O1 : I DON'T WANT TO HUG
Chaeyoung tenía una guerra contra ella misma. Sí, la agonía de las almas era lo que más le gustaba. Pero desde hace casi cien años eso no era suficiente.
En cambio, mirar al mundo humano se había convertido en un pasatiempo. No entendía porqué los vivos eran interesantes, incluso sí no tenían nada especial ni ningún poder. Eran seres raros, tenían costumbres fuera de lo conocido por ella.
Normalmente recibía almas viejas y descuidadas, almas sucias. Bueno, siempre era así. Todas las almas eran merecedoras de dolor. Sin embargo, después de tanto ver a aquel otro mundo, descubrió una curiosidad inmensa por probar almas puras.
Sus súbditos traían todo lo que pidiera, y sabía que lo harían si les pidiera aquello. Mas pasaron al menos cuatro milenios desde que robó un alma por sí misma.
Quizás esa era la solución a su lucha, quizás sólo necesitaba volver a lo viejo con algo nuevo. Ah, Chaeyoung no lo pensó demasiado.
Ella bajó al mundo humano para averiguarlo.
Chaeyoung llegó a un campo de rosas.
El llamado sol estaba en el horizonte, la luna por el otro lado estaba apareciendo. Era una vista que a Chaeyoung le había llegado a gustar después de tanto tiempo verla desde lejos.
El picor en su piel por los rayos y el leve viento que movía las flores a su alrededor se sentía como si ella estuviera viva. Lo cual no era totalmente verdad pero tampoco una mentira. Ella existía, sólo que no en el mismo sentido que un humano o cualquier otro ser habitante de ese mundo.
Escuchó risas atrás de ella. Un sonido que siempre quiso escuchar de cerca. No era lo mismo verles reír desde su antiguo lugar.
Al girarse encontró a un humano diminuto. Oh, eso era, ¿una niña? Según lo que había aprendido de tanto mirar podía darse cuenta de que encajaba con ese nombre.
Chaeyoung usó sus ojos rojos para ver su alma. Pura. Era una niña pura. Tenía un alma blanca y reluciente. Como nueva. Entonces sus labios formaron una sonrisa macabra, abrió sus alas negras y enormes, y levantó sus manos con uñas tal cual garras con la intención de asustar.
La niña ladeó la cabeza y soltó otra de sus risas. Luego miró a sus brazos pequeños que traían rosas que ella misma había recogido. Con un poco de torpeza ella logró sacar una y la estiró hacia Chaeyoung.
— ¡Ten una rosa!
El demonio abrió la boca en confusión. ¿Por qué no le tenía miedo? Ella era enorme, su apariencia siempre había sido así, sus súbditos ni siquiera podían mirarla a los ojos. Pero esa mocosa estaba con una sonrisa dándole una flor.
No era algo natural. Había aprendido que cualquier humano se haría en los pantalones al verla. ¿Ella no lo era entonces?
— Se me cansa el brazo. — habló la niña otra vez, haciendo que Chaeyoung saliera de su posición. Guardó sus alas y se agachó a su altura. Sorpresivamente, ella tomó la rosa. — Cuidado, esa tiene espinas.
El demonio miró a la flor y sus espinas. Las espinas no le harían ningún daño. Las tocó.
— ¡Auch!
— ¡Cuidado dije! — la niña rápidamente tomó su mano y Chaeyoung no supo qué hacer. — Espera, tengo una curita aquí.
Dejó el resto de rosas en el suelo y luego buscó en los bolsillos de su overol, sacó una cajita de curitas. Chaeyoung sólo la miró como la ponía alrededor de su dedo herido.
— Siempre las tengo encima porque cuando paso por aquí también me lastimo sin querer. — una vez que terminó, ella dejó un besito sobre el dedo. — Soy Jennie, ¿cómo te llamas?
Pero Chaeyoung no podía dejar de mirar esa diminuta venda en su dedo índice derecho. Ella no podía sangrar, así que nunca salió nada de allí. Aún si ambas se dieron cuenta de eso, Jennie igualmente decidió curarla.
Chaeyoung no habló jamás con un humano. Por eso no sabía muy bien qué decirle a la niña Jennie. ¿Estaría bien contarle cuál era su nombre? La miró a los ojos, eran tan oscuros como la noche que empezaba a rodearlas.
— ¿No hablas? Está bien, yo aprendí a hacerlo a los tres años y papá me dijo que muchos pueden tardar aún más. — Jennie volvió a recoger las rosas que tenía. — Entonces te llamaré Rosé, ¿es bonito? ¡No, mejor Rosie! Sí, ese será tu apodo hasta que sepas hablar.
Tanto Jennie como el demonio escucharon un nombre a la lejanía, parecía que la madre de la niña la estaba buscando. Jennie gritó un "ya voy" y volteó de nuevo a Chaeyoung.
— ¿Te veré de nuevo? ¡Espero que sí! — se acercó peligrosamente a Chaeyoung, quien se levantó tan rápido que Jennie casi se asusta. Casi. — ¿No te gustan los abrazos de despedida? Está bien, ¡nos vemos entonces, Rosie!
Y cuando Jennie salió de su vista, Chaeyoung seguía sin entender lo que había pasado.
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