18. Artículo escolar
Miré hacia donde él dirigía la mirada con el ceño fruncido, y entendí qué le causaba amargura. Claramente odiaba el estéreo de mi coche. No me parecería raro si dijera que también le disgustaba mi coche. Era de esperarse. Él manejaba un Jeep Wrangler del año, y yo un escarabajo.
—Voy a darte un nuevo estéreo —repitió, como había hecho el día anterior.
Me bajé del coche, él se hizo a un lado para darme el paso y cerró la puerta por mí, mientras yo me acomodaba la mochila al hombro.
—No quiero otro estéreo, Emmett.
De hecho, sí lo quería. Tenía dinero ahorrado, pero no iba gastarlo en un nuevo estéreo, tenía otros gastos más importantes. Sólo no quería aceptar un regalo costoso.
—De acuerdo —dijo, encogiéndose de hombros. Mi sorpresa ante su aceptación duró poco—. Entonces un coche nuevo.
Lo miré asustada, sinceramente creyendo su palabra. Lo creía totalmente capaz, él no diría algo como eso jugando. Estaba aprendiendo que Emmett tenía más sinceridad en su dedo meñique que todos mis conocidos en el cuerpo. Tampoco tenía mucho filtro.
—No te atrevas.
—¿Por qué no me dejas darte nada?
—Una cosa es darme chocolates o un ramo de flores —aclaré—, pero ¿una computadora, un estéreo o un coche? Olvídalo. Es demasiado. No quiero que gastes tanto en mí.
Nunca tuve mucho dinero, pero eso no me había preocupado jamás. Mi madre no se forraba de dinero, precisamente, siendo dueña de un restaurante pequeño en un pueblo como Forks.
Mi único ingreso personal procedía de los dos días a la semana que trabajaba en el restaurante, supliendo a las otras camareras en sus días libres, y de las postres que Tyler me encargaba de vez en cuando. Destinaba la mitad de mi salario a mi microscópico fondo para la universidad y la otra mitad al tanque de gasolina de mi coche.
—Sabes que el dinero no me importa.
Sí, lo sabía. Emmett tenía un montón de dinero, ni siquiera quería pensar en la cantidad total. El dinero casi carecía de significado para él y su familia. Según él, solamente era algo que se acumula cuando se tiene tiempo ilimitado y una hermana con la asombrosa habilidad de predecir pautas en el mercado de valores. Por eso no parecía entender por qué le ponía objeciones a que gastara su dinero en mí, es decir, por qué me incomodaba que me regalara un coche que alcanzara velocidades superiores a los ochenta kilómetros por hora.
—Mi respuesta sigue siendo no —sentencié.
Él sonrió.
—Por ahora.
Preferí no preguntarle qué planeaba, bastante segura de que era capaz de convencerme de casi cualquier cosa. ¿Cómo decirle que no al hombre más apuesto del mundo, el que acelera mi corazón con una mirada? Mi negatoria no duraría mucho, ambos lo sabíamos, pero por ahora me mantenía firme.
Pensé que nos miraban a nosotros y volvían a murmurar sobre nuestra nueva relación, hasta que me fijé bien y seguí el curso de las miradas en el estacionamiento de la escuela. Arqueé ambas cejas, impresionada. Edward y Bella habían llegado juntos en el Volvo plateado, y él la tenía abrazada de los hombros. Obviamente no eran sólo amigos, estaban anunciando su relación de noviazgo.
—Parece que el gato ha salido de la bolsa —comentó Emmett.
—¿Lo sabe?
—Lo ha deducido, igual que tú —asintió—. Edward nos lo dijo anoche. Ahora están juntos.
—Edward parece feliz —musité—. Me da gusto.
Al parecer me escuchó, porque me miró y agrandó su sonrisa bajo los lentes de sol que traía puestos. Le devolví el gesto. Muy pocas veces lo había visto sonreír; parecía tan despreocupado, algo nuevo en él.
En clase de Historia, Angela bromeó sobre publicar un artículo acerca de las dos nuevas parejas en la escuela, Edward y Bella, y Emmett y yo. Me alegré de que fuera una broma, porque de lo contrario, no se lo permitiría. No era un secreto que ser el centro de atención no era mi especialidad.
Durante el almuerzo, Emmett volvió a apartar una mesa para los dos solos. Hablamos sobre su familia y cómo estaban tomando el hecho de que él y Edward ahora estaban con humanas.
Sentí un pinchazo de dolor cuando admitió que Rosalie era la única poco fascinada con las noticias. Traté de entenderla. Temía por su familia y detestaba que alguien como yo supiera lo que eran. Por supuesto, yo jamás le diría nada a nadie, pero ella no tenía razones para confiar en mí.
Por otro lado, sus demás hermanos y sus padres adoptivos estaban bien con la situación. Eso fue un gran alivio, no me había dado cuenta de cuánto me había preocupado ese factor hasta que lo conversamos.
—Esme ha querido conocerte desde que nos hiciste esos pastelitos de bienvenida —dijo, sonriendo de lado. Apreté su mano cuando entrelazó nuestros dedos, empezando a ponerme nerviosa—. Ha odiado, casi tanto como yo, tener que esperar años para conocerte formalmente.
Me mordí el labio inferior, pensando en lo peor que podría pasar si yo no les agradara.
—Entonces, ¿no desaprueban... lo que ocurre entre nosotros? ¿Están bien con que sea humana? ¿Seguro?
—Están ansiosos por conocerte, lo prometo —aseguró—. De hecho, desde que saben que te conté toda la verdad, me han pedido que te presente. ¿Qué te parecería hacerlo hoy?
Tragué saliva con dificultad, pero no rompí el contacto visual.
—No te preocupes —esbozó una sonrisa—. No te harán daño.
—Lo sé —aclaré—. Pero tengo miedo de no agradarles.
—Eso no va a pasar.
Permaneció sentado a un lado mío, convertido en la estatua de un Adonis, mirando con expresión ausente la bandeja llena de comida frente a él. Luego, volvió a posar los ojos en mí y esbozó esa arrebatadora sonrisa suya.
—Creo que también deberías presentarme con tu madre.
—Ya te conoce —le recordé, tratando de evitar esa situación—. Bueno, no formalmente, pero te ha visto.
—Como tu novio, quiero decir.
Le miré con gesto de sospecha.
—¿Por qué?
—¿No es ésa la costumbre? —preguntó inocentemente.
—No lo sé —confesé. Mi historial en el área amorosa no me ofrecía ninguna referencia con la que trabajar, y ninguna de las reglas normales sobre salir con chicos venía al caso—. No es necesario, ya sabes. No espero que tú... Quiero decir, no tienes que fingir por mí.
Su sonrisa fue paciente.
—No estoy fingiendo.
—¿Eres mi novio?
En mi fuero interno, me encogí ante la perspectiva de unir a Emmett, a mi mamá y la palabra novio en la misma habitación y al mismo tiempo.
—Admito que es una interpretación libre, dada la connotación humana de la palabra —mencionó, asintiendo—. Pero necesitaremos una explicación de por qué estoy tanto contigo, y creo que una relación de noviazgo es algo bastante acercado a lo que tenemos, que es mucho más profundo que eso. No quiero que tu madre me imponga una orden de alejamiento. Sé que es amiga del Jefe Swan.
Lució confundido por mi sonrisa burlona.
—Creo que vas a ser tú quien querrá imponerle una orden de alejamiento a mi madre —dije, tomando una papa frita—. Va a estar como loca cuando se entere. Ella ya te ama. Fue quien me dio la idea de conquistarte a través del estómago. Sólo temo que quieras dejarme cuando la conozcas.
Él rio enternecido, uno de mis sonidos favoritos en el mundo.
—Nada podría hacer que me aleje de ti, Ophelia —prometió, tomando un mechón de mi cabello y pasándolo detrás de mi oreja. Me había dado cuenta de que disfrutaba de acariciar mi cabello—. Ahora tengo más ganas de conocerla. Es tu madre. Apuesto a que será tan agradable como tú lo eres.
—Es bastante agradable —concordé, asintiendo—. Así que... ¿vamos a pasar mucho tiempo juntos?
Él se inclinó y esbozó una sonrisa malévola. Su voz se volvió un susurro, enchinándome la piel de los brazos.
—Si las circunstancias fueran otras, tú único problema sería tratar de quitarte mis manos de encima.
Quedé boquiabierta al comprender la intención detrás de sus palabras, y él pareció complacido con mi reacción. Las imágenes que pasaron por mi cabeza fueron muy realistas y anhelantes, pude sentir que me estaba sonrojado.
—Pero eres humana y menor de edad, y hay muchas cosas con las que tenemos que cumplir para encajar con lo que sería un noviazgo humano —musitó, regresando la mirada con expresión de lamento a su bandeja de comida.
Asentí, comprendiendo y estando en completo acuerdo, lentamente regresando a la realidad. Antes de iniciar una vida con él, debía seguir con la que tenía actualmente. No quería irme a vivir con un hombre sin antes haber terminado la escuela, o decirle a mi madre que pasaría el resto de mi vida con un hombre antes de siquiera cumplir los dieciocho.
Unos segundos después, un pensamiento cruzó por su cabeza. Me miró a los ojos y formó una pequeña sonrisa.
—No importa. Después tendremos mucho tiempo para lo demás —agrandó su sonrisa, mirándome intensamente—. Considerando el tesoro del que se trata, puedo ser muy paciente.
Nunca había tenido que recordarme respirar. Con Emmett era tan difícil mantener mis reacciones al margen, especialmente cuando decía cosas tan románticas que me provocaban un dolor en el pecho, una emoción lo suficientemente fuerte como para hacer estallar a mi corazón.
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