Capítulo 6
Una vez que las maletas estuvieron distribuidas en los cuartos, Bea estaba famélica, pero cuando se acercó al comedor su abuela y las chicas se habían levantado ya y estaban en la sala tomando café. Al verla su abuela le dijo que fuera a la cocina buscar algo que comer, pues como no había estado a tiempo el almuerzo ya había terminado.
Beatriz no podía comprender porque su abuela la había despreciado siempre tanto, simplemente asintió y fue a la cocina.
La cocinera Dunia la recibió con un caluroso abrazo y le ofreció un plato de comida caliente, que Bea se comió allí mismo en la cocina. Dunia era la madre de Fernando y cuando ellos eran niños jugaban juntos con sus hermanos, Dunia siempre había sido cariñosa y buena con ella.
Mientras Bea devoraba su comida se pusieron al día, le contó de sus dos carreras en una universidad cercana a la hacienda, solo a una hora de camino, su graduación, omitiendo la noche de la fiesta de graduación y como pasaría todo el verano allí. Dunia le contó que Fernando aunque se había atrasado un año por falta de dinero, había conseguido un trabajo en la ciudad y que estudiaría en la misma universidad pública que ella, que los gemelos estaban trabajando durante vacaciones en la hacienda así que los vería por allí y que su hija Verónica ese año cursaría el último año de primaria.
Bea siempre quiso tener una familia como la Dunia, todos eran aceptados y queridos por quienes eran, ella recordaba aun, cuando estando allí una vez que estaba enferma y sus padres estaban fueran del país con Estefanía, Dunia le había hecho una tarta de cumpleaños, sin que su abuela supiera, pues le dijo que todo niño debía tener una celebración de agradecimiento a Dios por haber podido disfrutar una año más con él en esta tierra, llevó a sus tres hijos (Dunia estaba embarazada de Verónica) y le regalaron una tarjeta hecha en casa, por ellos mismos. Ese es el recuerdo más feliz que Bea puede recordar de un día de su cumpleaños.
Por ello siempre ha estado completamente agradecida con Dunia y sus hijos, especialmente con Fernando que a pesar de ser ella cómo es, siempre la aceptaron y por hacer que sus días en la hacienda estuvieran menos llenos de soledad y desaprobación, como su vida en general.
Cuando hubo terminado de comer, Dunia le entregó una rebanada de tarta, que había guardado especialmente para ella. Bea casi llora de la impresión, pero recordando las palabras de su madre se tragó su llanto y solamente agradeció.
Justo en ese momento entraron Fernando y Daniel, en busca de comida, pues debido a que tuvieron que arreglar el cerco del ganado, no había parado a comer hasta ese momento.
-Si necesitan el espacio... me retiro- dijo Bea no queriendo molestar.
-No querida, claro que no, siéntate con tranquilidad, que estos dos no muerden- le dijo Dunia guiñándole un ojo.
Bea siguió comiendo su tarta mientras escuchaba a los dos hombres contándole a Dunia cosas sobre su día hasta el momento.
-Hijo, ¿Sabías que Bea estudiará en tu misma universidad?- dijo Dunia mirando con orgullo a su hijo.
Fernando casi se atraganta con el bocado de comida que estaba tragando y miró a Bea con ojos de asombro:
-¿En una universidad pública?- soltó un silbido y terminó diciendo- siempre pensé que tu serías de una universidad para niños ricos.
Dunia le dio un manotazo en la cabeza y explicó:
-Estudiará en un privada una carrera y en tuya otra.
-¡Oh!- dijo Fernando mientras se sobaba el golpe de su madre- eso explica todo.
Bea estaba complemente ruborizada por lo que había visto y oído, Fernando le había dicho que parecía una niña rica y su madre lo había golpeado para defenderla.
-Y ¿Qué piensas estudiar?- preguntó Fernando metiéndose un bocado muy grande en la boca.
-Economía y literatura- dijo antes de tomar un bocado más de esa deliciosa tarta.
-Déjame adivinar: economía en la privada y literatura en la pública...- dijo Fernando más como una afirmación que como una pregunta.
