Capítulo 11
Me desperté con una gran sonrisa en mi rostro y una llamada telefónica, una que amplió la sonrisa aún más.
Señor. Lehnsherr. Sabía que él estaría llamando por algo de trabajo, que no le importaba que fuera domingo, pero me alegraba con poder escuchar su voz. ¿Cuándo comenzó a pasar esto?
—Buen día, señor Lehnsherr —susurré perezosamente, todavía en la cama, estirándome como un gato. Él debe haberme imaginado, pues su voz se tensó. Casi podía escuchar su erección desde aquí.
—Hola. Yo... —Silencio. ¿Olvidó por qué me llamó? Tonto señor Lehnsherr—. Estaba en el vecindario... —Esto es tan diferente en él, sonaba realmente inseguro.
—¿Cuál... vecindario?
—El tuyo... tenía algo de trabajo por aquí. —¿Qué trabajo podría tener él por aquí? ¿Estaba haciendo entregas ahora? Qué mierda de mentira—. Digo, estaba en el gimnasio. Está muy cerca de ti. —Mierda. Manejó todo el camino desde la mejor zona del este hasta mi calle de clase media en su Mercedes, sólo para... verme. ¿Qué se le había metido?
—¿Va desde su vecindario hasta el mío para ir al gimnasio?
—Sí, siempre voy a este gimnasio. Entonces, me preguntaba si conocías algún lugar por aquí donde pudiera... ¿desayunar? —Hizo su mejor esfuerzo para parecer casual, pero falló. Nunca cambie, señor Lehnsherr. Encontré que su intento de invitarme a salir, tratando de hacer que no sonara a invitación, me parecía demasiado adorable.
—Por supuesto, señor Lehnsherr. —Sonreí al teléfono y lo escuché soltar un suspiro de alivio.
—Está bien. Paso por ti pronto.
Enterré mi cara en la almohada y me reí. Estaba metiéndose debajo de mi piel más rápido que nadie, con sus formas raras de cortejarme. Me levanté y miré por mi ventana. Como predije, él ya estaba aquí.
***
—¡No puedo creer esto! ¿Cómo es que no le gusta el chocolate? —Lo miré con expresión sorprendida y horrorizada. ¿A quién no le gusta el chocolate? Fuimos a mi pastelería favorita y él pidió agua. Sí, gran desayuno, señor Lehnsherr. Mientras, yo pedí el pastelito más chocolatoso, uno que gritaba diabetes a millas.
—Simplemente no lo hace.
—Estoy genuinamente preocupado. Creo que oficialmente es momento para... —Dije con una cara tan seria que él frunció el ceño, confundido.
—¿Para qué?
—Después de todo lo que he presenciado sobre usted, creo que finalmente es momento de conseguir un exorcista. —Me mordí el labio para no reír, pero él lo hizo antes que yo. ¿Imaginas qué tan bueno fue eso?
—Realmente me ves como una especie de monstruo, ¿verdad? —Parecía un poco herido, tanto como yo podría reconocer esa emoción en él.
—¡Un monstruo en la cama, sí! —Le guiñé maliciosamente. —Pero de otra forma, realmente no.
—¿De verdad? —Parecía dudoso.
—Sólo es un gran oso gruñón, pero eso no lo convierte en un monstruo. —Él sonrió suavemente y mi corazón empezó a cantar—. Usted vive en una caja, señor Lehnsherr. —Extendí la mano para tocar la suya—. Y yo voy a abrir esa caja, para que la luz pueda entrar. —Le sonreí cariñosamente. Se vio un poco avergonzado. Nos miramos por un rato, pensé que estábamos teniendo un momento realmente hermoso, por lo que dije, que la caja se abría un poco por sí misma.
—Vamos, pruebe un poco.
—¡No!
—Sólo inténtelo. —Levanté la cuchara a su boca, como si fuéramos una pareja tonta enamorada.
—Voy a despedirte —me aseguró oscuramente, pero se estaba divirtiendo tanto como yo.
—Trague esto primero. Hablaremos de mi aumento más tarde. —le sonreí. Y él sonrió de nuevo. Sonrisas honestas todo el día.
