🏖️ ; 9.1
Rosé tuvo que marcharse apenas la lluvia paro un poco, no sin antes abrazar mucho a su omega y su cachorra, lo suficiente como para que Lisa la marque con su olor y piense que estaba siendo discreta.
No quería irse, alejarse de la casa para ir a su ¿Casa? se sentía incorrecto, en especial cuando las únicas personas que la hacían sentir en su hogar no estarían allí cuando llegará.
Su departamento era insulso, se sentía frío y aburrido, no había olor a miel y flores, ni las risas de una cachorra, no había una omega horneando en la cocina que se sonrojara y sonriera al verla.
¿Por qué había tenido que regresar? Ah sí, apestaba y debía trabajar al otro día, maldita mierda, además había sido demasiado tiempo ocupando el espacio de la pobre omega y Rosé se había comprometido a no abrumarla siendo la maldita alfa intensa que en realidad era.
Aún sentía el nudo en la boca del estómago cuando recordaba lo decaída que Lisa se había puesto al hablar de su familia, Rosé había decidido no entrometerse más hasta no estar segura de que la omega confiaba en ella lo suficiente como para soltarse y liberar aquello que luchaba por retener.
Sabía que su padre había fallecido, Danielle lo había confirmado de forma inocente, pero no sé explicaba la reacción ante la mención de su hermano y no iba a hablar de la falta de una madre en las fotos aún cuando oyó a la cachorra hablar de una abuela.
Algo le decía que eso era terreno peligroso de pisar, y definitivamente no lo pisaría.
"Sé lo que es crecer con el amor de un solo padre y no lo quería para mi cachorra", la frase aún rebotaba y hacía ecos en los rincones de su mente. A lo largo del día se había encontrado observando a la omega y pensando como alguien no podría amarla siendo esta el ser más noble que habría pisado el planeta.
¿Cómo alguien no podría amar a Lisa que pensaba que todos estaban por delante de ella? Se preocupaba por todos y su comodidad, se angustió como ninguna cuando creyó haberla molestado, y era tan dulce, se ponía toda suave con un par de abrazos y suaves caricias, era la persona más fácil de amar existente.
Y sin embargo, parecía tan hambrienta de cariño.
El delicado collar en sus manos se preguntaba porque aún no estaba colgado en el cuello de la omega.
Rosé se preguntaba también porque no se lo había dado.
Se había acobardado la mañana en la playa, temiendo que sea demasiado poco y sintiéndose mal al no poder acceder a uno verdadero, que era lo que la omega se merecía, tampoco lo había pensado cuando corrió en busca de Lisa en cuanto fue consiente de lo que decían los mensajes.
Ahora lo veía allí entre sus dedos, siendo tierno y simple, como su omega.
"A los omegas nos encantan las cursilerías románticas", había afirmado Felix el otro día.
Lo guardo en su mochila, planeando visitar a su omega y su cachorra al día siguiente luego del trabajo, y tomar el suficiente coraje como para obsequiárselo.
Mientras tanto, su pequeña lista de pasos para hacer sonreír a Lisa crecía, las cosquillas eran algo que la mantenía contenta y distraída.
Cosas para hacer sonreír a Lisa.
Tulipanes.
Coqueteos.
Mimos.
Abrazos.
Cosquillas en el ombligo (siguientes sectores a descubrir).
***
Una semana después, decir que hacía frío era muy poco, el otoño había llegado y el mar había traído todo el frío al parecer, ¿Dónde estaba la siempre caliente playa? Definitivamente no en los nubarrones en el cielo.
Aunque no podía quejarse mucho, la ropa calentita era un placer, pero Danielle y ella habían tenido que salir a comprar porque su pequeña había crecido una locura de un invierno al otro y la mitad de su ropa ya no le entraba.
Su pequeña estaba tan grande e independiente, se había paseado por los percheros buscando lo que le gustaba y si algo de lo que Lisa le mostraba no, no tenía problemas en admitirlo. Y así se conseguía una niña con ella que no había que liderar para vestir.
Además, tenía buen gusto, algo que creía debía haber heredado de ella, porque adoraba la vista que Rosé presentaba, pero su usual combinación de medias con chancletas la ponía nerviosa.
Entonces hacía frío y allí estaban, adorablemente vestidas para el frío mientras arreglaban el jardín. Los limoneros estaban demasiado grandes, la pequeña decía que seguro caerían muchísimos limones de ellos pronto y Lisa quería creerle, pero tenían que esperar al invierno para comprobarlo.
Por otro lado, la huerta prosperaba, al menos todo hasta que llegabas a los tomates, pobres cositas feas, el invierno iba a terminar con ellos si Lisa no se esmeraba.
Pero al menos tenían zapallos, aún chiquitos pero madurando, esos eran los favoritos de Danielle y la pequeña era la encargada de su mantenimiento orgullosa.
Día por medio salía con la regadera que Lisa le había comprado y los regaba. La niña había bailado de la alegría cuando notó que las ramas comenzaban a irse por las rejas y los zapallitos comenzaron a crecer colgadas.
La pobre Rosé ya había recibido una absurda cantidad de fotos de zapallos que la pequeña quería sacar, siempre respondía con audios sobre lo increíbles que se veían y felicitando el buen trabajo de la menor, el mar resonando de fondo.
Esa mañana ya había recibido al rededor de unos quince mensajes de la alfa quejándose del frío que hacía y lo aburrido que estaba siendo su turno, preguntándole si quería que almorzarán y ofreciéndose a pasar por ellas en unos momentos.
Lisa ya había enviado todo lo que tenía que enviar para su trabajo y estaba libre, así que dejo lo que estaba haciendo una vez terminado y llamó a Danielle para limpiarle un poco la cara antes de que Rosé llegara.
—Tienes largo el cabello, Danielle, ¿Quieres que lo recortemos un poco un día de estos? —mencionó mientras la peinaba con cuidado en una media cola.
La pequeña había querido tener el cabello como ella cuando Lisa decidió dejar de alisarlo y aceptar su cabello rizado, pero cada tanto decidía preguntarle para que la niña supiera que tenía otras opciones y no tenía que estrictamente hacer lo que ella.
—Aún no mami, quiero parecerme a Rapunzel. —le sonrió con dientes, hoyuelos y todo, el corazón de Lisa saltándose un latido como cada vez que hacía eso.
—Bien, Rapunzel, avísame cuando quieras un cambio, ¿Qué tal ese lacito? —termino el nudo y la dejo que se miré en el espejo.
—Me gusta, mami, ¿Te harás uno también?
Acomodo su cabello rápidamente y lo ato en el gancho más desastroso que le podría haber salido, pero debía ser cómico por la risita de Danielle.
La pequeña asintió y movió la cabeza y su propio cabello, Lisa le copio, haciendo que la pequeña riera aún más.
Así las encontró Rosé, sacudiendo las cabezas tontamente en medio de un ataque de risa. Lisa se ruborizó, pero Rosé pronto estuvo riéndose con ellas y Danielle colgado de su cuello.
Y se sintió tan bien, como si ese fuera su destino cayendo lentamente en su lugar, Rosé, Lisa, Danielle, la vida en la playa que siempre soñó.
Nada pudo arruinar su día luego de eso, ni siquiera los mensajes de un número desconocido no tan desconocido que seguían entrando en su celular.
Su verdadera familia estaba allí, no iba a preocuparse por otra.
¡Gracias por leer!
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