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30. Feliz cumpleaños

Me desperté sobresaltada, jadeante y con los ojos a punto de salirse de las órbitas. Una mortecina luz gris, la luz propia de una mañana nublada, sustituyó al sol cegador de mi pesadilla. Sólo ha sido un sueño, me dije. Sólo ha sido un sueño. Tomé aire y salté de la cama cuando se me pasó el susto del recuerdo de la muerte de mis abuelos, una tras otra.

El pequeño calendario de la esquina del reloj me mostró que estábamos a trece de septiembre. Era el cumpleaños de Bella y su fiesta sería a las siete en casa de los Cullen. Su pastel se estaba refrigerando en la cocina. Cuando Alice me habló de la fiesta, dijo que yo haría el pastel y quedaría fantástico. La vidente sabía que iba a ofrecerme y se me había adelantado.

Bella era una chica sencilla y reservada, así que tratar de hacer un pastel a su gusto fue tarea difícil, pero lo conseguí con la ayuda de Edward. Él la conocía mejor que nadie.

Tomé una ducha larga, en la que disfruté del agua caliente, y volví a la habitación para cambiarme. Usé unos vaqueros azules y unas botas negras de tobillo con agujetas. Encima de la blusa, me puse un sueter grande y holgado de punto café claro. Peiné mi cabello en una coleta alta antes de lavarme los dientes y maquillarme. Al final, tomé mi mochila y alimenté a Luigi antes de irme.

Ahora que Emmett supuestamente se encontraba en la universidad estatal de Washington, no podía acompañarme a la escuela.

Arranqué el motor y manejé con cuidado hasta el estacionamiento. Alice me hizo una seña con las manos, llamando mi atención. Ella y Jasper habían llegado en el Jeep de Emmett. Le sonreí y aparqué junto a ellos. Alice se me acercó en cuanto bajé con la mochila en brazo.

—¿Emocionada por esta noche?

"¿Segura que a Bella le gustará?" pregunté insegura.

Ella había aprendido lengua de señas junto con Jasper en las vacaciones. Para los vampiros era más fácil aprender algo gracias a la cantidad de tiempo libre, la falta de sueño y la excelente memoria.

—¡Estará feliz!

Bella ni siquiera había mencionado que sería su cumpleaños. Incluso Edward lo había descubierto por las visiones de Alice, quien tenía un mes planeando la fiesta de hoy.

"Hola, Jasper" saludé.

—Buenos días, Ophelia —correspondió, todavía manteniendo su distancia al otro lado de mi coche—. ¿Nerviosa por el examen de Historia?

"Sí, pero estudié toda la noche" dije con confianza.

—Estarás bien —dijo Alice con despreocupación.

El timbre sonó, y ambos caminaron conmigo hasta el aula de Historia. El examen fue de cincuenta preguntas, y sólo diez eran de opción múltiple. Tuve una gran ansiedad y deseos de algo dulce, eso siempre calmaba mis nervios.

Al salir de la clase, Alice apareció a mi lado en el pasillo y me tendió una barrita de chocolate.

—Emmett mencionó que estarías más nerviosa después que antes del examen.

Se me encogió el corazón. Tomé el dulce y rompí la envoltura para darle un mordisco a la barra. Jasper y Alice habían estado actuando como mis guardias asignados desde que Emmett ya no asistía a la escuela. Intenté decirles que no era necesario, pero negaron todo e ignoraron mi petición. Probablemente estaban bajo amenaza de Emmett.

"Gracias" gesticulé.

Bajando las escaleras, en dirección al primer piso, Alice dijo el nombre de Bella y saltó el barandal con la facilidad de una gimnasta. Jasper siguió bajando tranquilamente junto conmigo.

—¡Feliz cumpleaños! —exclamó, antes de abrazar a Bella, que venía por el pasillo en compañía de Edward y le pidió que bajara la voz.

