Capítulo 10
Desperté en una posición totalmente diferente. Mi cabeza estaba apoyada en el pecho del señor Lehnsherr, con su brazo a mí alrededor. Levanté la vista para ver su rostro. Se veía tranquilo al dormir. Sus rasgos estaban relajados, suaves, haciéndolo parecer vulnerable y casi... inocente. No podía alejarme, su fuerte brazo me apretaba como acero y, honestamente, no quería hacerlo. Era sábado, así que podía pasar un poco más de tiempo en la cama, y esta era una buena manera de gastar ese tiempo.
Lo sentí moverse a mi lado. Levanté la vista para verlo abrir los ojos. Parecía sorprendido, seguro no esperaba despertarse con un Charles junto a él, por supuesto.
—Hola —susurré en voz baja, sin alejarme. Él me dejó ir de inmediato. Sus cejas se fruncieron, tratando de comprender todo lo que había pasado. Se veía mejor que ayer. Aparentemente, ahora que su enfermedad se había ido, su comportamiento gentil también.
—Te dije que no vinieras.
¿Por qué estaba siendo tan idiota?
—Pensé que necesitabas...
Él se deslizó fuera de la cama rápidamente.
—¡No necesito nada! —Me dolió lo fuerte que me estaba hablando. Como si fuera un niño que acababa de hacer algo estúpido.
—Yo—
—¡Sí, tú! ¡Eres mi secretario! ¡No mi niñera, ni mi esposa, ni mi esposo, ni mi novio ni mi madre! —Gritó todas esas palabras y salió furioso del dormitorio, dejándome en su cama, confundido, conmocionado, herido y humillado. Me dieron ganas de llorar.
¿Recuerdas el otro día que deseé algo más con el señor Lehnsherr? ¿Te preguntas por qué no he bajado completamente la guardia con él? Sólo mira su comportamiento: sucede todo el tiempo, como si fuera bipolar. En un momento parece que está absolutamente enamorado de mí, y compartimos momentos privados y especiales, y en el siguiente momento me trata como un negocio, nuevamente. O una prostituta.
Lo seguí a la sala de estar.
—¡No!
—¿Disculpa? —Su tono era severo, como siempre.
—No, no lo soy. Pero soy un ser humano con sentimientos... y me importa... me preocupo por... usted. —Me temblaba el labio, pero lo dije. Escupí las palabras rápidamente tratando de no llorar.
Su expresión se suavizó. No dijo nada. Estaba sin palabras. Parecía que estaba a punto de acercarse a mí y pedirme que no llorara, pero yo lo conocía mejor; él nunca haría algo así. Y estoy bastante seguro de que mi rostro era la razón principal. Te lo dije antes, soy una persona muy emocional, y lo que sea que siento se muestra directo en mi cara. En este momento debe ser una mezcla de sorpresa, dolor, traición, ira y humillación.
Nos quedamos así, sólo mirándonos como si estuviéramos jugando el juego donde quién parpadea primero pierde. Finalmente me habló, con la voz más tranquila ahora.
—Te agradezco... que vinieras... pero estoy muy ocupado, así que—
—¿Está ocupado? —Bufé—. Es sábado. Está en pantalones de chándal y una camiseta vieja, ¿qué tan ocupado puede estar?
—¡Bien! ¡Si no quieres irte, quédate! ¡No podría importarme menos!
—¡Genial! ¡Hoy nos vamos a divertir! —Le sonreí brillantemente.
—¿Qué? —Y ahí están otra vez mis cejas fruncidas favoritas.
—Hoy nos vamos a divertir un poco. Veremos una película, y entonces—
—Eso sería inapropiado, señor Xavier—
—Oh, pero follar sobre su escritorio no lo es, ¿verdad?
—No recuerdo que te quejaras. Más bien estabas como "oh, señor Lehnsherr, más duro, más rápido, dámelo todo". —Su sarcasmo y el tono plano con que lo dijo me hicieron reír y él frunció aún más el ceño.
