Capítulo 15
Charles
Al día siguiente, yo era un zombi ambulante. No había dormido en toda la noche, echaba de menos sus brazos a mí alrededor: pensé en lo ocurrido en su oficina, en el momento en que me dejó, y sobre todo en las palabras de Raven.
«Él ama tu hermosa cara y tu cuerpo joven. Nada más»
¿Cómo pude ser tan estúpido? Él quería sexo fácil y en el momento en que lo hice complicado, se escapó. Él no necesitaba ese tipo de cosas en su vida. Era un hombre que sólo amaba su trabajo, y nada más. Él nunca me prometió luz de luna y rosas. Nunca prometió una vida juntos... Pero yo sólo... éramos... éramos muy buenos juntos.
Él se abrió ante mí. Lo sentí. Sentí cuánto me quería, cuánto me amaba. Puedo hablar sobre amor, porque ahora sé lo que es. Lo siento con cada fibra en mi cuerpo. ¿Entonces qué pasó?
Tenía miedo de ir a trabajar hoy. Miedo de cómo se comportaría conmigo. Temeroso de que todo hubiera terminado.
***
—Buenos días, señor Lehnsherr. —Mis ojos comenzaron a llorar sólo por esta simple frase. Porque hasta ayer tuve el privilegio de llamarlo Erik. Mi Erik, el que me abrazaba fuertemente por la noche, con miedo de que me fuera a ir, mi Erik, que me escuchaba hablar durante horas sobre por qué no me gustaban los microondas o mis teorías sobre cualquiera cosa, un Erik que nadie más podía ver. Y ahora era el señor Lehnsherr para mí, como para el resto del mundo.
—Buenas.
Esta debe ser una broma cruel de Dios. La primera vez que me enamoro es de una persona que no tiene ningún sentimiento en absoluto. Si lo tuviera, no actuaría así.
No podía dejar las cosas así, simplemente no podía sentarme detrás de mi escritorio, como si nada hubiera pasado entre nosotros. Fui a su oficina.
—Señor Lehnsherr, ¿podemos hablar?
—Sí —No me miró, simplemente mantuvo su cabeza enterrada en papeles, pretendiendo leerlos. Sí, ya lo conocía bastante bien.
—Es sobre lo que pasó ayer... sobre lo que dije —Todavía no hay ni una sola reacción de él. Ni siquiera podía mirarme a los ojos para decirme que me fuera a la mierda. Qué completo bastardo—. Quiero que sepas que sostengo lo que dije. Realmente me siento así por ti, y nada de lo que hagas o digas podría hacer que retire mis palabras, incluso si no sientes lo mismo. Veo algo en ti que ni siquiera tú mismo ves, me importas tanto, que me duele el corazón...
—Charles...
—Yo... me encanta cuando dices mi nombre... —Logré darle una sonrisa triste, pero sentí una lágrima rodando por mi mejilla y una opresión en la garganta que me dificultó continuar con lo que tenía que decir.
Él me miró, y había tanto dolor en sus ojos que casi me hizo sentir mal por confesar mis sentimientos. Estaba a punto de venir a mí, de extinguir mi agonía.
—Charles, yo... —Llamaron a la puerta.
—Oh, lo siento. ¿Estoy interrumpiendo algo? —Era Sebastian. No tenía sentido quedarme sentado aquí más tiempo, rogándole al señor Lehnsherr poder seguir siento su juguete sexual sólo porque estoy enamorado de él.
Limpié mis lágrimas con mis mangas y me puse de pie rápidamente, la habitación comenzó a girar.
—No. Está bien. Ya me estaba yendo.
***
Pasé bastante tiempo en el baño, llorando. Cuando volví, el señor Shaw se estaba yendo.
—Oye, cara bonita, ¿qué te pasa?
Tenía las mejillas enrojecidas y los ojos hinchados en una clara expresión de «acabo de llorar mis ojos fuera de sus cuencas», pero no podía pasar todo el día en el baño.
—Nada, sólo me siento un poco enfermo —Respiré.
—Pobrecito. ¿Quieres que te traiga algo? —preguntó, preocupado.
—Eso es muy amable de su parte, pero no. Gracias.
—¿Todavía estás viendo a alguien?
—¿A qué se refiere?
