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2. Lengua de signos

Las personas siempre asumían que, porque no podía hablar, no podía escuchar. Debido a eso, usualmente era proveída con secretos y conversaciones que no quería saber.

Por desgracia, me ocurría más seguido de lo que me gustaba admitir. De hecho, no me gustaba admitirlo en absoluto. Todos esos secretos me los quedaba para mí misma. Nunca había sido una chica de hablar sobre los asuntos de los demás, no sólo por mi incapacidad para hablar claramente, sino por mi respeto a la privacidad.

Trata como te gustaría que te trataran, me decía a mí misma. Sería ideal que los demás tomaran en cuenta esa frase más seguido. Sobretodo los chicos de la escuela. Algunos podían ser bastante condescendientes, pero no me quejaba.

Mike Newton era uno de los chicos más sociables y populares de la escuela y mi primo (su abuela y mi abuela eran hermanas). Él era amable y siempre me ha incluido en su grupo de amigos.

Ángela Weber era dulce y muy amable; Eric Yorkie bromeaba sobre mí siendo mitad ciborg por mi implante coclear; Tyler Crowley siempre estaba pidiéndome que le trajera galletas, y Jessica Stanley... bueno, ella no era tan amable como los demás, pero al menos no era grosera conmigo.

Sin embargo, no podía mantener una conversación con ninguno de ellos, excepto Mike. Él era el único en esta escuela que sabía lenguaje de señas. Bueno, lo era hasta la llegada de los Cullen. Edward, hace dos años, en su segundo día de escuela, me había sorprendido.

Me dirigí al aula de Química, evitando chocar con la gente en los pasillos. Desafortunadamente, esa hora no la compartía con ninguno de mis amigos. Era un poco aburrido, porque no tenía compañero de laboratorio, por lo que el profesor generalmente me usaba de asistente.

Nada más entrar en clase, fui a sentarme a mi mesa de siempre, con dos sillas y un tablero de laboratorio con la parte superior de color negro. Sin embargo, mi mesa ya no estaba vacía.

Reconocí a Edward Cullen por lo poco común de su cabello. Estaba sentado junto a las ventanas, dejando libre el asiento junto al pasillo.

Lo miré de forma furtiva mientras avanzaba. Primero dejé el libro de Química que llevaba en el brazo sobre la mesa y luego mi mochila en el suelo con cuidado, por lo que tenía en el interior, y finalmente me senté, evitando mirarlo.

El señor Molina todavía no llegaba. Debía de habérsele hecho tarde.

—Hola —dijo una voz tranquila y musical.

Levanté la vista, sorprendida de que me hablara. El deslumbrante rostro era amable y franco. Una leve sonrisa curvaba sus labios.

—Me llamo Edward Cullen —continuó.

Le di una sonrisa cerrada y moví un poco mi libro de Química, señalándolo. Él leyó lo que apuntaba y asintió. El libro tenía mi nombre escrito con plumón rosa en la portada. Debía haber notado mi implante coclear también, ya que llevaba el pelo recogido.

Entonces, hizo algo que me sorprendió muchísimo.

—Mucho gusto, Ophelia —saludó, tanto con su voz como con señas.

Mi sonrisa se volvió una abierta.

"Mucho gusto, Edward. Bienvenido a Forks. ¿Te está gustando el lugar?"

Seguramente se había dado cuenta de mi entusiasmo por hablar con alguien en señas. Sonreía divertido ahora.

—Es muy tranquilo y agradable —respondió.

"¿Y a tu familia?"

Los demás alumnos, sentados en sus lugares y platicando, habían detenido sus conversaciones para mirarnos. Se habrían dado cuenta de que Edward podía entender mis señas. Los ignoré por completo. Estaba emocionada por conversar con alguien sin tener que escribir o que usar a Mike de traductor.

—También les gusta.

Había pensado ofrecerle mi regalo de bienvenida a su hermana, Alice. Era la que parecía más agradable y no tan intimidante. Sin embargo, ya no sería necesario. Ahora era el momento perfecto.

"Les traje algo de bienvenida. Aguarda" le pedí, agachándome hacia mi mochila. La abrí con cuidado cuando la recogí y la puse en mis piernas. De ella saqué una pequeña caja de cartón café, la dejé sobre la mesa y volví a soltar mi mochila. Me volteé hacia Edward y se la ofrecí. "Los hice anoche. Espero que les gusten."

Edward tomó la caja entre las manos y la abrió. Seis panecillos de chocolate (con glaseado blanco encima y una fresa sobre cada uno) con envolturas de papel rojo relucieron. El olor debió haberles golpeado a todos, porque escuché a algunos aspirar por la nariz con deleite.

—Gracias —me dijo, volviendo a cerrar la caja—. La verdad es que llevamos una dieta muy estricta, pero estoy seguro de que mi familia hará una excepción. Huelen bien.

Me sonrojé. Debería haberlo adivinado. Todos estaban en increíble forma. Ninguno tenía un gramo de grasa. Esperaba que no fueran a ofenderse.

"Lo siento. No lo sabía. Puedo hacerles otra cosa" gesticulé rápido con las manos, avergonzada. Aunque... no tenía idea de cómo hacer un postre dietético (cosa que debía ser obvia, dada mi figura).

Él negó con la cabeza.

—Así está perfecto. Estoy seguro de que apreciarán el gesto, en especial Emmett. Eres muy amable.

No supe qué más decir, y menos me atreví a preguntarle por qué Emmett lo apreciaría más, así que sólo asentí.

Más tarde en la cafetería me di cuenta de que Edward no había llevado consigo los panecillos para compartir con sus hermanos. Tal vez estuviera esperando a dárselos en casa.

Me fijé en Emmett. Estaba con los codos sobre la mesa y jugaba con una lata de soda entre sus dedos, observándola como si fuera muy interesante. No lo vi beber en ningún momento, y me pregunté si estaría sin abrir. ¿Por qué comprar un refresco que no vas a tomar?

Sus brazos eran musculosos, y en era posición se veía aún más grande y corpulento. Lástima que hiciera frío y tuviera que usar chaqueta y sudadera. No podía ver qué tan definido estaba. Me pregunté si su abdomen tendría cuadros... y cuántos.

—¿Ophelia? ¿Estás bien?

Volteé un poco asustada por haber sido atrapada con la expresión perdida. Por suerte, nadie se había dado cuenta de lo que miraba con tanta fijeza.

"Sólo con sueño" respondí a Mike.

—Tiene sueño —tradujo Mike a Angela.

—Te entiendo. Anoche no pude dormir haciendo la tarea —se quejó.

Cuando volví a mirar a Emmett, esta vez con más discreción, me quedé congelada. Estaba mirándome. Mi sorpresa le ganó a mi vergüenza, no pude romper el contacto visual. Sus ojos ya no se veían tan oscuros. Una pequeña sonrisa se asomó por su boca y mi corazón se aceleró. Hasta su forma de sonreír era sexy. No pude con mi pena, era tan guapo. Bajé la mirada a mi comida e hice plática con Mike, esperando olvidar el momento.

Mi curiosidad sobre si seguiría mirando terminó venciéndome, así que volteé como si buscara a alguien y observé de reojo. Ya no me miraba, pero Edward me atrapó en el acto. Me saludó con un flojo y ligero movimiento de mano. Le devolví el saludo con una sonrisa cerrada.

"Mi hermano no puede esperar a por probar tu regalo" me comunicó desde la distancia.

Sonreí más, complacida y emocionada. Tampoco pude evitar sonrojarme. ¡Emmett quería probar mis pastelillos!

"Me da gusto" expresé.

Emmett pareció reparar en los movimientos de Edward, porque lo miró confuso y luego hacia donde tenía sus ojos fijos. Me observó, apretó la mandíbula y codeó a su hermano. Edward lo miró y se rio con tanta naturalidad que algunos alrededor voltearon a verlo con asombro.

—Eli, ¿estabas hablando con Cullen? —interrogó Mike, con el ceño fruncido.

Toda la mesa me estaba mirando. Jessica miraba a Edward y luego a mí, sin creerse lo que acababa de presenciar. Angela sonrió quisquillosa. Eric lucía asombrado.

"Es mi compañero de Química. Sabe lenguaje de señas. Es muy agradable" le expliqué.

—¿Qué cosa? —preguntó Jessica, desesperada por saber.

—Nada —contestó Mike de mala gana. Lo fulminé con la mirada. No iba a traducir. Estuve por protestar, pero el timbre lo salvó—. Vamos, tenemos Gimnasia.

—Eli, ¿me contarás en Inglés? —pidió Jessica, hambrienta por saber por qué Edward y yo nos habíamos comunicado con tanta naturalidad. Asentí. En clase podría decirle a papel lo que le había dicho a Mike— Es tan guapo —suspiró, levantándose de la mesa junto conmigo y Angela. Tyler, Eric y Mike ya se habían alejado—. Quiero invitarlo a salir. Podría hacerlo con la excusa de enseñarle Forks.

Sólo me encogí de hombros.

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