—Por favor, señor Lehnsherr. Es sábado. Usted no es mi jefe y yo no soy su secretario los sábados.
—Soy tu jefe incluso los sábados, ¿olvidaste que tengo horario fijo para los fines de semana también? Por supuesto que no lo recuerdas.
—Está bien, entiendo, apesto en mi trabajo, pero—
—Y no me siento bien...
—Mentira. Además de su psicosis, está bien y saludable.
Sabía que no me rendiría, así que cedió.
—Bien, pero eso no significa que deba gustarme, y sigo siendo tu jefe...
—Sí, sí, claro. Sólo siéntese, haré algo de desayuno. —Entré audazmente en su cocina, como si fuera la mía y hubiera vivido aquí durante años.
—¿Qué demonios? —Abrí la nevera y estaba vacía. Vacío, vacío. Había una sola caja de jugo de naranja y eso era todo.
Regresé a él en la sala de estar.
—No hay nada en su refrigerador. ¿Qué come cuando no está en el trabajo y no soy yo quien le consigue su desayuno?
—Compro mi desayuno en el gimnasio, y almuerzo donde ceno.
—Está bien, eso es inaceptable... —Suspiré.
—¿Sabes qué más es inaceptable?
—Sí, sí lo sé. ¿Dónde está su closet?
—El armario está en el dormitorio. ¿Por qué?
—¡Voy a buscar algo lindo para que vista y vamos a ir a mi pastelería favorita! —Mira, algunas personas dirían que soy demasiado entrometido o algo así, pero me sentía cómodo. Y no tenía idea de por qué él no me había detenido todavía.
—¡Mierda! —Abrí su armario y sentí que estaba en Narnia. Era una habitación entera, casi tan grande como su dormitorio. Había trajes prolijamente ordenados, abrigos, camisas dobladas y muchos zapatos. Había una pequeña isla de madera donde vi muchos relojes y lazos alineados. Ahí es donde su ropa interior debe estar, probablemente...
Tuve un pequeño orgasmo. Yo quería vivir en su armario.
—Señor Lehnsherr, ¿puedo vivir en su armario? Pero después de que vayamos de compras y le consigamos ropa mejor.
Lo escuché suspirar detrás de mí. No podría aguantarme más.
—Estoy seguro de que tienes más atuendos que yo, obviamente, ¿cuál es el asombro?
Me sonrojé. Él ha notado mi ropa, de lo cual estoy muy orgulloso. Pero yo no tenía un armario, tenía un pequeño espacio con perchas viejas y oxidadas. No tenía suficiente espacio para toda mi ropa, por lo que estaban esparcidas en todo el departamento.
—Es que realmente amo la ropa, y esto es como un castillo para la ropa, ¿entiende lo que quiero decir?
—No, no lo hago. De hecho, la mitad de las veces que hablas no sé lo que dices.
—Eso es porque siempre está de mal humor.
—No estoy—
—¿Qué?
—Nada. Supongo que tu deseo de llevarme a Prada finalmente se está haciendo realidad.
—¡Sí! —Chillé emocionado, juntando mis manos como un niño pequeño al que acababan de decir que lo llevarían a Disneylandia. Sentí que era Navidad, porque ocurrió un milagro más. ¡Él sonrió! Sonrió, pero esta vez fue una sonrisa genuinamente brillante, y se veía tan guapo mientras lo hacía.
Yo estaba completamente impresionado y le sonreí aún más.
—Nos detendremos en Prada, luego en Armani, luego en Dolce—
—Jesús, me arrepentiré de esto.
***
Me puse oficialmente tan mandón como él. Digo, logré sacar a Erik Lehnsherr, también conocido como "el frío tiburón sin corazón", de su casa. Me salí con la mía. Bueno, ya verás a qué me refiero.
—Pruébese este, y esto, esto, esto... —Seguí señalando cosas. La dependienta se volvió loco y también el señor Lehnsherr.
—No creo que sea una buena idea—
—Es una gran idea. Y esto también...
