🏖️ ; 7.1
Acaricio los rizos de su hija dormida y se reclinó en su hamaca, disfrutando del cantar de los pájaros y la calidez del sol otoñal, atrayendo toda la paz mental que la naturaleza pudiera brindarle en ese instante.
Habían trabajado en esa hamaca los últimos dos días, era de los antiguos dueños, Lisa podía imaginar a los ancianitos hamacandose hasta el final allí, juntos de la mano y amándose sin límites.
Claramente había derramado mil lágrimas sobre la madera cuando lo encontró y otras mil cuando pudo colgarlo en su antiguo lugar debajo de un árbol. Danielle había decidido que ahí quería que la meciera para su siesta y a Lisa le pareció muy dulce, así que ahí estaban.
Su falso celo había terminado, ahora tenía que afrontar un par de días incómodos de sangrado y por veintiocho días más no tendría problemas, por lo que ya no estaba tan sensible.
Ahora, con niveles hormonales más balanceados y con la mente fría, había comenzado a aceptar la falta de Rosé. La alfa había decidido desaparecer y podía como no podía ser su culpa, ¿Le molestaba cómo las dejo a Danielle y a ella? Si, pero no podía obligar a alguien a quedarse.
Lisa tenía que aceptar que lo único bueno que en su vida había durado era Danielle, lo demás siempre se lo arrancaba la vida.
Definitivamente tenía que sacar una cita con su psicóloga, sus plantas ya estaban haciendo hijos de tanto que les había hablado y tenía que dejar de sumirse en una nube de sueños rotos cada vez que las ventanitas de cielo en los ojos de Danielle le recordaban tanto a otros cielos en los que no tendría que haber vuelto a volar.
Lisa había apagado su celular la segunda vez que rompió a llorar al ver que no tenía respuesta, no era sano ni tampoco lo necesitaba, podría hablar con sus amigas luego y su trabajo era por email, así que jamás vio los mensajes y las llamadas entrando, ni siquiera sabía de la inminente llegada de Rosé hasta que la Australiana entró corriendo en su sala mientras ella dejaba a Danielle en su habitación.
—Lis. —la vió suspirar, una mano en su corazón mientras respiraba con dificultad.
Acaso... ¿Había corrido hasta allí? Lisa se apuro en buscarle agua al ver lo agitada que estaba. De repente toda la molestia que la omega podría haber acumulado se esfumó, ahora solo sentía la tristeza nostálgica al darse cuenta lo mucho que la había extrañado.
Sentía verdaderas ganas de llorar por más estúpido que eso parezca. Lisa había tenido tanto miedo de perderla a ella también.
Retiró el vaso cuando Rosé lo bajo de un trago, ahora recompuesta, o al menos más tranquila, no la dejo alejarse mucho, sus manos tomaron las suyas apenas estuvieron libres, acercándola a ella peligrosamente.
Oh, olía tan bien. El eucalipto y el café eran tan intensos que su omega se sentía deslizarse en una nube sobre un cafetal y un campo de eucaliptos. No lo hacía a propósito, no se sentía molesto y pesado en el aire, no la obligaba a calmarse, Rosé apestaba y Lisa estaba tan hundida en ella que no hacía más que fascinarle.
A Lisa le cayó el zapato antes de que la pobre alfa hable, y se sintió tan estúpida al no haberla considerado ni por un segundo que quería pedirle perdón de rodillas por ser una maldita exagerada y molesta y...
—Lisa... —Rosé la miraba y sus ojos brillaban.
¿Cómo se sentiría crecer con tanta belleza junta? Era perfecta, su cabello estaba despeinado pero caía en su lugar y era armonioso.
—R-Ros...é. —sus manos temblaban vergonzosamente.
Si no había arruinado todo antes seguro lo haría ahora, los alfas no querían omegas que se metan en sus asuntos y Lisa se había sentido en demasiada confianza como para entrometerse.
