━ three: new friend.
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CAPÍTULO TRES
NUEVO AMIGO
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—¿Newt, no has cogido el libro del señor Ambrose? —inquirió Karen tras haber revisado los títulos de cada libro que tenía a su alcance en la mesa.
—¿No? —El castaño juraba que sí lo había cogido, por lo que frunció el ceño y se puso a mirar los libros que había a su lado. Efectivamente, no lo había cogido—. Lo siento... —susurró cabizbajo.
—¡No te preocupes! —exclamó, dedicándole una sonrisa. No quería que se sintiese mal—. Iré a buscarlo, ¿vale? Ahora vuelvo.
Dicho aquello se levantó de la silla y la imagen fue bastante graciosa, pues debido a su pequeña estatura no alcanzaba el suelo con los pies y tuvo que dar un salto. Después de recuperar el equilibrio que casi perdía, se alejó de la mesa y recorrió un par de pasillos de la enorme biblioteca hasta que encontró la estantería donde estaban los libros de criaturas mágicas. No tardó mucho en encontrar el que buscaba, ya que gracias a su grosor y su color anaranjado destacaba bastante. Lo tomó y se dispuso a regresar por el lado opuesto al que había llegado, pero tan solo diez pasos después, se detuvo al ver a cierta persona.
Sentado en una mesa completamente solo y rodeado de diversos pergaminos y libros, se encontraba el mayor de los Stonem, Oliver. Como siempre, tenía una expresión aburrida en su rostro, aunque a Karen le pareció ver que sus ojos brillaban de entusiasmo... Quizás solo se lo estaba imaginando.
O no.
Más bien no.
De la nada, a la misma vez que el castaño agitaba su dedo índice, unos extraños, brillantes y verdes trazos surgían en el aire. Los labios de Karen formaron una «O» y sus ojos se abrieron como platos. ¿Qué era eso? ¿Una especie de encantamiento? Pero no estaba usando una varita... Por supuesto se podía hacer magia sin necesidad de una, pero por lo que sabía solo los magos más poderosos y sabios podían hacerlo, y aunque los profesores ya comentaban lo talentoso que era el castaño, solo tenía once años. ¿Entonces, cómo?
La respuesta correcta era: runas mágicas.
Karen jamás había visto a nadie usarlas, por eso tardó en llegar a esa conclusión. Además, jamás había pensado que podían ser tan... bonitas. Para ella, quien amaba dibujar, aquel símbolo que parecía abstracto, era sumamente precioso. Las líneas eran finas y precisas, tenían un brillo que les daba un toque hipnotizante y eran de un bonito color verde como la menta. Sonrió medio embobada y sin darse cuenta de que Oliver había notado su presencia.
—¿Qué pasa? —cuestionó el castaño secamente.
El rostro de Karen rápidamente se volvió del color de su pelo.
—¡L-Lo siento! N-No quería molestarte. —La vergüenza y el nerviosismo empezaban a invadirla—. Es solo que... ¿Eso es una runa, verdad? —preguntó señalando hacia el extraño símbolo que se mantenía delante del contrario—. N-Nunca había visto una y es tan bonita q-que me quede embobada... Lo siento...
Un atisbo de sonrisa apareció en los labios de Oliver y Karen no pudo evitar sorprenderse. Desde que habían ingresado en Hogwarts, ya hacía más de tres meses, nunca había visto al castaño sonreír. No era como si pasasen las 24/7 juntos para que supiese que nunca lo hacía, pero en todas las clases que compartían los Hufflepuff y los Slytherin y en todas las veces que lo había visto por los pasillos o en el Gran Comedor, nunca, pero nunca había visto su sonrisa.
—Y tampoco sabía que eran verdes —añadió después.
—Solo las mías lo son —respondió Oliver, ahora con un tono algo más agradable. Karen ladeó la cabeza hacia la izquierda, sin entenderlo—. El color de las runas depende de cada mago o bruja, no hay un color fijo —explicó.