—La última vez, cuando te pedí que salieras conmigo, dijiste que tenías a alguien, ¿todavía tienes a ese alguien o puedo invitarte a salir otra vez? —Lo pensé por un tiempo. No tuve a alguien. No ahora y no entonces. No estaba de humor para salir con otro hombre, especialmente ahora, pero el señor Lehnsherr apareció en su oficina y, antes de darme cuenta, mi dolor y mi ira hicieron que mis labios dijeran...
—Sí.
—Genial. Pasaré por ti cuando hayas terminado.
***
Erik
Mira lo que está haciendo. Mira lo que he hecho. Yo le hice hacer esto. ¿Cómo soluciono este lío? ¿Por dónde empiezo? Qué desastre. Todo comienza con Charles. Y termina con Charles. Mis mañanas y mis noches. Siento que no había vivido antes de conocerlo.
«Charles...»
¿Cómo empiezo siquiera a describirlo? Es la luz del sol hecho persona, y entró a mi vida inesperadamente. Él entró aquí, completamente ridículo, y al mismo tiempo con una confianza en sí mismo que ni siquiera yo tenía.
¿Qué estaba pensando, contratando a un niño de veintitrés años? No estaba pensando, ese es el problema. Estaba cegado por lo brillante que él era.
Me arrepiento de haber sido tan malo con él al principio, peor de lo que había sido con alguien de mi equipo antes. Pero todo se debía a que cada día estaba más frustrado y enojado conmigo mismo, por ser débil y permitirme... sentir. Y a él por tener esta maldita e inexplicable influencia sobre mí.
Lo odiaba mucho por eso. Odiaba lo mucho que lo quería tener, más que a nada. En aquel entonces, no sabía qué era lo que me estaba sucediendo.
Lo que sea que fuera... estaba fuera de mi control. Me aterrorizó. En mi ignorancia, decidí que sería mejor tenerlo de una vez porque quería que esta necesidad desapareciera, que me satisficiera y siguiera adelante. Pero estaba muy equivocado.
En el momento en que nuestros labios se tocaron, fui sorprendido por un zumbido que recorrió mi cuerpo, algo desconocido, algo que me hizo dejarlo acercarse más y más a mí, explorando este nuevo sentimiento.
Toda mi vida pensé que había algo mal en mí, que yo no estaba emocionalmente disponible. Pero el problema no estaba en mí. Estaba en ellos. Los demás. Porque ninguno de ellos era Charles. O cerca de ser él. Ninguno de ellos tenía ese brillo en sus ojos, o esa sonrisa traviesa. Ninguno de ellos era joven y vibrante.
Justo ayer, cuando me permití mirarlo por un rato, enamorado, por la forma en que sus ojos brillaban, la forma en que sus labios se torcían en esa sonrisa juguetona que me encantaba.
Déjame contarte sobre Charles. Incluso si no soy como él, que puede hablar de cualquier cosa durante horas, si se trata de él... yo podría hablar durante años.
Charles, él es... hablador. Alguien que comparte, que explica. También tiene... teorías... sobre cada tema imaginable, que yo podía escuchar durante horas, sin siquiera abrir la boca para interrumpir, simplemente porque me fascinaban sus pensamientos. Todo lo que decía me parecía interesante y entretenido. Todo lo que me ha dicho son pequeñas joyas.
Ayer lo escuché hablar durante una hora sobre las almohadas. «Almohadas», por el amor de Dios. Estaba en mi cama, abrazando una almohada.
—Esta es la almohada perfecta.
—¿La almohada perfecta? —Pregunté, preparado para enamorarme de él por milésima vez después de sus divagaciones.
—Sí —dijo—. Tengo altos estándares cuando se trata de almohadas. Y esta es perfecta. No demasiado plana, ni demasiado abultada. Ni demasiado dura, ni demasiado blanda... —Me quedé allí tumbado, escuchándolo hablar de mi almohada.
Sus risitas aún resonaban en mi cabeza. Era una persona tan feliz y despreocupada que disfrutaba de cada cosa en la vida. Nunca había conocido a alguien así. Aun con lo espeluznante que parezca, a veces me quedaba viéndolo dormir, y mientras lo hacía, una ferviente sensación de protección llenaba mi pecho, apretando mi corazón.
Pero él me dijo principio, claramente, por qué no debíamos estar juntos:
«Yo soy una persona feliz. Usted disfruta estar solo y enojarse con las personas, yo disfruto ver videos de animales graciosos en YouTube». Sus palabras hacen eco en mi cabeza como si fuera ayer. Porque sabía que él tenía razón.
Entonces, en conclusión...
Totalmente en contra de mi voluntad, y con todo mi corazón...
Lo amo.
Dejó de ser el chico al que quería tirarme, de ser con quien yo quería pasar el rato, a ser un chico que realmente me gustaba... no quería vivir sin él. Y todo pasó en las primeras semanas.
Y ahora, cuatro meses después, admitió que sentía lo mismo que yo sentía por él. Lo abracé fuerte, tratando de procesar que esta hermosa persona me amaba, que no se merecía a un imbécil como yo. Lo sostuve hasta que finalmente me di cuenta de que no podía hacerle esto, no debía ser egoísta.
Estar enamorado es algo que nunca pensé que me pasaría. Y es increíble, grandioso y fantástico. Pero también hay... responsabilidad en ello. Obligación. Es saber que la felicidad de otra persona, alguien que significa mucho para ti, puede ser creada o destruida por las decisiones que tomas.
Por las cosas que haces.
O en mi caso, las cosas que no haces. Y, seguro, yo no hago las cosas bien. No sé cómo mostrarle todo lo que siento por él.
Yo era el maduro en la relación y tuve que actuar como tal. Porque sabía... sabía que lo dejaría atrapado en una relación con un imbécil que no podía mostrarle cuánto lo amaba, no de la forma que se merecía.
Se merecía más que esto, mucho más. Se merecía a alguien mejor que un hombre que hará un agujero en su alma de vez en cuando.
Alguien mejor que yo.
No un robot, sino alguien que pudiera mostrarle su amor de la manera en que él me mostró el suyo. Charles era feroz en su amor, ferviente en su afecto. Un dador de abrazos apretados y besos abundantes. Él es la mezcla perfecta de sensual, adorable, sexy y lindo. Y olía como a un ramo de sol con azúcar moreno en la parte superior.
Esas cosas que hacía y su forma de ser, todo eso que nunca pensé que querría, ahora lo necesitaba, más de lo que necesitaba tomar aliento. Pensaba en él todo el tiempo, lo ansiaba, lo echaba de menos cuando estábamos separados, sin importar cuánto tiempo estuviéramos juntos. Lo amaba demasiado como para dejarlo conformarse con alguien como yo. Yo no era lo que él necesitaba o merecía.
Tenía que dejarlo ir. Más que eso. Tuve que hacer que me dejara. Porque no podría irme por mi cuenta. Me sentí agradecido y afortunado de ser parte de un todo tan hermosamente sagrado como Charles.
Sabía que no debía involucrar a un chico tan dulce como él en mi vida robótica. Si soy la mitad de hombre que pensé ser, me mantendré alejado de él. Pero sólo soy fuerte, y puedo mantener todo bajo control, cuando estoy con él.
Mi madre era una mujer muy religiosa y siempre andaba con una Biblia en sus manos. Todas las noches me la leía historias de amor que no entendía por mi corta edad, y luego, cuando crecí, seguí sin entender, porque nunca sentí ninguna de las cosas de las que me contó, así que supuse que eran sólo cuentos de hadas. Pero ahora lo veo, todo de lo que ella me habló es real.
Ahora recuerdo una de esas historias muy claramente. ¿Alguna vez has oído hablar de El juicio de Salomón? Es una historia de la Biblia hebrea, la Biblia judía.
Por su propio deseo, Dios le otorgó un don a Salomón: gran sabiduría. Poco después se le pidió que juzgara una discusión entre dos mujeres jóvenes que vivían en la misma casa, ambas tenían un hijo pequeño.
Una de las mujeres afirmó que la otra -después de asfixiar accidentalmente a su propio hijo mientras dormía -, había intercambiado a los dos niños para que pareciera que el niño vivo era de ella. La otra mujer lo negó y las dos afirmaron ser la madre del niño vivo y que el niño muerto pertenecía a la otra.
