Prólogo
Hyunjin ni siquiera sabía cómo es que había terminado en el interior de su auto con su saco arrugado, su camisa abierta a la par sobre su pecho, su corbata deshecha en su cuello y sus pantalones hasta la altura de sus tobillos. El desconcierto se mezclaba con la excitación que recorría cada centímetro de su cuerpo mientras aquel lindo chico de ojos verdes y rizos color chocolate se entregaba a él con una pasión desbordante.
El ambiente estaba cargado de una tensión erótica que parecía envolverlos por completo. Los gemidos de placer y los movimientos expertos del chico sobre su polla eran una sinfonía de éxtasis y deseo. Hyunjin se sentía como en el mismísimo jardín del Edén, donde la tentación se manifestaba en forma de aquel ángel de ojos esmeraldas.
Cada roce, cada beso y cada suspiro eran una revelación para el ojiazul, quien se dejaba llevar por la vorágine de sensaciones que le ofrecía aquel ser irresistible. No podía evitar preguntarse cómo es que había llegado a este punto, cómo es que había caído en las redes de aquel seductor sin siquiera darse cuenta.
Los encantos de aquel chico aún eran un misterio. No entendía cómo había logrado envolverlo tan rápido, cómo había despertado en él una pasión desenfrenada y una entrega total. Pero en ese momento, todas esas preguntas carecían de importancia. El placer que experimentaba en ese instante era tan intenso que no había espacio para la duda o la reflexión.
Hyunjin se entregaba por completo a aquel encuentro carnal, dejando que sus sentidos se inundaran de placer y su mente se sumergiera en un éxtasis indescriptible. En ese momento, no había pasado ni futuro, solo existía el presente, la conexión física y emocional con aquel chico que había despertado en él un deseo insaciable.
Mientras el jardín del Edén se desvanecía a su alrededor, Hyunjin se dejaba llevar por la corriente de sensaciones y emociones que lo llevaban a un lugar más allá de las palabras y las explicaciones. Solo existían él y aquel chico, entregados por completo a la pasión y al placer que los unía en ese instante eterno.
El ojiazul se sentía en una fina línea entre el cielo y el infierno, donde el placer actuaba como un intermediario irresistible que inundaba cada rincón de sus cuerpos febriles. Las llamas de la lujuria los consumían con una pasión desenfrenada, provocando que sus respiraciones se volvieran agitadas y sus cuerpos se cubrieran de un sudor que era el testimonio de su entrega total a aquel deleite que los colmaba por completo.
Cada momento anterior a caer bajo los efectos de esos hipnotizantes ojos verdes y esa dulce boquita rosada era ahora un recuerdo difuso en la mente del mayor. Recordaba las palabras de su amigo y socio, quien le había instado a relajarse y divertirse un poco más, y eso era precisamente lo que estaba experimentando en este instante.
El hermoso chico rizado con ojos de ensueño había cautivado por completo a Hyunjin desde el escenario. Su carita perfecta, su piel pálida y su cuerpo de infarto eran un auténtico deleite visual. Cantando con una voz seductora, el chico lucía una falda plisada de cuadros que se alzaba hasta la mitad de sus muslos, unos converse blancos que contrastaban con su conjunto de ropa y un abrigo de lana del mismo color que sus zapatos.
La combinación de su apariencia deslumbrante y su talento en el escenario había capturado por completo la atención del hombre. Ahora, se encontraban sumidos en un éxtasis compartido, donde sus cuerpos se unían en una danza carnal que los llevaba cada vez más cerca del clímax.
El placer y la pasión los envolvían como una corriente eléctrica, donde cada caricia, cada beso y cada gemido eran un combustible para el fuego que ardía entre ellos. No había espacio para pensamientos o preocupaciones en ese momento, solo existía la conexión física y emocional que los unía en un abrazo íntimo y ardiente.
El mundo exterior se desvanecía mientras ambos se sumergían en un mar de sensaciones y emociones. El tiempo parecía detenerse, dejando solo espacio para la entrega y el deseo que los consumía por completo.
En ese instante, no había lugar para el juicio o las dudas, solo existía la magia de dos cuerpos que se entregaban sin reservas a la pasión y al disfrute mutuo.
Mientras la música seguía sonando en el interior del bar, ambos amantes se dejaban llevar por la sinfonía de sus cuerpos en armonía, creando una melodía única y embriagadora que solo ellos podían escuchar. En ese momento, eran los protagonistas de una historia de pasión y deseo que los sumergía en un mundo aparte, donde solo existían ellos y la explosión de sensaciones que los envolvía por completo.