Había olvidado totalmente que Rosé estaba siendo amigable nada más, haciendo regalos y juntándose con ellas, pero seguía siendo una alfa y tenían sus bases.
Su madre nunca se metía en los asuntos de su padre.
—Lo siento tanto. —las dos hablaron al mismo tiempo, la tensión bajando un poco en el aire pero aún palpable.
Rosé se apuró en seguir, no dejándola hablar, Lisa se preparó para el golpe y su corazón siendo desarmado.
—Siento tanto haber desaparecido, Yo... Eh... Esto es vergonzoso pero mi celo llegó antes de tiempo, me golpeó la noche de la playa y me temo que hubiera hecho un desastre si Felix no me arrebataba el celular y el tonto no quería responder por mi. —Lisa sentía que se ruborizaba con cada palabra que salía de la boca de Rosé.
Rosé había estado en celo, y Lisa ni siquiera había pensado que podría haber sido eso. ¿Cómo no lo había pensado?
Ahora entendía porque olía así, la idea de la alfa en celo generó cosas en su bajo vientre.
—Oh... Dios, y yo molestándote, lo siento tanto Rosé, ni siquiera lo consideré, perdóname por favor.
La mano de Rosé soltó la suya y subió a su rostro, Lisa cerró los ojos e intentó no huir, sabía que se lo merecía. No tenía que molestar a los alfas. Al menos Danielle dormía y Lisa sabía ocultar esas cosas.
Sin embargo el golpe nunca cayó, la mano cálida de la alfa amoldó y acarició su mejilla con el pulgar.
—Hey hey, no, Lis, eso jamás. —la otra mano hizo lo mismo con la otra mejilla, la cara preocupada de Rosé estaba muy cerca de la suya cuando abrió los ojos.
Una lágrima cayó de su ojo, Lisa la sintió quemar en su mejilla y perderse en la unión entre el dedo de Rosé y la carne de su pómulo.
—Ven aquí, cariño.
Rosé tiró de su cuerpo en un abrazo curador, uniendo los pedazos de ella que había sentido caerse los últimos dos días. Lisa no sabía cuanto necesitaba un abrazo y en especial uno de aquella alfa.
Su omega se relajó al punto de que sus piernas se volvieron temblorosas y lo siguiente que supo es que Rosé las había arrastrado a ambas hasta el pequeño sofá de la esquina, entonces se encontraba acurrucada a un costado de la alfa, mientras esta acariciaba su cabeza y Lisa se hubiera dormida de no ser que tenían que hablar.
Oh, pero quería dormirse tanto, dormir con Rosé y que sus estúpidos sueños sean cercanos a la realidad por una maldita vez.
—No estoy molesta contigo, no tienes la culpa de nada, Lis, ¿Por qué creíste eso? —Lisa negó, su instinto le exigía que se escondiera en el cuello de Rosé.
¿Estaría tan mal si ella solo...? Oh no, Rosé la acercó más a ella, le daba lugar, Lisa lo aprovechó.
—Lis háblame por favor, ¿Qué te hizo pensar que me molestaste? —abrió los ojos y salió de su escondite, Rosé acariciaba su espalda y la miraba con ¿Cariño?
No, debía estar imaginándolo.
—No lo sé, lo siento, solo pensé que te molestaba. —mintió, como si no hubiera estado pensando en las mil cosas que había hecho para molestarla.
La alfa no estaba convencida, y ahora se enojaría porque le había mentido y retrocedían tres pasos atrás. Lisa algún día aprendería y sería mejor si es que Rosé se quedaba con ellas.
—Lisa, me molestan muchas cosas, realmente puedo llegar a tener un humor pésimo, pero contigo y con Danielle no podría enojarme jamás, son mis personas favoritas y las amo, te amo Lisa. —la alfa sonaba tan sincera que la omega se lo quería creer.
Amor. Rosé las amaba. Eran sus personas favoritas. Y sonaba sincera.
