Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

23. Clan enemigo

Carlisle estaba a punto de levantar el bate del suelo cuando Alice, de pronto, profirió un grito sofocado que sonó muy fuerte. Las miradas de Edward y Alice se encontraron y en un instante circuló entre ellos un flujo misterioso.

Emmett, que aún no había vuelto al campo, se tensó a mi lado y me rodeó con su brazo, pegándome a su cuerpo. Parecía comprender las expresiones de sus hermanos, que no daban buen augurio.

Edward ya estaba al lado de Bella antes de que los demás pudieran preguntarle a Alice qué iba mal.

—¿Alice? —hablló Esme con voz tensa.

—No lo he visto con claridad, no podría decir... —susurró ella.

Para entonces ya se habían reunido todos.

—¿Qué pasa, Alice? —le preguntó Carlisle, con voz tranquila, pero cargada de autoridad.

—Viajan mucho más rápido de lo que pensaba. Creo que me he equivocado en eso —murmuró.

—¿Qué es lo que ha cambiado? —inquirió Jasper.

—Nos han oído jugar y han cambiado de dirección —señaló, contrita, como si se sintiera responsable de lo que fuera que la había asustado.

Siete pares de rápidos ojos se posaron en mí y Bella de forma fugaz.

—¿Cuánto tardarán en llegar? —preguntó Carlisle, volviéndose hacia Edward.

Una mirada de intensa concentración cruzó por el rostro de Edward y respondió con gesto contrariado:

—Menos de cinco minutos. Vienen corriendo, quieren jugar.

—¿Cuántos son? —preguntó Emmett a Alice.

—Tres —contestó con laconismo.

Emmett gruñó.

Carlisle pensó durante una fracción de segundo, que pareció más larga de lo que fue en realidad. Todos miraban fijamente el rostro de Carlisle con los ojos llenos de ansiedad.

—Nos limitaremos a seguir jugando —anunció finalmente Carlisle, con tono frío y desapasionado—. Alice dijo que sólo sentían curiosidad.

—Toma mi lugar, Esme —pidió Edward.

—Carlisle, toma el mío —pidió Emmett, indispuesto a soltarme.

Los otros volvieron al campo, barriendo recelosos el bosque oscuro con su mirada aguda.

—Suéltate el pelo —ordenó Edward, con voz tranquila y baja, a Bella.

Emmett ni siquiera me miró para pedirme lo mismo, pues yo ya lo llevaba suelto y aplastado debajo de mi gorro de lana. Sólo tomó la cremallera de mi chaqueta y terminó de subirla hasta mi barbilla.

Pregunté lo que me parecía evidente.

—¿Vienen otros?

—Sí. Quédate quieta, no digas nada —ocultó bastante bien el nerviosismo de su voz, pero aún así yo sabía que estaba inquieto— y no te apartes de mi lado, por favor.

En respuesta, me aferré a su brazo izquierdo.

—Ophelia no es tanto problema —dijo Rosalie con una mueca en su boca, mirando a Bella—. A ella la podría oler incluso desde el otro lado del campo.

—Lo sé —contestó Edward con una nota de frustración en la voz.

Emmett me había explicado que el olor de Bella era más atractivo para los vampiros que el de la mayoría de los humanos. Tal vez yo podría pasar desapercibida si el aire estaba a mi favor y el olor de los Cullen me cubría bien, pero Bella... Deseé con todas mis fuerzas que no la notaran.

Carlisle se quedó de pie en el prado mientras el resto retomaba el juego con desgana. Pasaron unos segundos y el juego progresó, ahora con apatía, ya que nadie tenía ganas de golpear fuerte. Esme, Henry, Carlisle y Alice merodeaban por el área interior del campo.

A pesar de que el miedo me nublaba el entendimiento, fui consciente más de una vez de la mirada fija de Rosalie. Era inexpresiva, pero de algún modo, por la forma en que plegaba los labios, me hizo pensar que estaba enfadada.

Noté cómo Emmett contenía la respiración y fijaba los ojos abiertos como platos en la esquina oeste del campo. Me soltó y avanzó medio paso, interponiéndose entre lo que se acercaba y yo, cubriéndome casi por completo con su gran altura y volumen. Yo me aferré de nuevo a su antebrazo como una niña asustada. Me concentré en mantener mis latidos a un ritmo regular.

Los demás se volvieron en la misma dirección en cuanto oyeron el ruido de su avance, que a mí me llegaba mucho más apagado. Aparecieron de uno en uno en la linde del bosque, a doce metros de nuestra posición.

El primer hombre entró en el claro y se apartó inmediatamente para dejar paso a otro más alto y de pelo negro, que se colocó al frente, de un modo que evidenciaba quién lideraba. El tercer integrante era una mujer de melena roja.

Cerraron filas conforme avanzaban con cautela hacia donde se hallaba la familia de Emmett, mostrando el natural recelo de una manada de depredadores ante un grupo desconocido y más numeroso de su propia especie.

Sus ojos agudos se apercibieron del aspecto más urbano y pulido de Carlisle, que, alerta, flanqueado por Henry y Jasper, salió a su encuentro. Sin que aparentemente se hubieran puesto de acuerdo, todos habían adoptado una postura erguida y de despreocupación.

La mujer tenía un aspecto salvaje, en parte por la melena revuelta y alborotada por la brisa. Su mirada iba y venía incesantemente de los hombres que tenía en frente al grupo desorganizado que me rodeaba. Su postura era marcadamente felina.

El hombre de complexión más liviana que la del líder, revoloteaba con desenvoltura. Sin embargo, su mirada era de una calma absoluta, y sus ojos, en cierto modo, los más atentos.

Los ojos de los recién llegados también eran diferentes. No eran dorados, sino de un intenso color borgoña con una tonalidad perturbadora y siniestra.

El moreno, el líder, dio un paso hacia Carlisle sin dejar de sonreír.

—Creíamos haber oído jugar a alguien —hablaba con voz reposada y un leve acento francés—. Me llamo Laurent, y éstos son James y Victoria —añadió, señalando a los vampiros que le acompañaban.

—Yo soy Carlisle y ésta es mi familia: Emmett, Ophelia, Henry, Rosalie, Esme, Jasper, Bella, Alice y Edward —nos identificaba al azar, sin señalarnos, intentando deliberadamente no llamar la atención hacia ningún individuo.

—¿Hay sitio para unos pocos jugadores más? —inquirió Laurent con afabilidad.

Carlisle acomodó la inflexión de la voz al mismo tono amistoso de Laurent.

—Bueno, lo cierto es que acabamos de terminar el partido. Pero estaríamos verdaderamente encantados en otra ocasión. ¿Piensan quedarse mucho tiempo en la zona?

—En realidad, vamos hacia el norte, aunque hemos sentido curiosidad por lo que había por aquí. No hemos tenido compañía durante mucho tiempo. ¿Hay otros grupos aquí cerca?

—No. Esta región suele estar vacía, si exceptuamos a mi grupo y algún visitante ocasional, como ustedes.

La tensa atmósfera había evolucionado hacia una conversación distendida; supuse que Jasper estaba usando su don para controlar la situación.

—¿Cuál es su territorio de caza? —preguntó Laurent como quien no quiere la cosa.

Carlisle ignoró la presunción que implicaba la pregunta.

—Este, los montes Olympic y algunas veces la Coast Ranges de una punta a la otra. Tenemos una residencia aquí. También hay otro asentamiento permanente como el nuestro, cerca de Denali.

—¿Permanente? —preguntó Laurent, notoriamente sorprendido— ¿Cómo han conseguido algo así?

—¿Por qué no nos acompañan a nuestra casa y charlamos más cómodos? —los invitó Carlisle— Es una larga historia.

James y Victoria intercambiaron una mirada de sorpresa cuando Carlisle mencionó la palabra "casa". Laurent controló mejor su expresión.

—Es muy interesante y hospitalario de su parte —dijo Laurent. Su sonrisa era encantadora—. Hemos estado de caza todo el camino desde Ontario —estudió a Carlisle con la mirada, percatándose de su aspecto refinado—. No hemos tenido ocasión de asearnos.

—Por favor, no se ofendan, pero he de rogarles que se abstengan de cazar en los alrededores de esa zona. Debemos pasar desapercibidos, ya me entiendes —explicó Carlisle.

—Claro —asintió Laurent—. No pretendemos disputar el territorio. De todos modos, acabamos de alimentarnos a las afueras de Seattle.

Un escalofrío recorrió mi espalda cuando Laurent rompió a reír.

—Les mostraremos el camino si quieren venir con nosotros. Edward, Bella, vayan con Emmett y Ophelia a recoger el Jeep —añadió sin darle importancia.

Entonces, ocurrieron tres cosas a la vez. Una suave brisa despeinó el cabello de Bella, Edward se envaró y James movió su cabeza repentinamente de un lado a otro, buscando, para luego centrar en Bella su escrutinio, agitando las aletas de la nariz.

Una rigidez repentina afectó a todos cuando James se adelantó un paso y se agazapó. Emmett y Edward, que estaban lado a lado, exhibieron los dientes y adoptaron la misma postura defensiva al tiempo que emitían un rugido bestial que parecía desgarrarles la garganta. Era lo más amenazante que había oído en mi vida y me estremecí de los pies a la cabeza.

—¿Qué ocurre? —exclamó Laurent, sorprendido.

Ni James ni Edward o Emmett relajaron sus poses agresivas. El primero se movió ligeramente hacia un lado, pero Edward respondió a su acción y Emmett se colocó frente a nosotras, empujándonos un paso hacia atrás. Mi instinto fue agarrar a Bella de la mano, preparada para jalarla hacia mí y protegerla, a pesar de que no tenía oportunidad contra ninguno. Ella me agarró con la misma fuerza.

—Está con nosotros.

El firme desafío de Carlisle se dirigía James. Laurent parecía percibir el olor de Bella con menos fuerza que James, pero pronto se dio cuenta y el descubrimiento se reflejó también en su rostro.

—¿Han traído un aperitivo? —inquirió con voz incrédula, mientras, sin darse cuenta, daba un paso adelante. Que hablara en singular me indicó que sólo habían captado el aroma de Bella.

Edward rugió con mayor ferocidad y dureza, curvando el labio superior sobre sus deslumbrantes dientes desnudos. Laurent retrocedió el paso que había dado.

—He dicho que está con nosotros —replicó Carlisle con sequedad.

—Pero es humana —protestó Laurent. No había agresividad en sus palabras, simplemente estaba atónito.

—Sí... —Jasper se hizo notar al lado de Carlisle, con los ojos fijos en James, que se irguió muy despacio y volvió a su posición normal, aunque las aletas de su nariz seguían dilatadas y no perdía de vista a Bella.

—Parece que tenemos mucho que aprender unos de otros.

Laurent hablaba con un tono tranquilizador, en un intento de suavizar la repentina hostilidad.

—Sin duda —la voz de Carlisle todavía era fría.

—Nos iremos ahora —aclaró pasivo. Sus ojos se movieron rápidamente hacia James y Edward un par de veces—. James.

James miró a Laurent con incredulidad e irritación, e intercambió otra larga mirada con Victoria, cuyos ojos seguían errando nerviosos de rostro en rostro.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro