O4 : TURN OUT THE LIGHT
Chaeyoung había pasado los últimos años a su lado sin saberlo. Su idea principal era volver a donde pertenecía. Pero ella ya no era sólo un demonio, era Rosie, era la hada de las rosas para Jennie.
Había oído antes la historia de un demonio enamorado de un humano. Había oído que la primer lágrima que soltara la expulsaría del infierno. Un demonio no tiene corazón, por lo tanto no puede sentir amor.
Pero Chaeyoung lo hacía. Ella amaba a Jennie después de todo. Por eso se quedó a su lado sin mostrarse. Por primera vez en su existencia, Chaeyoung tenía miedo.
¿Perder su verdadera naturaleza o perder a Jennie? Ni siquiera quería pensar en eso, era demasiado difícil para alguien tan inexperta.
Se pasaba sus días y noches pegada a Jennie. Simplemente no podía irse sin más, ahora tenía un corazón y estaba a un mínimo contacto de perderse por completo. Chaeyoung quería seguir siendo un demonio, mas ya no lo era y eso no fue fácil de aceptar.
Escuchó en el violín de Jennie el llamado de su corazón. Chaeyoung estuvo en todas las veces que tocó, pero nunca había llegado tan profundo como esa vez. Y ver llorar a Jennie era el peor de los castigos.
No sabía si Jennie la amaba también. Ese era un enigma para Chaeyoung, sin embargo se propuso averiguarlo.
— Estás aquí. — murmuró Jennie.
— Siempre lo estuve. — confesó con su mano sosteniendo su mejilla. Chaeyoung sonrió otra vez para Jennie.
— ¿Por qué entonces no podía verte?
— Has leído las historias, Jennie, sabes porqué.
La humana pensó un poco. Cierto. Aquellos libros que contaban lo que sucedía con los demonios que aman.
Había pasado todo el tiempo creyendo que Rosie ya no la encontraba especial, cuando la verdadera razón era que seguía siendolo y ese era el problema. Se sintió estúpida. Pero no podía culparse, Rosie nunca le dijo esa verdad.
— No vuelvas a irte. — pidió Jennie.
Chaeyoung colocó su otra mano en la otra mejilla. Tenía a Jennie entre sus manos con los ojos más brillantes que nunca.
— No me hagas llorar. — pidió Rosie.
Esta vez fue el turno de Jennie para sonreír.
— Tenemos un trato.
Desde entonces, Rosie la acompañó en todo momento, esta vez sabiendo eso. Jennie volvió con sus amigas y hermana, estaba sonriendo como idiota.
Se unió a la conversación con su corazón rebosando felicidad y alegría.
Chaeyoung se volvió su protección. Cada vez que Jennie la necesitaba podía aparecer sin que nadie más la viera. Rosie existía solo para Jennie.
— ¿Y si quemo su alma?
— ¡Rosie, es mi profesor!
— Pero te hace sentir mal, te estresas.
— Aún así eso no está bien.
— Lo hice desde que tengo memoria, Jennie, estoy acostumbrada.
Jennie la miró un momento.
— ¿Sigues torturando almas?
Rosie negó. — No desde que te conocí.
— Debes extrañarlo.
— En verdad no, esto es mejor.
— ¿Esto?
— Estar contigo.
Chaeyoung amaba ese sonrojo y sonrisa vergonzosa. Jennie no se acostumbraba a que se lo dijera, pero aún así le repetía cada vez que necesitaba oírlo.
La habitación de Jennie se había vuelto su campo de flores. Era el único lugar donde ambas podían verse y hablar sin que nadie lo notase.
Jennie dormía a una distancia considerable de Chaeyoung, quien obviamente no tenía necesidad de hacerlo también así que se dedicaba a mirarla y sonreír como idiota.
— Extraño tu tacto.
— Tocas mis manos.
— Pero no me abrazas desde que era niña, Rosie.
— ¿Eso quieres?
— Sí.
— Bien. Apaga las luces.
Así comenzó su costumbre. Jennie no dormía a menos que Rosie la abrazara.
Y Rosie amaba tanto abrazarla.
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