Después de algunas deliberaciones, el Rey Salomón pidió que se le trajera una espada. Declaró que sólo había una solución justa: el niño vivo debía dividirse en dos, cada mujer recibiría la mitad del niño. Al escuchar este terrible veredicto, la verdadera madre del niño gritó: "¡Oh, Señor! ¡Dele el bebé a ella, no lo mate!" La mentirosa, briaga de amargos celos, exclamó: "No será mío ni tuyo, ¡divídalo!"
El Rey Salomón sabía que la mujer que estaba dispuesta a renunciar al niño sin pensarlo para que éste pudiera vivir era la verdadera madre.
El rey declaró a la primera madre como la verdadera, ya que una verdadera y amorosa madre preferiría entregar a su bebé a otra mujer antes que lastimarlo.
¿Ahora lo entiendes? Yo lo hago. Finalmente lo entiendo. La verdadera prueba del amor no siempre es «¿Lucharás por esto?». La prueba del verdadero amor, a menudo es. «¿Estás dispuesto a renunciar a él?».
***
No había hablado con Charles hoy, ni siquiera podía mirarlo a los ojos. Su voz, olor y sonrisa me dejan adolorido físicamente...
—¡Lehnsherr! —La fea sonrisa de Shaw me saludó, más alegre que nunca, una vez que entró en mi oficina.
—¿Qué necesitas? —Gruñí.
—Nada... sólo pasé a saludar... —Su voz era exageradamente casual.
—Estoy ocupado. Vete.
—Está bien. Me estoy yendo —Levantó las manos como diciendo "No hice nada", retrocedió y sonrió amenazadoramente.
—Oh, sólo una cosa, antes de que se me olvide —Se detuvo en la puerta—. Realmente me encanta lo que has hecho con la empresa, las personas que contratas... maldita sea.
No estaba de humor para los juegos de Shaw, lo miré y fruncí el ceño.
—Lo tuve, ya lo sabes. Ayer por la noche. A tu pequeño juguete —afirmó con una sonrisa satisfecha en su rostro, y yo me levanté de la silla en un instante. Mi ira hirviendo, disgustado por la idea de las sucias manos de este bastardo sobre Charles. En «mi» dulce Charles.
—Finalmente puedo ver por qué aceptas su incompetencia y su estupidez. Es exquisito. La forma en que gimió, lloriqueando y arañándome la espalda, vaya pequeña puta... —no terminó su venenoso discurso. Lo golpeé, cayó al suelo con sólo un puñetazo en la nariz.
—Oh, Lehnsherr, ¿estás celoso? —Él se estaba riendo en mi cara—. Sólo estoy diciendo la verdad. Esa pequeña puta. —Lo levanté por el cuello de su camisa y lo presioné contra la pared.
—Retira eso —Estaba enojado con él degradando a Charles con esas palabras.
Él se rio aún más, mientras la sangre escapaba de su nariz.
—Dios mío, Lehnsherr —Sacudió la cabeza—. En serio te atrapó, hombre. El CEO de frío corazón, respetado por todos, ¡está enamorado! —Se reía como si esta fuera la broma más divertida de la historia, enfatizando la palabra "amor"—. Enamorado de una puta —Perdí toda la actitud de estirado maniaco del control y me puse todo «Wrestlemania» con él.
Lo sujeté en el piso y le golpeé en la cara otra vez, sacando más sangre. Él me golpeó en el ojo, y perdí el equilibrio, por lo que se colocó sobre mí, gruñendo.
—Mi esposa golpea con más fuerza que tú, jodido marica. Sé que tu puta es genial al chupar polla, pero no esperaba que te dejara sin poder y sin cerebro.
—Te mataré si siquiera lo miras nuevamente —amenacé con los dientes apretados.
Rodamos por el suelo, maldiciendo y gruñendo, golpeando y pateando, cuando alguien entró a presenciar nuestro espectáculo de hombres de las cavernas.
—Señor Lehnsherr, ¿qué está haciendo? —Levanté la vista para encontrar a Charles, con sus perfectos ojos azules abiertos de par en par, y de inmediato solté a Shaw. Su sola mirada es suficiente para empoderarme por completo.
Me puse de pie lentamente, tratando de enderezar mi camisa arruinada, arreglando mi corbata y mi chaqueta, como si nada hubiera pasado.
—El señor Shaw y yo estábamos... discutiendo algo. ¿Puedes regresar más tarde? —Los ojos de Charles suplicaban, pero asintió y cerró la puerta detrás de él.
—Muy buen chico, lo has entrenado bien... —Mi mano regresó a la garganta de Shaw.
—¡La próxima vez no me detendré! —Siseé y lo dejé ir—. Sal antes de que cambie de opinión.
Él me dio otra desagradable sonrisa y se fue.
***
Charles entró en mi oficina, y ya era la hora. Es hora de hacerlo huir de mí lo más lejos posible. Tenía que hacer al menos una cosa correcta por este chico que me ha dado más de lo que merezco. Sabía que era algo malo que tuviera las palabras de Shaw alimentándome. Pero oré a Dios para que me diera la fuerza de hacer lo siguiente.
***
Charles
Entré en la oficina de Erik con una última esperanza de hacerlo seguir a su corazón, porque sabía que estaba allí: su corazón y el amor que tenía por mí. Pero hoy sólo encontré dos ojos azules mirándome. Eran severos. Despiadados.
—Erik, ¿podemos hablar?
—¿Qué hay contigo y el habla? Siempre estás hablando y hablando.
Me sentí adormecida por dentro, por la forma en que me habló. Y mi voz no era más que un bajo tartamudeo.
—Ah, sobre nosotros...—
—No hay nada entre nosotros, ¿cuándo vas a entenderlo? —continuó, pero ya no escuché. Sólo lo miré.
Nunca lo había visto así. Esto era diferente a todas las veces que lo había visto enojado o frustrado. Esto era simplemente... cruel. Descorazonado.
—¿P-por qué me contrataste? —Tartamudeé de nuevo, no muy seguro de por qué estaba preguntando esto.
Él se rio amargamente.
—No te engañes. Te contraté porque quería follarte. Bueno, ya te follé. Así que deja de lloriquear y... —No sabía quién había poseído el cuerpo de Erik en ese momento, pero quienquiera que fuera, no se limitaba.
—¿Por qué fuiste a llevarme a casa, sano y salvo esa noche? ¿Al principio? —Estaba llorando, apenas reconociendo las palabras que salían de mi boca y él simplemente continuó atacándome.
—Estabas con otro chico. No me gusta que otros jueguen con mis juguetes.
Hice una mueca. Una verdadera mueca de dolor por sus frías palabras y su helada voz que me helaba los huesos. Nunca lo había visto así, ni siquiera al principio. Él venía hacia mí, parecía más feroz que nunca, pero no le tenía miedo a él, sólo a las que pudieran ser sus siguientes palabras. Iba a desmoronarme en cualquier momento a sus pies, debió haberlo notado porque me sujetó con los brazos.
—¿Y ahora qué? ¿Vas a volver con tus putas, a pagarles? ¡Eres patético! —Siseé, mi voz se rompió. Lo estaba perdiendo, pero no pude evitarlo, mi cerebro y mi corazón se dispersaron por toda la pared detrás de mí, como si me hubiera dado con una bala del tamaño de una roca.
—No seas ridículo, cariño, he estado pagando por ello durante los últimos cuatro meses. Tú has sido un poco más caro que la prostituta promedio. —Yo estaba muriendo. Cada horrible palabra proveniente de él me cortó como una cuchilla contra la piel. Aparté mi brazo de su agarre y grité entre lágrimas—. ¡Suéltame! ¡No me toques! ¡No vuelvas a tocarme nunca! —Estaba golpeando mis puños en su pecho, llorando y gritando. No hizo nada para detenerme, y debí parecerle ridículo, con él imponiéndose sobre mí y mis miserables intentos de... Ni siquiera sé lo que estaba tratando de hacer—. Te odio, maldito infeliz. Ojalá no te hubiera conocido. —Mi voz era aguda, casi histérica, y él me sonrió, lentamente, la imagen misma de la serenidad.
—Lamento ver que te arrepientes de haberme conocido, ya que no me arrepiento de conocerte... sólo de que te follé más de una vez. —Estaba desangrándome con cada sílaba atroz que salió de su boca. Le di una bofetada en la cara con todo lo que tenía, su mejilla se puso roja brillante con la huella de mi mano.