—¡Oh! No tenía ni idea. —Estaba completamente fascinada, había tantas cosas que no sabía, ya fuese sobre las runas, las criaturas o la vida misma—. Supongo que, entonces, el color de tus runas es muy adecuado, ¿no? Ya que eres Slytherin.
—Hm, supongo.
Era incómodo. Hablar con Oliver Stonem no era fácil, ya que desprendía un aura distante y fría. Probablemente debido a eso era que siempre estaba solo y muchos le temían. Karen entraba dentro de ese grupo de personas –Newt también–. Él era intimidante y ella asustadiza. Además, por su timidez se le hacía bastante complicado tratar con gente así. Sin embargo, en ese momento, quería hablar un poco más con él, ya que tenía curiosidad sobre la runa.
—¿P-Puedo preguntar qué hace esa runa?
—No lo sé. —Se limitó a responder él, encogiendo los hombros.
—¿No lo sabes? —Karen parpadeó varias veces seguidas—. ¿Has dibujado una runa sin saber lo que hace? ¿Y... y si es peligrosa? —inquirió preocupada.
—No lo creo. Acabo de inventármela y aún no le he dado un propósito, así que es imposible que pueda pasar algo peligroso —contestó como si lo que estaba diciendo no fuera la gran cosa, pero sí que lo era y a Karen de nuevo se le había abierto la boca de la sorpresa.
—Espera, espera. ¿Acabas de decir que te acabas de inventar esa runa? —preguntó sin terminar de creérselo. Él solo asintió—. P-Pero pensaba que las runas era una magia que estaba estancada desde hace siglos, que ya no se podía progresar con ella, que todas las runas estaban inventadas...
—Eso es lo que dicen aquellos que no las entienden y no tienen talento para ello. —Su tono de voz y su mirada reflejaron cierto orgullo, porque claramente estaba diciendo que él tenía talento—. Aunque esta runa —continuó mientras simulaba tocarla— al no tener propósito es completamente inútil.
—¿No se supone que las runas no son capaces de mantenerse sin uno? —En realidad, por lo que sabía, ni siquiera debía haber aparecido por un mísero segundo y aun así aquella ya llevaba casi diez minutos en el aire y no parecía que fuera a desaparecer pronto.
—Es así, pero tengo mucha determinación sobre no querer desaparezca. ¡Oh! Podría ser una runa que haga que aparezcan cosas que sean invisibles... Ah, pero ya existe una así... —murmuró más bien para sí mismo mientras se rascaba la barbilla y entrecerraba los ojos—. Bueno, ya encontraré un propósito que darle.
—Increíble...
Talento se quedaba corto para describir lo que él tenía con las runas. Era un prodigio. Incluso ella que no entendía mucho sobre aquella magia, podía intuir el gran runista en el que él se convertiría. De seguro terminaría revolucionando el mundo mágico con sus runas.
—¿Verdad? Las runas mágicas son increíbles —corroboró Oliver, aunque Karen no se estaba refiriendo a ellas.
—Lo son, pero las criaturas mágicas lo son todavía más —repuso ella y él rodó los ojos.
—No digas estupideces. Las criaturas están bien, pero está claro que las runas son mucho mejores —replicó él.
—No estoy de acuerdo. —Infló los mofletes, indignada.
—Y yo no estoy de acuerdo contigo. —Bufó.
—Un segundo.
Antes de que Oliver pudiera decir algo, Karen se giró y se alejó casi corriendo. Por supuesto él pensó que había ganado la «discusión», pero al parecer se había equivocado, porque tan solo unos minutos después, la pelirroja regresó tirando del brazo de Newt.
—Newt, Stonem dice que las runas son mejores que las criaturas mágicas, ¿a qué no es verdad?
—¡Claro que no! —exclamó con un tono tan alto que empezaron a chistarle desde diferentes lugares de la biblioteca para que guardase silencio—. Las criaturas son más increíbles y no hay nada más que hablar —añadió lo suficientemente bajo para que solo ellos dos lo escuchasen.