***
Fuimos a ver una película después. Todos tienen razón, en verdad nunca me callo; a veces siento pena por las personas que tiene que aguantarme. La película había comenzado y yo todavía hablaba, simplemente lo hago sin pensar. Probablemente le di dolor de cabeza al señor Lehnsherr al pasar todo el día con él.
—Parece que no tienes el concepto de ver una película claro. Significa que cuando las personas en la pantalla hablan, te sientas quietecito y sólo miras —me susurró, cuando otras personas ya me habían hecho callar un par de veces.
—Sólo quería contarte que ese actor. —Entonces me besó. Profundamente. Despacio. Tiernamente. Adorando mis labios, venerando mi lengua. Fue húmedo y maravilloso, el tipo de beso que te hace olvidar que estás en un lugar público.
Me devoró con sólo un beso. Me quitó el aliento y todas mis palabras.
¿Alguna vez has tenido un momento en el que piensas: esto va a cambiar todo? Fue ese beso abrasador y perfecto. Ese fue el momento en el que supe que esto determinaría el resto de mi vida. Y que nada después de eso sería lo mismo. El beso que mataría todos los otros besos.
Escuché a alguien murmurar "finalmente".
Sí. Finalmente. Todas las cosas que había estado buscando, finalmente las encontré en él. Es alguien que me puede hacer callar y ser verdaderamente feliz.
***
Tuve el día más increíble de mi vida. Erik se rio, sonrió y habló. Él parecía... normal. Pero para mí él no era normal. Él era diferente a cualquiera con quien yo hubiera estado alguna vez. Y ya no era el tiburón sin corazón que la gente conocía, o creía conocer.
No, este Erik se volvió un Erik Lehnsherr un poco relajado y despreocupado, que quería ser dulce, pero fallaba miserablemente, lo que lo hacía mucho más dulce a mis ojos. Era un hombre increíblemente inteligente del que aprendía cosas nuevas. ¿Sabías que él habla alemán, francés y ruso?
Y para el final del día, si es que no lo sabía ya, seguro que lo supe. Me había enamorado profundamente. Y me sentí genial, tal como imaginé que sería. Sólo había una cosa que me preocupaba. ¿Podría hacerlo sentir de la misma manera?
***
Era lunes. Volví al trabajo y no podía esperar para ver a mi jefe. Estaba sentado en su silla, dibujando un lindo tiburón en la servilleta de su desayuno.
Apareció en la puerta, luciendo completamente delicioso con su nuevo traje oscuro Hugo Boss y su camisa blanca. Justo cuando pensé que iba a pegarme para que me levantara de su silla, me sonrió. Le devolví la sonrisa y fui a besarlo. Fue el beso de buenos días realmente casto y significativo que había guardado para un futuro novio especial.
—Buenos días, señor Lehnsherr —le susurré, y él acarició mi nariz en un beso esquimal. No sabía si podía llamarlo mi novio ahora, pero, para mí, esa acción siempre cerraba el trato.
—Buenos días. —Estaba sonriendo como un idiota, y mis brazos todavía estaban alrededor de su cuello, así que lo atraje para otro beso ligero. Dejó caer su maletín en el suelo y envolvió sus brazos alrededor de mi cintura.
—¿Que has estado haciendo hoy?
—Arte. Me he estado sintiendo inspirado. —Sonreí—. Vaya y mírelo, lo acabo de hacer hace un momento. Su increíble secretario no ha olvidado que tiene una reunión hoy, y tiene la intención de prepararlo para ella como nadie más lo ha hecho antes. —Le guiñé un ojo sugestivamente.
Le di una de mis mejores mamadas, una que lo hizo estremecerse y temblar como siempre. Espero que ningún otro secretario lo haya preparado de esa manera para sus reuniones.
***
Registré que el señor Lehnsherr estaba diciendo algo, en voz alta, en mi dirección. ¿Qué estaba diciendo? Yo llevaba soñando despierto todo el día y sólo escuché el final de su discurso -... apenas prestando atención -. Nunca puedo molestarme porque siga siendo mandón conmigo.
—¿Podríamos no seguir haciendo esto? —Pregunté, sonriendo.
—¿Qué cosa?
—Esta rutina del jefe idiota. —Sus ojos se agrandaron, sus cejas se juntaron.
—¿Qué...?
