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No había mejor despertador que Bishi, su esponjoso gato en esos momentos que a temprana hora de la mañana pedía comida a maullidos y leves ronroneos, y si eso no era suficiente se trepaba sin problema a la cama y restregaba su larga y peluda cola frente a la cara del rubio.
Si esto fallaba tenía un par de garras delanteras para utilizar.

Después de minutos sus esfuerzos dieron resultado.

--Eres un gato malo --Yuri bostezó en medio del ardor de su cara por los rasguños, con toda la pasirmonia del mundo se levantó, calzó sus pantuflas de tigre y se arrastró a la cocina por una lata de comida para su pequeña mascota. Usó todo su control mañanero para dar en el blanco sobre el tazón y al lograrlo en mínimo en medio de ronroneos empezó a comer.

Ese pequeño momento siempre resultaba el más ameno de su día, de cada semana, sumándose a todos los demás del mes desde hacia ya dos años. No hubo nada más para emocionarse, ni siquiera por ser ese día que tanto esperó, ahora resultaba monótono, sin emoción. Vacío y gris.

Besó la cabeza del minino como despedida, dejó suficiente comida en su plato para el resto de la tarde y salió del departamento no sin antes soltar un "Volveré pronto", no hacia Bishi sino como simple costumbre. Cerró con llave girando dos veces el seguro y haciendo contornear el afelpado llavero de oso que usaba como decoración. Procuró tener todo listo en su mochila y dio marcha hacia su primer día de clases.

El clima fácilmente pudo caracterizar su estado de ánimo; gris. El viento calaba los huesos ante el frío y les hacia saber a todos que el invierno ya estaba ahí mientras que Yuri maldecía por lo bajo al no tener más que una simple chamarra y una desgastada bufanda color café enroscada sobre su cuello, alzar su capucha no serviría nada, de todas formas sus orejas se congelarían y con suerte no pescaria ningún resfriado y llegaría intacto al campus.

Frente al edificio volvió a maldecir esta vez por lo alto tras pasar la reja junto con un par de estudiantes. Mila se ofreció a enseñarle el sitio y él, estúpidamente se negó con la idea de que no iba a ser tan imbécil para perderse en su primer día, su sentido de la orientación era infalible y justo en ese día se estropeó por completo y acabó entre los corredores de los de último año.

Y claro, no parecía un universitario apunto de terminar sus clases. Yuri Plisetsky apenas podría pasar como alguien que asistía al bachillerato dada su menuda complexión. Rasgos finos, piel blanca, cabello rubio y largo mas allá de los hombros y ojos esmeralda cubiertos en parte por su flequillo. Si alguna vez quisiera pasar desapercibido tendría que volver a nacer para intentarlo en otra vida y cabria la posibilidad de fallar enormemente.

--Oye nena¿Estas perdida? --una voz coqueta lo sacó de sus cavilaciones, había terminado en medio de todo y gracias a los dioses de quienes se pierden en los pasillos estos se encontraban casi en su totalidad vacíos... Casi. A pocos -muy pocos- metros de él un chico bastante alto le habló, después de todo, eran los únicos en ese pasillo. Su olfato lo reconoció al instante y por inercia arrugó la nariz.

--¿A quién le llamas Nena? --espetó con irá reprimida. Quince minutos en ese sitio y ya había generado un enojo en él.

--Oh... --el tipo al ver su error no hizo más que reír por su desliz--. Perdona pero desde atrás te ves como una chica ¿No te han dicho ya que tienes trasero de mujer?

Maldito hijo de puta.

Los colores se le subieron al rostro en cuanto una mano osó tocar la zona mencionada. No fue vergüenza en absoluto sino genuina irá la que corrió por sus venas y terminó con el primer acto de vandalismo ocasionado. Fue gratificante ver doblarse del dolor al bastardo después de girarse y patearle la entrepierna con la esperanza de enterrarle los testículos por el impacto.

¿Qué debía hacer ahora? Por su aroma denotaba que era un alfa, de prestar más atención sabría que su basta presencia imponía y que todo esto no importó en lo absoluto. Pero no quiso problemas y sin esperar mas caminó a zancadas lejos de ese sitio. La jerarquía era clara, y su posición se encontraba en índice mas bajo para pisotear.



--Oye calvo ¿Donde esta el salón 421? --hubo un silencio sepulcral en todo el aula, fácilmente podría pasar por un mini auditorio y para rematar siendo el primer día estaba repleto de estudiantes de segundo grado muriendo de nervios, pronto la atmósfera se lleno de eso mismo y Yuri bufo restando total importancia.