Suspiró, gruñó, se quejó, pero entró en la sala de pruebas para probárselos de todos modos. Y recién estaba comenzando.
—¿Qué le está tomando tanto tiempo? —Golpeé mi pie con impaciencia.
Luego finalmente salió, y yo quedé anonadado al verlo. Parecía un modelo de revista. Llevaba un traje Prada perfecto, que parecía hecho exactamente para su hermoso cuerpo. Oh Dios. Dejé escapar un grito ahogado. Él siempre había sido sexy, pero ahora parecía un pecado caminando.
Entonces el Diablo realmente viste a la moda...
La dependienta a mi lado también dejó escapar un "¡Wow!" Y yo quería estrangularla. Nunca he sido celoso, pero ahora mismo quería envolverme sobre él y gritar "¡Mío!"
Se miró en el espejo y luego miró mi rostro todavía aturdido.
—¿Ya estás feliz?
—Ohh, yo no usaría esa palabra. —Le di una sonrisa traviesa, con la respiración temblorosa. Luego entró a probar los otros. Lo seguí.
—Jesús, ¿qué estás haciendo aquí?
—Sólo tenía que hacer esto... —Lo besé con avidez. Envolví la corbata alrededor de mi puño, jalándolo más cerca. Él me devolvió el beso con la misma pasión. Gimió y se acercó más a mí, entregándose a la pasión del beso. Nunca en mi vida había sentido tanta química pura con nadie. Cuando estábamos juntos así, nada más importaba.
—Te odio por esto, lo sabes —susurró, sin aliento.
—¿Por qué?
—Por hacerme perder el control de esta manera.
—Me encanta cuando pierde el control —le susurré, jadeando, y sus labios capturaron los míos en otro beso devastador.
Éramos como dos adolescentes impulsados por las hormonas, besándose en el pasillo de la escuela, a quienes les importaba un carajo si los atrapaban. Sus manos fueron directamente a mi trasero. ¿Qué obsesión es esa que tienen los hombres con mi trasero? Estaba apretando, gruñendo que mis pantalones eran una barrera molesta. Mis manos se enterraron en su cabello mientras él me levantaba y yo envolví mis piernas alrededor de su cintura. Me presionó contra la pared del vestidor, dándole a nuestros miembros rígidos el contacto que ansiaban. Él chupó mi labio inferior y luego raspó sus dientes a lo largo de mi mandíbula. Gemí cuando nuestras caderas se frotaron. Los dos estábamos jadeando mientras él mordisqueaba mi cuello. Entonces mi voz ronca jadeó.
—Por favor.
Yo estaba al tanto de los sonidos que estábamos haciendo y de las voces que nos rodeaban a medida que la gente entraba y salía de los otros probadores. La idea de que pudiéramos ser atrapados en cualquier momento sólo lo hacía todo mejor.
Él finalmente pareció darse cuenta de dónde estábamos.
—No. Más tarde —jadeó, dejándome caer sobre mis piernas temblorosas. Fui a por sus labios otra vez, no pude esperar. Lo quería mucho. Y esta vez me pidió—: Por favor, haré lo que quieras, después —gemí fuertemente por su promesa.
—¿Me follarás como nunca antes? —Jadeé contra sus labios.
—Sí, todo lo que desees. —Parecía tan ahogado por la lujuria como yo.
—Déjeme al menos darte una mamada, nadie lo sabrá—
—¡Sal de aquí!
Le di una sonrisa sexy y me fui. Definitivamente esperando la promesa.
***
—Nos llevaremos todo.
Adiós Prada. Siguiente parada: Armani.
—... y luego, cuando tenía siete años, realmente quería convertirme en veterinario, porque había este lindo perro sin hogar deambulando por nuestra casa, mamá y papá no me dejaban quedármelo, así que pensé que, si me volvía veterinario, tendría todos los animales que quisiera...
En el viaje a Armani hablé de lo que quise ser a través de los años. Empecé desde los cinco años. Sólo llegué a los diez. Lo miré a la cara. Estaba escuchando cada palabra que decía. Cuando entramos empecé a correr otra vez como loco.
