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6. Excursión

Yo no era muy complicada para vestir. De hecho, era todo lo contrario a complicada. Sólo tenía un par de tenis blancos, algunos vaqueros de diferentes tonos de azul, todos de tiro alto y noventeros, blusas lisas y muchas prendas de punto. Suéteres, sacos, cardiganes, chalecos, abrigos... Adoraba todo lo que estuviera cosido a punto. La gama de colores variaba, pero no salía de lo básico: negro, blanco, café y beige. Alguno que otro era vino tinto, azul marino y rosa.

Hoy había optado por usar una blusa blanca de mangas largas y un caliente cárdigan café que daba la apariencia de ser una talla más grande.

Fui a entregar mi permiso al profesor Molina para la excursión a los invernaderos, y respondí a sus preguntas sobre cómo me sentía y cómo iba mi herida. Una parte de mi frente aún debía estar cubierta por una gasa y cinta blanca, protegiendo la herida recientemente cosida.

Odiaba las miradas que a veces me lanzaban, pero estaba acostumbrada a que me miraran con lástima, así que sólo los ignoré. Agradecí mucho que mis amigos no me trataran diferente, y evité a toda costa a Tyler, pues aún seguía disculpándose cuando podía y yo sólo quería olvidar el accidente.

—¡Hola!

Una dulce y aguda voz habló muy cerca. Me volteé para ver quién era, y me llevé la sorpresa de descubrir que era Alice Cullen. Era una chica bajita (la más baja de los Cullen, con 1.47) con aspecto de duendecillo, delgada en extremo y con rasgos pequeños. Su cabello era de color negro intenso, muy corto y apuntando en todas direcciones. Sus ojos eran grandes y sus cejas delicadas.

A unos pasos de ella estaba Jasper, como si procurara mantener una distancia.

Le sonreí como saludo.

—¿Cómo te sientes?

"Bien. Gracias" articulé con los labios, y ella pareció entenderme.

—¿Te gustaría ir en el autobús con nosotros? —me invitó con una gran sonrisa.

Boqueé, confundida. ¿Por qué estaba siendo amigable ahora? No es que hubiera sido grosera alguna vez, pero tampoco habíamos hablado nunca. Miré por encima de su hombro a su hermano adoptivo (novio también).

—Jasper es un poco tímido, eso es todo —explicó, adivinando mis pensamientos.

—¡Vamos, muchachos! —exclamó el profesor Molina— ¡Hay que partir ya! El verde es... ¿qué? ¡bueno! ¡Vamos, chicos, suban!

No le veía ningún mal a ir con ellos, y Alice siempre me había parecido muy amable, así que asentí, aceptando su invitación.

Alice agrandó su sonrisa, me tomó por el brazo y me hizo caminar a su lado hacia uno de los autobuses.

—Me gusta tu cárdigan —mencionó.

"A mí me gusta tu collar" articulé con los labios, señalando la joya que colgaba de su cuello.

—Oh —dijo, bajando la mirada para ver su collar, y volvió a mirarme—. Es todo tuyo cuando quieras.

"Igualmente" le dije, señalando mi cárdigan.

Nos sentamos en los asientos que había en el centro del autobús. Alice me dejó junto a la ventanilla, y Jasper y Edward se sentaron frente a nosotras.

—Hola, Ophelia —saludó Edward, quien parecía de un repentino buen humor—. ¿Cómo te sientes?

"Hola. Estoy mejor, gracias. Siete puntos, una pastilla de Tylenol y quedé como nueva" bromeé, gesticulando con las manos.

—No es justo, yo quiero saber —se quejó Alice con un puchero—. ¿Qué dijo, Edward?

Edward sonrió divertido.

—Ella dijo... Hola. Estoy mejor, gracias. Siete puntos, una pastilla de Tylenol y quedé como nueva —repitió.

—Oh —sonrió—. Menos mal que el accidente no pasó a mayores. Por cierto, no te he presentado. Ophelia, este es Jasper. Jasper, ella es Ophelia. Ella nos hizo esos panecillos de bievenida cuando llegamos, ¿recuerdas? Los que a Esme y Emmett les gustaron tanto.

