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24. El plan


Parecía como si durante todo ese tiempo hubiera echado raíces en el suelo, porque me quedé totalmente inmóvil y aterrorizada. Emmett me subió a su espalda, sin aviso, haciéndome romper el contacto con Bella, y caminó a paso humano hasta el borde del bosque.

Lo rodeé con brazos y piernas, oculté mi cara en su espalda y cerré los ojos cuando lo sentí acelerar el paso. De nuevo sentí el viento, sabía que nos estábamos moviendo a una velocidad que sólo me haría ver todo como un borrón.

Entonces, lo que pareció ser un par de minutos después, Emmett palmeó suavemente mi pierna. Comprendí que se había detenido y era seguro soltarlo. Levanté la cabeza y abrí los ojos. Vi la gran casa de su familia mientras lo soltaba y me ponía de pie.

—¿Qué va a pasar ahora?

Emmett no me respondió. No lo había visto así de serio desde Port Angeles. Me agarró de la mano y caminamos hacia la casa. Siguió mi lento ritmo al caminar y entramos a su hogar. Entramos a la gran habitación blanca del primer piso. Carlisle, Esme, Rosalie, Henry, Jasper y Alice ya estaban ahí, parados en el salón principal con expresiones nerviosas.

—¿Dónde está Edward? —preguntó Emmett.

—En casa de Bella. Tienen un plan —respondió Alice—. Bella le dirá a Charlie que quiere regresar a Phoenix. El cazador estará a la escucha, y eso lo hará creer que miente y en realidad irá a otro lado, pero no será así —explicó—. La esconderemos en Phoenix mientras los demás le damos caza a James.

Entonces, todos voltearon hacia el lado norte de la casa, captando algo que para mí fue imperceptible. Emmett me abrazó por la cintura mientras Carlisle se apresuraba a la puerta con Henry y Jasper flanqueándolo.

—Laurent —dijo Carlisle con voz fría, aunque sin perder el tono cortés.

—No quiero pelear —expresó calmadamente—. Sólo deseo hablar. No estoy con James.

Hubo un momento de silencio, en el que supuse que Carlisle estaría evaluando su honestidad. Asumí que habría aceptado dejarlo pasar cuando Emmett nos internó más en el cuarto, dejándonos entre Alice y Esme. Un segundo después, regresaron con Laurent.

—¿Qué crees que va a hacer? —le preguntó Carlisle a Laurent en un tono escalofriante.

—Lo que hace mejor: cazar —contestó—. Lo siento. Ya me temí que se desencadenaría esta situación cuando la defendieron.

—¿Puedes detenerle?

Laurent sacudió la cabeza.

—Una vez que ha comenzado, nada puede detener a James.

—Nosotros lo detendremos —aseguró Emmett.

—No podrán con él. No he visto nada semejante en los últimos trescientos años. Es absolutamente letal, por eso me uní a su aquelarre.

Su aquelarre, pensé. Entonces, la exhibición de liderazgo en el prado había sido solamente una pantomima.

Laurent seguía sacudiendo la cabeza.

El rugido airado de Emmett llenó la habitación y Laurent se encogió. Carlisle miró a Laurent con gesto grave.

—Me temo que debes hacer una elección.

Laurent lo entendió y meditó durante unos instantes. Sus ojos se detuvieron en cada rostro y finalmente recorrieron la rutilante habitación.

—Me intriga la forma de vida que han construido, pero no quiero quedarme atrapado aquí dentro. No siento enemistad hacia ninguno de ustedes, pero no actuaré contra James. Creo que me marcharé al norte, donde está el clan de Denali —dudó un momento—. Lamento lo que se ha desencadenado aquí. Lo siento de veras —inclinó la cabeza, y me lanzó una mirada incrédula.

—Ve en paz —fue la respuesta formal de Carlisle.

Laurent echó otra larga mirada alrededor y entonces se apresuró hacia la puerta, seguido por Carlisle. El silencio duró unos segundos. Escuché la puerta abrirse y después hubo un gruñido estremecedor.

—Está bien, Edward. Ha venido a advertirnos —habló Carlisle.

—No subestimen a James. Tiene una mente brillante y unos sentidos inigualables. Se siente tan cómodo como ustedes en el mundo de los hombres y no los atacará de frente...

Hubo pisadas antes de que la puerta se cerrara. Carlisle, Edward y Bella entraron a la habitación. Carlisle miró a Edward.

—¿A qué distancia se encuentra el cazador?

—Está a unos cinco kilómetros pasando el río, dando vueltas por los alrededores para reunirse con la mujer.

—¿Cuál es el plan?

—Lo alejaremos de aquí para que Jasper y Alice se puedan llevar a Bella al sur. Esme se quedará a cuidar al padre de Bella.

—¿Y luego?

El tono de Edward era mortífero.

—Los demás le daremos caza en cuanto Bella esté fuera de aquí.

—Supongo que no hay otra opción —admitió Carlisle con el rostro sombrío.

—No puedo dejar a Ophelia —protestó Emmett, frunciendo el ceño—. Quiero ayudarte, Edward, pero Ophelia es mi prioridad.