—Creo que tenemos suficiente.
—Esto es Armani, nunca es suficiente. Oh Dios mío, mire ese abrigo. Estoy enamorado. Lo quiero.
—Cuesta $1.525.
—Silencio. No tiene precio.
—¿Es esto gastas todo el dinero que te pago?
—Bueno, sí. Me gusta tener ropa bonita. Simplemente... me hace sentir mejor. Compro mi ropa cada cinco o seis meses dependiendo del trabajo que tengo. Mi salario siempre se divide en cuatro cosas: enviar dinero a mamá y papá en Inglaterra, comida, ahorrar para un boleto de avión para volver a casa, y finalmente ropa. Pero no puedo permitirme comprarlo... en este momento. —Me lo quité, fruncí el ceño, y lo abracé por última vez antes de que él lo tomara de mis manos.
—¡Ey!
—No puedo ver esta triste historia de amor entre el abrigo y tú fracasar. Yo lo pago.
—¿Qué? No. Yo... no puedo aceptarlo. Es demasiado, señor Lehnsherr.
—Sí, lo harás. Se ve... bien en ti.
¿Me hizo un cumplido? ¿Esta es la vida real? Sonó un poco rígido, pero aun así es un cumplido.
Nunca me ha hecho ningún elogio, pero nunca tuvo que hacerlo. Lo veía en sus ojos cada vez que me miraba. Nunca antes me había sentido más sexy y más querido con nadie.
—En realidad, elige lo que quieras. Es lo mínimo que puedo hacer por mi secretario diagonal asistente. —Oh Dios mío. Él estaba siendo amable. Como... realmente, realmente agradable.
—Oh, señor Lehnsherr. Es muy generoso, pero no puedo... —protesté de nuevo.
—Sí, puedes y lo harás. Ve a tomar lo que quieras y no me molestes más.
—Pero—
—¡Ve! O estás despedido.
Solté un ruido agudo y literalmente salté sobre él, lanzando mis brazos alrededor de su cuello, haciéndole perder el equilibrio.
—Es usted el mejor, señor Lehnsherr. —Él se rio y luego sentí sus brazos envolviéndome suavemente.
Su agarre se apretó a mí alrededor, con suficiente fuerza para demostrar que era en serio. Nos quedamos mucho tiempo así, hasta que escuché a alguien toser.
—¿Le gustaría comprar esto?
—Sí. Y dale al señor brazos de pulpo lo que sea que quiera probarse. —El señor Lehnsherr sonreía, hacía bromas, era amable, estaba gastando miles de dólares en ropa hoy, sólo porque las prendas me gustaban y ¿ahora quería darme un regalo? Yo había muerto he ido al cielo. Él era tan... extraño. No estaba acostumbrado a verlo así. Fue extraño e increíblemente agradable al mismo tiempo. Era carismático y magnético, excelente en la cama, extremadamente inteligente; si se volvía agradable también, sería el hombre perfecto.
—¿Por fin hemos terminado?
—Con Armani, sí. Pero aún tenemos que ir a Calvin Klein, Dolce, DKNY, Valentino... —Comencé emocionado de nuevo.
—Jesucristo, hemos estado haciendo compras durante horas —sonaba agotado.
—Está bien. Tiene razón. Almorzaremos y luego continuaremos.
—No. Elige uno.
—Pero necesitamos... —Él tomó mi barbilla, forzándome a mirar sus ojos hambrientos.
—Sólo uno. —Agitó su dedo hacia mí, mortalmente serio, con una mirada oscura en sus ojos—. Porque si no te tomo pronto voy a explotar. —Oh Jesús. Gimoteé y, por primera vez, decidí saltar las compras.
***
Entramos en el ascensor de su edificio, y él inmediatamente comenzó a rasgar mi ropa, mientras intercambiamos besos intensos, húmedos.
—¿Es por eso que me compró ropa nueva, señor Lehnsherr, para poder rasgar la vieja? —Susurré entre mi respiración frenética.