-...sí...- dijo Bea sin entender como él podía saber eso- ¿Cómo lo dedujiste?
-Sencillo: tú siempre has amado los libros, cada recuerdo que tengo de ti es con un libro en la mano, aun cuando íbamos al río, llevabas uno, por eso asumo que la carrera que quieres es literatura, pero para complacer a papi y mami estudias economía como tu madre.
Bea no podía creer que hubiera sido casi desnudada frente a estas tres personas, y como siempre su instinto le dijo que huyera, así que terminó de un solo bocado el pedazo de tarta que tenía aun en su plato, y se paró:
-Tienes la razón, tu deducción es muy lógica y cierta, permiso debo ir a desempacar- y dirigiendo su atención a Dunia dijo- Gracias Dunia, como siempre todo estuvo delicioso.
Salió de la cocina sin mirar atrás y fue a su habitación, que era bastante pequeña, pero realmente a ella no le incomodaba, la verdad podría haber dormido en un armario y sentirse cómoda, mientras más alejada estuviera de su abuela y las chicas mejor se sentiría.
Media hora antes de la cena, Beatriz estaba bañada, cambiada y arreglada pues la cena era un gran evento en casa de sus abuelos, ya que su abuelo estaba presente y hablaban sobre su día.
Diez minutos antes de la cena, salió de su cuarto a sentarse en la sala a esperar que todos bajaran. Su abuelo odia la impuntualidad, al menos la suya.
Cuando vio a sus abuelos bajar tomados del brazo, se paró como si tuviera un resorte incorporado y saludó:
-Buenas noches abuelos, abuelo que alegría verte después de estos meses- dijo mientras intentaba acercarse para darle un abrazo a su abuelo.
Pero detuvo su paso al ver la cara de ambos al mirarla parada con uno de sus vestidos de domingo, lista para la cena.
-¡Oh!-Dijo su abuela- pensé que habrías salido con Estef y Caro, ellas se fueron a la ciudad hace como dos horas de compras y dijeron que cenarían allí, pues nosotros debemos ir a una cena de cumpleaños.
Bea no supo cómo reaccionar, así que simplemente asintió y sonrió a sus abuelos:
-He de haber estado bañándome cuando las chicas se fueron, pero no se preocupen, iré donde Dunia en la cocina para cenar algo sencillo- dijo con su mejor sonrisa falsa en la cara.
-No la encontrarás, al no haber cena hoy, la despaché temprano- y mirándola de pies a cabeza le dijo- pero una chica grande como tú debe poder prepararse algo para cenar por si misma.
Bea asintió algo sonrojada, y cuando pensó que la terrible conversación había terminado se pararon justo frente a ella y su abuelo Alejandro la miró con ojos fríos y dijo:
-Estoy muy decepcionado de ti, aunque conociendo tus orígenes ¿Qué más podíamos esperar?- y se salieron por la puerta principal sin mirar nuevamente.
Bea se quedó fría pensando en sus palabras: "conociendo sus orígenes", ¿Qué acaso no era el mismo que Estefanía? Talvez cuando pequeña había hecho algo muy inadecuado y de eso hablaba su abuelo.
Decidió que al siguiente día caminaría al pueblo más cercano o pediría una bicicleta prestada, pues era 5 kilómetros, para ir a comprar algunas cosas de comer que tener en su habitación sin tener que molestar a nadie con la cena o el desayuno.
Se encaminó a la cocina, y efectivamente constató que se hallaba completamente sola en esa gran casa.
Dispuso prepararse algo bueno para cenar, "De todos modos tengo tiempo de sobra" pensó, pues la hora de la cena en casa de sus abuelos era a las 5:30 p.m.
Revisó la refrigeradora y al saber que no habría ojos acusadores de las cantidades o tipo de comida que cenaría se propuso cocinar pollo empanizado con papas fritas y ensalada verde, y que haría comida suficiente para dos personas, por si quería comer nuevamente.
Cuando había puesto el pollo en la freidera y estaba pelando papás, un ruido que venía del segundo piso llamó su atención, se suponía que estaría complemente sola por varias horas, y estaba segura que nadie había entrado a la casa porque los que tenían llave no habían regresado aún.
