erradicar a como diera lugar. Restregó la suave esponja impregnada de maquillaje en polvo y lo esparció cual mascarilla sobre su rostro con ayuda de un redondo y pequeño espejo.

--JJ ¿Escuchaste el rumor de ese ruso?

—¿Qué rumor? --el alfa estuvo más centrado en revisar su celular buscando entre sus pistas de música la indicada para reproducir. Ver a Bella atiborrandose de plastas de maquillaje era lo menos atractivo que vería en una mujer o cualquiera que se atreviera a usar esas cosas para alzar su belleza.

--Dicen que un ruso de nuevo ingreso llegó a la clase de Nikiforov y le hablo 'bonito' si sabes a lo que me refiero, dicen que es su omega ¿Puedes creerlo? --ese hombre era sensualidad con su peculiar acento ruso, siempre que se giraba para dejar sus apuntes en la pizarra era un agasajo verle toda la retaguardia, que un niño lo tuviera para él era todo un desperdicio.

--Mhn... --trató de procesar la información, verle el lado extraño pero no. Bella solo exageraba--.¿Y por qué tanto chisme sobre eso?

--¿Como qué por qué? Todos querían estar con Viktor, tenían esperanzas de tenerlo --y claro que no ventilaría el que se sumara a esa lista, después de todo ella tenía a JJ... o algo así--. Los compadezco, pobres, de seguro su relación con ese omega debe ser arreglada, oí que en Rusia eso es normal entre familias de prestigio

--¿Y lo has visto?

--¿Que cosa?

--Al chico ¿Ya lo viste?

--Mi vida ¿Por qué crees que estamos aquí? --Ahora el alfa entendió porque lo arrastró por medio campus hacia una de las cafeterías del norte. La comida de la universidad era "pobre e insípida" a sus palabras por lo que, el estar ahí solo significaba una cosa.

Y... ¿Como sabría que ese chico estaría en ese sitio justo?
Su cara interpretó por si sola su pregunta y la azabache no tardó en captarla y agregar con gesto triunfal

--Viktor viene aquí todos los lunes, si esta aquí su perra debe seguirlo ¿no crees?

Se creó un gesto de desacuerdo en el rostro del canadiense y fue suficiente razón para no querer estar presente en nada más del circo que se crearía, menos al ver a Nikiforov cruzar animadamente la puerta arrastrando a alguien, "al chico ruso" hacia una de las mesas.

No le prestó atención, guardó su celular en uno de los bolsillos delanteros de sus jeans y besó a Isabella en la mejilla. --Quedé de verme con Emil a... --sus palabras se quedaron a medias por la súbita sensación que sacudió todo su cuerpo de forma electrizante. Como si fuese un golpe directo en sus sentidos, le aturdió, por instantes olvidó las reglas básicas de todo ser humano y no supo como respirar con normalidad, no sin marearse ante tan abrumador aroma.

Uno que provenía en la dirección de Viktor...

--Vitya ¡Joder! dije que no quiero, demonios --el rubio por fin se liberó del brazo de su ex tutor, maldito infeliz, desde hacia metros atrás le dijo que no se le daba la gana comer nada ni por más dulce que fuera. Su estomago estaba hecho un vuelco desde esa mañana, de seguro si comía algo lo devolvería asquerosamente.

--Pero Yuri, no quiero comer solo --lloriqueó pasando uno de sus brazos alrededor de su cintura. Solo ahí y gracias a las nada discretas exclamaciones de los presentes se dio cuenta la escena que se malinterpretaba.

--¡Sueltame idiota

Una mujer captó su atención, la maldita sin ningún tipo de discreción mantenía su celular enfocado en ellos, mas en él que en Viktor, su cara de zorra bastaba para saber que utilizaría lo que sea que estuviese tomando como chisme.

--¡Hey! Vieja bruja, dame eso --exigió. Dio varias zancadas en su dirección y esta de inmediato se escondió detrás del cobijo de un alfa. Era más alto, obviamente mas corpulento y le importó un demonio la imponencia de su aroma. De igual forma lo encaró con gesto altivo.

Yuri Plisetsky no se intimidaba ante nadie ¿Por qué razón debería hacerlo? Bajar la mirada no estaba en sus habituales gestos, no conocía la sumisión y moriría antes de ser domado cual animal salvaje solo para ser domesticado para fines egoístas de otros.

Pero. Esa ocasión, lo que sintió tras toparse con unos intensos ojos azules no estuvo lejos de llamarse intimidación. Su mirada le incómodo, el brillo que emanaba le hizo sentir urticaria en el cuello y por momentos quiso quitarse la bufanda y rascarse hasta sangrar.