—Sí hay más que hablar —replicó de inmediato Oliver—. Las runas, al igual que los encantamientos, sirven para realizar múltiples cosas e incluso pueden llegar a ser más poderosas, pero, ¿las criaturas qué hacen? A parte de dormir, comer y cagar.
Los ojos de Newt y Karen se abrieron de par en par, al igual que sus bocas.
—Somos dos contra una, acéptalo, has pedido —refunfuñó Karen haciendo un mohín.
—No, ni hablar.
Intercambiaron miradas y pareció como si estuviesen saliendo chispas.
—Vámonos, Karen, él nunca entenderá lo maravillosas que son las criaturas —farfulló Newt mientras se giraba sobre sus talones.
Karen no dudó en seguirlo y Oliver se limitó a verlos ir.
—Es tonto, no entender la grandeza de las criaturas —murmuró Karen cuando ya se hubieron alejado lo suficiente.
—Ya ves... Pero, de alguna forma, no ha sido tan intimidante hablar con él —confesó Newt.
—¿Verdad? En realidad ha sido... ¿agradable?
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Esa misma tarde, los tres volvieron a encontrarse en clase de pociones, ya que Hufflepuff y Slytherin la tenían juntos, pero apenas se miraron unos segundos. Cada uno seguía ofendido de que el otro no compartiese su opinión.
Entonces, el profesor ordenó que se juntasen en grupos de tres o cuatro personas, y para cuando quisieron darse cuenta, ellos habían quedado rezagados. Todos sus compañeros de clase habían formado los grupos casi instantemente, pero ellos se habían quedado parados mientras intentaban pensar con quien ponerse. Ninguno se sorprendió de que los dejarán de lado, era lo habitual. Newt y Karen no tenían ningún amigo más dentro de sus compañeros y Oliver no había conseguido hacer ninguno –tampoco se había molestado en intentarlo–.
Karen le dio un suave codazo a Newt y cuando éste la miró, le indicó con un movimiento de cabeza que mirase hacia donde se encontraba Oliver. Se miraron y tras asentir, se acercaron hasta él.
—¿Stonem, quieres unirte a nosotros? —le preguntó Karen, aunque no era como si tuviese mucha opción más.
Oliver solo asintió y juntos fueron hasta una de las mesas libres para comenzar a preparar la poción. Tan solo quince minutos después está explotó y ellos comenzaron a toser sin parar mientras agitaban las manos en el aire para despejar el humo negro que había surgido.
Cuando finalmente se disipó, Newt tomó de la muñeca a Karen y la hizo girarse para comprobar que no estaba herida. Por suerte, su cabello que estaba algo chamuscado era lo único que se había visto afectado. Lo mismo con él y con Oliver.
Este último tenía una mano suspendida en el aire, justo encima de donde estaba el caldero ahora destrozado. Sí, había sido el último en echar los ingredientes y el que había causado la explosión. Ni Newt, ni Karen, ni el profesor, ni el resto de sus compañeros, ni siquiera él mismo estaba sorprendido o extrañado de lo que acababa de pasar. No era la primera vez y seguramente tampoco sería la última. Desde que habían iniciado el curso, había hecho explotar una poción tras otra, incluso las más sencillas.
—Lo siento, Scamander, Lerman —murmuró sin atreverse a mirarlos.
Los mencionados se miraron entre sí y unas sonrisas comenzaron a asomar antes de estallar en carcajadas. Oliver los miró entonces con una ceja enarcada, sin entender porque reían cuando acababa de arruinar la poción y ellos podían haber salido heridos.
—No me lo puedo creer —dijo Newt entre risas.
—¿Qué no te puedes creer? No es la primera vez que hago explotar una poción.
—Eso no, eso no.
—Es que eres el heredero de los Stonem, ¿verdad? —Continuó Karen, pues Newt parecía incapaz de parar de reír. Oliver asintió—. Eres de una familia con una gran reputación y te ves como si fueras alguien que es capaz de hacerlo todo bien, pero... pero... —Su risa se le escapó de nuevo y no fue capaz de continuar la frase.