Me encogí, apenada, cuando todos voltearon a vernos. Me sentí una carga. Qué horrible. Edward necesitaba a su familia para proteger a su pareja. Yo estaría bien. Era a Bella a quien querían, ella necesitaba la protección. Se me revolvió el estómago al entender que no contarían con la ayuda de Emmett por mi culpa.

—Está bien, Ophelia, no es así —me consoló Edward en un murmuro, negando con la cabeza.

—Necesitaremos toda la ayuda posible, Emmett —dijo Carlisle con pesar—. Tampoco tendremos a Jasper para ayudarnos.

—Esme no puede proteger a Charlie y a Ophelia —planteó Alice.

—Entonces que vayan Ophelia, Emmett, Alice y Bella al sur —sugirió Esme.

"No puedo dejar a mi mamá" negué. "Estaré bien. No necesito protección. Van tras de Bella, no por mí."

—Victoria podría ir por ti, así como por Charlie —habló Alice—. Es muy arriesgado dejarte sola.

—Que Rosalie se quede —consideró Henry. Rosalie le dio un mirada furibunda e incrédula—. Protegerá a Ophelia. Nos servirá más tu fuerza, Emmett.

Todos parecieron estar más de acuerdo con esa idea, incluso yo, y expecialmente Henry, ya que su esposa estaría lejos del mayor peligro. Sin embargo, Emmett no parecía satisfecho. Quería ser él quien me protegiera. Conociéndolo, supuse que sólo confiaba en sí mismo para asegurar mi vida.

—Puedo con Victoria —aceptó Rosalie a regañadientes, claramente inconforme con el plan.

Tragué saliva con dificultad. Sabía que yo no le agradaba.

—Bien —aceptó Emmett con la misma dificultad, pero afirmando más su brazo alrededor de mi cintura.

Todos comenzaron a moverse. Esme se fue con Bella a otra habitación para intercambiar ropas. Los demás bajaron al garaje, donde un BMW rojo, un Mercedes negro, el Jeep y el Volvo estaban estacionados. Afuera debía estar la pickup de Bella.

Carlisle le tendió un objeto pequeño a Esme cuando ésta volvió con Bella, luego se volteó, le dio otro igual a Alice y después otro a Rosalie; era un pequeño móvil plateado.

—Esme se llevará tu coche, Bella —le dijo Edward al pasar a su lado.

Bella asintió.

—Alice, llévense el Mercedes. En el sur van a necesitar ventanillas con cristales tintados. Rosalie, llevarás el Volvo.

Alice y Esme asintieron también.

—Nosotros nos llevaremos el Jeep. Alice, ¿morderán el cebo? —preguntó Carlisle.

Todos miramos a Alice, que cerró los ojos y permaneció increíblemente inmóvil. Finalmente, los abrió y dijo con voz segura:

—Él te perseguirá y la mujer seguirá al monovolumen. Debemos salir justo detrás. Ophelia y Rosalie saldrán sin ser perseguidas.

—Andando —ordenó Carlisle, dirigiéndose al Jeep.

Emmett me guio hasta el Volvo, y nos detuvimos junto a la puerta del copiloto. Lo miré desesperada. Odiaba la idea de que fuera a ponerse en riesgo. Conocía su fuerza y capacidad, había sido testigo de su velocidad y agilidad también, pero no podía evitar preocuparme.

¿Y si algo le pasaba? Deseé que no fuera el más fuerte de su familia para que no lo necesitaran y se quedara conmigo. Sin embargo, no iba a impedirle que ayudara y protegiera a su familia.

Sentí que se me humedecían los ojos. Me angustiaba el hecho de no saber si lo volvería a ver después de esta noche.

—No te preocupes, cariño —susurró con jovialidad. Supe que estaba intentando verse seguro para no alimentar mi temor. Acunó mi cara con sus manos y acarició mis mejillas—. Solucionaremos las cosas lo antes posible.

Se acercó a mí enseguida. Me envolvió en su abrazo férreo, apretándome contra él. No parecía consciente de que su familia estaba presente cuando acercó mi rostro al suyo, despegándome los pies del suelo. Durante un breve segundo posó sus labios helados y duros sobre los míos y me devolvió en el suelo sin soltarme; sus espléndidos ojos ardían en los míos.

—En cuanto esto termine —prometió en voz baja, intensamente. Mi corazón se aceleró—... nada nunca volverá a amenazar tu vida.

La parte de atrás de mi mente se preguntó a qué se refería, pero la otra parte se concentró en el terror. Sólo asentí y me puse de puntillas para alcanzar su mejilla y besarlo.

—Cuídate —susurré—. Vuelve a mí.

Se despidió con una caricia de sus dedos en mi mejilla, y lo vi alejarse casi furioso hacia el Jeep, montándose en el asiento de piloto. Odiaba la idea de dejarme tanto como yo odiaba verlo ir. Tan pronto como encendió el motor y abrió la puerta del garaje, arrancó a toda velocidad y se alejó.

Me subí al Volvo al escuchar la puerta de Rosalie abrirse. Me acomodé y me puse el cinturón. Vi a Esme salir inmediatamente después con el monovolumen. Jasper y Rosalie esperaron a que ambos coches se alejaran para arrancar también.

Y mientras nos alejábamos en diferente dirección, mi corazón saltó contra mi pecho, en un intento fallido de ir con su dueño.

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