Jean le sonrió de medio lado, nada extravagante, un lindo gesto pese a que la Beta detrás de él le hablaba en voz baja pidiendo golpearlo. Ella había comenzado con su tonto juego, pero la reacción de ese chico vaya que le sorprendió.

--Quitate --demandó. Desvió la mirada en torno a la bruja. Le asqueaba saber que necesitaba de otros para salir de apuros, una simple Beta que ni siquiera sabía defenderse de un omega ¿Que tan patético podría ser?

Ese mismo sentimiento lo expresó en un bufido, quizás su aura cambió, se volvió mas pesada, incomoda para los presentes y extrañamente curiosa para Leroy que aun no le despegaba la vista de encima.

--Perdona a Isabella, a veces puede ser muy curiosa --Escuchó su queja todavía refugiada detrás de si como si lo que tuviera en frente fuese un alfa puro, imponente e intimidante en vez de un bonito omega.

--Calma a tu zorra si no quiere que le meta el celular a la boca --no tenia caso, no si ese alfa se estaba interponiendo entre ellos, era un maldito estorbo y razón suficiente para ganarse su odio.

--¿A quien le llamas zorra? Gata --estaba a salvo gracias a quien denominaba su Alfa, la prepotencia se instaló en ella y cual pavo real extendió su cola, prepotente y lanzando veneno entre cada sonrisa triunfal sabiendo que nada podría hacerle ese débil omega.

O por lo menos así lo pensó.

Así debía ser el orden de todo.

Y como si ese rubio se saltara toda regla por obra divina tan pronto como procesó  la escena frente a ella cayó de un sentón al  piso ante el rápido retroceso mientras Jean caía de rodillas por el dolor causado por la patada en su entrepierna gracias a ese omega...


Algún día su alfa interior iba a suicidarse por el estrés que se generaba entre toda la preocupación acumulada gracias a su omega. Ese pequeño ser de mirada de soldado, con la belleza de un ángel pero el carácter de un rey infernal y que, nadie sabía invocar correctamente y en consecuencia se llevaban su ira, y de paso los nervios del kazajo.

--¡Otabek, idiota! ¡Bajame ya! --pasadas un par de cuadras más le hizo caso y le bajó del refugio de sus hombros. Yuri le empujó con toda la fuerza y enojo que pudo tener en ese momento.

Estaba furioso con él, por ser un idiota, por interponerse en su lucha con esos alfas que sólo querían molestarlo, por defenderlo estúpidamente y llevarse los golpes que marcaban su nombre.
Supo que no les ganaría. Era débil, demasiado delicado a palabras de unos, un omega corriente a pensares de otros y le importaba una mierda todo eso. Quería que esos imbéciles se tragaran sus insultos, hacerles pagar aunque fuese una décima parte de lo que le hacían antes de sufrir la paliza de su vida. Paliza que nunca llegó gracias a Beka.

Lo odiaba.

--¡No vuelvas a hacer eso! ¡No interfieras en mis asuntos! Puedo manejar las cosas a mi ritmo, no te necesito --Yura sabia que palabras usar en sus momentos de furia, las palabras correctas para que el corazón del castaño doliera entre cada latir. Era su mecanismo de defensa, uno muy doloroso.

--Tenias cinco años, yo ocho. Cuando tu madre murió cerca de navidad le pediste a Santa Claus que nunca me fuera como ella y te cuidara junto con tu abuelo. A tus nueve pelee con Sasha Komarov por haberte jalado el cabello. En tu cumpleaños once perdí un diente por meterme a la casa a Alek para recuperar a tu gato de peluche que el maldito te quitó. A los trece me rompí una pierna por servir de amortiguador cuando caíste del primer piso por haber insultado a no se quien demonios, y ahora a tus quince te atreves a decir que no puedo interferir en tus asuntos... ¿Después de años apenas me lo dices?

Yuri mordió su labio inferior desviando la mirada incapaz de ver los ojos chocolate de su novio. Tenia razón, el muy idiota la tenia y dolió, dolió saber que Beka siempre estuvo ahí para él cuidándolo de cada una de sus estupideces, que estaría a su lado de forma incondicional velando por el bienestar de un pobre omega.

--Soy un caos --su voz se quebró y el alfa de Otabek salió a su cuidado. Lo rodeó en un abrazo y lo apegó a su pecho.

--Pero eres el caos más bonito con el que me topé

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