—Me doy cuenta de que a veces le divierte ser un gran idiota. —Fui en su dirección hasta que finalmente me senté en su regazo—, y admito que a veces es realmente sexy y caliente, pero en este momento... —Él siguió mirándome, interesado lo que tenía que decir. ¿Estaba cruzando la línea? Probablemente. Me incliné, rozando mis labios con los suyos—. Necesito que me bese. —No sabía cómo reaccionaría ante eso, pero no tuve tiempo de pensarlo más porque él sólo obedeció. Todavía esperaba que él me inclinara sobre su escritorio y me follara tanto como yo se lo permitiera, pero no lo hizo. En cambio, me besó como lo hizo ayer en el cine. Sus manos rozaron mi espalda suavemente, trazando mi espina dorsal, mis hombros y, finalmente, mi rostro.
Su frente se apoyó en la mía antes de asentir con la promesa de que ya no sería un imbécil. La repentina intimidad que me ofreció, además de todo lo que había sucedido esos últimos dos días, fue demasiado desconcertante, demasiado.
Siempre había asumido que él tenía el poder y yo no, pero en ese momento supe que él tenía tanto poder sobre mí como yo en él.
***
Durante los días siguientes tonteamos en la oficina, pero no fue sólo nuestra dosis diaria de sexo caliente. Él estaba siendo bastante juguetón últimamente y no le importaba nada.
Miradas filosas, morder mi labio inferior, dejar caer mi bolígrafo y colocar mi mano casualmente sobre su muslo mientras me inclino para sacarla de debajo de la mesa, de pie en el abarrotado ascensor, con nuestros cuerpos apretados mientras "accidentalmente" rozaba su miembro casi erecto, o simplemente darle una palmada en el trasero casualmente: lo volvía loco.
Hoy le había dejado un mensaje con mi mejor voz de secretario.
—Señor Lehnsherr, este mensaje es para su pene. Me gustaría pasar el día con él, si éste lo quiere así. Llámeme si está interesado.
No necesitaba adivinar que me llamaría de inmediato.
—Mi pene dice que sí. Gracias por preguntar. —Me siguió el juego. En realidad, él siempre me habla con su voz de jefe, lo que lo hizo aún más gracioso.
Pasé el día con su pene. No sabía cómo se las arreglaba para hacer más milagroso cada vez que follábamos. Hacía todo lo posible para cumplir todos mis deseos. Gracias a Dios su pene era más grande que su ego.
***
Al día siguiente, algo muy "Quiero tener una cita contigo, pero no quiero que parezca eso", sucedió.
Estaba sentado detrás de mi escritorio cuando él apareció de repente, sin decir una palabra, simplemente quedándose frente a mí.
—Jesús, me asustó muchísimo, señor Lehnsherr —me reí entre dientes, llevando mi mano a mi rápido corazón palpitante. Él es el maestro de moverse sigilosamente.
—De nuevo lees un libro en lugar de hacer tu trabajo. —El señor "Gran Jefe ha vuelto".
—Lo siento. ¿Qué necesita, señor Lehnsherr?
—Me gustaría que tengamos sexo después de que terminemos el trabajo —Eso sonaba realmente... profesional.
Bueno, es una "gran" línea para ligar. Teníamos relaciones sexuales todo el tiempo, después del trabajo, durante el trabajo, ¿por qué ahora tenía que preguntar, y exactamente así? ¿Qué se suponía que debía hacer ahora? Establecer un horario para nosotros; ¿cuándo tener sexo y dónde? ¿Cómo podría decir cosas así y aun así hacerme quererlo?
—Uh, ¿está bien? —Dije, inseguro.
—En mi casa. Mi cama es más grande. —Él intentaba llegar a un punto, pero yo simplemente no podía entenderlo todavía.
Todavía no se había movido de su lugar, así que supuse que había más.
—Pero después de ir a la cama no estaré de humor para llevarte a casa, y el camino es muy largo para tomar un taxi, así que, no sé, probablemente tendrás que quedarte. —Y bang, ahí estaba. Espera. ¿Qué?
Él quería que me quedara a pasar la noche. Me pareció lindo cómo me lo pidió, y me hizo sentir todo cálido y confuso por dentro. Íbamos a pasar la noche juntos, pero no como la primera noche que pasé allí. Esta vez sería diferente, yo solo lo sabía.
