El primer rayo de sol se colaba por los resquicios de la cabaña de madera, iluminando los mechones oscuros de Yoongi mientras despertaba con cuidado. Estaba acurrucado entre los brazos de Jimin, quien dormía profundamente, su respiración tranquila y constante llenando el espacio. Yoongi sonrió al verlo, su rostro cubierto parcialmente por la máscara, pero con una paz que rara vez había visto. No quería despertarlo.

Con cuidado, deshizo el abrazo y se incorporó, haciendo el menor ruido posible.

Había observado cómo Jimin cazaba y recolectaba, cómo se enfrentaba al mundo solo, y ahora quería ser útil. Tomó un cuchillo pequeño que había visto cerca de la chimenea y salió, cerrando la puerta suavemente detrás de él.

El aire frío de la mañana le golpeó el rostro, pero siguió caminando hacia el bosque, decidido. Los árboles susurraban con el viento, y el suelo crujía bajo sus pies. Después de un rato, divisó un ciervo pastando entre los arbustos. Contuvo la respiración, sintiendo su corazón golpear con fuerza contra su pecho. Se acercó con pasos torpes, intentando no hacer ruido, pero justo cuando lanzó el cuchillo, el animal reaccionó.

El ciervo se movió con una rapidez sorprendente y lo embistió, haciéndolo caer al suelo. Yoongi sintió un dolor agudo en el costado y vio cómo la sangre comenzaba a manchar su camisa. Intentó levantarse, pero su pierna también había sido herida.

—Estúpido, ¿qué creías que lograrías?. —murmuró entre dientes, mientras el ciervo desaparecía en la espesura del bosque.

Dentro de la cabaña, Jimin despertó cuando el frío comenzó a colarse por las mantas. Su brazo, que normalmente encontraba el cuerpo cálido de Yoongi, estaba vacío. Se sentó, parpadeando para despejarse, y miró alrededor. No había señales de Yoongi. Siempre se despedía antes de irse, aunque fuera por un momento. ¿Por qué no lo había hecho esta vez?

La sensación de abandono lo golpeó como un puñetazo en el pecho. —Tal vez se dio cuenta... De que soy una bestia. —Murmuró para sí mismo mientras apretaba las manos contra su máscara. Era un pensamiento que lo carcomía desde que Yoongi llegó a su vida. Aunque intentaba ocultarlo, el miedo siempre estaba ahí, el miedo a que la única persona que lo había visto más allá de su rostro también lo dejara.

Se levantó y salió de la cabaña con pasos pesados, decidido a buscar agua en el río cercano. Al menos eso le distraería. Sin embargo, mientras se acercaba al sonido del agua, escuchó algo más: un gemido bajo, entrecortado. Se detuvo en seco, su corazón latiendo con fuerza. Miró a su alrededor y entonces lo vio. A pocos metros, entre los arbustos, Yoongi estaba en el suelo, con una mano apretando su costado ensangrentado.

—¡Yoongi! —gritó Jimin, corriendo hacia él. Su voz llena de pánico mientras se arrodillaba junto a él.

—Lo siento... —murmuró Yoongi con dificultad, intentando esbozar una sonrisa débil—. Quería ayudar... pero creo que no soy tan bueno como tú en esto.

Jimin se quedó en silencio por un momento, su pecho subiendo y bajando rápidamente.