--¿Te perdiste. Yuri? --la voz de Viktor se mantuvo relajada frente a todos sus alumnos esbozando una sonrisa semejante a la ternura hacia el ruso. Era increíble su grado antisocial para no preguntarle algo tan sencillo a alguno de sus alumnos o estudiantes fuera del aula.

--Cállate y dímelo de una vez, que voy tarde ya --escuchó un grito ahogado desde atrás del auditorio gracias al eco y pocos mas le siguieron expectantes. Nadie se atrevía a ser tan grosero con un profesor, menos con Viktor Nikiforov quien a pesar de su buena enseñanza y carácter sereno podría ser un maldito si de disciplina y castigos se trataban.

Para el rubio haber sido prácticamente criado por él en su niñez antes de que volviera a Canadá a ejercer su profesión le daba todo el derecho de tratarlo como se le diera la maldita gana.

--Al final del corredor --volvió su vista a los apuntes en su escritorio tras sentarse en el borde de este--. Y te espero para cenar --sólo Viktor seria tan osado para escoger cínicamente esas palabras y ser malinterpretadas por todo el que las escuchara. ¿Que tan malo podría ser? Vitya era un alfa, uno bastante extraño a su parecer, era de los mas sobreprotectores que conocía, cualquier omega estaría encantado de ser su pareja de una noche y con mucha suerte ser marcado por él.

Cualquiera menos él. Que importaba, no planeaba hacer amigos o convivir más allá de lo necesario entre compañeros de clase. Ni siquiera aceptó quedarse en los dormitorios del campus en los que tanto se peleaban por tener un mínimo lugar ahí, como si esos cuartos fueran un lujo, un hotel de cinco estrellas con comida ilimitada y mas que agua caliente para ducharse.

Pero hasta él mismo sabia que no se trataba del lugar sino lo que se suscitaba allí.


--Yura... Amor, despierta --fue la quinta vez que trató sin éxito de interrumpir el sueño de su ángel ¿Como podía dormir tanto? Las vacaciones habían terminado, sus habituales rutinas retomadas y Yuri no pareció importarle en lo mas mínimo al seguir enredado entre un mar de cobijas y sabanas abrazando a un oso de felpa.

Como último recurso apretó con dos de sus dígitos la nariz de su novio. Pronto la interrupción de aire le hizo fruncir el ceño y abrir la boca en busca de aire. Al divisar los primeros atisbos de su mirada le soltó y esperó con paciencia su reacción.

--¡Idiota!

Esa era La reacción.

Debía idear una forma mas efectiva para despertarlo en caso de que ya no pudiera estar ahí para hacerlo, como por ejemplo entrenar a Bishi como despertador. Como si fuera lo mas simple del mundo para un pequeño gato.

--Vamos, preparé el desayuno --Yuri alargó un bostezo y su mala cara se perdió en el proceso. Estaba condenadamente cansado de no hacer nada mas que dormir por mas de ocho horas, era agotador y necesitaba el descanso después de saber que sus días de comer chatarra en cama, salir a pasear y patinar junto con su novio acabaron.

--No quiero ir... --se quejó mandando al diablo el pensamiento de parecer un niño berrinchudo.

--No puedes quedarte aquí toda la mañana

--Si puedo y lo haré, hoy y toda la vida --refunfuñó y el peluche se llevó su enojo al lanzarlo fuera de la cama, justo en ese momento se sintió vacío.

--Si te quedas aquí no podrás verme competir --Yuri era tan difícil de tratar cuando refunfuñaba--. Eres mi amuleto de la suerte --para fortuna el kazajo llevaba años de práctica en el arte de manejar a Yuri Plisetsky en todas sus etapas.

Se alejó con paso lento de la cama hacia la salida, bastó escuchar un golpe seco para girarse y ver un bulto de cobijas en el suelo junto con su omega debatiéndose entre maldiciones para liberarse. Ya hecho, corrió hacia él y prácticamente se le lanzó encima.

--No vuelvas a dejarme, tonto --restregó el rostro contra su pecho queriendo dejar su aroma por todas partes. Porque sabia que no se verían hasta la noche. Porque tenia en cuenta que Su alfa estaría rodeado de putas omegas y era un celoso. Y porque, también deseaba permanecer con su olor siempre.




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