El chico que se encontraba sobre las piernas de Hyunjin era verdaderamente una obra de arte, una combinación perfecta entre belleza y sensualidad que hacía que el deseo se apoderara de cada fibra del cuerpo de Hyunjin. Sentía una satisfacción indescriptible al tener a aquel joven saltando con ímpetu sobre su polla.
Los gemidos y los gritos de placer del chico rizado resonaban en el aire, llenando el interior del auto con su excitante melodía.
Cada vez que alargaba el "Papi" en sus labios, el deseo se intensificaba aún más en Hyunjin, quien lo sostenía firmemente de la cintura mientras sus manos se aferraban a la tela de la falda que ya se había subido más arriba de las caderas del chico.
El ritmo lento pero rudo con el que el miembro erecto de Hyunjin entraba y salía de la estrechez del chico rizado era un verdadero tormento delicioso. Cada embestida golpeaba en el punto dulce del joven, llevándolo al límite del placer y haciéndolo gemir y suplicar por más. Sus ruegos y sus gemidos entrecortados eran una melodía embriagadora para Hyunjin, quien estaba dispuesto a darle exactamente lo que el chico deseaba en ese momento.
La conexión física entre ambos era intensa y profunda, un baile erótico que los llevaba a un éxtasis compartido. Los cuerpos se movían en perfecta sincronía, buscando el máximo placer. El ojiverde se entregaba por completo, entregándole su cuerpo al hombre ojiazul quien lo poseía con una pasión indomable.
No había límites en ese momento, solo existía el deseo desenfrenado. Cada embestida de Hyunjin era un latigazo de placer que recorría el cuerpo del chico, quien solo podía articular gemidos bajos y ruegos por más. Sus súplicas eran como música para los oídos de Hyunjin, quien estaba decidido a darle todo lo que anhelaba en ese instante de pasión desbordante.
El encuentro entre ambos era una explosión de sensualidad y lujuria, donde los roles se desdibujaban y solo existía el placer. Cada movimiento y cada gemido eran un testimonio del deseo que los consumía por completo.
El éxtasis se apoderaba de ellos, llevándolos a un clímax arrollador que los dejaba sin aliento. En ese instante, el susurro del viento y los latidos acelerados de sus corazones eran la única banda sonora que acompañaba aquel encuentro carnal.
—Mierda sí, sigue brincando— el gemido que escapó de los labios de Hyunjin fue una mezcla irresistible de placer y deseo. Sus manos se afianzaron aún más al agarre de la estrecha cintura del chico, deseando ayudarlo a subir y bajar aún más rápido sobre toda la extensión de su polla.
La presión de sus manos sobre la cintura del chico rizado era una combinación perfecta de fuerza y ternura. Cada movimiento de sus manos transmitía una pasión desenfrenada, una necesidad abrumadora de poseer y disfrutar cada centímetro del joven que tenía entre sus brazos.
El nombre del magnate salía repetidamente de los labios color cereza del chico, como una frágil plegaria que buscaba ser escuchada y respondida. Cada vez que pronunciaba el nombre de Hyunjin, era como un susurro íntimo y seductor que se mezclaba con los gemidos y los suspiros de placer que llenaban la parte delantera del auto.
El ojiazul se perdía en el mar de sensaciones que Jisung le ofrecía. Cada movimiento de su cuerpo era una danza erótica que lo llevaba al límite. Sentía cómo la estrechez del joven se ajustaba a cada embestida, envolviéndolo en una ola de placer indescriptible.
Las manos de Hyunjin continuaban sujetando la cintura del chico, guiándolo en un ritmo acelerado que los llevaba cada vez más cerca del clímax.
En ese momento, no había lugar para el control o la contención. Cada movimiento, cada contacto y cada gemido eran una prueba de la conexión ardiente que los unía y los llevaba a un estado casi vulnerable.
El auto se llenaba de la energía sexual que emanaba de sus cuerpos entrelazados. El olor a deseo y sudor impregnaba el aire, creando un ambiente cargado de tensión y lujuria. En ese instante, eran dos almas enredadas en un torbellino de sensaciones y emociones.
—Ya no voy a aguantar más— se quejó entre lágrimas por todo el placer proporcionado a su menudo cuerpo.
El chico, impulsado por el deseo abrumador que lo consumía, unió sus labios instintivamente a los de Hyunjin. Lo que comenzó como un beso desenfrenado y descoordinado rápidamente se convirtió en una pelea de lenguas, una batalla por dominar al otro y tomar el control total del beso.
Las lenguas se entrelazaban en un torbellino de pasión, explorando cada rincón de la boca del otro con voracidad. Los choques de dientes eran una muestra del deseo ardiente que los consumía, una prueba tangible de la pasión desbordante que los unía en ese momento.
Mientras tanto, los movimientos del chico rizado se volvían más frenéticos y desesperados. Los brincos de su cuerpo sobre el de Hyunjin se intensificaban, llevándolos a ambos al borde del delirio. Cada salto era una embestida más profunda y placentera, una deliciosa tortura que los acercaba cada vez más al clímax.
Finalmente, Jisung no pudo contenerse más y se corrió sobre el estómago de ambos. La liberación del orgasmo fue acompañada por un último estallido de pasión y placer. Mientras alcanzaba su clímax, el chico dejó unos rasguños sobre la piel blanca del pecho de Hyunjin.
El hombre que lo estaba tomando tan bien, a su parecer, se convirtió en el centro de su universo en ese instante. La habilidad y la entrega de Hyunjin para satisfacerlo despertaban en el rizado un deseo insaciable.
El aroma del sexo impregnaba el aire, creando un ambiente cargado de tensión y lujuria. Los cuerpos sudorosos y entrelazados eran una prueba del intenso encuentro que estaban viviendo.
El chico rizado, aunque no era virgen, había tenido encuentros sexuales con otros chicos de su misma edad en el pasado. Sin embargo, ninguno de ellos había logrado satisfacerlo tanto como el hombre de ojos azules que estaba frente a él en ese momento.
Cada embestida de Hyunjin era un verdadero regalo de placer, y sin duda alguna, era una de las mejores cogidas que había experimentado en su vida. Y lo mejor de todo, sucedía en su cumpleaños, convirtiendo este encuentro en un regalo inolvidable.
Cada movimiento del ojiazul era una sinfonía de placer que resonaba en el cuerpo de Jisung quién podía sentir cómo la erección de este palpitaba con cada embestida, llevándolo al límite de la excitación una y otra vez. La destreza y habilidad de Hyunjin para complacerlo eran excepcionales, y se sentía afortunado de haberle hecho caso a sus mejores amigos al elegir ese bar para festejar su cumpleaños.
El encuentro sexual con Hyunjin se estaba convirtiendo en una experiencia transformadora. Cada embestida más fuerte y rápida que el ojiazul realizaba lo empujaba hacia un placer indescriptible. Su cuerpo estaba exhausto, pero aún así, el deseo y la pasión lo mantenían en un estado de excitación constante.
Hyunjin, al darse cuenta de que el chico ya se había corrido y se encontraba totalmente exhausto, decidió aumentar el ritmo y la fuerza de sus embestidas. Quería obtener su propio y bien merecido orgasmo, y estaba decidido a llevar al chico rizado al límite una vez más.
Cada embestida de Hyunjin era más intensa que la anterior. El sonido de sus cuerpos chocando y el gemido de placer que escapaba de los labios del ojiazul.
Y Jisung podía sentir cómo la excitación de Hyunjin se intensificaba con cada embestida. Su erección palpitaba dentro de él, buscando su propio orgasmo.
—¿Tan necesitado de una polla estabas que te corriste sin siquiera haberte tocado ni un poco?— preguntó en un gemido ronco que se deslizó en su garganta y chocó contra el oído del rizado sin detener sus embestidas mientras deslizaba sus manos al trasero de este para acariciarlo.
Hyunjin continuaba alternando entre caricias suaves y nalgadas firmes, cada golpe dejando una marca ardiente en la piel de Jisung. El ojiverde se mordía el labio inferior, sus ojos brillando con lujuria y placer mientras su cuerpo reaccionaba a cada estímulo con una mezcla de dolor y lujuria.
El ambiente estaba envuelto en un silencio tenso, solo roto por los gemidos ahogados de Jisung y el sonido de la piel contra piel. Hyunjin podía sentir el calor que emanaba del cuerpo del ojiverde, un calor que no solo provenía de sus caricias, sino también de la pasión desenfrenada que compartían en ese momento.
Cuando Jisung pidió más, Hyunjin no dudó en complacerlo. Sus manos se movían con determinación, marcando la piel del menor con cada nalgada. Los suspiros y gemidos de Jisung se intensificaban, revelando su entrega total a las sensaciones que Hyunjin le provocaba.
—Mm, sí, más fuerte— balbuceó bajito con su voz rota por haber estado gimiendo fuerte y por el leve dolor que sentía en su garganta gracias a la mamada que le había hecho al ojiazul dentro del bar, con su cabeza recostada en la curvatura del cuello del contrario.
Sin poder resistirse a la tentación, Hyunjin alzó el suéter blanco de lana de Jisung, revelando su torso perfectamente esculpido y adornado con esos detalles sensuales. Los pezones erectos y decorados con los piercings eran una invitación tentadora, y Hyunjin no pudo evitar sentir un deseo abrumador de saborearlos.
Con un gemido ahogado de anticipación, Hyunjin se inclinó hacia adelante y llevó sus labios a uno de los pezones de Jisung, sintiendo la textura suave y cálida en contraste con el frío metal de los piercings. Comenzó con suaves chupetones, combinados con lamidas juguetonas que provocaban pequeños estremecimientos en el chico bajo él.
El sabor de la piel de Jisung, mezclado con el ligero toque metálico de los piercings, embriagó los sentidos de Hyunjin, quien se entregó completamente a la sensación de placer que le provocaba cada mordida y succión en los pezones de su amante. Las marcas violáceas que dejaba a su paso eran una muestra tangible de la intensidad de sus caricias.
Mientras su boca exploraba el pecho de Jisung con avidez y pasión, Hyunjin no disminuyó el ritmo ni la fuerza de sus arremetidas, sincronizando los movimientos de su boca con los embates que le daba al chico. Cada gemido, cada suspiro, se fundía en un concierto de placer compartido que envolvía la habitación en una atmósfera cargada de deseo y lujuria.
—Mmh, si— era lo único que podía soltar entre suspiros entrecortados, la boca y la lengua húmeda del hombre más grande se sentía muy bien sobre uno de sus delicados pezones mientras que en el otro estaban los dedos de Hyunjin apretando y jalando el diminuto arete de la sensible zona.
Unos minutos y unas embestidas más fueron suficientes para que el hombre de ojos azules dejara salir todo su semen en el cálido interior del más joven, obteniendo así su tan deseada liberación que venía buscando desde hace ya un rato.
Después de que se corrió se sintió como si estuviese flotando en una nube de placer, Hyunjin dejó de chupar los pezones de Jisung, y el mencionado dejó caer nuevamente todo su cuerpo sobre el pecho del ojiazul escuchando cómo respiraba entrecortadamente y los rápidos latidos de su corazón.
El cerebro de Hyunjin aún estaba dando vueltas, sintiéndose envuelto por la excitación y el placer que le causaba el haberse corrido dentro del ojiverde.
Después de unos minutos, cuando se recuperó de su orgasmo, volvió a la realidad y sacó su pene del interior del chico que estaba desplomado sobre su cuerpo, aún tratando de recobrar sus fuerzas, quién a pesar de todo, soltó un pequeño gemido en protesta al dejar de sentir el miembro de Hyunjin en su interior.
—¿Obtuviste lo que querías?— tarareó en tono bajo el castaño.
Jisung solo pudo asentir lento con la cabeza.
—Estoy muy lleno de ti, papi— dijo bajito con voz entrecortada.
—¿Si?—preguntó en tono suave al lindo chico.
—Si— respondió el rizado tomando una de las manos de Hyunjin que estaban sobre su cintura para llevarla a su lastimada entrada para que sintiese como el semen escurría entre sus piernas.
Hyunjin tomó un poco del semen que escurría entre las pálidas piernas del ojiverde con sus dedos y los llevó a la boca del mencionado, quién tenía su cabeza recostada sobre su firme pecho aún soltando leves suspiros.
—Chupa, amor— pidió con voz dulce.
Jisung aceptó, abrió la boca aceptando los dedos de Hyunjin en ella, y chupó todo el semen que había en ellos sin dejar rastro alguno de la sustancia blanquecina.
—Mmh— tarareó en satisfacción el de rulos probando por segunda vez, durante toda la noche, el sabor del semen de Hyunjin.
—Bien, voy a tratar de limpiarte y te llevaré a tu casa, ya es muy tarde cómo para que te deje ir solo— avisó al rizado.
—No quiero que me lleves a mi casa, quiero que me lleves contigo— pidió bajito mientras se pasaba el dorso de su mano sobre sus ojos.
—¿Estás seguro de que eso es lo que quieres?— preguntó bajo para que únicamente el ojiverde lo escuchara sin importar qué no hubiese nadie ahí con ellos, ya que, por alguna extraña razón, no podía negarse al pedido del dulce chico.
—Si, muy seguro— Respondió con una enorme pero cansada sonrisa adornada por unos hermosos hoyuelos a los lados de sus mejillas.
—De acuerdo, niño bonito. Te llevaré conmigo, pero debes avisarle a alguien— pidió aceptando los deseos del más joven.
Y Jisung amplió más su sonrisa al obtener nuevamente de aquel hombre lo que quería.
Editado.
Esta historia no me pertenece, todos los créditos y derechos a aimeechrr, muchas gracias por permitirme adaptar su hermosa historia. ♡
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