—Si no fueras te gustara provocar tanto, no me convertiría en un animal así. —Oh, querido. Me encantaba cuando apenas podía contenerse conmigo, pero al escucharlo admitirlo me hacía doblar las rodillas.
Finalmente estábamos en su departamento, tirando las bolsas de las compras en el piso, y desnudándonos antes de que siquiera entráramos a la habitación. Nos tambaleamos hasta llegar allí. Teníamos la loca necesidad de besarnos a cada pocos pasos, o de que él me presionara contra la pared para obtener la fricción necesaria. Finalmente lo logramos. Tropecé una vez que estábamos en la cama, y caí, arrastrándolo sobre mí.
Su mano se envolvió alrededor de mi pene, sacudiéndose lentamente mientras la otra se movía hacia mi trasero. Sentí la fría humedad de su dedo presionándose contra mi agujero. Ni siquiera lo vi ponerse el lubricante, así de rápido e impaciente éramos.
Me besó como si me hubiera extrañado por mucho tiempo, y su dedo entró y salió de mí como nunca antes. Sus dientes rasparon suavemente sobre mi lóbulo, jalando y chupándolo en su boca. Su dedo se convirtió en dos, luego tres, yo me relajé en sus embestidas.
—Oh, señor Lehnsherr, ahh... —Él sabía lo que estaba pidiendo con mis gemidos, por lo que en un instante la cabeza de su pene reemplazó sus gruesos dedos, empujándome para abrirla lentamente.
Gemí en su boca mientras él entraba, la punta de su pene llenándome. Se detuvo, su boca soltó la mía a tiempo para dejarme soltar un grito de placer cuando se deslizó hasta el fondo.
—¡Por favor, señor Lehnsherr! ¿Puedo arreglar su armario más tarde, por favor? —Gemí la frase tan fuerte que él se rio sobre mí. Lo más inusual para él, reír... y lo hizo incluso mientras estábamos teniendo relaciones sexuales.
No pude evitar reírme con él, en su diversión. Y se sintió tan sorprendentemente bien. Siempre pensé que el sexo era intenso, que sólo es gemir y retorcerse hasta que se complete el acto. Nunca me di cuenta de que también podría haber una risa despreocupada en el medio, que podría sentirse tan... perfecto.
—Eres tan jodidamente ridículo. —Reclamó mi boca en otro beso lleno de hambre. Y le supliqué de nuevo por su miembro y por arreglar su armario—. Bien. Haz lo que quieras —gimió, como si se estuviera rindiendo por completo de mí.
—¿Cualquier cosa?
—Sí. Cualquier cosa. Todo lo que quieras. —En mi cabeza, esto sonaba como si me estuviera dando permiso para algo más que simplemente arreglar su armario.
Y la forma en que me follaba, me decía que no estaba sólo en mi cabeza. Todo fue diferente, entonces. Me folló lenta y duramente, su mano acariciándome al mismo ritmo que sus embestidas. Sabía que no iba a durar mucho, a pesar de su ritmo suave. Los sentimientos eran muy intensos, nada que alguna vez hubiera sentido. Con él, o con cualquiera.
Su cuerpo se presionaba por completo sobre mi pecho, cada pulgada de él me llenaba, jodiéndome más rápido.
Dios, ni siquiera puedo describirte como se veía él. Un hombre tan reservado, tan abotonado y distante, realmente tenía un punto de quiebre. Yo. Y digo esto decisivamente. Siempre lucía en control y estoico ante el mundo. Pero durante el sexo dejaba de fingir y lanzaba todo su ser para complacernos a mí y a él mismo.
Y siempre llegaré ante esa vista. Verlo perderse completamente en mí.
Solté un fuerte y lujurioso llanto, mi espalda se arqueó, mi cuerpo se congeló, y cada músculo dentro de mí revoloteó violentamente, casi dolorosamente, alrededor de su pene.
Mi semen se disparó entre nuestros cuerpos, líquido caliente y pegajoso sobre nosotros mientras él continuaba forcejeando contra mí. Con una feroz serie de embestidas lo sentí descargar, se retorció dentro de mí mientras mordía la tierna piel de mi cuello.
