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🏖️ ; 1O.1

Está era la situación, acababa de regresar del mercado y había un perro en su sala más desorientado que ella. Era bonito, si no hubiera comenzado a ladrar cuando entraron, Lisa hubiera pensado que era otro peluche de los que Rosé le regalaba a Danielle. Pero este era de verdad y estaba rodando por el piso con su hija, que había quedado enamorada del perrito.

—¡Mira mami! ¡Tiene el pelo bien suaveeee! —había chillado Danielle apenas lo vió.

—Si amor... —respondió, escribiendo rápidamente a la culpable de la presencia del animalito.

Resulta que la promesa del perro y todo eso había sido cierta, demasiado. No le sorprendió cuando Rosé afirmo que se llamaba Frank y Danielle estaba encantada con Frank, el pequeño perro blanco con manchas color miel.

Miró la hora, Rosé había entrado a trabajar hacía veinte minutos, debió haber dejado al perro y una bolsa de comida antes de marcharse, no saldría hasta media tarde, así que Lisa se hizo la idea de que era su responsabilidad.

No la juzguen, adoraba los animales y siempre quiso una mascota para Danielle, pero tal vez en unos años. Pero bueno, ahí estaba, todo adorable con su niña, Lisa la dejo estar mientras se dirigió a la cocina a preparar el almuerzo, hablando con Rosé mientras tanto.

—Mami a Frank le gustan mis pantuflas mira. —Danielle correteo en la cocina con el perro entre sus brazos, este tenía una de las pantuflas nuevas de su cachorra.

Lisa se apuró en quitársela, observando que aún servía. Pero el perro con sus dientes de bebé había dejado marca.

—No dejes que agarré estás cosas, Danielle, si no aprenderá a romperlas. —ambos, cachorro y cachorra la miraron con ojos de perrito antes de volver corriendo a la sala.

La omega suspiró, algo le decía que no sería la primer cosa que el perro rompería. Saldría a comprarle un juguete más tarde y esperaría lo mejor.

Al menos el tanto jugar gasto las energías de Danielle y Frank, apenas llenó sus pancitas ambos estuvieron deshechos en el sofá para una siesta, tiempo que Lisa aprovecho para poner algo de orden y terminar un diseño que debía enviar. Las siestas de Danielle nunca duraban mucho desde que tenía dos años, así que no tuvo mucho tiempo para ella sola.

Pudo ducharse, cepillarse el cabello y hasta ponerse sus cremas, lo que era mucho, luego respondió emails de la empresa, en su mayoría sus colegas publicistas chequeando como iba cada uno, tenían agendada una reunión en la ciudad dentro de un mes y Lisa realmente no quería ir, pero no le quedaba de otra.

Era un solo día, pero debía dejar a Danielle, tomar el tren de dos horas dos veces y soportar a sus compañeros, no eran malos, pero estaban en otro momento de sus vidas, por lo que Lisa muchas veces no conectaba con ellos y se aburría.

Más adelante se preocuparía por ello, ahora la siesta y el turno de Rosé había terminado, por lo que Lisa estaba preparando la merienda para todos mientras la sesión de juegos entre Danielle y Frank se reanudaba.

Lisa oyó el jeep de Rosé estacionarse y su omega se crespo en anticipación, observando la puerta en los segundos que la alfa caminó entre la camioneta y la casa.

Dió una mirada rápida a su cachorra, notando tiernamente como ella también había sentido que su padre se acercaba, parándose con ansias a un lado de la puerta con Frank atrás, esperando a que toque y...

—¡Rosie! —abrió la puerta y la alfa entró, alzando a la cachorra y dándole un besito en la frente.

—¡Hola pequeña! ¿Y a quién veo aquí?

Rosé se agachó y con su brazo libre tomó al cachorro que había comenzado a ladrar al ver que le habían quitado la atención por un segundo.

—¡Es Frank! ¡Apareció aquí! Es mágico y muy bueno. —la sonrisa de la niña era enorme.

Y la de la alfa aún más, y oh, a Lisa le sucedían muchas cosas en muy poco tiempo de solo verla, cargando a su cachorra y al perro que al parecer ya era parte de su rara pero funcional familia.

—¿Oh, en serio? Un pajarito me dijo que le gustaba masticar cosas. —Rosé le dió una mirada divertida, Lisa no pudo no sonreír.

—Fue solo un errorcito. —aseguró Danielle, abriendo mucho los ojos.

—A mi otro pajarito me dijo que lo iba a entrenar. —decidió unirse a la conversación, sus brazos cruzados sobre su pecho con una falsa molestia.

Frank podía morder todos los rincones de la casa si eso significaba que Rosé estaría allí más tiempo, jugando con ellas.

—Mi pajarito me dice que ese pajarito dice la verdad. —aseguró Rosé intentando no reírse.

—Eso espero, si no el pajarito y yo tendremos problemas. —mintió, realmente no le importaba demasiado.

Aunque le agradaba la idea de tener esos problemas domésticos con Rosé, por más raro y extraño que eso suene, quería esas cosas pequeñas e íntimas porque eso significaría que ellas tenían algo más que una relación amistosa.

—Le diré a mi pajarito que hable con el tuyo y eso ya sonó extraño, basta de pajaritos. —sonrió y expandió los ojos nerviosamente, Danielle se carcajeo ante la mueca.

—¿Entonces Frank se quedará? —preguntó la pequeña, sus ojos color miel abriéndose igual a los de Rosé.

Eran más parecidas de lo que creía. Rosé la miró a ella, pero parecía que era obvia la respuesta.

—Si se quedará, pero debes ser responsable con él Danielle, debe comer y salir a diario, hay que bañarlo mínimo una vez a la semana, limpiar sus necesidades y demás... ¿Sientes estar lista para él? —sabía que estaba lista, pero quería asegurarse de que ella también lo sintiera así.

Cuando la respuesta fue afirmativa, Rosé los dejo ir a ambos, dejando que sigan jugando, ahora aún más eufóricos porque sabían que serían compañeros de juegos para siempre.

Mientras, Rosé la tomó desprevenida, sus manos fueron a su cintura, manteniéndola quieta entre su cuerpo y la puerta sin llegar a ser demasiado, solo la sostenía cerca suyo.

—¿Estás bien con Frank? Sé que lo traje sin avisarte y temía que no fuera de tu agrado. —Rosé parecía realmente preocupada por su opinión.

Y aunque Lisa hubiera preferido que le preguntase y así juntas tomar una decisión, no podía quejarse mucho porque sabía que a Danielle le hacía feliz y a ella, en el fondo, le agradaba la idea de una mascota.

—Está bien, Rosé, no me lo esperaba y estaba confundida cuando lo encontré en la sala, pero está bien, ¿De dónde lo sacaste? —intento con todas sus fuerzas mantenerse tranquila y con los brazos pegados al cuerpo.

Un movimiento en falso y estaría abrazada a ella, en especial si Rosé seguía haciendo esas caricias peligrosas en su cintura.

—De la perrera local, es una mezcla de un Jack Russell Terrier, así que puede ser grande como no, pero es bonito, ¿No?

No le importaría tener un perro grande, siempre y cuando no se metiera con sus plantas.

—Si, es muy bonito, parecía un peluche cuando lo ví —sonrió, girando un poco la cabeza para ver al cachorrito corriendo al rededor de Danielle—. ¿Has comido algo?

Esperaba que dijera no, porque Lisa tenía un budín de limón enfriándose en la ventana y creía que le había salido rico.

—Estoy hambrienta, los vendedores ya no pasan tanto y no pude comprar nada. —la omega saltaba en una pata de solo oírlo.

Su alfa estaba hambrienta, tenía que alimentarla.

—Pasa al baño y lávate las manos, Danielle tu también, así comemos. —se separó a duras penas de la alfa, dejándole que se lave en el baño mientras le lavaba las manos a la cachorra en la cocina.

Tuvo que morder su mejilla por dentro para no chillar como una demente cuando Rosé regreso, su cabello mojado hacía atrás con la suficiente agua como para que no chorree, pero se vea jodida y explícitamente caliente.

Lisa sirvió el té y leche con chocolate para Danielle, poniéndole un poco más de alimento y agua a Frank, aunque el perro parecía interesado en lo que ellas comían, ya que iba de pierna en pierna a lloriquear.

Danielle comenzó a contarles todo lo que Frank sabía hacer, con partes obviamente exageradas que dejaron pasar porque era una ternura ver a la niña intentar convencerlas de que el perrito le habló.

La omega estaba de fiesta cada vez que Rosé halagaba su budín, siendo apoyada por Danielle y su carita llena de migas, el budín de limón era el favorito de la pequeña, así que lo hizo para ella y de paso seguir descubriendo las comidas favoritas de Rosé.

Una vez había leído que la mejor manera de llegar al corazón de un alfa era mediante la comida, Lisa nunca había sido permitida en la cocina, su madre enloquecería de solo verla platicando con el personal, pero ella no tenía insomnio, por lo que no había descubierto a su hija rebelde en la cocina desde temprana edad, ayudando a HyoYeon, la cocinera, a preparar los budines y demás para el día siguiente.

La dulce HyoYeon era una figura clave en su infancia, gracias a ella sabía manejarse en la cocina y aunque le faltaba mucho que aprender, estaba bastante contenta con lo que podía hacer y esperaba que eso ayude a conquistar el corazón de la alfa que su omega encaprichada llamaba suya.

Creía que estaba funcionando, porque Rosé no se negó cuando pregunto si quería cenar con ellas.

Le gustaba esa rutina que empezaban a implementar, día por medio Rosé iba a merendar luego del trabajo, cenaban juntas las tres y luego de que Danielle esté dormida, Rosé volvía a su casa con la promesa de buscarlas para desayunar al día siguiente.

Lisa ya compraba comida para tres, y si por ella fuera, la alfa viviría con ellas, pero sería por demás de egoísta exigir eso.

Esa noche tenía lasaña de ricota y acelga, se había atrevido y le había preguntado a Rosé si le gustaba, descubriendo que la alfa nunca había probado una lasaña, lo que ponía más presión en Lisa porque de ella y como le saliera dependía de si a Rosé le gustaba o no.

Así que estaba desquiciándose, chequeando el horno a cada minuto.

—Aquí, Frank, ¡Mira!

—Sentado, muchacho, tú puedes

—No parece muy predispuesto

Las tres estaban sentadas al rededor de Frank como una especie de culto de adoración al perro, que no hacía más que ignorarlas y mordisquear un almohadón, para pesar de Lisa, que se mantenía sentada sobre sus talones a un lado de Rosé, una manta que el perro ya había intentado arrastrar estaba a salvó en su regazo.

El entrenamiento de Rosé había fracasado en su primera clase, el alumno no parecía muy interesado en ser un perro obediente, pero si muy juguetón y cariñoso, prefería que las tres acaricien su cabeza y panza en lugar de dar la patita y sentarse correctamente.

Aún así era tierno ver al dúo  dinámico de Rosé y Danielle intentando entrenar a Frank.

Oyó que tocaron la puerta mientras trataban de que ruede sobre su panza, Lisa fue a abrir la puerta, siendo chocada por un peso ligero y abrazada más suavemente por un dúo que olían como a sus mejores amigas.

Jennie y JiSoo habían cumplido su promesa después de todo, y Lisa estaba muy feliz de verlas a ambas.

¡Gracias por leer!

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