Oliver chistó la lengua.
—No soy perfecto —farfulló a regañadientes. No quería reconocerlo, porque se suponía que como heredero de su familia debía serlo—. Parece que las runas y los encantamientos se llevaron todo mi talento mágico.
—Está bien, está bien, todos tenemos algo que se nos da mal. —Trató de animarlo Newt. Parecía que ya se había calmado.
—Yo no soy muy buena en Defensa Contra las Artes Oscuras y mira que el profesor Dumbledore es paciente y me ayuda mucho, pero aun así no mejoro —contó Karen. En sí, le gustaba la asignatura y sobretodo como la impartía el profesor Dumbledore, pero no dejaba de fallar en los hechizos por más que lo intentará.
—Y yo no soy nada bueno en Vuelo —reconoció Newt con pesar, aunque no era ningún secreto. Todo Hogwarts lo había visto ya caerse de la escoba.
—Sí, lo sé, lo he visto —indicó Oliver para después sonreír agradecido porque hubieran tratado de animarlo y restarle importancia al hecho de que no fuera bueno en Pociones.
Varias exclamaciones de sorpresa se escucharon desde las otras mesas de pronto. «Stonem ha sonreído», dijo alguien. Oliver los ignoró –como siempre– y Karen y Newt sonrieron de oreja a oreja, contentos de que hubieran conseguido que él mostrase su sonrisa.
—¡Stonem, Scamander, Lerman! —los llamó el profesor de pronto—. Dejaos de chácharas y limpiad ese estropicio.
Los tres obedecieron sin decir palabra mientras que sus compañeros continuaban con la clase.
—Entonces... —comenzó a decir Newt por lo bajo y con cierto nerviosismo—, ¿qué te parece si a partir de ahora nos ayudamos entre los tres con lo que se nos da mal?
—Esa es una buena idea —señaló Karen y ambos miraron a Oliver expectantes.
—No suena mal, supongo —reconoció éste mientras se rascaba la nuca.
Newt y Karen lo celebraron mentalmente.
—Te enseñaremos mucho sobre criaturas mágicas para que entiendas porque son tan increíbles—comentó Newt con una gran sonrisa.
Oliver puso una expresión mustia y desinteresada y empezó a negar con la mano.
—No hace falta, no estoy interesado.
—Eso lo dices porque aún no has conocido al puffskein de Karen —repuso Newt.
—Sun es tan adorable que de seguro te enamoras de él —corroboró Karen.
—Que raros sois —masculló Oliver tras rodar los ojos, aunque había una pequeña sonrisa en sus labios que detonaba que estaba disfrutando de hablar con ellos.
—Mira quién va a hablar —replicó Karen para luego inflar los mofletes.
Y así comenzó la amistad entre tres de los estudiantes más raros de su curso. Por un lado, un mago que solo hablaba de runas mágicas y por otro lado, un mago y una bruja obsesionados con las criaturas mágicas. Una extraña combinación, pero más sólida y resistente de lo que nadie pensaría.
Lo que el mundo les depararía a causa de su unión era algo que solo el tiempo diría, pero sin duda los días tristes y complicados llegarían, en igual o mayor medida que los felices y tranquilos.
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Después de meses, aquí el tercer capítulo. <3
Tres anécdotas para los lectores de Sonríeme:
1. La runa que Oliver se ha inventado en este capítulo, aunque aquí no le haya dado aún un propósito, es la misma que años más tarde enseñó a Morgana para dar vida temporalmente a todo aquello que esté dibujado en un papel.
2. Ahora ya sabéis de quien le viene a Morgana ser un desastre en pociones, lo heredó de él, jajaja.
3. El señor Ambrose quien es mencionado al principio del capítulo es el bisabuelo de otro personaje de Sonríeme, Damon Ambrose, aunque este aún no ha hecho aparición.
Y eso es todo. Espero que os haya gustado. ♥
Marie Weasley.
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