Nos quedamos allí después en el desastre sudoroso y pegajoso. Se deslizó fuera de mí, sentí que goteaba, y rodé para mirarlo. Nuestros labios se encontraron en un instante.
Mantuvo su promesa, me jodió como nunca antes.
No sabía lo que se suponía que debía hacer ahora. Nunca nos habíamos quedado tanto tiempo en la cama después de haber follado. Así que seguí besándolo tiernamente.
Puso las mantas alrededor de nosotros, y yo me acurruqué contra su pecho. Se estaba volviendo más y más oscuro afuera. Sentí su profunda respiración en mi cabello, y levanté la vista para verlo; se había quedado dormido. Dejé que mis ojos se cerraran también, en su calidez. También me dormí rápidamente.
***
Me desperté con un suave beso en la cabeza y una completa oscuridad en la habitación.
—¿Señor Lehnsherr?
—¿Sí?
—¿Puedo arreglar su armario? —Él rio en voz baja y yo también sonreí feliz.
—Por supuesto.
***
Todavía no podía creer que me dejara quedarme en su casa, ver su armario, permitiéndome hacer lo que quisiera. Casi había terminado de poner en orden las cosas nuevas que le conseguimos cuando sentí su ardiente mirada en mí. Me volteé para verlo mirándome.
—Casi está terminado, señor Lehnsherr. Estaré fuera de su vista pronto —le aseguré, riéndome. Pero él se veía un poco... ¿decepcionado?
—¿Le molestaría llevarme a casa? Es un camino muy largo, y no puedo pagar un taxi —pregunté en voz baja. Su rostro cayó aún más.
—¿No quieres que... Sí. Por supuesto.
Oh Dios, él quería que me quedara toda la noche. ¿Lo estaba imaginando? Por favor dime que no.
—Llevaré tus maletas al auto mientras te preparas.
—Señor Lehnsherr... —comencé, pero se perdió de vista inmediatamente.
***
Una vez que llegamos a mi casa, él me acompañó hasta la puerta, ayudándome con las bolsas de mis compras.
—Hoy lo pasé muy bien —dije, como un cliché de película.
—Bueno, por la ropa, es lógico.
Mi jefe está bromeando, señoras y señores. ¿O pensaba seriamente que lo pasé bien sólo porque fuimos de compras? Uf, y luego él me llama a mí ridículo.
—Lo disfruté más, debido a la persona que me acompañó. —Sin esperar a que él dijera otra cosa inapropiada, me puse de puntillas y lo besé ligeramente en los labios; luego, para ahorrarle vergüenza, me volví para ir a mi apartamento. Pero su mano rodeó mi cintura, jalándome hacia él, por otro beso. Bueno, no tanto un beso sino una fusión desgarradora de nuestras bocas, llena de pasión y dulce espontaneidad que hizo que mis piernas se volvieran gelatinosas.
Oh Dios, quería arrastrarlo a mi apartamento para otra ronda. Pero él se apartó para recuperar el aliento y se quedó en mi pasillo, acariciando mi mejilla con su pulgar suavemente, mirándome a los ojos.
—¿Porque eres así? —Suspiró, como si estuviera cansado.
—¿Qué quiere decir? —Sonreí sin entender a qué se refería.
—Buenas noches, Charles. —Se alejó lentamente de mí y me dejó sin palabras por milésima vez.
¿Por qué soy como qué?
Espera un minuto.
¡Él dijo mi nombre! ¡Dijo mi nombre! Y sonaba tan precioso rodando de sus labios, que me dolía el corazón. ¿Cómo podía una palabra ser pronunciada con tanta ternura que yo casi podía sentir todo lo que él representaba y todos sus principios salir por la ventana?
Finalmente cerré la puerta. Me deslicé por la pared de mi departamento, sorprendido, contento y feliz. Mis ojos se cerraron, imaginando sus labios y el sonido de su voz.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro