🏖️ ; 3.1
—Mami, ¿Por qué estás triste?
Dos días habían pasado de la decisión que Lisa tomó, dos días caóticos en los que se preparó mentalmente para un viaje en tren con una cachorra que fue una santa y no hizo más que hablar con los demás pasajeros amablemente.
Como había supuesto y esperado, todo era un aventura para su hija y realmente no se había enterado de lo que estaba pasando realmente. No había preguntado por su tío, ni su abuela, ni porque no habían abandonado su hogar, Danielle solo tomaba su mano y sonreía, siguiendo a mamá a dónde sea.
Había amado la playa desde el momento en que llegaron en la estación de tren y una pareja de gaviotas sobrevoló cerca suyo, decía que era mágico y que quería ver el mar, porque allí vivía Ariel la sirenita.
Antes de enviarse a lo desconocido, Lisa había hecho una búsqueda de casas en su destino, ya sea alquiler o compra, no le importaba, ella solo quería conseguir un espacio para ellas. Sintió un hueco en el estómago cuando una familiar cabaña apareció en venta a un bajo precio.
¿Era conveniente o demasiado extraño que la casa dónde una vez huyó ahora sea suya?
Pero ahí estaba, pequeña y acogedora cómo la recordaba, solo que con un aire más solitario. Las plantas que un día regó se habían marchitado un poco, las ventanas que abrió para ventilar aquella vez se encontraban cerradas y empolvadas, hacía mucho tiempo que las dos adorables personitas habían dejado su hogar y nadie había venido a cuidarlo como merecían.
El vendedor, su hijo, parecía querer sacarse de encima el lugar, Lisa presentó todo lo necesario para comprar la propiedad pero al hombre solo le interesó el pago. Para el mediodía, la casa era suya.
Así que Lisa había llorado, de impotencia tal vez, felicidad también por su suerte, tristeza por los difuntos ancianitos y por su suerte también.
Danielle había correteado por todo el lugar, observando y maravillandose con lo nuevo, pero ahora estaba lista para su siesta y quería que su mami deje de llorar.
—Amor, ¿Recuerdas que hablamos de los sentimientos? —preguntó, sentándose en uno de los sillones tapados por una sábana, ya tendría tiempo de limpiar y poner todo en orden.
Como una adulta que de niña había sido criada para esconder lo que sentía al exterior, quería que su niña se convierta en una adulta que sepa que sus sentimientos importaban y eran válidos sin importar que.
—Si mami, ¿De qué color te sientes hoy? —su cabecita cayó en su hombro, sus brazos rodeando su cuerpo en un abrazo.
Para hacerlo más fácil de comprender, habían designado un color a cada emoción, amarillo era alegría, rojo era enojo, naranja era molestia, azul era tristeza y lila era cansancio.
—En este momento, siento un arcoíris, Danielle, mamá está sintiendo muchas cosas y lloró para liberar un poquito, pero tú no tienes que preocuparte. —aseguró, comenzando a mecerla en su abrazo.
Sabía que estaba cansada y estresada por el viaje, ella también lo estaba, pero su siesta era más importante y Danielle comenzaba a parpadear con pesadez.
—¿Quieres hablar de eso, mami? Yo soy toodoo oídos. —Lisa sonrió al oírla, Danielle copiaba lo que ella le decía y era tan tierno.
La acercó más a su pecho y beso su frente, olisqueando sus rizos mientras Danielle se acomodaba contra su seno. Habían hecho el destete al año y cinco meses, había sido difícil pero necesario, aún así la cachorra seguía aprovechando cada oportunidad para pegarse allí, entre su fuente de olor y su seno.
—No amor, pero gracias igual, te haré saber si quiero hablar, ¿Tú cómo te sientes? Cuéntame.
No la interrumpió ni ignoro en todo su relato, Danielle aseguraba que no estaba más que emocionada y feliz, que había estado confundida pero que le gustaba dónde estaban. Se durmió serenamente en medio de un balbuceo y Lisa se dirigió a alguna de las habitaciones, intentando evitar la del fondo porque se sentía extraño dejar a su hija dormir allí, o sea... La pequeña había sido concebida allí.
Encontró otra habitación, había que desempolvarla y airearla pero estaba lo suficientemente bien como para que Danielle se echará su siesta.
Una vez fuera de la habitación, Lisa se encontró de cara con todos los recuerdos que tenía de ese lugar, limpiar era una necesidad, pero cada cosa que movía le recordaba a algo.
Mierda, no había pensado en el padre de Danielle hasta ahora, al menos no en los últimos tres días.
La realidad era que, nunca había olvidado a Rosé, y como hacerlo, tenía a su hija con ella día y noche, pero hablaba de la Rosé que conoció, esa hermosa alfa de cabello rubio que le hizo sentir tantas cosas a su omega.
Muchas veces se encontró intentando localizarla, pero no sabía su apellido ni quienes eran sus amigos, fue imposible y un día dejo de buscarla, tampoco sabría que decirle, ella ni siquiera debía recordar a la omega con la que una vez se acostó.
Dios, la había dejado, ni siquiera había despertado a su lado, Lisa conocía a su tipo y sabía que no valía la pena.
***
Roseanne Park estaba aburrida de su vida, tenía veintiocho años y todo se sentía tan insulso.
Estaba soltera, llevaba la vida que todo adolescente idiota hubiera querido para su vida, era una guardavidas que conquistaba corazones que dejaba al otro día y en su momento fue todo lo que siempre quiso hacer, pero se acercaban sus veintinueve y pronto los treinta, y ahora lo que más necesitaba era estabilidad.
Quería un hogar, una familia a la que regresar, una omega para llevar a la playa, hijos con los que jugar a la pelota, un perro que masticaria la pelota, el bendito sueño tradicional.
Solo que nadie se sentía correcto, el sentimiento de pertenencia había sido un tren de una sola vez y había estado tan asustada que se había escapado. Ahora lo había perdido para siempre y la soledad era su condena.
—Odio a los turistas, ¿Sabes? —la característica queja en la voz de MiYeon la trajo de vuelta.
—Te quejas todo el día de ellos, ¿Qué te dijeron ahora?
Ella tampoco simpatizaba mucho con ellos, menos con los chicos que pensaban que había salido de un programa de televisión y todo lo que hacía era correr en el sol. En un principio le había gustado, no iba a decir que no, toda la atención y eso, pero cuando cruzaban el límite la ponía incómoda.
—¿Puedes creer que me preguntaron si yo era la actriz de una película... Ya sabes, para adultos? —Rosé no pudo evitar soltar una carcajada—. Idiota, ¡Hasta me la mostraron! y la que sería mi personaje no era justamente la que daba en la relación.
Era la oportunidad perfecta para molestarla, su manera favorita de pasar sus turnos.
—Siempre supe que te gustaban esas cosas, ¿Pero grabarte, Miy? —bromeó, la mayor le dió un empujón y la envío a patrullar.
Ese día le había tocado el turno vespertino, desde media tarde hasta la noche, era fin de semana, así que le tocaban todos los divertidos que venían a embriagarse en la tarde y las familias que venían a ver el atardecer.
Siempre intentaba no hacer más que caminar y parecer que no estaba viendo lo que cada persona hacía, pero era humana y curiosa por naturaleza, así que observaba con cuidado los grupos que le llamaban la atención.
Por suerte, nadie la frenó para preguntarle por un vídeo porno como a MiYeon, pero si se encontró con una chiquilla perdida y muy angustiada. Su aroma le hizo recordar a algo, pero Rosé no sabía a qué.
Era dulce, probablemente de su madre, como la miel y las flores juntas. Su alfa parecía hipnotizada por este.
La niña, Danielle como le dijo, hablaba muy claro y se hacía entender, lo que facilito mucho el trabajo de Rosé.
—Yo-Yo estaba con mi mamá y comencé a juntar caracolitos así —le mostró un par que traía en un baldecito—, y empecé a caminar y dejé a mami y ahora no sé como volver, ¿Usted me puede ayudar?
Se encontraba brutalmente enternecida con la niña, ¿Sus hermanos también fueron así de dulces? Nah, el los recordaba igual de malditos que siempre.
—Claro que si, compañera, ven, vamos a seguir tus huellas en la arena. —extendió su mano para que la niña la tome, pero esta había estirado sus brazos para que la alcé.
Se encontró con un peso cómodo y con la niña abrazada a su cuello, el aroma omega siendo más fuerte y adictivo.
—¿Puedes decirme cómo es tu mamá? Así si puedo reconocerla. —pidió, Danielle comenzó a hablar contra su cuello.
Mientras tanto Rosé buscaba a cualquier omega desesperado y seguía las huellas de piecitos que aún no se habían borrado de la arena por suerte.
—Mi mami se llama Lisa, es muy bonita, tiene rizos como los míos pero ojos grandes, tus ojos como los míos —mencionó la niña—. Mi mami también tiene tatuajes, muuchos tatuajes, ¿Tú tienes tatuajes?
¿Todos los omegas tenían que llamarse Lisa y tener rizos y ojos grandes? A menos que... No, solo coincidencia.
—Si, tengo algunos también, ¿Cómo son los tatuajes de tu mamá? —recordaba que aquella omega que un día robó su corazón tenía un bonito tatuaje de una flor cerca de su ceno que había besado sin parar.
La niña pareció pensarlo un momento antes de contestar.
—Tiene unas palabras aquí —señalo uno de sus tobillos, la Lisa que conoció lo tenía—. Una hada en su brazo, y una flor aquí. —ahora señalo su costilla.
Bien, Rosé estaba más ansiosa por encontrar a la madre de la niña, ¿Podría ser? Y si era, ¿Se había enlazado? ¿Tenía una cachorra con un alfa? Eso hacía a su loba enojar, pero no podía culparla de nada cuando ella se había marchado.
Ella podría haberla tenido si no fuera por su idiotez, se arrepentiría de haberla dejado ir toda su vida.
—Y tu papá... —su intentó de interrogación fue interrumpido por un grito.
—¡Danielle!
Se giró y Danielle empezó a intentar bajarse de sus brazos, la dejo ir y la vió correr hasta una joven, que la alzó en brazos y la abrazo con fuerzas.
Rosé conocía a esa joven y no podía creer que la había tenido entre sus brazos y dejado ir tan fácil. Lisa había crecido en belleza, sus rasgos parecían más maduros y definidos, estaba más delgada pero ahora poseía ese aire maternal que a Rosé le recordó a su madre.
Una omega y su cachorra, podrían haber sido su omega y su cachorra. Suyas, su familia, su manada, su todo.
Pero la había perdido para siempre, por ahí debía haber un tonto afortunado que se había quedado y había hecho feliz a Lisa.
—Mmm, gracias por ayudarla, realmente no me di cuenta cuando se fue tan lejos, me despiste un segundo y ya no estaba. —estaba tan embobada mirando a la omega que no notó cuando se acercó a hablarle.
La cachorra le sonreía desde sus brazos, una sonrisa de hoyuelitos y rizos rebeldes. Una ternura.
Aprovecho para ver bien los ojos de la niña y los de Lisa, almendrados, hermosos y brillantes; contrastando perfectamente con los pequeños y suaves ojos.
Tus ojos como los míos.
Rosé suspiro y envío esos pensamientos a otra parte, oh, ese aroma. Ya sabía porque se le hacía conocido.
—No pasa nada, se entusiasmó con la playa, ¿No es así, compañera? —Danielle asintió y levantó su baldecito.
Lisa también la miraba, se preguntó que pasaba detrás de esos ojos brillantes, ¿La reconocería? ¿Estaría pensando en ella?
Decidió ser atrevida, no veía una marca en su cuello y en los minutos que llevaban no vio ningún padre preocupado junto a Lisa.
—Hola Lisa, ha pasado un tiempo. —dijo, descolocando a la omega que se ruborizó.
¿Podía alguien ser tan hermosa? Sus mejillas regordetas se enrojecieron como dos fresas que Rosé quería masticar.
—Si... Un tiempo. —soltó una risa nerviosa y apretó a su hija a su cadera.
Estaba nerviosa, pero no a la defensiva, más como para correr a esconderse de la vergüenza que de otra cosa.
—¿Cómo estás? Bien acompañada por lo que veo. —intentaba aligerar las cosas, quería a la omega tranquila a su alrededor.
—Um si, bien, esta es Danielle, ¿Amor, le agradeciste a Rosé por su ayuda? —Danielle asintió.
—Gracias, Rosé, no sabía que te llamabas así, ¿Mami, la conoces? ¿Son amigas? —la cachorra alternaba su mirada entre ella y su mamá, con una inocente sonrisa.
Amigas, no era la relación que Rosé prefería, pero algo era algo.
—Si, amor, somos amigas, y tú y yo amiga debemos irnos, así que dí adiós. —Danielle pidió bajarse de sus brazos y correteó hasta abrazar sus piernas.
Revolvió sus rizos y le sonrió de regreso, realmente no quería que se vayan pero no podía frenarla mucho.
—¡Adiós Rosé! ¿Vendrás a visitarnos a nuestra nueva casa? —nueva casa, así que se habían mudado.
Lisa había abierto sus ojos y se mordisqueaba el labio, se veía tan regordete y apetitoso, la alfa en Rosé se regodeaba por haber tenido la oportunidad de besarla.
—Claro que si, compañera, cuando tú y tu mamá quieran yo iré. — sonrió al ver a la niña sonreír, se agachó a darle un abrazo.
Su corazón se aceleró al tenerla tan cerca otra vez, la sensación de pertenencia le recorrió el cuerpo, su alfa reclamaba a esa omega y su cachorra como suyas, no quería dejarlas ir otra vez.
¿Podía ser? Ya había sentido eso con Lisa hacía años y del miedo la había perdido, ahora la vida le daba una segunda oportunidad y no quería arruinarla.
Danielle volvió a los brazos de su madre, saltando sin haber soltado su mano, tomo la de su mamá y la miró sonriendo desde ahí.
—Ahora no, Danielle, Rosé tiene que trabajar y nosotras tenemos que hacer las compras. —Lisa alternaba la mirada entre ambas, lucía nerviosa.
Rosé lo tomó como una señal para que le ayude, su omega le pedía ayuda, además en verdad no podía dejar su trabajo para acompañarlas, aún cuando lo anhelaba.
Tenía que trabajar si quería mantener a su familia.
—Tiene razón, peque, ahora no puedo, pero le pasaré mi número a tu mamá y acordaremos un día, si son nuevas en la ciudad hay muchos lugares que me gustaría mostrarles. —la pequeña pareció satisfecha.
La omega suspiró y asintió, intercambiaron teléfonos, Rosé aprovecho para rozar sus dedos con los ajenos, un mínimo toque pero tan necesario.
Se acercó un poco más, sin irrumpir en el espacio de Lisa pero acortando la distancia. Sus ojos conectaron y el corazón de Rosé se aceleró.
—Lisa, por favor, quiero verlas, ¿Estaremos en contacto? —sabía que estaba rogando, pero era su alfa interna pidiendo a gritos que se quede y no la deja ir.
Vio el dilema en sus ojos, pero termino asintiendo.
—Si... Llámame. —su voz fue como una caricia al alma.
Rosé la dejo ir con una enorme sonrisa, esa misma noche la llamó.
¡Gracias por leer!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro