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Capítulo 7

Hyunjin encendió el motor de su elegante Cadillac Escalade gris, preparándose para partir con el atractivo joven que ocupaba el asiento del pasajero. El muchacho aún se recuperaba, suspirando irregularmente y con las piernas temblorosas tras haber experimentado un encuentro íntimo lleno de pasión dentro del mismo vehículo.

Navegó por las gélidas calles, iluminadas por las luces artificiales de los edificios circundantes, en dirección al Dakota, un lujoso hotel donde planeaban alojarse esa noche para descansar. Ambos ansiaban una ducha para eliminar los vestigios de los fluidos que ahora se secaban en sus cuerpos, añadiendo una capa de urgencia a su llegada.

En menos de diez minutos, el lujoso hotel se materializó ante ellos, una imponente estructura que irradiaba opulencia. El cabello castaño de Hyunjin ondeaba ligeramente con la brisa mientras maniobraba su auto hacia la entrada principal del establecimiento. Dejó a Jisung dentro del vehículo, absorto en su celular, mientras él se dirigía hacia la recepción para gestionar una habitación.

Inicialmente, la recepcionista pareció reacia a concederles alojamiento, arguyendo la falta de una reserva previa. Sin embargo, ante la insistencia de Hyunjin, las tornas cambiaron. Con una oferta generosa, tres veces superior al costo habitual de la estadía, logró asegurar un lugar para la noche. Era un ejemplo palpable del poder que confería el dinero: la capacidad de abrir puertas que, de otro modo, permanecerían cerradas.

Para Hyunjin, esta transacción no era solo un acto de mera conveniencia; era una confirmación más de su convicción arraigada en la creencia de que la riqueza era el himno del éxito. En su mundo, el dinero no solo era un medio para adquirir bienes materiales, sino también una herramienta para moldear la realidad según sus deseos y caprichos. Era una verdad universalmente aceptada, una realidad innegable que resonaba en cada aspecto de su vida.

Tras asegurar una habitación para ambos, Hyunjin se apresuró a buscar a Jisung. Con pasos decididos, se dirigió hacia donde había dejado estacionado el auto.

—Logré conseguir una habitación— anunció Hyunjin con una sonrisa, mientras abría la puerta del lado del copiloto, invitando a Jisung a salir.

Extendió su mano en un gesto amable para ayudar a su acompañante a bajar del auto, consciente de que el cansancio y la necesidad de descanso pesaban sobre ambos.

—No— titubeó.

Hyunjin frunció el entrecejo, su gesto de perplejidad reflejando la confusión que invadía su ser. Aquella negativa inesperada desdibujaba su semblante, arrojándolo en un estado de desconcierto que pesaba sobre él como una pesada losa. ¿Cómo podía ser posible que, apenas unos minutos atrás, fuera él quien con fervoroso empeño suplicó que lo llevara con él? La contradicción entre la solicitud previa y la repentina negativa del chico parecía desafiar toda lógica.

—¿Por qué no?— preguntó confundido recargandose con la palma de su mano derecha en la parte posterior de la puerta de la camioneta.

El joven de rizos castaños bajó la mirada hacia su regazo con evidente nerviosismo, sintiendo el rubor ardiente inundar sus mejillas y transformarlas en un tono carmesí. Su vergüenza parecía consumirlo, dejándolo vulnerable ante la mirada ajena.

Hyunjin al ver su reacción frunció más el ceño al no entender e inconcientemente llevó su mirada a las pálidas piernas del muchacho que tanto lo habían vuelto loco y notó que estas aún seguían temblando, ahí fue donde Hyunjin comprendió lo que sucedía y sonrió de lado con autosuficiencia.

—¿Tan bien te cogí que no puedes caminar?— preguntó regresando a su fase socarrona.

Las mejillas de Jisung adquirieron un tono aún más carmesí que en un principio, como si el rubor que las teñía hubiera encontrado una nueva intensidad. La vergüenza o la emoción, o tal vez una mezcla de ambas, se manifestaban con mayor fuerza en su rostro, pintándolo con un rubor profundo que revelaba sus emociones con una claridad inconfundible.

—En mi defensa, la tienes muy grande— respondió por fin alzando su rostro y mirando a los ojos del castaño, conectando azul y verde.

—Tú eras quién me pedía más rápido y fuerte— se burló con una sonrisa de altanería pintada en sus labios.

Jisung llevó ambas palmas de sus manos a sus mejillas, sintiendo el calor abrasador que las envolvía mientras intentaba desesperadamente atenuar el intenso rubor que las teñía. Sus manos, en un gesto de urgencia, presionaban suavemente contra la piel ardiente en un intento por disminuir la intensidad del color que las había vuelto tan conspicuamente rojas.

—Detente— pidió en tono chillón con sus palmas en su rostro mirando a Hyunjin.

—Que yo recuerde era "Aah, papi, más"— imitó un gemido del rizado que hizo al chico querer que la tierra se lo trague.

Jisung lanzó un golpe débil en dirección al ojiazul, una tentativa torpe para detenerlo en su actitud.

Hyunjin, entre risas, sacudió la cabeza en señal de incredulidad ante la ingenua acción del ojiverde.

—Ya, lo siento— murmuró entre risas, buscando disipar la vergüenza. —Ven, te llevaré cargando hasta la habitación— añadió, extendiendo sus brazos cubiertos por la tela arrugada de su camisa blanca.

Jisung retiró con cuidado las manos de sus mejillas ruborizadas y las extendió hacia el hombre de ojos azules, indicándole silenciosamente que estaba listo para ser levantado en sus brazos.Hyunjin, con una grácil inclinación hacia el interior del automóvil, deslizó sus manos bajo los muslos de Jisung, sujetándolo con firmeza pero con gentileza. Con un movimiento fluido, lo elevó en el aire, permitiendo que los muslos del joven se enrollaran alrededor de sus caderas mientras lo llevaba en dirección a la habitación con una facilidad aparentemente sin esfuerzo.

Con un esfuerzo evidente, Hyunjin logró cerrar la puerta del automóvil y se encaminó hacia la recepción, con Jisung aferrado a su cuello, su rostro oculto en la curvatura del mismo, mientras sus largas piernas rodeaban su cadera. Hyunjin lo sostenía con cuidado, con las manos firmemente apoyadas en su trasero para evitar que se deslizara o cayera.

Al entrar en el elegante vestíbulo, atrajo algunas miradas curiosas de los presentes, pero él las ignoró por completo. Dirigiéndose al mostrador de recepción, solicitó las llaves de su habitación y dio instrucciones para que estacionaran su automóvil.

Caminó con paso seguro, como si llevara el peso de Jisung sobre sus hombros fuera la cosa más natural del mundo. El joven de rizos, que se había mantenido en silencio desde que lo sacó del auto, seguía aferrado a él mientras se adentraban en el ascensor. La habitación que les esperaba se encontraba en el séptimo piso del edificio, y Hyunjin estaba determinado a llevar a Jisung allí con la misma serenidad que había demostrado hasta entonces.

—Por cierto, nunca me dijiste tú nombre y yo tampoco te he dicho el mío— habló con el entrecejo fruncido al recordar que ni si quiera se habían dicho sus nombres y ya habían follado en el interior de su auto.

—Jisung— pronunció Hyunjin, saboreando cada letra como si fuera una melodía. —Qué bonito nombre— elogió, recibiendo un suave "gracias" por parte del joven. —Yo me llamo Hyunjin— se presentó, revelando su propio nombre con una sonrisa cálida en los labios.

Y Jisung creyó que era el nombre más bonito que había escuchado en toda su jodida vida.

Las puertas del elevador se deslizaron lentamente, revelando un largo pasillo iluminado por la suave luz de las lámparas empotradas en el techo.

Hyunjin, con Jisung aún aferrado a su cuerpo, buscó el número de la puerta en el llavero y lo encontró. Era la última puerta en el pasillo. Con habilidad, deslizó el cerrojo en un movimiento fluido, aunque limitado por el cuerpo del joven que sostenía, y entró en la espaciosa y ordenada habitación.

Su mirada se posó de inmediato en la cama, su objetivo desde que habían ingresado a la habitación. Con paso firme, se dirigió hacia ella y cuidadosamente depositó el cuerpo de Jisung sobre las suaves sábanas.

Jisung, que ya comenzaba a dejarse llevar por el sueño, fue interrumpido por la dulce voz de Hyunjin. Este le recordó amablemente la necesidad de darse un baño antes de acostarse para dormir, asegurándose de que estuviera cómodo y cuidado.

—Jisung, ¿Quieres que te bañe y cuide de ti o quieres hacerlo por ti mismo?— preguntó suave al bonito chico que estaba recostado sobre las blancas sábanas y que aún lucía destrozado.

La oscuridad del bar, solo interrumpida por las luces de colores, y la limitada visibilidad en el interior del automóvil habían impedido a Hyunjin apreciar completamente la apariencia del joven. Sin embargo, ahora, con la luz inundando la habitación, pudo observar con claridad el hermoso cuerpo de Jisung.

Fue entonces cuando se percató de que el joven de ojos verdes lucía un aspecto que no había notado antes: el semblante satisfecho y relajado que suele acompañar a quien ha disfrutado de una buena follada.

Esta revelación dibujó una sonrisa triunfante en el rostro de Hyunjin. Había logrado dejar a Jisung completamente satisfecho, y esa sensación de éxito y satisfacción lo envolvió como una cálida manta de victoria.

Hyunjin observó detenidamente a Jisung, tomando nota de cada detalle de su apariencia desaliñada pero cautivadora. Su falda arrugada y manchada, las marcas violáceas adornando su cuello, las huellas de sus manos en los muslos, y los rizos revueltos que enmarcaban su rostro. Los labios rojos de Jisung, ya sea por los besos compartidos o por su color natural, añadían un toque de irresistible tentación a su aspecto.

A pesar de las evidentes señales de la noche compartida, Hyunjin no podía evitar sentir una conexión profunda y visceral con Jisung. Era como si hubiera encontrado un paraíso en medio del caos, y se resistía firmemente a dejarlo ir. Aunque le aterraba la intensidad de sus sentimientos hacia el joven de ojos verdes, no podía ignorar la poderosa necesidad de estar cerca de él. Nunca antes había experimentado algo tan abrumador y desconcertante.

Jisung, con su belleza desordenada, representaba algo más que una simple aventura de una noche. Era un recordatorio vívido de que la vida estaba llena de sorpresas inesperadas y emociones que desafiaban cualquier lógica. Aunque le preocupaba el desconocido terreno emocional en el que se aventuraba, Hyunjin estaba dispuesto a aferrarse a él.

—Quiero que lo hagas tu, ¿Puedes?— preguntó tallando sus ojitos con el dorso de su mano.

—De acuerdo, voy a ir a llenar la bañera y ya vengo a quitarte la ropa para bañarte— anunció.

Hyunjin entró en el baño y abrió el grifo, dejando que el agua tibia comenzara a llenar la bañera. Con cuidado, tomó unos jabones y sales corporales que encontró en una repisa, agregándolos al agua para crear un ambiente relajante y reconfortante. Mientras el aroma fresco y revitalizante se esparcía por el aire, se aseguró de que todo estuviera listo para el baño de Jisung.

Una vez que estuvo satisfecho con la preparación, salió del baño y se encaminó de regreso hacia donde el rizado seguía recostado. Con pasos tranquilos pero decididos, se acercó al joven, listo para guiarlo hacia el próximo paso de su cuidado y atención.

—Quitaré tu ropa— avisó.

Jisung asintió en respuesta y se dejó hacer.

Con delicadeza, Hyunjin se sentó en el borde de la cama y tomó las largas piernas de Jisung entre sus manos, elevándolas con suavidad hasta posarlas sobre su regazo. Con cuidado, comenzó a desatar los cordones de los zapatos del joven, retirándolos con meticulosidad para liberar sus pies.

Una vez que los zapatos estuvieron fuera del camino, Hyunjin se puso de pie y se inclinó sobre Jisung, buscando el cierre de la falda que cubría su cuerpo. Con dedos hábiles, localizó el cierre y lo bajó con suavidad, deslizando la prenda junto con la delicada ropa interior de encaje que Jisung llevaba puesta.

Consciente de la necesidad de respetar los límites de Jisung, Hyunjin se esforzó por mantener un contacto mínimo y respetuoso mientras ayudaba al joven a desvestirse. Aunque habían compartido una intimidad previa, sabía que ahora era importante mantener una distancia respetuosa y demostrar que podía confiar en él para cuidar de su bienestar sin invadir su espacio personal.

Hyunjin entendía que la confianza que Jisung había depositado en él al permitirle cuidar de él en su vulnerabilidad merecía ser honrada y respetada. Estaba seguro de que, con el tiempo, habría muchas más oportunidades para explorar y disfrutar de la intimidad juntos, pero por ahora, su prioridad era asegurarse de que Jisung se sintiera seguro y protegido en sus manos.

Con cuidado y ternura, Hyunjin cargó el delicado cuerpo de Jisung en sus brazos y lo llevó al baño, sumergiéndolo en el agua tibia. Disfrutó el sonido tranquilizador del tarareo de Jisung mientras este se sumergía en la satisfacción de sentir el agua acariciar su piel y el aroma embriagador de los jabones llenaba el aire.

Después de unos minutos dedicados a limpiar a Jisung, Hyunjin lo envolvió en una suave bata que encontró en uno de los armarios del baño y lo acostó con delicadeza en la cama. El joven se sumió en un profundo sueño casi de inmediato, dejando que la paz y la serenidad lo envolvieran por completo.

Aprovechando que Jisung estaba limpio y dormido, Hyunjin decidió darse una larga ducha él mismo, dejando que el agua caliente le relajara los músculos y le brindara un merecido descanso después de la noche llena de emociones.

Mientras el agua caía sobre su cuerpo, su mente comenzó a divagar hacia el lo que haría después. Sabía que en la mañana tendría que regresar a Londres para visitar a su madre y hermanas, y se dio cuenta de que tendría que idear una solución para los posibles imprevistos que podrían surgir cuando llegara el momento de regresar a casa. Era consciente de que su encuentro con Jisung había abierto un nuevo capítulo en su vida, y estaba decidido a enfrentar cualquier obstáculo que pudiera surgir.

Editado.


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