No sé de dónde lo sacó, pero de repente Alice ya tenía un regalo en las manos y se lo tendía a la castaña. Jasper y yo nos quedamos a la distancia.

—Dije que no quería regalos —protestó Bella, tomando la caja verde con moño negro.

—Ya te vi abrirlo y adivina qué: te encantará. Te lo pondrás esta noche en nuestra casa —avisó. Bella ahogó un suspiro, probablemente pensando cómo evadir la situación—. Vamos. ¿Por favor? Será divertido.

—Mira esto —susurró Jasper sin mirarme.

—Está bien —aceptó Bella con una media sonrisa, de repente más alegre con la idea de la fiesta.

—¡Genial! —aplaudió Alice— Nos vemos a las siete.

"Increíble" dije asombrada. "¿Puedes hacerlo con todos?"

Jasper estuvo por responder, hasta que Bella perdió la influencia del rubio y se dio cuenta de lo que acababa de suceder.

—¡Jasper! No es justo si controlas las emociones.

Alice se rio cómplice y abrazó a su pareja de lado.

—Perdón, Bella. Feliz —ante la expresión de la cumpleañera, Jasper se calló—... Olvídalo.

La pareja se fue en dirección a su siguiente clase, que no compartíamos, y yo me quedé. Le sonreí a Bella. Nadie podía odiar tanto su cumpleaños, ¿o sí?

"Feliz cumpleaños, Bella. Te ves muy bonita hoy" gesticulé.

Edward sonrió y murmuró la traducción en el oído de Bella.

—Gracias —me respondió tímidamente—. ¿Irás esta noche?

"No me lo perdería por nada" asentí.

—Bien —dijo complacida, bajando los hombros en muestra de relajación.

Los despedí con la mano en el aire y caminé hacia el aula de Literatura. Hoy veríamos Romeo y Julieta. El profesor adoraba esa obra. Algunos de los alumnos... no tanto. Bella y Edward estaban al final de la clase, compartiendo mesa. Jessica tenía los ojos llorosos, Angela estaba controlando sus latidos, Eric lloraba como magdalena, aunque en silencio, y Mike intentaba no dormirse. Yo le fruncía el ceño a la pantalla.

Romeo había sido demasiado estúpido, y eso había terminado matando a Julieta. Ambos se habían suicidado por el otro. No podía imaginarme un dolor así.

Emmett. La imagen de su rostro me dio escalofríos. Parpadeé, incrédula, cuando los actores en la pantalla se volvieron nosotros. Mi cabello rubio y largo yacía sin vida en el suelo, junto a la mano de un Emmett más pálido y ensangrentado.

De repente, se volvió todo más real. Mi empatía por ellos floreció. Nunca había entendido bien su suicidio porque nunca había amado con esa pasión y dolor. Sí, dolor. Amar dolía. Con el amor venía la pérdida y el miedo. Amar y no ser correspondido. Amar y perder. Amar y ser olvidado. Amar y... perder.

—¿Quién quiere repetir las últimas líneas del pentámetro para demostrarnos que prestaba atención? ¿Señor Cullen?

Todos voltearon atrás para mirarlo, excepto yo. Aún la idea de perder a Emmett me tenía mortificada. La voz de Edward se volvió distorsionada, como si me encontrara bajo el agua.

¿Sería capaz de hacer algo como Julieta si perdía a Emmett? La idea me asustó. No era algo improbable. Mucha gente se suicidaba por diferentes cosas todos los días. Amor era una de esas.

Me asustó cuánto mi cuerpo y mi corazón, mi mente, respondían a Emmett. No había nadie más. Sonaba casi fantasioso, y muy posiblemente preocuparía a cualquier psicólogo si dijera en voz alta con cuánta locura lo amaba. Mi amor por él era peligroso... incluso para mí misma.

—Y labios, puertas del aliento, sellad con un beso el pacto sin fin con la muerte.

Una lágrima rodó por mi mejilla. Incluso pensar en no volver a verlo me detenía el corazón y me congelaba la piel.

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