—Sí, está bien. Tendré que hacerlo. Claro. —Fruncí los labios para detener la amplia sonrisa en mi rostro, pero no pude evitarla, él era demasiado adorable. Le sonreí felizmente, y él se giró para regresar a su oficina avergonzado por dejar que yo viera a través de él.
***
—¡Oh, sí! ¡Oh Dios! Ahí mismo, señor Lehnsherr... —Me retorcí y gemí debajo de él, arañándole la espalda. Nos aficionamos a la posición del misionero, en la cama. Él disfrutaba mirarme de cerca, y yo disfruté de la hermosa fricción de nuestros cuerpos desnudos entrelazados de esa manera.
Pero, de repente, se detuvo. Cerró los ojos y golpeó su frente contra la mía. Resoplando un poco. ¿Qué ocurre ahora?
—Yo... podrías... cuando nosotros... Yo, ugh... ¿Charles?
Oh
¡Dios!
Yo sabía lo que me estaba pidiendo, pero él no podía decirlo en sus propias palabras, pues eso sería dejarme acercar demasiado. Abrumado por el permiso, rodé mi cadera, encajándolo completamente dentro de mí con mis piernas, y jadeé contra su boca.
—¡Erik! —Finalmente, su sexy, y tan elegantemente masculino como el hombre mismo, nombre, salió de mis labios. Creo que eso lo quebró. Sus manos inmovilizaron las mías sobre la cama, entrelazando nuestros dedos, su rostro se retorció con increíble placer, y se movió sobre mí, como si me estuviera reclamando.
—¡Erik! —Grité de nuevo, y él atacó mi boca, moviendo sus manos por todo mi cuerpo, agarrándome del cabello como si no pudiera tener suficiente de mí. Su pene estaba en su mejor momento, muy hinchado y dolorosamente dispuesto.
Envolví mis brazos alrededor de su cuello, saboreando mi propio nombre dejar sus labios. Mantuvo un ritmo anhelante, arrebatándome el aliento con cada embestida. Su nombre seguía saliendo de mi boca.
—Erik, por favor —gemí desesperadamente—. ¡No te detengas! —Parecía que nunca se detendría, pero igual supliqué.
—Charles... —A pesar de cómo me jodía, suspiraba mi nombre con mucha ternura. Eso fue todo lo que bastó para mí. Mis ojos se cerraron cuando el orgasmo instantáneamente me golpeó.
Llegué tan fuerte que me puse a sollozar.
—¡Erik! Dios mío, Erik... —Sus caderas se movían rápidamente, la sensación aumentaba y aumentaba por la forma en que había apresado mi cuerpo, entonces tembló dentro de mí, llenándome con su semen. Echó la cabeza hacia atrás, estremeciéndose.
No podía respirar. No podía hablar. Ni siquiera podía pensar. Todo en mi cuerpo se estaba derritiendo sobre el colchón, debajo del peso de Erik. Abrí los ojos cuando sentí que la mano de Erik me rozaba la mejilla. Él me miró desconcertado, aun encima de mí, completamente desordenado.
—Erik... ¿qué pasa? —Toqué su rostro suavemente.
—Te lo agradezco. —Yo estaba confundido. Claro, acabamos de tener un increíble sexo, pero no podía ser que estuviera agradeciéndome por eso, ¿o sí?
—¿Por qué? —Fruncí el ceño.
Besó mis labios suavemente, con su pulgar todavía sobre mi mejilla. Luego murmuró y cerró los ojos.
—Por... no huir gritando y conseguir un exorcismo. —Lo miré, estupefacto. Luego sonrió, cada vez más y más amplio, hasta que sonrió totalmente suave hacia mí. Lo atraje de nuevo a mis labios, besándolo, queriendo decirle de que nunca haría algo así.
Nos besamos así por un rato, hasta que intentó apartarse de mí. Mis brazos se apretaron alrededor de él, por lo que no se apartó. Apoyó la cabeza contra mi cuello, respirándome, y mis brazos rozaron su espalda, apoyándose en sus omoplatos. Nos quedamos dormidos más tarde, en esa misma posición, con su cuerpo siendo mi pesada manta, y yo siendo su almohada flexible.
Perfecto.
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