Erik Lehnsherr no sólo quemó el puente. Le puso dinamita. Arruinó a todo y todos a su alrededor, lo que sea que los conectara o cualquier otra cosa viviente dentro de un radio de cien millas.
Continuó su discurso, sonando monstruoso. Ni siquiera tuve la oportunidad de preguntarle si lo ocurrido con Sebastian lo había disgustado tanto como para hacerlo enojar así. Desearía poder decirte que comencé a sentir desagrado sólo al ver su rostro, pero no puedo.
Sólo podía imaginar que así se veía Lucifer cuando Dios lo arrojó fuera del cielo. Amargo y roto.
Y todavía muy jodidamente hermoso. Me quedé allí, como si estuviera pegado a su piso. No tenía idea de qué hacer con esto.
—Me gustaste siendo el "Señor Lehnsherr", pero te amo como Erik. Y la persona que está aquí no es ninguno de ellos. Este es un monstruo al que no deseo conocer. —No pude dejar de llorar, y él permaneció allí, tan jodidamente estoico, como una estatua que aún está parada después de un huracán.
Salí de su oficina, con las rodillas y las piernas débiles, pero decidido a escapar, justo como la canción del hombre de Jengibre. «Corre, corre, tan rápido como puedas...»
Ese afortunado hijo de puta tenía a alguien yendo tras él, al menos.
Yo no.
***
Erik
No importa que durante los últimos tres meses no he visto muchos ceños fruncidos en su rostro, pues él siempre estaba sonriendo amplio y brillante, más cegador incluso que el sol, dulce, hermoso y despreocupado: siempre lo recordaré por cómo se veía en ese momento. Esto es lo que me merezco, ser perseguido por esa expresión.
Charles no estaba a la vista cuando llegué a trabajar hoy.
—Señor Summers, ¿ha visto a Charles? —Fui a Scott Summers, a quien estuve a punto de dispararle un par de veces simplemente porque hablaba con Charles.
—Uh, él entregó su carta de renuncia anoche, señor. —Me entregó la carta—. Vino a decirnos adiós hoy, creo que todavía está con algunos colegas abajo... —Corrí hacia el ascensor antes de que él pudiera terminar su frase.
Abrí la carta, que estaba dirigida directamente a mí.
Estimado Sr. Lehnsherr,
Muchas gracias por contratarme, he adquirido bastante experiencia trabajando para usted y me siento honrado por todo lo que he aprendido. Sin embargo, por razones personales, renuncio a partir de hoy.
Me disculpo por tan poco tiempo de servicio y deseo que su empresa tenga éxito en sus futuros emprendimientos.
-Charles Xavier
¿Qué esperaba que sucediera después de la forma en que lo ataqué verbalmente anoche? Quería que huyera de mí, pero ahora que era un hecho, tenía ganas de pegarme un tiro a mí mismo.
—¡Charles! —Grité una vez que lo vi salir de la compañía. Corrí hacia él, afuera. Se veía aún más miserable que la noche anterior, cuando estaba enojado por lo mucho que lo lastimé. Tenía los ojos hinchados, probablemente había llorado todo el tiempo después de marcharse.
—Señor Lehnsherr, lamento el breve aviso, pero como usted dijo, el primer extraño que encuentre en la calle será un mejor secretario que yo, así que... —Su voz era sombría. Es una mezcla de miedo y... tristeza.
—Te fuiste... sin decir adiós. —Me escucho como un idiota total incluso en mis propios oídos.
—Lo siento, yo... —Miró hacia abajo, porque sus ojos comenzaron a lagrimar nuevamente. Mi pecho se apretó por su expresión herida y por su dolor. Lo abracé, no pude evitarlo. Y en lugar de gritarme, en lugar de gritarme qué tan bastardo era por hacer eso, se relajó en mis brazos, y me devolvió el abrazo.
—Charles... —Susurré, cerrando mis ojos con fuerza. No podía dejarlo ir sin decírselo. Tenía que decírselo—. Jeg elsker dig.
—Estás hablando en otro idioma otra vez —se rio débilmente, aunque lo sentí temblar un poco por el llanto de nuevo.
—Es danés —Susurré en su cabello, acariciándolo con dulzura.
—¿Qué significa?
—Significa... buena suerte.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro