Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

14. Secretos

—Este fin de semana estuviste cazando, ¿verdad? —pregunté, buscando cambiar el tema, antes de que encontrara otra cosa seductora que decir para sonrojarme más.

—Sí —calló durante un segundo, como si estuviera decidiendo si decir algo o no—. No quería ir, pero era necesario. Es mucho más fácil estar cerca de ti cuando estoy saciado.

—¿Por qué no querías ir?

—El estar lejos de ti me pone... ansioso —su mirada era amable e intensa; me estremecí hasta la médula—. Cada fin de semana que me voy de caza, o los días que falto a la escuela, es una tortura. Estoy demasiado abstraído preocupándome por ti, pensando en lo lejos que estoy y cómo no podría llegar a ti si algo te pasara. Son días realmente largos, y la verdad es que pongo a mis hermanos de los nervios.

Me sonrió, entre divertido y compungido.

Pensé en ello durante un momento.

—A mí también me disgusta no verte —confesé.

Vacilante, y con el debate interior reflejado en los ojos, se movió sólo haciendo ruido por el roce de las sábanas, quedando a una distancia tan corta que podía oler su aroma. Alzó la mano y recorrió rápidamente mi pómulo con las yemas de los dedos. Su piel estaba helada, a la temperatura que había aprendido que siempre estaba..., pero su roce quemaba.

Sus preciosos ojos miraban los míos. Dorado contra verde. Las mariposas se instalaron y revolotearon en mi estómago, siendo un recordatorio constante de mi enamoramiento por Emmett desde hace dos años.

—¿Estás lista para dormirte o tienes alguna pregunta más? —inquirió, rompiendo el breve silencio.

Suspiré.

—Sólo medio millón.

—Tenemos mañana, y pasado, y pasado mañana... —me recordó.

Sonreí eufórica ante la perspectiva.

—¿En serio? —quise asegurarme.

—No te voy a dejar —su voz llevaba la impronta de una promesa.

—Entonces, una más por esta noche...

Me acomodé en el asiento, un poco nerviosa. Temía que fuera algo que causara su distancia o desaparición en un futuro cercano. La mera idea me hizo temblar de las manos. Pensar en no volver a verlo me entristecía.

—¿Por qué ser honesto conmigo? —pregunté, mirándolo a los ojos, esperando leer su reacción— ¿Por qué no mentirme, dar el tema por zanjado y evitarme? —cuestioné.

Emmett no mostró ninguna expresión. No escuché su respiración, pero lo vi mover sus hombros arriba y abajo. Era imposible adivinar lo que pensaba. Emmett podía ser tanto bromista como serio, tanto preocupado como relajado, imprudente y responsable. Era difícil saber qué esperar de él.

Esperé pacientemente mientras él pensaba su respuesta. Lo vi luchar entre dos o más ideas, tratando de decidir seriamente cómo proceder. Me preocupé al verlo pensar tanto mi pregunta. ¿Sería algo más serio de lo que creía?

—¿Recuerdas el primer día de escuela que tuvimos mis hermanos y yo?

Parpadeé, aturdida por su pregunta. Decidí no cuestionar su forma de responderme e hice memoria muy rápido. Claro que recordaba ese día. Había conocido al chico que por los siguientes dos años robaría todos mis suspiros.

—Fue cuando te vi por primera vez —estaba serio, meditabundo. Mi corazón estaba a punto de salirse de mi pecho—. Estaba hablando con Jasper sobre la cacería que habíamos tenido el fin de semana anterior a ese día. Había tenido una buena pelea con un oso en el bosque de Goat Rocks.

No podía imaginármelo peleando con un oso. Un terror me invadió, a pesar de que el más peligroso de esos dos depredadores, era Emmett. Aún así, no pude evitar preocuparme.

—Cuando te vi, pasando la fascinación, me molesté —admitió con una mueca—. ¿Cómo era posible que una criatura tan hermosa y delicada estuviera justo frente a mí, y al mismo tiempo tan lejos de mi alcance? Dios había puesto un ángel en mi camino, sabiendo que no podía tocarlo. Y el ángel estaba mirándome, como si supiera perfectamente la tortura por la que me estaba haciendo pasar.

Sentí la boca seca. Como me había acostumbrado toda mi vida, me quedé callada. Me había llamado delicada. ¡Hermosa, delicada, un ángel! ¡A mí!

—Al volver a casa, Jasper no dudó en preguntarme por qué había sentido fascinación y luego dolor al verte —resopló—. Como si yo no me hubiera pasado ya todo el día pensando en ti, tenía que preguntármelo. Así que le expliqué a Henry mi situación; sabía que sólo él me entendería.

Se movió, acercándose todavía más. Sus irresistibles ojos no me dejaban despegar la mirada de ellos, tan hechizantes e intensos. Su mano en mi mejilla se extendió, acunando mi rostro con la misma delicadeza con la que siempre me tocaba.

—Pensé que podría ignorarte, que mi fascinación por tu delicadeza y tu dulce cara inocente pasaría en unos días —admitió divertido—. Pero no me dejaste. Hiciste el adorable gesto de darme a mí y a mi familia un obsequio de bienvenida —susurró, su fresco aliento acariciando mis labios.

Me estremecí de placer cuando su pulgar acarició mi pómulo.

—Imagina mis celos, un horrible sentimiento que había leído en cientos de libros, pero nunca había experimentado, cuando descubrí que Edward ya había hablado contigo, te había sonreído —murmuró, bajando la mirada a mis labios—. Más tarde en el almuerzo, te observé hablarle con señas a tus amigos. Pensé en lo mucho que me hubiera gustado entenderte. Pero eso dejó de importante cuando me miraste —sonrió y volvió a mirarme a los ojos.

No pude evitarlo, apoyé mi mano sobre la parte interna de su codo, del brazo que tenía doblado para acunar mi cara, y la otra mano sobre su pecho. Sentía que estaba por desfallecerme, necesitaba sentirme sostenida. Mi mente, tan malacostumbrada, no podía creerse que alguien me adorara con tanta intensidad.

—Te sonreí, y tu corazón reaccionó justamente como el mío lo hubiera hecho si latiera. Pero tan pronto como ese orgullo me llenó..., se desvaneció cuando Edward se comunicó contigo en señas, desde el otro lado del comedor. ¡Él podía entenderte y yo no! Y lo peor ocurrió de inmediato. Te estaba haciendo sonrojar —murmuró con voz más ronca, dolida, como si reviviera el sentimiento—. Nunca me había sentido tan impotente, tan desesperanzado.

Me lamí los labios, humedeciéndolos después de sentirlos secos. Él observó el movimiento, y me exalté un poco cuando sentí bajo la palma de mi mano una vibración en su pecho.

—Hasta que Edward me dijo lo que habías pensado, la razón por la que en realidad habías hecho esos pasteles, por qué te habías sonrojado, por qué no me mirabas cuando yo lo hacía, que comunicarme contigo sí era posible, si quisieras usar tu voz —sonrió mostrando sus dientes blancos y bien alineados—. Y lo hiciste. Me hablaste, cuando no lo hacías con nadie más.

Mi cara enrojeció contra su mano. Él sabía todo lo que yo había pensado esos días, que quería conquistarlo por el estómago, que quería llamar su atención e impresionarlo.

—Pero seguías estando fuera de mi alcance —mustió tristemente—. Aunque aparentaba dieciséis años, tenía veinte. Había tenido veinte por setenta años. Y tú sólo tenías dieciséis —concluyó—. No pensaba decirte nada de esto, de lo que soy en realidad, hasta que cumplieras dieciocho —confesó—. No sabes cuántas veces tuve que resistir el impulso de acercarme a hablarte. Henry necesitó toda su paciencia para explicarme por qué eso no era buena idea y que necesitaba esperar —continuó—. Debía esperar a que fueras mayor, a que te fueras a la universidad. Entonces iba a cortejarte... y decírtelo todo.

Me di cuenta de que había olvidado respirar cuando me ardió el pecho y me sentí mareada.

—Emmett...

Sólo necesitó acariciar mi mejilla otra vez para callarme.

—Las cosas, por supuesto, no salieron como las tenía planeadas —lamentó, pero luego se encogió de hombros y sonrió—. No importa. Esto es mejor.

—Necesito respirar —conseguí decir.

El pánico cruzó su mirada. Me soltó abruptamente, aunque con cuidado, y me miró expectante. En el acto, bajé las manos a mi regazo y rompí en una sonrisa, divertida.

—No literalmente. Tranquilo —le dije, negando con la cabeza. Él se relajó, pero no se veía divertido—. Lo siento. Es sólo... un poco demasiado.

Emmett asintió.

—Lo sé —comprendió—. No quería que las cosas fueran así. No iba a decirte sobre mis sentimientos hasta después. Hoy ya has tenido demasiado que asimilar. Es sólo que... me preguntaste por qué hacía esto y no pude mentirte. En parte, también deseaba intensamente de decírtelo, pero ha sido insensible de mi parte. Discúlpame.

—No hay problema —suspiré—. Lo entiendo. Entiendo lo duro que puede ser guardar sentimientos por una persona durante años —sonreí de lado, encogiéndome de hombros—. No eres el único.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro