O3 : SHE MAKES ME WEAK
Jennie sabe que esos dos años hablando con Rosie cada día no fueron sueños ni ninguna alucinación. Ella de verdad se había vuelto amiga de un demonio, uno tan hermoso.
Desde que Rosie dejó de aparecer, Jennie se volvió una apasionada de los libros de fantasía. Demonios, hadas, sirenas, etc. Ella simplemente se pasaba horas en esos libros.
Su hermana mayor, Jisoo, en cambio era más dedicada a molestarla. Jennie decía que era una cabeza hueca por detestar los libros y usar demasiado su teléfono o su computadora. Sus padres apoyaban sus intereses siempre y cuando no dejara de lado los estudios y a la familia.
Jennie nunca les contó la verdad sobre Rosie. Ni siquiera mencionó una sola vez haber tenido un contacto con ella. Jennie sabía que nadie creería su historia, y más aún después de que desapareció como si nada.
Pero Rosie se quedó en sus recuerdos.
Jennie creció en todos los sentidos. Su mente, su cuerpo, toda ella. Hasta que llegó a la misma universidad que su hermana. Jisoo la llevaba en su auto, donde también viajaba Lisa. Una supuesta amiga.
Todo el mundo sabía que se gustaban menos ellas.
Pero Jennie nunca olvidó a Rosie. De alguna forma la sentía presente, como si estuviera a su lado sin saberlo. A veces, cuando se perdía en sus pensamientos, podía sentir escalofríos recorriendo su piel. Parecía el mismo sentimiento de hace años, cuando dejaba de ver a Rosie en el campo de flores.
Ah, ese lugar tampoco se le había olvidado a pesar de haberse mudado a la ciudad por un futuro mejor.
— Dime que no está perdida otra vez.
— Lo está, hay que asustarla.
— ¡Jisoo, eso es malo!
— ¡Como si no quisieras, Lisa!
— Tengo hambre.
— Cállate, Nayeon. No es tu momento.
— ¡Lisa, ve a tu novia!
— ¡No somos novias!
Jennie se fue de la mesa de la cafetería sin decir una palabra, para su suerte ninguna allí había notado eso tanto como para mencionarlo. La menor de las Kim prefirió irse a practicar el violín. Un instrumento que empezó a gustarle en principios de su adolescencia.
Su mejor amiga, Nayeon, solía decirle que tocaba mejor cuando estaba triste. Ella la había oído en repetidas ocasiones en ese estado y le hizo saber que esa era la mejor manera de dejar fluir sus sentimientos.
Extrañaba al demonio. Más que antes. Rosie se apareció en sus sueños varias noches, haciendo que por un momento tuviera esperanzas de que volviera a ser su amiga. Mas después de tantas historias leídas, nadie en su sano juicio tendría ese tipo de amistad.
Se suponía que un demonio torturaba, mataba y amaba el sufrimiento. Entonces, ¿por qué Rosie no se la llevó ese día? Rosie la escuchó todos los días, le regalaba sonrisas y recibía las flores que Jennie le daba.
Jennie tiene ese recuerdo aún en su mente. De aquel día donde Rosie dejó que la abrazara por primera y última vez.
Le había leído una historia de terror sin darse cuenta. Jennie sólo leyó el título y le pareció interesante, pero al terminar sentía un poco de miedo. Había sido escalofriante.
— Hace frío. — respondió a la duda muda de Rosie al verla temblar por un momento. — ¿Qué? — la ceja alzada de la contraria le decía que no le creía. — Ok, dió miedo, ¿está bien? No pensé que fuera así.
Jennie agachó la cabeza y se abrazó a sí misma. Una escena que Rosie miró y no pudo resistirse. Jennie necesitaba un abrazo.
Rosie se sentó a su lado, usó una de sus alas para cubrirla y luego pasó su brazo por la espalda. Un abrazo de costado que Jennie aprovechó y jamás olvidó.
Al terminar su práctica con el violín sintió una lágrima caer. Si había algo que la ponía débil era eso, el recuerdo de Rosie.
De pronto sintió una mano limpiar esa lágrima y no era la suya.
Abrió los ojos y ahogó su sorpresa.
— Hola, Jennie.
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