14 Final.
Con el paso de los años, la vida en la cabaña del bosque había cambiado. Aunque seguían siendo conocidos en el pueblo como "el pintor" y "la bestia", esos títulos habían comenzado a perder fuerza. Las pinturas de Yoongi se habían vuelto tan populares que los aldeanos no podían ignorar la calidad de su trabajo, y Jimin, siempre dedicado a su caza y pesca, encontraba formas de contribuir a su sustento.
Durante mucho tiempo, Jimin había acompañado a Yoongi al pueblo, pero siempre se detenía en la entrada del bosque, ocultándose entre los árboles mientras Yoongi caminaba solo. Jimin observaba desde lejos cómo Yoongi hablaba con los aldeanos, cómo vendía sus pinturas, cómo sonreía de esa manera que solo él sabía hacerlo. Siempre esperaba pacientemente, con el corazón en un hilo, hasta que Yoongi regresaba, cargando monedas y algunos víveres que intercambiaba en el mercado.
—Deberías venir conmigo algún día —le decía Yoongi al regresar, sentándose junto a él en el suelo mientras contaba lo sucedido en el pueblo.
—No... no creo que pueda —respondía Jimin, siempre bajando la mirada. La idea de enfrentar a los aldeanos, de ver esas miradas que lo juzgaban, le provocaba un nudo en el pecho.
Yoongi nunca lo presionó, pero cada vez que regresaba, siempre traía algo para él: ropas más cálidas, telas para cubrirse, o incluso pequeñas cosas que encontraba en el pueblo y sabía que podrían gustarle.
Sin embargo, un día, cuando Yoongi se estaba preparando para salir, Jimin lo detuvo.
—¿Puedo... puedo intentarlo? —Murmuró, llevando su máscara puesta.
Yoongi lo miró, sorprendido al principio, pero pronto sonrió con calidez.
—Claro que sí. Pero lleves la máscara Jimin. Si en algún momento sientes que es demasiado, solo dímelo.
Caminaron juntos hacia el pueblo, y como siempre, Jimin se detuvo en la entrada del bosque. Pero esta vez, Yoongi no lo dejó quedarse allí.
—Ven conmigo, solo un poco más —le dijo, extendiéndole la mano.
Con el corazón latiendo con fuerza, Jimin tomó su mano y dio unos pasos más allá de los árboles. La sensación de estar fuera de su refugio era aterradora, pero Yoongi no lo soltó, y con cada paso, Jimin sintió que podía respirar un poco más fácil.
En el pueblo, los aldeanos los miraban con curiosidad, algunos con desconfianza, pero nadie dijo nada. Yoongi se acercó a su puesto habitual, donde mostraba sus pinturas, y comenzó a atender a los clientes. Jimin se quedó un poco detrás, observando cómo las personas admiraban el trabajo de Yoongi y le entregaban monedas.
Cuando terminó, Yoongi volvió hacia él con una sonrisa.
—¿Ves? No fue tan malo, ¿verdad?
Jimin asintió lentamente. Había sido difícil, pero estar con Yoongi lo había hecho más soportable.
Después de esa primera vez, Jimin comenzó a acompañarlo con más frecuencia, cada vez acercándose un poco más al mercado. Con el tiempo, incluso comenzó a llevar consigo los animales que cazaba y los pescados que atrapaba en el río, ofreciendo su propio trabajo a los aldeanos.
Al principio, los aldeanos se mostraban reacios, pero poco a poco se dieron cuenta de que no había nada que temer de Jimin. Sus productos eran de calidad, y aunque algunos todavía lo miraban con recelo, otros comenzaron a tratarlo con normalidad.
Jimin nunca dejó de sentir cierta tensión al estar en el pueblo, pero la presencia de Yoongi a su lado siempre lo tranquilizaba. Un día, mientras regresaban al bosque después de una larga jornada en el mercado, Jimin se detuvo en el camino y miró a Yoongi.
—Gracias...
Yoongi sonrió y tomó su mano.
—Siempre estaré contigo, Jimin.
Con esas palabras, el bosque dejó de ser su único refugio. Aunque nunca abandonaron la cabaña, Jimin ya no temía salir de ella. Poco a poco, el mundo se volvió menos hostil, y Jimin, junto a Yoongi, encontró un lugar en él.
Fin.
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