13
Yoongi dio un paso más, cerrando la distancia entre ellos. Sus manos temblaban, no por debilidad, sino por la emoción que lo llenaba. Lentamente, levantó las manos hasta alcanzar la máscara que Jimin siempre llevaba. Jimin retrocedió ligeramente, su instinto de ocultarse aún presente, pero Yoongi lo detuvo con una mirada suave, cálida.
—Déjame verte... —susurró.
Jimin tragó saliva, luchando contra el miedo que le gritaba que se apartara. Pero había algo en la voz de Yoongi, algo en su presencia, que lo hizo quedarse quieto. Sintió el roce delicado de los dedos de Yoongi mientras quitaba la máscara de su rostro, revelando las cicatrices que había escondido durante tanto tiempo.
Aunque no era la primera vez que Yoongi lo miraba, cada vez he lo hacía su miedo nacía otra vez.
Yoongi no apartó la mirada, en sus ojos solo había ternura. Levantó una mano, acariciando suavemente la mejilla de Jimin, sus dedos trazando las marcas que él mismo consideraba monstruosas.
—Eres hermoso —murmuró antes de inclinarse y presionar sus labios contra los de Jimin.
El beso fue dulce, lento, lleno de todo lo que habían callado hasta ese momento. Jimin cerró los ojos, dejando que el miedo y las dudas se desvanecieran en el calor del momento. Cuando se separaron, Yoongi le sonrió, todavía con la respiración agitada.
—Casémonos, Jimin. Que sea una boda —dijo con una sonrisa.
Jimin lo miró, confundido. —¿Qué es... una boda?
Yoongi entrelazó sus dedos con los de Jimin, apretando su mano con delicadeza.
—Es una promesa... de ser uno solo, de cuidarnos, de ser familia.
Al escuchar esa palabra, "familia", algo se encendió dentro de Jimin. Recordó vagamente lo que significaba, lo que había perdido hacía tantos años. Los rostros de sus padres cruzaron su mente, el calor que alguna vez había sentido en su hogar antes de que todo se desmoronara.
—¿Familia...? —susurró, como si probara la palabra en sus labios por primera vez en años.
Yoongi asintió, con una expresión que lo hacía parecer más radiante que nunca.
—Sí. Una familia, tú y yo.
Jimin sintió una lágrima rodar por su mejilla, pero no era de tristeza. Por primera vez en mucho tiempo, no se sentía solo. Asintió con fuerza, limpiándose las lágrimas rápidamente.
—Está bien.
Se separó de Yoongi para encender la chimenea, el fuego llenando la cabaña con una cálida luz. Después buscó en un rincón las ropas menos desgastadas que Yoongi le había traído del pueblo en otras ocasiones. Mientras se vestía, no pudo evitar sonreír, sintiendo una emoción que nunca antes había experimentado.
Cuando estuvo listo, regresó al lado de Yoongi, quien también parecía más vivo que nunca a pesar de su herida. Tomaron sus manos, entrelazando los dedos como si fueran una sola persona.
—Prometo amarte —dijo Yoongi, mirándolo directamente a los ojos—. Siempre.
—Prometo amarte también —respondió Jimin, su voz temblando por la emoción—. Siempre.
Y ahí, frente al fuego y bajo el cielo estrellado que se asomaba por las ventanas, Jimin y Yoongi se prometieron amarse, sosteniéndose de la mano, convirtiéndose en la familia que ambos habían anhelado.
—Cómeme ahora. —Jimin lo miró sorprendido, el rubor extendiéndose por su rostro mientras las palabras de Yoongi resonaban en la pequeña cabaña.Era su manera de decirlo, de pedirle un beso, y Jimin lo sabía, pero algo en la intensidad de su voz esta vez lo dejó inmóvil por un momento.
—Es más... —continuó Yoongi, dando un paso hacia él—. Devórame entero.
Con una calma que contrastaba con la pasión en sus ojos, Yoongi comenzó a desabotonar su ropa. La luz del fuego pintaba su piel con tonos cálidos, y Jimin no podía apartar la mirada. No era la primera vez que veía a Yoongi, pero esta vez se sentía diferente, como si cada detalle de su ser estuviera siendo ofrecido, no solo mostrado.
Jimin tragó saliva, sintiendo cómo el calor del ambiente no provenía solo de la chimenea. Dio un paso hacia Yoongi, inseguro, pero Yoongi tomó sus manos con una ternura que lo tranquilizó.
—Déjame amarte —susurró Yoongi, inclinándose para atrapar los labios de Jimin en un beso profundo.
El fuego crepitaba mientras los labios de Yoongi recorrían las marcas de Jimin, esas cicatrices que él siempre había escondido, esas que creía que lo convertían en una bestia. Pero en los labios de Yoongi no había rechazo, solo amor y devoción.
—Eres perfecto —dijo Yoongi contra su piel, besando las heridas de quemaduras con una reverencia que hizo que Jimin cerrara los ojos y respirara profundamente, dejando que las inseguridades se desvanecieran con cada caricia.
Poco a poco, Jimin también comenzó a deshacerse de su ropa, sintiendo por primera vez que no tenía nada que ocultar. Cada toque, cada beso, cada mirada de Yoongi era un recordatorio de que alguien lo veía completamente y lo amaba tal como era.
Se entregaron el uno al otro bajo la luz del fuego, con el crepitar de la chimenea como su único testigo. Se amaron en silencio, comunicando con sus gestos todo lo que las palabras no podían expresar. Fue un momento de completa conexión, donde las heridas de ambos, físicas y emocionales, se transformaron en algo hermoso.
Y cuando finalmente se quedaron enredados entre sí, con el calor de sus cuerpos y el fuego manteniéndolos cálidos, Jimin susurró, casi temiendo romper el silencio:
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