Jasper me miró a los ojos, y tan pronto como los nervios me invadieron, se esfumaron. El chico era tan hermoso como sus hermanos, pero tenía una expresión diferente, como de sufrimiento, y sin embargo resultaba algo intimidante, incluso más que Emmett.

—Mucho gusto —me dijo, inclinando un poco la cabeza en un asentimiento.

"Igualmente" gesticulé, y Edward tradujo.

Las puertas del autobús se cerraron después de que entrara el último alumno. Me acomodé la mochila sobre las piernas y escuché a Alice hablar todo el camino sobre la nueva temporada de ropa que pronto llegaría a las tiendas. Yo no estaba interesada en la moda, pero ella era muy agradable y resultaba fácil tener una conversación con ella, aunque más bien resultó siendo un monólogo suyo.

Al llegar a los invernaderos, tomamos caminos separados. Alice se fue con Jasper y Edward se apresuró a entrar al invernadero, como si quisiera alcanzar a alguien.

—Cáscaras de huevo, raíces de zanahoria... El abono es bueno —dijo el profesor Molina al principio de la fila, que hacíamos conforme pasábamos por los huertos de los invernaderos—. Ahora voy a hacer una taza de abono —anunció maravillado, al tiempo en que alzaba una taza con un líquido marrón, antes de que Tyler la agarrara—. Esto es reciclar en su forma más básica, chicos. ¡No lo bebas, es para las plantas!

Salí del invernadero junto con Angela. Nos acercamos a ver qué estaban haciendo los chicos junto a lo que parecía un gran cubo de basura. Al parecer, era composta.

Angela saltó, gritó y me jaló con ella hacia atrás cuando Eric trató de hacernos tocar un gusano. Con una sonrisa vengativa, decidí tomar el gusano de la rama con la que Eric lo sostenía. Angela trató de huir, pero terminó riéndose cuando comencé a seguir a Eric con el gusano en mis dedos.

Yo nunca había sido una chica fácil de asquear. Cuando era niña, ayudaba a mi abuelo con el jardín. Había tenido que recoger hasta a una pobre ardilla muerta. Un gusano no era nada para mí.

—¡No, Eli! —protestó con chillidos agudos— ¡Por favor, perdón! —me dijo desesperado. Apunté a Angela con la mano libre— ¡Perdón, Angela! ¡No, no te atrevas! —entre suplicó y amenazó, cuando me vio hacer el ademán de aventárselo. Mike y Tyler carcajearon— ¡Ophelia, no! —gritó una última vez.

Me reí y terminé devolviendo el gusano a la composta. El profesor Molina pidió que regresáramos a los autobuses y eso hice. A diferencia de todos, yo había bajado mi mochila. Me había dado cuenta muy tarde de que los demás no lo habían hecho.

Distinguí a Bella entre las personas, hablando con Edward. Sin embargo, ninguno parecía muy satisfecho con el rumbo de la conversación. Me acerqué sutilmente, pero no antes de que Alice llegara.

—¡Hola! —saludó a Bella— ¿Vendrás con nosotros? —preguntó con una sonrisilla.

Bella abrió la boca para responderle, pero fue interrumpida.

—No —sentenció Edward, golpeando la puerta del transporte escolar para que el conductor la abriera—. Nuestro autobús está lleno.

Lo miré confundida. Nunca había visto a Edward siendo condescendiente, menos con una chica.

"¿Por qué estás actuando así?" cuestioné.

Edward no me respondió. Confundida, ofendida y decepcionada, tomé delicadamente a Bella por el brazo y la guié hacia el otro autobús. A mí me hubiera gusto que alguien hiciera eso por mí si me pasara lo mismo. Subí primero y ella me siguió. Pareció un poco sorprendida cuando me senté a su lado.

—No tenías que hacer eso —murmuró apenada.

Sólo le sonreí y me encogí de hombros. No me gustaba ese tipo de actitudes. No conocía las razones de Edward para haberle hablado así, pero nada podría justificarlo. Yo era más de las que prefería evitar los enfrentamientos y se alejaba ante el primer indicio de discusión grosera. No tenía problemas para defenderme, pero cuando la otra persona adoptaba una actitud intolerante, entonces me parecía mejor sólo alejarme y dejarlo con la palabra en la boca.

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