Lisa se separó, se desenredó de los brazos de Rosé cuando empezó a sentirse abrumada.
Rosé no podía amarla, no a ella, no se lo merecía.
—No... —negó, parándose y tomando distancia.
Era el peor momento pero era hora, Rosé tenía que saberlo, no podía amar a una mentirosa como ella.
—Lisa, te amo, no se que puedes sentir tú por mi pero te amo y debes saberlo. —Rosé intento acercarse pero Lisa no se lo permitió.
No se lo merecía.
—Rosé, no puedes amarme, hay cosas que no sabes y debes saber antes de estar segura de eso. —dijo, intentando nuevamente no llorar.
La oyó suspirar, Lisa se apuró en entrecerrar la puerta de la habitación de Danielle luego de comprobar que dormía profundamente.
—Te escucho, pero nada puede cambiar lo que siento por ti. —la alfa se volvió a sentar, prestándole atención.
¿Por dónde empezaba uno a decirle al padre de su hija que era el padre de su hija luego de un mes viéndola todos los días?
—Es... es sobre Danielle. —comenzó con voz gangosa, su garganta anudándose dolorosamente.
Dió una mirada a su alrededor, recordando las ropas tiradas y los besos, y las caricias. Lisa había estado demasiado ebria, pero Rosé se había marcado a fuego en su piel y alma, había cargado su amor nueve meses y lo había cuidado con su vida, lo cuidaría con su vida hasta el último día de esta.
Rosé solo la observaba, dándole lugar a que hable.
—Yo eh... Bueno, fuimos nosotras en realidad pero fue más bien mi culpa, aquella noche... Yo estaba de vacaciones y esa era una de mis últimas noches aquí, lo que es irónico, pero el punto es fuiste la única con la que... Estuve y... A los meses, me enteré de Danielle. —hizo una pausa, analizando cualquier reacción proveniente de Rosé.
Pero la alfa solo la miraba, parecía estar pensando, pero sus ojos estaban tranquilos y eso no sabía si relajaba o alteraba a Lisa.
Acababa de decirle que Danielle era hija suya y no reaccionaba.
—Danielle es tu hija, Rosé, y... Y siento mucho haberlo ocultado todo este tiempo, antes era jóven y estúpida y ahora soy el doble de estúpida, cuando lo supe quise... Realmente quise decírtelo porque sé lo que es crecer con el amor de un solo padre y no lo quería para mi bebé, pero no te encontré y ahora que estás aquí, no lo sé, fui una idiota. —las lágrimas corrían por sus mejillas, ya no podía controlarse a sí misma.
Pero se sentía aliviada.
No había notado la pesada carga sobre sus hombros y ahora que no la tenía, se sentía ligera y agotada.
Seguía sin respuesta.
—Rosé por favor di algo, grita, maldice, empújame si quieres, pero dime qué piensas
Los ojos contrarios la miraron una vez más, se veían brillantes, y Rosé sonrió.
—Ya lo sabía, Lisa. —murmuró.
Y eso la descolocó totalmente.
—Lo supe desde un principio cuando la encontré en la playa, pensaba que era un capricho de mi alfa que había encontrado a su omega y su cachorra, y ahora tiene sentido —una risa nerviosa, Rosé tenía lágrimas en los ojos también—. Lo sentía cada vez que me abrazaba, cada vez que las tenía cerca, mi alfa está loca por ustedes, estos dos días alejadas me castigo horrores porque la había alejado de su omega y cachorra.
Su omega y su cachorra, Rosé las había aceptado hacía mucho tiempo.
Lisa se sentía nuevamente abrumada, pero Rosé estuvo ahí sosteniéndola.
Y Lisa lo supo en cuanto estuvo rodeada en un abrazo lleno de lágrimas y almas reencontrándose, ya no estaba sola, podía caer todas las veces que quiera porque ahora habría alguien para sostener los pedazos rotos.
¡Gracias por leer!
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