No estaba segura sobre cómo proceder pero pensó que si era un ladrón y robaba algo valioso de las joyas de su abuela o algunas de las monedas de la colección de su abuelo, jamás sería perdonada por no haber hecho nada para evitarlo estando en casa.
Por ello tomó un rodillo y un cuchillo de la cocina y subió sigilosamente las gradas, su corazón parecía querer salir corriendo al lado contrario de donde sus piernas la estaba guiando.
Cuando estaba a punto de terminar de subir las escaleras con éxito, Flofy el gato de su abuela decidió salir de la nada y correr directamente a Bea, del susto ella soltó "sus armas de defensa" que cayeron estruendosamente por las gradas.
Bea corrió para tomar el rodillo que todavía estaba cerca y al haber perdido el factor sorpresa decidió apresurar sus pasos a donde los ruidos había cesado.
Venían del cuarto de Estefanía, "¡Oh Dios Santo! Esto no podía ser mejor" dijo para sus adentros. Cuando estuvo frente a la puerta tomo tres grandes respiros y abrió la puerta de par en par.
Una gran sombra se abalanzó sobre ella, dándole tiempo solamente para golpear dos veces con el rodillo, el hombre y Bea rodaron un poco por suelo hasta que éste logró quitarle el rodillo de las manos.
Bea comenzó a gritar y a intentar luchar, hasta que escuchó que el hombre la llamaba por su nombre con una voz que le sonaba muy conocida. Cuando sus ojos se acostumbraron a la oscuridad y enfocó bien la cara del hombre se fijó que era Fernando:
-Bea, soy yo, ¡Tranquilízate!- le dijo mientras la aplastaba un poco con su cuerpo.
Al reconocerlo dejó de forcejear y se sonrojó al sentir como toda la anatomía de Fernando estaba sobre ella aplastándola un poco.
Cuando él vio que ella dejó de forcejear se levantó y encendió las luces del pasillo donde se encontraban.
Bea se horrorizó al ver que Fernando tenía sangre en la cara, se levantó le tocó la cara:
-¡Estás sangrando! ¡Oh por Dios! ¡Lo siento, lo siento, lo siento tanto!- dijo intentando revisar de dónde salía la sangre.
-Tranquila- le sonrió un poco- es solo una pequeña cortada en la ceja y el labio.- y tocándose la cabeza continuó- ¡Ay! Tengo un chichote en la cabeza, ¡Que buena derecha tienes!
Bea estaba tan avergonzada, fueron a la cocina a buscar el botiquín de primeros auxilios que manejaba siempre allí Dunia, y mientras buscaba Bea le preguntó:
-¿Qué haces aquí? Me asusté porque pensé que estaría sola durante horas. ¿Y qué hacías en la habitación de Estefanía?- le preguntó mientras revisaba la comida que seguía en el fuego, la cual gracias a que la tenía a temperatura muy baja no se había quemado.
-La señora Estefanía me pidió que cambiara de lugar los muebles en la habitación de tu hermana, por algo del feng shui- respondió sobándose el golpe en la cabeza.
Bea encontró el botiquín y comenzó a limpiarle las heridas que había provocado en la cara de Fernando.
-Lo siento, me asustaste- volvió a disculparse.
-No te preocupes la culpa fue mía, pensé que estaba sólo en la casa también, dijeron que las chicas irían de compras y a cenar fuera y los señores iban a un cumpleaños...- y mirándola a los ojos le preguntó- ¿Por qué no estás con las chicas?
Bea se sonrojó de pies a cabeza y esbozando una tímida sonrisa contestó:
-No estaba lista cuando se marcharon- y siguió limpiando religiosamente las heridas de Fernando.
-Pero si estás muy linda con ese vestido- le dijo Fernando.
Un "gracias" casi silencioso escapó de su boca. Imaginó que Fernando simplemente quería ser amable al darse cuenta de que era una fea, boba y solitaria.
Bueno estimadas (os) hasta aquí por hoy... déjenme saber que les ha parecido... Gracias por leer
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